A sus diecisiete años Juan Guillermo se ha quedado huérfano y completamente solo. Tres años atrás, Carlos, su hermano mayor, ha sido asesinado por unos fanáticos religiosos; abatidos por el pesar, sus padres y su abuela mueren. En el extremo de la rabia y la desesperación, Juan Guillermo jura vengarse. El problema es que los jóvenes religiosos están muy bien organizados, gozan del respaldo de gente poderosa, portan armas, han entrenado artes marciales y, para colmo, están confabulados con Zurita, un comandante de la policía judicial. Con esta permanente sensación de vendetta convive una entrañable historia de amor que impide que el protagonista se deslice hacia el vórtice de la autodestrucción. Paralelamente se narra la historia de Amaruq, un hombre que en los helados bosques del Yukón se obsesiona en perseguir a un lobo y cuya travesía lo conduce hacia las profundidades de la locura y la muerte.
Con estas premisas que parecen surgidas de un cóctel entre Bruce Lee, Tarantino y Jack London, pero que resultaron sorprendentemente autobiográficas, Arriaga nos convida con una novela intensa, salvaje como su título y a la vez piadosa. Una parábola sobre la vida y la libertad.
Empecemos hablando de cómo fue tu camino como contador de historias, ya sea en el cine como en la literatura
Desde muy niño me sentía mucho más a gusto contando el mundo a partir de historias que de ideas. Entonces, ha sido a través de esa necesidad de explicar el mundo a través de estas historias. Yo escribo desde muy chico, a los catorce años escribí una obra de teatro, luego empecé a vender cuentos infantiles a un periódico -fue la primera vez que me pagaron por escribir-. Finalmente comencé a escribir cuentos a los veintidós, veintitrés años , y a partir de ahí hasta la fecha.
¿Cómo te insertás en el mundo del cine?
Porque empezaron a comprar los derechos de mis novelas. Yo tenía toda mi obra literaria publicada antes de cualquier película.
Y esta trilogía de películas (Amores perros, 21 gramos, Babel), que es lo que más se conoce acá tuyo, ¿primero fueron libros?
No, fueron novelas fallidas. Tanto Amores Perros como 21 gramos fueron novelas que no arrancaron bien, que no encontraron su tono pero en ambos casos me pareció que las historias eran suficientemente poderosas como para que aparecieran por algún lado. Por eso nunca doy por muerta una historia. Nunca. En algún momento u otro, terminan por brotar.
Hay una estructura narrativa fragmentaria similar en esos films y en tu última novela, El Salvaje. ¿Son necesidades puntuales de estas historias o hay algo que te resulta convocante de este tipo de estructura?
Desde mi primer libro, Retorno 201, que son mis cuentos, entendí que cada historia tiene una estructura distinta. De hecho, todos los cuentos de Retorno 201 son distintos en estructura uno del otro. Ahí es donde empecé a manejar las estructuras fragmentarias. Eso deviene, primero, por mi déficit de atención y, luego, por la lectura de Faulkner y de Rulfo. También de observar el arte, el cubismo… Ver cómo Picasso construye una mujer con un ojo aquí y la boca allá, y es una mujer. Eso me liberó, de alguna manera, para narrar como yo acostumbraba a narrar en la vida real, o como narramos todos en la vida real. Nadie narra de manera lineal, nunca. Así es cómo empecé a escribir. Y Retorno 201 es el germen de todo lo que vino después. Creo que el cine que he escrito tiene mucha más influencia de la novela, que mis novelas del cine. Quise darle un aire literario, novelístico, a las películas que escribí.
¿Cuáles son tus lecturas fundamentales y tus cineastas de referencia?
Un autor muy importante, y no lo digo porque sea argentino -incluso viene en el libro-, es Borges. Borges me parece un monstruo total. Desde el Borges crítico literario -lo que dice de Faulkner-, hasta sus poemas: -“me duele una mujer en todo el cuerpo”-, a El Jardín de los senderos que se bifurcan, a Historia universal de la infamia…
William Faulkner también, Juan Rulfo, William Shakespeare, los griegos Sófocles y Esquilo… Cuando era niño era obligatoria la materia de teatro, nos ponían a leer a Shakespeare, Sófocles y Esquilo, no solamente leerlos, sino montarlos…
Hay un libro en particular que me influenció mucho cuando yo tenía diez años, que me hicieron leer en la escuela Al este del Edén de Steinbeck. Me pareció un libro muy importante para mi formación. Hemingway también fue importante.
De las películas, yo creo que las tres pertenecen a un solo director, que son El Padrino II, I y Apocalypse Now, de Coppola, es un director que me parece particularmente importante en mi carrera.
¿Cuál es la génesis de El Salvaje?
