Una historia de muchos más, pero principalmente de dos entre todos. Uno de ellos acostumbrado a manejar la voluntad ajena, capaz de preparar cualquier terreno con tal de  alcanzar sus objetivos; un ser siempre dispuesto a esconder la verdad y empeñado en usar a la gente que busca y encuentra.

Es alguien que puede fácilmente influir en los demás, convenciéndolos con falsedades, envolviéndolos con hipocresías y estrategias malignas.

Apariencias. Ese hombre es el rostro de una nueva expresión política.

Del otro lado de ese mismo espejo roto, se refleja la credulidad de los desprevenidos.

Otra pata de esta historia es el pecado de inexperiencia y las contradicciones.

Un joven entrampado que ahora decide dejar de inclinarse y empezar a elevarse. El elegido.

Él ya no quiere ser parte del juego perverso, no acepta ser mal amortajado y burlado en su buena fe.

Es una historia que nos habla del destino común de una sociedad, más allá del espíritu de cada uno, de cada alma libre o esclavizada. Una mirada sobre esa parte oscura que avanza junto a quienes pretenden conducir el país, a cualquier precio.

Hechicería, magia, embrujo, esoterismo, malas artes.

La sugestión; los gurúes y la capacidad de guiar o dirigir pensamientos y emociones.

Maldiciones y condicionamientos.

La maternidad, el deseo profundo de ser madre y el vínculo materno-filial, que es distinto en cada uno de los casos que muestra la novela. También la paternidad y su conexión con el derecho a la identidad. Lazos de familia; amistad genuina, atracción física. Sentimientos que mueven la historia.

La idea de la muerte y de los atajos elegidos o ignorados. La idea del suicidio, del accidente, del asesinato. Y una frase, “La muerte tiene la certeza que nunca tendrá la política: hay un cadáver.”

Todo esto gira alrededor del enfoque que la autora ensaya sobre una tendencia política que iría tomando distancia de los tradicionales sellos ideológicos. Esta suerte de interpelación, que desliza Claudia Piñeiro, corre en paralelo con un reconocimiento, implícito y explícito, que hace a la figura del ex presidente Raúl Alfonsín. Un homenaje a su memoria.

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Podríamos comenzar esta entrevista presentando en sociedad a Fernando Rovira, al solo efecto de relacionarlo con la “letanía pragmática” y con aquellos a quienes Raúl Alfonsín llamaba “los pragmáticos cínicos”. En principio, aparece como un advenedizo que se inició en la  política debutando como intendente de San Isidro y contando con los buenos oficios de un gurú con oficinas en Puerto Madero. ¿Por qué elegiste estos dos escenarios?, ¿es una manera de identificarlos con el pragmatismo?

Es una manera de de identificarlo con ciertos usos y costumbres, con la época. Una oficina en Puerto Madero es bien distinta a  una en Barrio Norte, en Palermo o en Microcentro. Implica un orden de la modernidad, algo más actual que tiene que ver con el dinero. Indica un acceso al poder más reciente, e indica la necesidad de señalarlo.

Román Sabaté y Sebastián Petit son dos jóvenes que se vinculan con Rovira pero desde lugares distintos; uno de ellos lo hace con seguridad, por vocación y con convicción política, mientras que el otro, podríamos decir que lo hace en virtud de un hecho fortuito. Ahora, sin mostrar las cartas, ¿qué podrías adelantarle a los lectores acerca del vínculo que elegiste para abrocharlos y hacerlos crecer a lo largo de esta historia?

Los dos son personajes sinceros, no mienten en sus elecciones, por más que uno pueda identificarse o no con el proyecto de Rovira. Ambos son leales. Pero, por sobre todo, y más allá de las ideologías, los dos tienen valores que están por encima de ellas, y que tienen que ver con lo humano, con las lealtades, con los afectos; aunque, obviamente, pueden pensar distinto en lo político.

