El deseo del autor ha sido, y es, profundizar en la verdadera historia de estas canciones.
Ha decidido recorrer el pasado con intención de armar un rompecabezas que representa, en sí mismo, una historia hasta ahora, siempre “secreta”.
Este recorrido abre la posibilidad de penetrar en tiempos remotos, ensayando un revisionismo que elige como punto de partida las condiciones del origen del canto, para ir reconociendo, así, las huellas y los ecos que preceden a las evidentes transformaciones.
Ted Gioia nos dice que las innovaciones que se advierten en materia de canciones de amor, en principio provienen de una periferia social que incluye bohemios y marginados, campesinos, desconocidos y advenedizos, prostitutas y esclavos. Es así que el ensayo reconoce, mediante un enfoque alternativo, el aspecto social de esta larga historia.
El eje se instala en la fuerza de la canción de amor; en su potencial y en esa virtud de generar tensiones – reacción y resistencia -; el tema es la libertad posible y, en consecuencia, la libertad perseguida.
Se trataría, en todo caso, de una expresión artística, en parte, subestimada pese a merecer honores de “vanguardia” por calificar como punta de lanza en tantas transformaciones sociales.
El autor considera que esta historia es, al mismo tiempo, una historia de la represión.
“…Cuando la música del amor estaba integrada con lo sagrado, gozaba del respeto y del apoyo de los poderes gobernantes. Pero al perder esta conexión con lo divino, la creación de música extática empieza a verse con malos ojos por parte de los que ostentan el poder. Especialmente cuando las canciones tienen que ver con el amor y el sexo. Y especialmente cuando son mujeres, esclavos o parias los que las cantan, y son varones los que ostentan el poder. Y especialmente cuando el cristianismo se convierte en la fe dominante, y tiene sus propias convicciones respecto al amor y al sexo.” Es, precisamente, en ese tiempo de represión ejercida por el cristianismo, que la canción de amor se afirma y luce en el mundo musulmán. “… Aquí, lejos de la tierra y la cultura de Abelardo y Dante, hallamos el escenario dispuesto no solo para el florecimiento de la lírica romántica en occidente, sino incluso para los albores de la ética del amor cortés. De hecho (…) nuestras actitudes idealizadas hacia el romance y nuestros modos de expresarlas musicalmente aparecieron por primera vez en África mucho antes de que llegaran a las costas de Europa.”
Amor cortés y romances modernos. Lo trascendente y lo meramente carnal. La intención religiosa de la canción: Esta historia no ignora soñadores y místicos que aún creen y se refugian en raros vestigios de un “amor supremo”; pero ellos nadan, fuera de tiempo y contra la corriente.
“La canción de amor tuvo un destino diferente como fuerza laica, basado en su poder para moldear la vida privada de las personas y la mayoría de las relaciones íntimas hasta un grado que pocas fuerzas culturales, y ciertamente ningún otro estilo musical, podrían igualar.”
Queda claro que los romances modernos se diferencian de aquellas tradiciones del amor cortés y, es precisamente por ello que se intensifica su atractivo -reflexiona el autor- y agrega: “¿Qué podría ser más dulce que un amor que elude la bastedad de nuestros romances al uso, un amor que se atiene a reglas genuinas, que mezcla lo trascendente con lo meramente carnal, que realza el romance y lo llena de esplendor y dulce música?…”
Gioia se apoya en María Rosa Menocal para afirmar que la canción de amor con frecuencia refleja el tono propio de quienes fueron arrancados de su tierra natal: La lírica amorosa medieval fue “inventada en la amargura del destierro”(M.R.M.)
En esta parte del formidable rompecabezas cobra presencia la figura del esclavo y su relación con las fórmulas básicas de la música romántica.
En lo que hace a la hegemonía estadounidense en materia de música popular: “La chispa que pone todo en movimiento llega de África y, no por su voluntad, sino amarrada con cadenas.”
Estos “eternos desterrados” dejaron su impronta en tantas composiciones.
El ensayo comprende una diversidad de temas que el autor desarrolla con la mayor solvencia, sin embargo, desde Evaristo Cultural nos limitamos a ofrecer modestas pinceladas sobre algunos puntos seleccionados a efectos de dar a conocer la obra que resulta de un proceso de investigación que llevó más de veinte años y que, desde luego, no se agota ni podría agotarse en esta reseña..
Volvemos a lo nuestro y, haciendo pie en la etapa moderna, reconocemos en la canción de amor un tono diferente, generalmente adulador en su erotismo y, particularmente desespiritualizado.
Todo indica que siglos de represión cristiana contra las canciones de amor, se desvanecen en tiempos de auge de los trovadores. “Una incómoda tregua ha puesto fin a las hostilidades, aunque algunas escaramuzas y focos de resistencia continuarán reflejando la inestabilidad de este acercamiento.”
