pero para ti, Naropa, de tan buena fe y leal,
esto hay que decir: El vacío no necesita soporte.
Conocí al consejero Joko en en los suburbios de Ikebukuro. Me comento que su cargo en inglés se diría advicer y dado que excedía la estructura empresarial recibía uno que solo existía en Japón. Me contó que a veces dormía en la calle. Saco un enorme bolso y poco a poco dejo a la vista su contenido. Eran meishi, es decir, tarjetas personales. Las había juntado por decadas. Su afinidad con el presidente de la empresa (quien viajaba a Barcelona constantemente y se jactaba de ser el japonés que mas veces visito la Sagrada Familia) le permitió conseguir su puesto, por haber sido un lobo de mil batallas. Joko se quedó sin familia y en la oficina le prepararon, detrás de un biombo una especie de basurero donde algunos días también dormía. Pasaba el día mirando los pajaros volar a través de la ventana. Después de mil batallas a lo largo de la nación, finalmente consiguió una ventana al Sol. Joko habia forjado una vida entera en el mundo empresarial japonés, sabía claramente el significado de terminos como, cerrador de tratos, arrozales diferentes y otros. Manejaba con destreza la llamada empresarialmente, sonrisa japonesa. Su vida de escritor frustrado lo depositaba en el basurero, detrás de ese biombo sus días transcurrían una vez por semana escribiendo historias. Había compartido cafés con escritores como Teru Miyamoto, Yasutaka Tsutsui y Okamoto Osamu, el renunciante. Escritor que finalizó su vida en una cueva perdida del Tibet.
Dicen que desde las épocas de Amaterasu, la isla baña su cultura solnacentina por el añejo calculo (hoy desmentido) de ser el primer lugar del mundo en encontrarse cara a cara con el Sol al nacer. Lo que se rescata a priori, es que los japoneses se hayan sensibilizado frente a esto y hayan elegido este concepto, que se hayan sentido identificados y representados por éste. Por ende Australia y Nueva Zelanda no llevan ni el nombre ni la imagen del Sol en sus banderas, paradójicamente por mas que estén en la lista de los primeros países solnacentinos. Poéticamente, aquello del sol que nace, es claramente diferente. Este concepto entre otros, eran pronunciados por Joko-san. Algo existía en este hombre que parecía un poeta de páginas límpidas, cuando parecía decir algo que finalmente nunca decía. Una tarde, Joko me mostro un manuscrito, se trataba de una historia que mezclaba ficción con realidad en tintes muy exóticos, se titulaba Andrometamorfosis. Era un breve cuento sobre un astrónomo que sostenía creencias no dualistas. Como en el poema de Juanele en que el protagonista se convierte en río, tras descubrir varias galaxias, el personaje principal del cuento se mimetizaba con la galaxia de Andromeda. La parte final era tan emocionante que parecía un recitado borgeano. La semana pasada me pareció verlo en la estacion de Ikebukuro, recitando esas palabras conclusivas. La visión de un pajaro, incienso quemado. El cuento había sido publicado en 1988, por Okamoto Osamu.