Hablemos de la editorial de capitales españoles; de la nueva postura que asume Eladio Cantón, de los “proyectos de alto impacto”, de los “libros que la gente quiere leer,” y de esta frase: “Si es no ficción, mejor. La ficción está muy prostituida.”

Simplemente, quería que el foco no estuviera sólo en lo perverso de la política. También en el mundo editorial hay perversión.

A veces hay que formar lectores para que puedan leer determinada literatura, porque no cualquier lector puede leer a ciertos autores. Entonces, qué vamos a hacer, ¿vamos a escribir cada vez más fácil todos? Cada autor tiene su estilo pero, digamos, ¿todos vamos a rebajar el discurso literario para que la gente pueda leer? O vamos a tratar de formar lectores para que haya, por lo menos, un grupo de gente que pueda leer autores que merecen ser leídos más allá de la dificultad. El discurso político tiene algo parecido.

La maldición de Alsina y “la Tolosana”; aun a riesgo de caer en suspicacias, no puedo dejar de preguntar si es una casualidad o no, el hecho haber elegido esta anécdota histórica que involucra a la “bruja de Tolosa”, cuando es público y notorio que a Cristina Fernández una parte del electorado que no la quiere la etiquetó, despectivamente, como “la negra de Tolosa”. Por otro lado el tema aquí sería la política concebida como un acto de magia y, la frase que acuñó la ex mandataria es “no fue magia”. Lo cierto es que, una vez más, un ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, recientemente quedó pagando.

En cuanto a la frase de Cristina: “no fue magia”, La respuesta es no. No se me cruzó por la mente, ni me parece que sea una frase que yo haya usado por primera vez. Tampoco la inventó ella. Me parece que es una expresión mucho más antigua, usada con anterioridad por mucha otra gente. No la asocio con ella. Pero sí, la magia es trascendente en la novela. La magia es la clave de la novela; pero la magia pensando en Lévi-Strauss, no en Cristina. Ni se me cruzó por la cabeza. Con lo de la Tolosana y con esto, me parece que son más cruces tuyos que míos (ja, ja, ja!) En serio, para nada, la magia que está en la novela es la de Strauss, la de la Antropología Estructural; la de Horacio González en Retórica y Locura y Roberto Arlt: Política y Locura. Por otra parte, está más por el lado literario, antropológico, sociológico. Es una frase que, jamás, la asociaría con ella. Ahora, por lo que se está diciendo, y repitiendo, sí me suena, pero cuando escribí la novela, no, de ninguna manera.

La muerte y las circunstancias de la muerte. “La muerte tiene la certeza que nunca tendrá la política: hay un cadáver”; “ En las circunstancias se desvanecen todas las certezas”; “…la revelación de la falsedad de las circunstancias.” Es claro que se trata de la muerte de Lucrecia, la mujer de Rovira, pero estas frases bien podrían apuntar en otra dirección. Siguen las coincidencias ¿o no?; ¿algo que ver con el caso, aún no resuelto, del fiscal Nisman?

En algún momento había empezado a escribir una novela que era la continuación de Betibú, y que tenía algo que ver con el caso Nisman. Esto fue antes de episodio del fiscal; había empezado ese proceso de escritura y aquello tenía bastantes puntos en común y, precisamente por eso es que lo dejé de lado. Me parece que estas frases, a las que hacés referencia, son aplicables a muchos asesinatos y muertes en las que no se sabe, después, qué es lo que pasó. Yo estaba pensando en otro crimen concreto y real, el de una mujer relacionada con la política. Lo que me interesaba en ese caso, desde el punto de vista policial, era que ese cadáver no le importaba a nadie mientras no afectase determinados objetivos políticos.

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“Un Rovira nunca en la vida, bajo ninguna circunstancia, deja que le metan falsa entraña, ¿está claro?, aunque termines preso”. ¿Entendiste?…..¿Entendiste, mariconazo?” ¿Qué papel juega en esta historia el padre de Rovira?

