Es la mañana del 1 de octubre y camino por la calle Andralånggatan. Es el día después de la manifestación de la organización nazi NMR (Movimiento de resistencia nórdico) para la que nos veníamos preparando hace semanas. Se hablaba de que iban a llegar unos mil nazis; la policía y los medios habían vuelto una y otra vez sobre el peligro de un enfrentamiento con el movimiento antirracista. Se habló de antirracistas violentos que venían en ómnibus de los países vecinos. La policía llamó refuerzos de todo el país y el ambiente estaba tenso, muchos tenían miedo. También circuló el rumor de que, después de la manifestación, los nazis iban a juntarse en Andralånggatan, para festejar que habían ‘tomado’ Gotemburgo.
Andralånggatan es una calle simbólica porque acá está la sede del partido de izquierda y la gente de este barrio tradicionalmente vota por partidos de izquierda o de centroizquierda. Ir a festejar a Andralånggatan era un paso más en la ‘toma de Gotemburgo’ por parte de los nazis.
Esta mañana, la calle está tranquila y, salvo uno que otro café, los negocios, los pubs, las peluquerías y los restaurantes están cerrados. En la vidriera del negocio de juguetes sexuales queda un cartel que dice: “Debido a los sucesos que tienen lugar este día, cerramos más temprano de lo normal. Mañana, domingo, abrimos como de costumbre de 12 a 20. Bienvenidxs”.
Pero los nazis nunca llegaron a Andralånggatan. En realidad, ni siquiera marcharon por el trayecto que la policía les había asignado, trayecto que durante la última semana había sido reducido por fallos del tribunal en primera instancia en lo administrativo, primero, y de la cámara de apelaciones en primera instancia, después.
A eso de las 11:30 habían empezado a bajar de sus ómnibus en el estacionamiento de un gran supermercado, con sus banderas y sus escudos, con sus pancartas con fotos de ministros, académicos y periodistas, acompañadas con el texto CRIMINAL. No eran mil, apenas llegaban a quinientos. Cuando quisieron desafiar a la policía y marchar por delante del predio de la Feria del Libro, la policía los rodeó y detuvo a su líder y a algunos más por violar la ley contra la manifestación de odio hacia personas y grupos. Siguiendo su comportamiento habitual, atacaron a periodistas y les recordaron a la policía que ante ellos no eran más que TRAIDORES A LA PATRIA.
En Suecia no hay leyes que permitan prohibir organizaciones. La ley que prohíbe la difamación y la expresión de odio hacia grupos se aplica a nivel individual.
Muchos de nosotros nos habíamos juntado en el parque de Heden. La marcha nazi iba a pasar por una de las avenidas que lo rodean pero la policía había cercado todo el trayecto estipulado con vallas dobles para impedir el contacto cercano entre los nazis y todos nosotros, que éramos varios miles de personas.
Pero el encuentro nunca tuvo lugar. La marcha nunca tuvo lugar. Hubo algunos enfrentamientos fuera de otro supermercado, donde habían quedado los nazis rodeados por la policía, pero fueron pocos y nada representativos de lo que fue la masiva y pacífica manifestación en Heden y alrededores, y en otros parques de la cuidad. Músicos contra el nazismo, payasos contra el nazismo, vikingos contra el nazismo, banderas de la diversidad y toda la diversidad de Gotemburgo ahí presente. Todos estábamos ahí, unidos en los cantos, los aplausos, las sonrisas, las charlas, pasándonos la información que iba llegando a través de los medios sociales.
Era un día de sol y Gotemburgo le ganó al nazismo.
Un periodista del matutino Dagens Nyheter escribió después: “Lo que iba a ser una muestra de poder nacionalsocialista, resultó ser un humillante paseo entre dos supermercados”. Para Gotemburgo y para Suecia fue un triunfo que nos llena de orgullo. El triunfo de los ciudadanos que durante semanas no bajamos los brazos y exigimos que la policía y las autoridades se pusieran firmes ante el mensaje del odio. Y la policía y las autoridades escucharon. Y esta vez jugamos todos en el mismo equipo.