Dante Palma es profesor de filosofía y doctor en Ciencia política; actualmente es docente e investigador en la UBA y la UNSAM. Fue panelista de 6,7,8 y hace radio. Con numerosos libros publicados Dante se instala en el imaginario como un intelectual que piensa la actualidad críticamente. En diciembre de 2016 presentó su libro El gobierno de los cínicos y con una lectura ácida de la realidad, Palma logra aproximar distintos conceptos y hacer que el interlocutor reflexione, se divierta y se haga algunas preguntas.
¿Dónde empezás a contar tus libros, el primero fue La fiesta del parásito, este qué número es?
Este es mi sexto libro. La fiesta del parásito no lo cuento, es un libro de poemas que publiqué cuando era jovencito, lo dejo afuera; pero después tengo Relativismo e inconmensurabilidad que es del 2005, un librito chiquito más para alumnos que recién ingresaban a la filosofía de la ciencia. Después tengo en 2010 Borges.com, ensayos sobre filosofía, política y medios de comunicación a partir de los cuentos de Borges. En 2012 publiqué El Adversario que es una compilación de los artículos políticos que publiqué en la revista Veintitrés. En 2014 fue Quinto Poder, también una compilación de artículos pero más vinculados al tema de la comunicación; en el medio se publicó mi tesis de doctorado El sujeto de derecho del siglo XXI, que la terminé a fin del 2011 pero se publica en 2015, y ahora salió El Gobierno de los cínicos.
En Quinto poder trabajaste con la idea de la muerte del periodismo, ¿cómo funcionaba esto?
Hay varias cosas, primero hay que partir de la idea de que el periodismo como independiente, neutral y objetivo es una construcción. Es más, el periodismo, en sus orígenes, nunca fue eso y, de hecho, en la Argentina, se celebra el día del periodista a partir de la publicación de La gaceta de Mariano Moreno, y cuando leés algunos de sus ejemplares te das que no hay nada más brutalmente militante que eso a tal punto que los encargados de la publicación entendían que era un órgano de difusión de ideas, incluso un órgano para justificar eventualmente ajusticiamientos contra los anti-revolucionarios, por ejemplo. En realidad la idea de periodismo objetivo es una construcción de fin del siglo XIX y llega hasta la actualidad. Por supuesto lo que pasó en la última época del kirchnerismo fue que se puso sobre la mesa algo que ya se sabía en las facultades de comunicación, esto de que el periodismo responde a determinados intereses. Entonces me parece que por ese lado se visibilizó lo que se sabía en determinados claustros. A su vez le agregaría otros elementos que son más contextuales como por ejemplo la irrupción de internet, algo que afecta directamente la forma en que se hace periodismo a tal punto que el periodista más clásico ha desaparecido en pos de un periodista que es joven y que más que periodismo de lo que sabe es de redes sociales. Entonces en un contexto de pauperización de la profesión, donde hay cada vez menos espacios, con pagas menores, con formaciones más débiles, creo que todo eso da un marco de ocaso o desaparición del periodismo. Los pibes que hacían periodismo, la mayoría, ahora son prenseros de políticos, de bandas, de instituciones; me parece que en todo ese escenario, pasaron más de dos o tres años de la publicación del libro pero creo que el ocaso se va profundizando.
A la hora de comunicar termina sirviéndote más un community manager que un periodista…
Absolutamente, en realidad no hay diferencia entre cómo operan los periodistas de los medios tradicionales y un community manager o un prensero. Dicho de otra manera es tanto el descrédito del periodista tradicional que hoy ya no hay diferencia entre un prensero, un twittero, un community manager o un editorialista.
Ahora salió El gobierno de los cínicos. Es como si fueras acompañando la actualidad con tu escritura. El recorrido de tu desempeño como filósofo, estás pensando la contemporaneidad.
Sí, esa es la excusa. En general en los últimos libros tomaba como insumo las notas que yo iba publicando en la revista Veintritrés.
Y encontraste algo que las unía.
Claro. Yo seleccionaba las notas a partir de un eje. Ahora en este libro hay algunas notas ya publicadas, pero el setenta por ciento fue escrito específicamente para el libro.