El padre de Rovira es un padre ausente, pero ese padre es parte de las muchas paternidades que se tocan en la novela. También está la paternidad que se dirime entre Fernando Rovira y Román Sabaté, y en la cual hay que tomar una postura con respecto a cuándo se asume la paternidad. Por ejemplo, el padre de Rovira nunca la asume; se rajó, se fue. Dejó a sus hijos, en algún punto, a la buena de Dios.

Rovira y Román Sabaté están en un juego dialéctico con respecto a la paternidad, cuando uno le hace un planteo al otro y tiene que….

Otro tema es el de la maternidad, la relación de las madres con sus hijos. Cuántas novelas últimamente se interesan en decirnos algo sobre este vínculo en particular. Lo cierto es que las madres no siempre tienen un mismo rol en las historias. La figura materna ha ido adquiriendo diferentes perfiles. En este caso, me interesa que nos digas algo de “la bruja de los Troncos”, una mujer que, por momentos se instala en el centro de esta historia.

 Con respecto a la maternidad, la madre tiene un rol fundamental en la novela, porque es como el poder en las sombras. Cómo maneja a este personaje que parece tan resuelto y tan importante -me refiero a la relación que mantiene Fernando Rovira con su madre-.

Antes de entrar de lleno en esa dimensión política que propone la novela, me interesaría que nos contaras cómo encaraste el proceso de escritura, y cómo el trabajo de investigación y análisis; ¿puede ser?

El proceso de escritura de la novela corre por dos planos. La road movie, la huida de Román Sabaté, que va contando con la ayuda de otros personajes. Por qué esta huyendo, qué pasó antes para que ese día tenga que huir después de haber trabajado esos años para Pragma. Y, por otro lado, está toda la investigación acerca de La Plata y la maldición de los gobernadores. Y también otras maldiciones en otros lugares cercanos de Latinoamérica y también de Europa, es algo relacionado con el poder; la magia del poder. Las dos cuestiones en paralelo. Básicamente, llevé estas dos historias paralelamente pero, además, en la principal me propuse escribir capítulos en los que los personajes secundarios aparecieran y pudieran presentarse. Por eso, si bien solamente hay voz en primera persona -de Román Sabaté y de la China Sureda-, hay otras muchas voces en tercera persona.

Tocás el tema de las cenas para recaudar fondos en las campañas políticas: “cenas de blanqueo”; lo hacés ingresando un personaje con nombre y apellido, Enrique Zanetti, quien pondría huevos en distintas canastas, por si las moscas. En reiteradas oportunidades hemos escuchado que “algún” Fulano sorprendido en la comisión de “algún” hecho ilícito, habría apoyado con “alguna” suma de dinero la campaña de “algún” candidato en particular. En realidad, si Zanetti vale como ejemplo de usos y costumbres, perdería relevancia el hecho de llegar a identificarlo con tal o cual partido, porque si ha jugado a favor de dos o tres candidatos de diferentes fuerzas, lo que quedaría en tela de juicio sería la práctica política en sí misma, esto es, la política como tal. Me gustaría escuchar una reflexión de tu parte.

Con respecto a la recaudación de fondos para las campañas, es un tema que nos debemos; es una transparencia que nos debemos. Hay leyes al respecto. Me parece que en algunos casos no se cumplen. Y en algunos otros ocurre lo mismo, pero más descaradamente. Se deberían cumplir en todos los casos. Siempre la financiación de los partidos políticos, en Argentina y en muchos otros países, es materia de discusión. Debería ser cada vez más transparente la financiación de la campaña. Hay un libro muy bueno de María O’Donnell, sobre cómo se financian las campañas de los distintos partidos políticos.

