Abraham, un sastre judío-polaco de ochenta y ocho años, decide emprender un viaje para saldar una deuda que tiene una antigüedad de setenta años. La situación existencial de Abraham al comienzo del filme no sólo rinde tributo, sino que resulta un deliberado homenaje a una de las piezas mayores de Shakespeare: El rey Lear: Abraham ha repartido su herencia entre sus tres hijas (avatares de Regania, Gonerila y Cordelia) y ellas, con perfecto rigor shakespeareano, deciden usufructuar sus bienes e internarlo en un geriátrico. Con una pierna casi inmovilizada y sus más de ochenta años a cuestas, Abraham decide embarcarse en un viaje que es, a un tiempo, una ordalía y una cuenta pendiente.
A partir de allí, el filme recurre a necesarios flash-back que exponen en primer plano el indecible dolor de aquellos sometidos a la férula nazi y desgrana uno a uno los momentos más acuciantes de la infancia y la juventud de Abraham. ¿Quién es Abraham? Un sastre educado a la vieja usanza, irascible, original, testarudo y con un corazón que le permite comprender aun aquello que repudia sin permitirse recaer en la burda disipación del olvido. El filme conduce al espectador desde la conmoción hasta la sonrisa a partir de un personaje al que resulta casi imposible no quererlo y empatizar con su historia.
Hay películas –huelga ensayar una tediosa lista de títulos- que se basan en la violencia, o en los efectos especiales, o en un ciego punto de misterio, o en un rutilante elenco de estrellas. La condición necesaria para El último traje es Miguel Ángel Solá. Las interpretaciones de Solá en cine, teatro o televisión (desde el inaugural y memorable Equus hasta Asesinato en el Senado de la Nación, Atreverse, El diario de Adán y Eva o Casas de fuego, entre otras) no se compadecen con las categorías habituales (más allá de que la mayoría de ellas alcanzan la cumbre de la excelencia): son, lisa y llanamente, conmovedoras. Resulta indiscutible que Solá maneja un arsenal infinito de recursos (aquí, de hecho, encarna a un anciano con acento extranjero, dificultades motrices y que, a un mismo tiempo, resulta encantador), pero hay un plus: de algún modo, Solá logra tender un hilo entre sus interpretaciones y el flanco más sensible del espectador; resulta harto improbable permanecer indiferente frente a una interpretación de Solá. Probablemente por ello, trasciende la categoría de gran actor para ser un intérprete entrañable.
Abraham, como es previsible, cumplirá su cometido, hará realidad su sueño, quizás su último sueño. O el penúltimo. Quién sabe.
EL ÚLTIMO TRAJE (Argentina-España, 2018)
Dirección y guión: Pablo Solarz
Intérpretes: Miguel Ángel Solá, Ángela Molina, Martín Piroyansky, Olga Boladz