Me parece también que la forma en que yo pienso la filosofía no es una forma onanista, por decirlo despectivamente, en el sentido de andar pensando sobre un concepto tal o cual, de Platón o de Aristóteles. Yo prefiero una filosofía que me sirva como aplicación para entender la problemática real y eso también tiene sus riesgos pues a veces quedás demasiado preso de la actualidad, pero el laburo que yo siempre intento hacer es ese, un enfoque filosófico para pensar temas de actualidad. En ese sentido creo que pude encontrar e incluir algunas categorías novedosas u originales para pensar los temas actuales. Por supuesto hay alguna referencia al macrismo, al kirchnerismo, eso sí, pero me parece que va más allá de eso. Cuando hablo del gobierno de los cínicos, más allá de lo que yo creo, no busco referirme directamente al gobierno de Macri, hablo del cinismo como un fenómeno, te diría, cultural, universal. La cultura es cínica, no sólo un gobierno. Estamos todos atravesados de cinismo, todos en algún punto estamos ejerciendo una forma cínica en las relaciones que tenemos, así que por eso, más allá del título, cuando uno ingresa al libro descubre que es más complejo de lo que se cree.
¿Cómo es para vos esa idea del cinismo que rige nuestras relaciones y el modo de gobernar?
Partí del origen del cinismo que no llegó ni siquiera a confirmar una escuela sino que se caracterizaba por ser, más bien, una actitud. El más conocido de los cínicos es Diógenes. Diógenes el Cínico era un personaje real que surge en el momento de crisis del apogeo ateniense. Después del siglo V cuando irrumpe el imperio macedónico de Alejandro Magno, hay una gran crisis civilizacional y lo que aparece ahí son estas actitudes cínicas que eran actitudes contestatarias, actitudes contra la civilización de una época, actitudes que denunciaban que se estaba tergiversando, perdiendo, la naturaleza humana, que la cultura de la época desnaturalizaba lo humano. Y por eso Diógenes aparecía, por ejemplo, actuando como un perro. Entonces en una cultura que se caracterizaba por la palabra como aquella herramienta que te permitía persuadir, que te permitía que avance la democracia, aparecía un tipo que ladraba, que caminaba en cuatro patas y levantaba la pata para orinar, que de golpe se masturbaba en el medio del ágora, que comía los desperdicios, que no quería ningún derecho y no quería participar de la cosa pública. Después eso fue mutando, hay elementos del cinismo en el estoicismo, en el epicureísmo y en las sectas cristianas. La gran diferencia hoy, me parece, es que el cinismo antes era contestatario y hoy el cinismo es el cinismo de los poderosos. El cinismo antes denunciaba al poderoso y hoy el cínico es el poderoso, o sea es el que utiliza la sátira, la burla, para justamente castigar a aquel que tiene menos. Por eso yo ahí tomo la palabra de un filósofo alemán que se llama Sloterdijk y digo que el cinismo pasó de ser una denuncia, una insolencia plebeya, a ser una prepotencia señorial. Hoy el cínico es el que tiene el poder y es ese el que se burla de vos. No lo que sucedía antes con Diógenes que era el que se burlaba de Alejandro Magno.
¿Vas a hacer alguna gira para presentar el libro?
Sí, es la idea, a mí me gustaría. Con Quinto poder hice más de cuarenta presentaciones y me gusta porque entrás en contacto con la gente.
También estás haciendo radio…
Empecé en Mayo del 2016 haciendo un programa en Radio del Plata junto a Leonardo Greco que se llama Vení cuando quieras, empezó siendo una especie de magazine y terminó siendo más político, un magazine “sindical-político”.
¿Por qué sindical ?
Porque le damos mucho espacio a los sindicatos. Te diría que en buena parte del programa siempre se le da micrófono a los distintos sindicatos, cosa que no es muy habitual. Entonces hablamos de política siempre con un eje desde el punto de vista de los trabajadores. Y después empecé yo un programa propio de una hora también en Radio del Plata, los domingos de 16 a 17hs, se llama No estoy solo. Ahí hay cosas de política pero hay más filosofía, literatura, más soltura; trato de hacer alguna entrevista con alguien que sea de la cultura, que también tenga algún tipo de intervención política, pero hay menos espacio para los políticos, por lo menos ahora en el comienzo. Hay un espacio para mi editorial, hay espacio para mitos griegos, para regalar libros de literatura, para entrevistados del ámbito de la música, del teatro, cosas que a mí me gustan. Recién empiezan las emisiones así que se irá construyendo.