Estas son historias de experiencias que yo viví. Que tuve de manera muy cercana. No soy huérfano. Mis padres viven. No estuve metido en las drogas, tampoco mi hermano, eso es ficción. Pero hay cosas que yo sí viví, que creí que eran importantes de relatar: El mundo de las azoteas en las que vivíamos nosotros, el narcomenudeo que existía en el barrio donde yo crecí, la época, el fanatismo religioso de algunos grupos de ultra derecha… son cosas que yo viví, que tuve de cerca y que me parecieron interesantes de ser contadas. Las tuve en mi cabeza durante muchos años pero, no sé de qué manera, estas cosas empiezan a madurar dentro de ti, efervescen hasta que por fin se revelan y dices: “ya es momento de escribirlo”.
Con respecto a la invención de este grupo religioso de karatecas de derecha que mata a la hermana del protagonista, me interesa saber, ¿qué visión tenés acerca de la religión y qué contacto toma la religión con el narcotráfico en tu país?
El grupo religioso sí existió. Y también preparaban para tomar el poder y casi casi que el poder armado, entrenaban, hacían karate, uso de armas, etc. Un grupo bastante beligerante.
¿Todo eso es cierto?
Todo eso es cierto. Y mi posición de la religión es la que tiene el personaje principal, es un ateo que crece ateo, sin ningún tipo del sentido del pecado, del castigo… Muchos dicen: eres ateos gracias a Dios. No. Soy Ateo. Punto. No estaba en mi órbita. Me hablaron de Dios mis papás como me hablaban de Papa Noél, a los ocho años se acaba uno y se acaba el otro. Mi padre no fue un hombre religioso, fue un hombre agnóstico, entonces nunca fuimos educados en la religión, fui solamente a escuelas laicas.
Mi padre es imparable. Tiene 93 años y está escribiendo libros, y es una promotor cultural muy importante en la ciudad.
¿O sea que la literatura viene de familia?
Mi padre estudió ingeniería, no la terminó y se dedicó a los negocios, pero siempre fue un amante de la cultura. Es más, uno de los personajes, que se llama Carlos, está inspirado en mi padre. Mi padre a los 15, 16 años se compró decenas de libros sobre filosofía, literatura, sociología, y a la fecha hablar con mis padres es increíble, se habla de Kant, de Macron, se habla de Kate Perry, del Super Bowl, se habla de si Boca Juniors va a jugar el clásico, se habla de todo. Mi padre y mi madre se saben todo, se la pasan viendo películas europeas ahí en un canal de cable que rentaron. Saben de cine rumano, de cine holandés. Es increíble. Mis padres son una maravilla.
A pesar de la violencia, del clima de hostilidad de la novela, hay una mirada melancólica a otra época y, me da la sensación, que a otro México. Quiero que me hablés un poco de esa mirada melancólica y me digas qué es lo que cambió en México en las últimas tres o cuatro décadas.
Más que melancolía, es simplemente aprovechar que crecí en esa época. Lo que quiero es que cuando alguien lea mi obra, sienta que proyecta autenticidad, que hay un elemento de verosimilitud. Que no sea: ay, se lo inventó todo. Quiero que diga: este estuvo ahí. Y para que diga eso tengo que hablar de lo que conozco bien, que son los años sesenta. Entonces más que una mirada melancólica es una mirada que aprovecha el impulso de lo vivido para insertarlo en la novela, no es que yo tenga una nostalgia por ese pasado.
Con respecto a qué ha cambiado… desafortunadamente los vicios del país no cambiaron, me refiero a la corrupción, a la impunidad y desafortunadamente, por circunstancias históricas, el crimen creció de manera desproporcionada en México. Y creció a partir de las políticas neoliberales impuestas desde Reagan y Thatcher, que destruyeron a la clase obrera.
Hablemos de este binomio que hay entre la figura del cazador y la figura de la presa, y este paralelismo que hay con la figura del lobo.
Si queremos honrar nuestra especie tenemos que aceptar que somos una especie cazadora. Somos la especie que somos gracias a que cazamos. No hay vuelta de hoja. Está demostrado científicamente. Tenemos este cerebro gracias a que consumimos proteína animal, si no todavía estaríamos en un estado bastante precario de la inteligencia.
Si aceptas que hay mucha naturaleza dentro del ser humano y que dentro de esa naturaleza hay un instinto cazador, entiendes más la naturaleza humana que cualquier disciplina de la ciencia. Creo que la biología y la antropología están muy vinculadas.
Somos cazadores y creo que estamos más vinculados a un ser como el lobo que con un ciervo. En el fondo sí somos eso. Estoy en contra que me hablen del cliché de que el hombre es el lobo del hombre. Somos una parte animal y hay una paralelismo entre predadores. El otro día me preguntaron qué prefería ser, lobo o cordero. Por supuesto prefiero estar del lado del lobo, ¿no?. No sé cuál prefieres tu.
¿De dónde surge el personaje del cazador?
