Un día, mientras lucha por empezar una novela nueva, un escritor se encuentra con un llamado en el que le dicen que las cosas de su padre, perdido en la neblina muchos años más, lo esperan en un container en el puerto de Mar Del Plata.

Abrir ese container, esos recuerdos, es adentrarse en lo desconocido.

Entre ese montón de cosas, halla un libro en el que se registran grandes cantidades de dinero, plata que nunca supo que su padre tuvo. Junto a eso, también encuentra un libro escrito por su padre llamado “La novela Verdadera”, que nunca empieza a leer por temer qué puede encontrar y cómo puede reaccionar.

Esa herencia, sumada a una propuesta por la que deberá viajar a Europa, ponen en marcha una aventura en el viejo continente, donde se cruzaran personajes históricos, viejos jerarcas nazis y sus sombras, persecuciones en presente y hacia el pasado.

Una búsqueda por el legado del padre y por encontrarse con uno mismo.

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Empecemos hablando del origen de La Novela Verdadera.

Creo que fueron dos cosas: utilizar un escritor como personaje y trabajar de manera ficcional mi relación conflictiva con  Mar del Plata. Por eso el personaje se despide de la ciudad apenas comienza la novela. Luego fue seguir la aventura, porque esta es mi novela de aventuras, así me gusta definirla. Originalmente tuvo otro título: “Un ramo con demasiadas flores”.

¿En qué medida tu estancia en Europa afectó la novela?

Mucho, porque utilizo lugares en los que viví y recupero ciertas sensaciones del momento, aunque me preocupo por no caer en lo anecdótico ni en lo folclórico. En este caso la aventura significa perseguirse de país en país, como en las películas de James Bond. Quería jugar con eso, como si el mundo fuera un pañuelo. Hay una frase en la novela que dice: “El mundo era un pañuelo, en todo caso había gente que tenía el poder para utilizarlo como tal”.

Debido a la cantidad de información que se maneja, ya sea como parte del argumento o como datos de color, da la impresión de que tenés un particular interés por la historia. Me interesa preguntarte si realizaste un proceso de investigación a la hora de escribir esta novela.

No suelo llamarlo investigación sino documentación. Y busco hasta que se unen los hilos de la historia que quiero contar, y listo. En otro casos me vi obligado a leer más, incluso a investigar. Acá no. La historia me interesa en ese sentido. No me hago el historiador ni soy un apasionado. Acá lo que más me interesaba era el marco literario: Auster, Saramago, Casanova, etc. Y que el escritor-personaje viva la historia que alguna vez contará.

La Segunda Guerra y el universo “Nazi” también son parte de otra de tus novelas -Caza Mayor-. ¿Qué te atrae de este universo?

No lo pensé mucho. Salió así. Creo que me atrae en tanto gran tragedia. Suele pasarme que al escribir, al mirar hacia atrás en la historia argentina contemporánea, choco siempre con la dictadura y sus repercusiones, como si fuera inevitable (y quizá lo sea). Entonces el universo nazi unido al pasado argentino me aparta un poco de eso (aunque se crucen en algún momento). A la vez es un universo visualmente poderoso y nunca del todo explorado, de tan doloroso y fascinante. Me interesa también tratar de entender esa guerra heredada, casi turista, que se termina librando acá cuando, por ejemplo, los judíos cazaban a los nazis refugiados en Argentina, algo que se ve más claro en Caza Mayor. Creo que en ciertos aspectos, parte de la violencia que se vivió acá tuvo que ver con esa guerra heredada, vaya uno a saber por qué.

LA NOVELA VERDADERA

En la obra nos encontramos con un pulso de folletín en la manera en que cierran y abren los capítulos. Me parece interesante hablar de esta novela como una de aventuras y de una suerte de resistencia acerca del lugar que ocupa la trama.

Exacto. Es una novela de aventuras donde el pulso esta puesto en la complejidad de la trama. Como me siento cómodo con eso, voy por ese lado. A la vez intento salir de ciertas repeticiones de la novela negra que a mí no me interesan. Entonces entran y salen personajes todo el tiempo, a los que hay que darle lugar y a la vez clausurarlos. Ese es el desafío. Creo que uno de los grandes capitales del género negro es –todavía- el argumento, la trama, y esta novela es una reivindicación de ese capital. Y nunca abandono la idea del suspenso, a la idea de que habrá sorpresas, revelaciones, a medida que se lee. La novela donde aparece un cadáver y hay que descubrir al asesino apenas me convoca. Y la novela negra donde son todos feos, sucios y malos, tampoco. Y las rencillas de rioba, menos. Entonces apelo a la trama, a sorprender o a jugar con eso. A veces sale, a veces no.

 Una de las cosas más interesantes de la novela es el tono descontracturado con el que está narrada, junto con la presencia de un humor constante, algo poco frecuente en la literatura actual. ¿Qué nos podés decir acerca de esto?