Hace algunos años parecía impensable que un filósofo o un sociólogo tuvieran tanto lugar en los medios, sin embargo venimos de una época donde empezó a cambiar. ¿Creés que es un movimiento social general, que está pasando en todas partes o te parece que tiene que ver con algo que sucedió acá particularmente?
Quizás las dos cosas. Creo que en un momento sociólogos y psicólogos le habían quitado el lugar en la opinión pública a los filósofos y los grandes temas los tomaban los sociólogos y los psicólogos. Yo creo que en Argentina se dió más por nombres propios, pienso en José Pablo Feinmann, Darío Sztajnszrajber, Ricardo Forster, quizás mi caso también podría ser… Aparecieron filósofos que hablaban de los temas de actualidad desde una mirada con un nivel de abstracción que honestamente lo da la formación filosófica. Recién nombré cuatro casos de filósofos que entienden que el lugar de la filosofía es la intervención pública y a los que se les da espacio y escriben y tienen participación, y a su vez también, como decías vos, creo que hay un fenómeno más planetario. Por ejemplo, incluso en las grandes empresas transnacionales, esto ya es un fenómeno que tiene algunos años, empiezan a ver que hacía falta una mirada que pudiera ser amplia, sobre la empresa en su totalidad. Y eso se lo puede dar un filósofo, no se lo puede dar ni un sociólogo ni un psicólogo, sí el filósofo, alguien que tenga una mirada macro y abstracta, por ejemplo, de un ordenamiento institucional; entonces se están dando los casos en que no sólo se llama a los filósofos para dar un curso sobre optimismo, la idea es cómo pensar la inserción de una empresa en el contexto internacional, asesorías, etc. Entonces hay lugar para un filósofo que por supuesto no esté pensando en un concepto de Plotino. Pensemos la sociedad, pensemos la actualidad, creo que en eso la filosofía sirve. Me parece inobjetable que la formación que tenemos los que hicimos Filosofía supone un nivel de abstracción que probablemente no tenga otra disciplina, para bien y para mal. Además creo que con los años me di cuenta que las carreras y la formación de las carreras es muy importante, pero también tiene mucho que ver qué hace uno con la carrera, uno también le da su propio perfil a la carrera y en ese sentido me parece que a mí siempre me interesó tomar esas herramientas, es decir la filosofía tiene una inespecificidad que tiene su costado bueno y malo: el costado malo es que naturalmente terminás la carrera y no sabés de qué salir a trabajar ni qué hacer, porque justamente es tan abarcativa que es inasible y eso justamente también es su virtud. Por ejemplo, yo nunca me imaginé que siete u ocho años después de haber terminado la carrera iba a estar en la televisión como filósofo. Entonces, primero que la televisión te dé ese lugar, pero por supuesto, a su vez, la filosofía tiene que acomodarse a un registro que es completamente distinto: en la televisión tenía que tratar de bajar un concepto en treinta segundos mientras del otro lado había una chica que me hacía señas para que me apure. Ese es un registro que me interesa tenerlo aunque tiene limitaciones y es distinto, como es distinto el registro de escribir una nota periodística al de dar una clase o escribir un libro.
A su vez en televisión interpelás un público no necesariamente interesado en filosofía, no es un alumnado, ni un público necesariamente con conocimientos previos de filosofía, ni que la legitime.