Ahora bien, de este ensayo surge que, con anterioridad a la aparición de los trovadores, en Japón, se daba la particularidad que destaca Ted Gioia: “Entre los nobles, encontramos una tradición de creación de música de una belleza estética estilizada y con una conexión directa con los temas del amor y el cortejo, tanto así que inevitablemente nos recuerda la revolución musical que no tardaría en emerger en el sur de Francia. La historia de Genji, escrita por la aristócrata japonesa Murasaki Shikibu a inicios del siglo Xl, nos ofrece una visión de la sociedad feudal donde la habilidad de tocar música y componer letras de canciones se considera una de las actividades más honorables, no solo como divertimento sino también en asuntos románticos, lícitos o ilícitos. De hecho, esta milenaria novela, con su rico tapiz de detalles físicos y psicológicos, nos enseña más sobre los detalles de la ejecución musical en una sociedad cortesana que ningún otro documento occidental de este periodo.
Las canciones y poemas adquirieron particular relevancia en los romances y cortejos de la clase gobernante japonesa de esta época debido a que las conexiones más directas entre hombres y mujeres eran controladas con todo rigor, y a veces específicamente prohibidas (…) En muchos casos, el contacto del hombre es tan limitado que no tiene ni idea del aspecto de la mujer y, cuando escucha su voz, ella suele estar oculta tras una mampara o cortina. En tales escenarios, las relaciones se establecían con frecuencia a través de la música, que es capaz de traspasar la cortina y llegar hasta donde el pretendiente no alcanza, y también mediante el intercambio de versos, aquí llamados canciones; uta (canción), tanka (canción breve) o waka (canción japonesa).
Podía ocurrir, dice el autor del ensayo, que el amante sorprendiera a la mujer con un poema original, o bien hiciera suyas palabras de un texto ajeno. Lo cierto es que tanto la presentación, en sí misma, la obra, como la originalidad en lo que respecta a su contenido , tenían gran importancia en estos casos y llegaban a desperar admiración, inclusive teniendo en consideración la caligrafía, el tipo de papel, el perfume del sobre, las flores u obsequios que acompañaban aquellas palabras.
Gioia se detiene en el Man´yoshu, la más antigua colección de poesía que se conserva en Japón; hablamos de una compilación que data del siglo VIII, con secciones del siglo IV; varios de estos poemas son anónimos.
En lo que hace a la India, en el nordeste, los hacedores de canciones de amor no tendrían nada que envidiarle a los trovadores de occidente.
Ya para ir cerrando esta reseña que, obviamente, no puede hacerle justicia a la obra de Ted Gioia -a sus 440 páginas de información y reflexiones-, Volvemos a Europa, al año 1637. El primer teatro de la ópera en Venecia representa la recta final de toda una era. El escenario ofrece a las historias de amor el marco ideal para que el poder de la música esté presente y acompañe el abanico de circunstancias, tales como romances, engaños,encuentros ilícitos, traiciones , escándalos, cortejos y seducciones; matrimonios y asesinatos.
“Digamos adiós al cortés caballero y a su dama, a la imagen dantesca del amor supremo y al amante petrarquiano sufriendo por su amada” ; el amor profano pasa sin pudor a la delantera, encontrando en la ópera un traje a medida para la realización artística.
Este excelente libro, editado por Turner, merece un lugar en la biblioteca de toda persona interesada en enriquecer sus propios conocimientos acerca de la magia, la potencia y el sentido de la música.
Del mismo modo, habíamos recomendado a los lectores de Evaristo Cultural la obra de David Hesmondhalgh “Por qué es importante la música”, otro libro orientado a determinar la restricciones que pesan sobre ella, a ver cómo codifica emociones humanas en sonidos que pueden ser transmitidos a través del tiempo, sin necesidad de conocer previamente lenguajes verbales; a reconocer su cualidad evocadora; sus maneras de contribuir al bienestar del ser humano más allá de las aludidas restricciones que soporta; su función de fortalecer la conciencia de continuidad y desarrollo de la vida. Una capacidad asociada a la memoria, la capacidad de imprimirse en la mente. De eso se trata, de una articulación que permite acercarse a la música desde las desigualdades. Un enfoque sobre la expresión individual y colectiva y sobre la elevación de nuestro sentido de sociabilidad y comunidad, por intermedio de ella, de la música. Otro ensayo que versa sobre la ideología del amor sentimental; sobre la cultura pop, el jazz, el rock, el folk, en tiempos de posguerra. Otra mirada hacia las críticas dirigidas contra los valores del pop, considerados superficiales, la “ideología hueca”. El libro trata sobre lo romántico y lo erótico; sobre la masculinidad, la androginia; los modelos binarios; el dandismo y el narcisismo; sobre la cultura punk y postpunk; el rock alternativo; el hedonismo; el metal; la fantasía andrógina; las contradicciones; el heavy metal; el hip hop, el rap; sobre la representación de la masculinidad negra y sobre la sexualización de la música.
Como se puede advertir, ambas obras se complementan de la mejor manera.
Título: Canciones de amor. La historia jamás contada.
Autor: Ted Gioia
Traducción: Catalina Martínez
Editorial: Turner
440 páginas