No tengo idea, lo único que yo quería era contar una pequeña leyenda inuit y, de repente, se convirtió en una historia por sí misma. El acto de escribir es, a veces, misterioso para los escritores. No todos los escritores tienen la certeza de lo que están haciendo. William Faulkner mismo lo decía: A mí me están dictando. No puede ser que yo, que soy un simple campesino con amigos que nunca han leído nada, escriba esto. ¿De dónde sale? No tengo idea. Para mí es un misterio profundo.
¿Cuál es tu proceso de escritura?
Mi proceso es tener una idea vaga de qué se trata y sentarme a escribirla sin ningún proyecto, sin ningún plan, sin ningún papelito, ni ningún organigrama. Sin una estructura previa. Todo lo voy descubriendo sobre la marcha. Así ha sido todo. Amores Perros quizás ha sido el único que tenía más o menos claro la estructura, porque tuve un accidente de automóvil muy fuerte y me obsesioné con lo que sucedió antes, durante y después del accidente, que es lo que determinó qué se iba a ser Amores Perros, pero no tenía tan clara la idea.
¿Sos cazador?
Muy. ¿Tú?
No, nunca. Soy citadino.
Yo también soy citadino, pero desde que era muy chiquito, desde los tres años, tengo una obsesión por lo animales, un amor por los animales. Yo quería tener todo tipo de mascotas y un deseo de cazar como nada. No tengo un padre cazador, no sé de dónde surgió. Los tres hermanos nos dedicamos a los animales de alguna manera. Yo escribo de ellos, mi hermano los cura -es veterinario-, y mi otro hermano los criaba. Mi hermano tenía una propiedad donde, cuando el gobierno decomisaba un tigre o algo, por maltrato, se lo daba a mi hermano y él rehabilitaba tigres, monos araña, cacatúas, guacamayas. Todos esos animales fueron muy importantes para mí y lo siguen siendo. La novela traduce ese amor por los animales.
¿Estás trabajando en nuevos proyectos?
Estoy empezando a despuntar nuevos proyectos, estoy trabajando mucho como productor cinematográfico. Me han invitado a participar en televisión en Estados Unidos, estoy en eso. Tengo una novela que quiero escribir. Y tengo un par de películas que quiero escribir y dirigir.
¿Vos ya fuiste director?
Sí. Dirigí una película que aquí le pusieron Camino a la redención y se llamaba The Burning Plain. La dirigí y fue la primera película que hizo Jennifer Lawrence, con Charlize Theron, Kim Basinger, José María Yazpik, Joaquim de Almeida. Con fotografía a cargo dos monstruos, que fueron -una mitad de la película- Robert Elswit, que se ganó el Oscar por There Will Be Blood, y -la otra mitad- John Toll, que se ganó el Oscar por Legends of the Fall, y Braveheart e hizo La Delgada Línea Roja. He dirigido también varios cortometrajes, y un segmento de la película Río I Love You.
¿Cómo es para latinoamericano insertarse en la industria estadounidense?
Primero uno tiene que agradecer que te permitan trabajar en la industria de otro país. Creo que eso habla de la parte luminosa de los Estados Unidos. Como así criticamos las partes oscuras, también tiene sus parte luminosa. Y su parte luminosa es que es una meritocracia. Que respeta el talento y lo acoge, y te pagan bien por hacerlo. La verdad estoy muy agradecido con Estados Unidos en ese sentido. No quito todos los pecados que ha cometido aquí, en Chile, en Uruguay y en México, pero sí hay una parte luminosa de la sociedad norteamericana. Tan luminosa es, que de ahí salió Faulkner, de ahí salió Coppola, de ahí salió Jimmy Hendrix, Hemingway, Chet Baker y todos los jazzistas. Tampoco es una sociedad de bobos.
¿Cómo ves el panorama narrativo latinoamericano de esta última década?
Creo que, tanto en el cine como en la literatura, hubo un cambio en la vivencia del escritor. El escritor se hizo alguien citadino, muy protegido, porque casi siempre el escritor pertenece a la clase media para arriba, es un escritor con pocas experiencias vitales, lo cual no es ni bueno ni malo, es lo que es. Entonces se empezaron a crear mundos más de fantasía y a convertirse más en estilistas de la literatura que en alguien que hace literatura más cruda, son escritores más elegantes pero menos vivenciales, un poco la tradición de Borges. Borges no era un escritor con grandes vivencias, era uno con una cultura bestial, con una elegancia bestial, por eso no estoy hablando en demerito de estos escritores. Creo que es lo que cambió. Creo que, cosas tan fundamentales para mí como el contacto con la naturaleza, se reducen a un parque y a un perro.
Hay escritores jóvenes, que yo respeto y quiero mucho, como Guadalupe Nettel o como Julián Herbert, que están contando desde su propia vivencia y son interesantes, pero hay otros que cuentan cosas históricas y hablan de Alemania en el siglo XX, porque no han estado en la vida, lo cual insisto, no va en demerito de ellos. Es simplemente la realidad que les tocó afrontar.