Exactamente, ahí el gran desafío es cómo hacer para bajar determinados conceptos filosóficos y no viciarlos o no terminar haciendo una divulgación burda, como si todo se pudiera reducir a la alegoría de la caverna de Platón. No, yo tengo la necesidad de tomar un concepto complejo y tratar de hacerlo de divulgación para el gran público al que capaz pueda interesarle la filosofía pero tal vez no le interesa estudiar a Heidegger (¡y lo bien que hacen, por cierto!). Pero yo tengo esa necesidad, me gusta eso. Hablarle a la audiencia de filosofía a mí me aburre. En tal caso es algo que puedo hacer dos horas por semana en la facultad y aún así me aburre bastante. Por eso también el trabajo académico en sí, que es algo que yo hice mucho tiempo, en un sentido lo he hecho con relativo gusto, pero hoy por hoy me aburre. No puedo ser injusto y decir que me gustan más los treinta segundos de tele que todo el trabajo académico que hice porque todo ese trabajo académico a mí me permite poder hacer esos treinta segundos de tele y hacerlos más o menos bien. Pero me da mucha más satisfacción escribir un libro como El gobierno de los cínicos, que lo puede leer cualquiera, que mi tesis de doctorado que ha sido un laburo enormemente mayor que el de El gobierno de los cínicos, pero yo lo disfruto más porque sé que puedo llegar a otra gente, que era lo que también me pasaba en 6,7,8. El mejor elogio que yo tuve en todos estos años, a veces también lo tuve en la facultad, pero es que mucha gente me diga vos me abriste la cabeza. Que alguien a vos te diga lo que vos estás haciendo a mí me abrió la cabeza para mí ya es todo. En la facultad me pasó que incluso pibes del CBC me dijeron yo me cambio de carrera por vos, porque me gusta como das vos la filosofía y a veces me los he encontrado cinco años después y efectivamente les cambió la vida. Es una enorme responsabilidad.
¿Cuál te parece que es el valor de que un nivel de pensamiento tan abstracto tenga una bajada masiva, popular, en un contexto cada vez más sostenido en el valor de lo material, lo tangible, para legitimar identidades?
Porque te instala un montón de preguntas. Esta es una sociedad que tiene un montón de respuestas pero ha abandonado las preguntas, entonces la filosofía tal como lo entiendo yo y no soy original en eso, está basada en el modelo socrático, o sea buenas preguntas (independientemente de las respuestas). Entonces una sociedad que está absolutamente atravesada por el consumismo inmediato, una sociedad en la que hace sesenta años nos preocupábamos porque el estado totalitario no nos controle…, leíamos 1984 y nos preocupaba que hubiera un estado que nos pusiera cámaras para controlarnos y hoy compramos las propias cámaras para tratar de mostrarnos nosotros mismos y creemos que nuestra realización tiene que ver con que tengamos muchos me gusta en Facebook. Esa sociedad es una sociedad que tiene que tener alguna pregunta, cómo una sociedad pasa de que Gran Hermano sea el ejemplo del estado totalitario en un libro, a ser el programa elegido por la juventud para que los publiquen durante las veinticuatro horas del día, como si tuvieran además historias de vida interesantes para ser contadas. Entonces imaginate, es una sociedad que necesita hacerse preguntas y además necesita sentido, creo yo. Lo que hay, y me parece que los medios son muy funcionales, es una ruptura absoluta de sentido. Eso lo trabaja bien un autor coreano discípulo de Heidegger que se llama Byung-Chul Han, y es esta idea de romper la continuidad temporal. En los medios se ve muy claro: la noticia siempre es la del presente, y no tiene ninguna relación con la noticia del pasado ni con la noticia del futuro; cada noticia reemplaza a la noticia del día anterior, eso también es muy claro en las redes sociales. ¿Cómo funciona twitter? Twitter funciona como un enjambre, todos de golpe estamos opinando sobre el nombre de la persona de hoy, casi siempre para opinar sin saber, para destrozarla, y al otro día será reemplazada por una nueva persona o sobre una nueva noticia que casi siempre es parte de la agenda de los medios tradicionales. Eso es una pérdida absoluta de sentido, no hay ninguna conexión entre lo que opinaste ayer y la noticia de hoy con la de mañana. El único tiempo existente es el presente, no hay pasado ni futuro, el pasado fue reemplazado y el futuro siempre es algo que está por venir y nunca viene, todo es puro presente. Generar líneas de continuidad, recuperar la memoria y pensar proyectos que justamente vinculen pasado, presente y futuro, es parte también de la filosofía, de la capacidad de abstracción.