Solange Camauër es una artesana de la literatura. Escribe “a mano” desde muy temprano, entre las cinco y las seis, cuando todo aún está en silencio. Lapicera de tinta, hojas en blanco y el Diccionario ideológico de la lengua española del lexicógrafo Julio Casares Sánchez. Suele dedicarle a la tarea un tiempo determinado, por lo general, durante las vacaciones o los fines de semana, el resto del año corrige y ocupa su tiempo trabajando en su cátedra de Filosofía y como responsable en diversos espacios culturales, coordinando talleres literarios en asociaciones y centros de enseñanza. Su perfil social la acercó a la Asociación Civil Diagonal, una organización que procura la reinserción laboral de personas mayores de cuarenta y cinco años. En ese ámbito promueve la literatura como un espacio de construcción y redefinición del sentido personal.
Las delicias del jardín fue su primera novela, a la que siguieron Amores velados y El hijo, ambas editadas por Alfaguara. Ha publicado numerosos cuentos, relatos y poesías y es coautora de algunas antologías como El cantar de las palabras y Cuentan. Ganadora de diversos galardones: el Segundo Premio en el Concurso Jorge Luis Borges 1991 por Cuento Chino y Mención Especial del Jurado en el Premio de la Sociedad Argentina de Escritores en 1991 con el cuento La Urdimbre.
Solange Camaüer ganó en 2014 el XVIII Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe, dotado con 10.000 euros (unos 13.500 dólares), por su obra Sabiduría elemental, en la que el hijo de un famoso escritor trata de averiguar la causa del misterioso asesinato de su padre.
Camaüer es la primera mujer que obtiene este premio entre 300 obras presentadas y cuyo jurado presidió el español Lorenzo Silva, sostenido por los escritores y editores Ramón Pernas, Fernando Marías y Esperanza Moreno.
Camahuër atribuye su gusto por el género policial desde aquellos años de adolescencia cuando cuando leía a Nancy Drew, Agatha Christie, Simenon y la colección El Séptimo Círculo. Después llegarían Mankell, la trilogía Millenium; aunque su estrella siempre fue Agatha Christie: “Alguna vez pensé que me había gustado ser Agatha Christie. Me fascina la imagen de una mujer sentada y escribiendo, elucubrando, ponderando, atando causas y consecuencias, administrando literariamente vida y muerte”.
Camahuër nos deja entrar en su mundo, en ese terreno entre filosofía y policial, un laberinto que nos permite encontrarla.
¿Sos sistemática a la hora de escribir?
Soy una monja de tres meses. Trabajo mucho durante el año y guardo tiempo para tener dos o tres meses de escritura entre enero y marzo; aprovecho ese tiempo escribiendo desde muy temprano a la mañana y todos los días.
Una reflexión tuya es interesante para descubrirte: “La escritura debe pasar primero por el cuerpo”. ¿Qué más?
Sigo escribiendo a mano, con lapicera de tinta negra, es una escritura artesanal, lenta y que me hace transpirar. El papel ofrece resistencia y se sienten más las ideas y las imágenes, la soltura del flujo mental y también su dificultad. Después paso el texto y realizo la primera corrección, más profesional, como una secretaria de mí misma.
Obsesión y fetiche son dos palabras asociadas a los escritores. ¿Vale para tu literatura?
No sé, soy minuciosa no obsesiva. Me gusta el silencio absoluto a la hora de escribir: mis tapones de silicona son perfectos fetiches.
Uno de tus autores preferidos es Juan José Saer. Beatriz Sarlo describe que alejados de Borges aparecen dos líneas originales en la literatura argentina, Manuel Puig que apunta a la cultura pop y Juan José Saer a la escritura refinada. ¿Coincidís con el concepto?
Sí, en principio, pero ‘refinado’ es muy poco para Saer. Leí el libro de Sarlo sobre Saer y hay más. La obra, digo obra porque su literatura es un proyecto integral, es -y pido disculpas por la palabrota-, filosófica. La correlación de lenguaje y mundo, esa “espesa selva de lo real está trabajada tan a fondo y con un ritmo demorado pero muy vivo”, emociona. Lo que puede ser dicho en un lenguaje, pudo decirlo Saer. Para cuando esté por morir elegí acompañarme con ‘La grande’. A Saer lo adoro, de conocerlo, le habría hecho una reverencia.
En tu primer libro Las delicias del jardín se advierte como eje principal la figura del cambio de vida y la situación límite, sumado a la enfermedad y la revelación de la belleza a través de las pinturas de El Bosco. Hago un paréntesis y recuerdo el tríptico de Jerónimo Bosch, “El jardín de las delicias” y esa imagen totalizadora sobre el pecado, la lujuria…flora, animales, la creación misma. ¿Hay en este trabajo algo autoreferencial?
A los 26 años hice una modesta rebelión, una rebelión unipersonal de la que casi nadie supo nada pero que cambió el mundo.
En Amores velados trabajás el conflicto amoroso de la fotógrafa Violeta Arnoux con Alvaro, su formal pareja , e Iván su amante maduro. El texto va más allá de lo lineal: la decisión sobre el cambio de vida (otra vez), la renuncia al casamiento, la apertura a lo social en la figura de Lila Fernández y Coco. La pregunta es ¿Puedo relacionar esto con la frase “El cuerpo es la cárcel del alma”, de Platón?
El alma es un efecto del cuerpo, por eso es tan injusta y dolorosa la situación de la gente en situación de calle, como Lila y Coco.
Con El hijo y Sabiduría elemental la cuestión de la muerte y el hijo como eje, son factores de atención. Me animo a preguntarte sobre las pasiones encerradas en el amor-odio, algo así como unidas en un relato sobre la infelicidad donde no aparecen el perdón y el olvido.
