Cuando te fuiste

me pregunté si sabias

que tenías guardado en el bolsillo

un hilo traslúcido,

prácticamente imperceptible

que me iba descosiendo

la piel.

Al principio

no le di importancia;

sentía solamente

un cosquilleo

en las puntas de los dedos;

me preocupé

cuando empezaron a desaparecer

las huellas dactilares,

cuando noté que mis uñas

se deshilachaban,

hasta que mis manos

se convirtieron

en miles de fibras afiladas

que de a poco

devoraban

lo que aún persistía

de mi envoltura.

 

Sospecho

que realmente

no tenías idea

acerca de la existencia

de ese hilo

en tu bolsillo

que me destejía

parte por parte:

primero deshacía

el epitelio

y luego

las fibras

aparentemente inocuas

se alimentaban

de mi carne;

así

mi propio cuerpo

se despedazaba

y se nutría

de sí mismo.

Entendí

que despedazarse

y nutrirse

es prácticamente lo mismo:

que para nutrirse

es necesario

destruir

devorar

aunque se trate

de tu propia piel;

que es inconcebible

alimentarse de algo

sin robarle

un poco

de lo que es

sin quitarle

un poco

de vida.

También comprendí

después de transformarme

en puras fibras

tratando de consumir

el hueso

tratando de aniquilar

la estructura,

que

desde el principio

nos estuvimos descociendo

pero

nunca

nos dimos

cuenta;

que lo único que hacemos es

devorar

(devorarnos)

y que nutrirse

(nutrirnos)

es sólo

un pretexto.

Sobre El Autor

Sofía Leibovich nació en Buenos Aires en 1999. Fue una de los ganadores del concurso literario del Centro Ana Frank 2014 y del concurso de proyectos educativos del Centro Ana Frank. Actualmente cursa quinto año en el Colegio Paideia.

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