El humor se tiene o no. Nunca se aprende. Como lo tengo lo uso, tratando de no pasarme de rosca y caer en el chiste (que a veces los editores me corrigen). En esta novela, y en tanto la parte del escritor-personaje está en primera persona, tiene el tipo de humor del que tiene miedo o no comprende lo que pasa, y hace chistes. Eso creo. Están jugando con él y se ríe, pero de los nervios. Lo descontracturado es porque me parece que ciertas novelas cuentan cosas terribles y están demasiado “bien escritas”, en el sentido de que el autor busca belleza sintáctica o preciosismo cuando en realidad al texto le iría mejor un poco de desprolijidad. Luego hay cosas que suenan graciosas pero son reales: la eficiencia del correo suizo, la cercanía de la casa de Alain Delón. Igual el humor se va poniendo negro y termina en tragedia.

A raíz de las preguntas anteriores, ¿cómo conviven en tus novelas el trinomio lenguaje / trama / argumento?

Es una sola cosa. Al menos para mí. Ni lo pienso. Pongo primera y le doy. Si encontraste el tono, ganaste el primer round. Luego aparecen esas cosas que mencionaba antes: no escribas muy fino si estás contando una tortura, por ejemplo. Pero eso es después. Lo que sí me gustaría decir es que esa relación lenguaje-trama-argumento, a veces me representa más que otras veces. Pero eso es personal. No debe saberlo el lector, porque sería como decirle que ciertas novelas están escritas con más “tripas” que otras.

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El otro día leí una frase en una novela de J. David Osborne que me quedó resonando: todo hombre lucha contra la verdad de que es la mitad de su padre. Me gustaría profundizar en el papel que juegan los legados paternos y familiares.

Gran frase. Yo diría todo hombre lucha contra su legado. Aunque sea para confirmarlo. Uno nace y recibe casi todo lo que lo va a vivir-sufrir después. Si vas a luchar contra eso, buena suerte. Esta novela da vueltas alrededor de eso. Al fin de cuentas el escritor-personaje termina heredando la lucha del padre. Ese es el legado. Si él será la mitad de su padre se verá, pero tiene la posibilidad de ser el doble.

Me interesa ahondar en tu proceso de escritura. La novela verdadera presenta una trama realmente compleja, con decenas de personajes, giros constantes y saltos temporales. ¿Tenías planteada la historia completa antes de sentarte a escribir?

No, nunca planifico mucho. Si tuviera que contar los pasos de cómo escribí esta novela, no podría. Primero un escritor, el conteiner en el puerto, una esposa… y luego lo que la historia necesita para que se vaya poniendo interesante. Entonces aparecen los nazis… y así. Ahora, parafraseando una cosa que una vez le escuché decir a Paul Schrader: “Ojo porque a partir de ese momento tenés nazis en la historia”. Así tenés que ocuparte de todos. No dejarlos colgados es uno de los desafíos de las tramas complejas o grandes (al menos en este género). Eso sí, siempre que puedo trato de escribir la primera versión muy rápido, que en este caso fueron seis meses. Así logro unidad, luego a martillar lo que se sale del molde.

Por qué uno escribe siempre es una pregunta difícil de responder. En un pasaje de la novela se dice: escribir porque la realidad no se ajustaba a sus deseos. ¿Es así en tu caso?

 No, es una linda frase de almanaque, pero la realidad es más tosca. Escribo porque se me ocurren historias que creo que vale la pena hacer conocer, y al escribirlas las doy a conocer. Luego, si alguien encuentra trascendencia en eso, mejor. Después de todo, en esta historia, como en “Los Hijos de Saturno”, el tema es la relación hijo-padre. Pocas cosas más severas y más hondas. Y todos tenemos padres y somos hijos, así que cada lector verá. En lo que a mí respecta, trato de hacerlo lo mejor posible y a otra cosa.

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 ¿Quiénes son tus influencias?

En este género soy chandleriano. Mis estructuras parten de ese modelo. El humor también, entonces. Me gusta adoptar un único punto de vista y seguirlo (en esta novela se rompe, pero obligadamente). Luego soy borgeano, maradoniano, beatlemaníaco, fan de Miles Davis y me conmueven las tragedias de los que dan la vida por lo que hacen sin esperar mucho: Van Gogh, Chet Baker, Rimbaud. Por diferentes motivos y en diferentes épocas, otras influencias fueron Sasturain, Bryce Echenique, Pavese, Svevo, Kafka.

Para cerrar. En la entrevista que te realizamos hace un año, charlamos acerca del estado de situación de la literatura policial. ¿Cómo ves el momento actual del género? ¿Creés que cambió algo?

No soy muy optimista. Si somos los que estamos en condiciones de poner negro sobre blanco en épocas de crisis, es evidente que no se lo estamos haciendo entender al lector. Creo que deberíamos romper con los rótulos, dejar que las novelas negro-policiales se entremezclen con las que no lo son y dejar que la gente elija por la historia, solapa, color de la tapa, diseño, boca en boca. Al usar el rótulo policial apelamos a un lector que anda ocupado viendo excelentes series que cuentan cosas parecidas, y muy bien. Es verdad que el mundo de la novela policial creció: autores, colecciones, festivales. Ahora hay que desmarcarse, y salirse de la batea donde te catalogan. Y ante la pregunta, ¿vos qué escribís?, contestar: historias.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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