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Hablemos de los eufemismos en la política, de esta tendencia que se orienta a nunca llamar a las cosas por su nombre y hablemos de la trampa que implica decirle a los votantes sólo aquello que quieren escuchar -hablemos de mentirles, de mentirnos-

Sí, me parece que, cada vez más, se le habla al votante, en todos los partidos también, de una manera más licuada. Incluso grandes políticos, oradores, cuando hoy se los escucha hablar, lo hacen de una manera más simple, como si quisieran llegar a más gente; como si alguien les hubiera dicho que hay que bajar el nivel del discurso para llegar a más sectores. Me parece que eso tiene que ver con el marketing, con la publicidad, con cómo esto ha influido en muchos políticos, en muchos partidos y en muchas partes del mundo. Macron, por izquierda, o Trump, por derecha, son productos del marketing y la publicidad, más allá de lo que cada uno haya traído. Me parece que permanentemente se trata de no decir palabras que “pianten” votos; de no nombrar personajes que “pianten” votos. La idea es decir sólo aquello que genere votos…

Reconocés un “vacío ideológico”. Me pregunto qué sentimiento despierta en vos esta realidad que clausura una etapa, una era tan conocida como apasionante; la de la política entendida como una constante disputa ideológica.

Yo me siento más cómoda con el discurso que tiene ideología, con el discurso que transmite conceptos, con el discurso que tiene un peso histórico. Ese es el discurso que a mí me interesa, y me gustaría que las nuevas generaciones se formaran para que también les interesase un discurso con contenido, y no para bajarlo de nivel cada vez más.

Es lo mismo que pasa con la literatura. Por eso, cuando recién tocamos el tema de las editoriales, poniendo el foco en Eladio Cantón, relacioné aquello con el discurso político. Ahora,¿qué vamos a hacer?, ¿vamos a bajarlo de nivel para que cualquiera, en cualquier lado, lo entienda, o vamos a  hacer lo posible para que cualquiera, en cualquier lado, tenga condiciones intelectuales que le permitan comprender un discurso político con contenido?

Adolfo, el tío de Román, sería el personaje propicio, el recurso que te permite comparar una nueva corriente política con todo aquello que representó Raúl Alfonsín en el ejercicio de la presidencia de la Nación. Estamos hablando de un político que el 10 de diciembre del ´83, al iniciar su mandato presidencial dijo, ante la Asamblea Legislativa, entre tantas otras cosas, que: El Estado no puede subordinarse a poderes extranjeros, a los grupos financieros internacionales ni a los privilegiados locales. El Estado no puede ser propiedad privada de los sectores económicamente poderosos. También afirmó que: Las oligarquías tienden siempre a pensar que los dueños de las empresas o del dinero tienen que ser los dueños del Estado.

Hablaba del disfraz del neoliberalismo eficientista; de la concentración de ingresos y poder en beneficio de la minoría especuladora y agresiva. Y abogó por la plena vigencia de los derechos humanos. Asimismo denunció el nivel de endeudamiento con el exterior, calificándolo en duros términos: “tan irresponsable como irracionalmente contraído”

¿Coincidís con todas y cada una de estas expresiones o el transcurso del tiempo opera de modo tal que nos cambia la mirada?

Tomé el discurso de Alfonsín porque es un discurso lleno de ideología. Lo hice, justamente, a través de Adolfo, aunque podría haber tomado a otro político del peronismo, como ser por ejemplo Antonio Cafiero, que era un contemporáneo y que también hablaba desde la ideología.

Me parece que los discursos de Alfonsín tienen mucho para analizar; que muchas de las cosas que dijo -vos rescataste algunas- siguen vigentes y además hay muchas que en su momento le hemos criticado y que el tiempo le ha dado más la razón a él que a las críticas. Así que no tengo dudas de que era una mente superior en cuanto a la inteligencia y al hecho de haber sabido ver más allá, como estadista, pensando en el bien común. Obviamente, se pudo haber equivocado en un montón de cosas. Algunas de sus frases, a lo mejor, estaban equivocadas, pero, sí,  respeto ese deseo suyo del bien común.