Para matar de verdad al padre (freudismo) y ganar autonomía, hay que escribirlo, meterlo en el laboratorio sublimante de la literatura que enseña otras leyes mucho más interesantes que las familiares, más entretenidas y difíciles. Es lo que hacen, de alguna manera, los protagonistas de ‘El hijo’ y de ‘Sabiduría elemental’. No quiero ser psicologética; Félix y Tuti, los protagonistas de esas novelas, se ‘salvan’ pensando o escribiendo, no sé si son felices, pero no se ahogan, flotan, andan.
Antes de llegar a la novela policial tus pasos se encaminaron en el terreno de la filosofía. ¿Podemos relacionar ambos géneros?
Encuentro muchas, muchas relaciones entre filosofía y policial, la búsqueda de la verdad, las preguntas en torno a la vida y la muerte, la felicidad del pensamiento. Los policiales comparten con la metafísica tradicional, pre-nietzscheana, el deseo de verdad, ambos se esfuerzan por encontrar la evidencia última que permitiría explicar la complejísima trama existencia, no existencia, ‘ser y no ser’ aunque las dimensiones sean diferentes y la filosofía se quiera en una perspectiva general, universal y el policial en la dimensión cotidiana. En la persona del detective o del filósofo -observador e inteligente- y por su omnipotencia y tesón, cierto sentido para la existencia queda garantizado. Ante la horrenda confusión que produce el asesinato, el investigador concentra sobre sí diversas facultades -inteligencia, observación, deducción, interpretación, etc.- que acercan justicia y, por eso, orgullo de ser humano. La filosofía y el policial dicen que no estamos pasivamente expuestos a la incoherencia, a la mentira, a la estupidez o a la brutalidad porque podemos comprender, narrar y significar y, por eso, proporcionarnos el alivio de una trama y de la ley.
Jorge Luis Borges en su conferencia “El cuento policial”, pronunciada en la Universidad de Belgrano el 16 de junio de 1978, entre otras cosas, expresa: “Yo diría, para defender la novela policial, que no necesita defensa; leída con cierto desdén ahora, está salvando el orden en una época de desorden. Esto es una prueba que debemos agradecerle y es meritorio”. ¿Adherís a esta reflexión?
Sí. El policial (de la tradición inglesa, de enigma) presenta un mundo perfecto: hay muerte pero hay explicaciones para esa muerte, hay violencia pero también justicia; hay irracionalidad cruel y razonamiento, el detective es casi un héroe, valiente, reflexivo, observador. Pero, claro, esas virtudes son también la ruina del género que se vuelve formulario y estereotipado. Una evasión.
Sos una lectora de policiales desde pequeña, sin duda los libros de El Séptimo Círculo te acompañaron; nos interesa tu mirada sobre “Los que aman, odian” de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo.
Hace poco retomé el libro de Bioy y Ocampo, tuve la impresión de una caricatura, no sé. Tuve la impresión de un texto envejecido, no pude terminarlo.
Me agrada tu concepto sobre que la novela policial “es una universidad con muchas facultades, porque se tocan temas de derecho, de ética, cuestiones de lógica. Todo el tiempo se juega una serie de saberes que son interesantes”. Asocio esto con tus clases de filosofía…con tu tarea docente… y me inclino a suponer que todo se transfiere a tu literatura.
¿Cuánto tiempo le queda al pensamiento en la era del big data y de los robots? Ese pensamiento largo, que dura y dura 100, 200, 500 páginas de un libro leído a fondo, como una borrachera de una semana, como un viaje loquísimo en un túnel, en una montaña rusa… Aprovechemos que todavía podemos y que pertenecemos a los dos mundos, el libresco y el de Netflix.
Sos la primera mujer que ganó el Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe con Sabiduría elemental donde, según el fallo del Jurado, “La ambigüedad moral de los personajes dan sustancia y densidad a la intriga”. ¿Cómo repercutió este reconocimiento en tu tarea, significó un desafío, un antes y un después?
Me puso contentísima y vuelvo a agradecer el premio, pero no hubo un antes y un después, sobresalí un rato, gané algo de plata que ya gasté y volví a mis cosas. En las actividades que se organizaron alrededor del premio, conocí escritores ‘famosos’, best-sellers internacionales, tipos que se hicieron ricos, te das la mano y good bye. Está el show y el ensimismamiento.
El diario El País de España bautizó con el nombre de “Femicrime” al fenómeno de la novela policial protagonizada o escrita por mujeres. ¿Esta definición no es un tanto obsoleta y prejuiciosa?
Las diferencias de género son todavía evidentes en todo el mundo. Hay minas que andan todas tapadas y muestran un solo ojo o disimulan la mirada a través de una red. Hay minas a las que matan por ser minas. Mientras la cosa siga así, hay que usar instrumentos de igualdad. Las consignas, títulos, conceptos, deben ser empleados estratégicamente y mientras produzcan efectos.
¿Estás trabajando en este momento una nueva novela policial? ¿Es posible un adelanto?
Estoy con un policial nuevo, todavía no tiene un título definitivo. Félix, el mismo personaje de ‘Sabiduría Elemental’, después de muchos años de haber resuelto el asesinato de su padre, vuelve a enfrentar un caso. En el Paraje Vagues, cerca de San Antonio de Areco, encuentran el cuerpo de una mujer que es la amante de un amigo de Félix. Ese paraje mínimo y perdido es un diamante sociológico, en él se concentran, como en pocos lugares, deseos, miedos y resentimiento. Vale la pena investigar y sí, vale la pena investigar