Nueve formas de caer de Manuel Soriano presenta historias donde la mirada de lo cotidiano empieza a mutar hacia una especie de extrañeza, y sus personajes piensan, razonan, dan vueltas tratando de desentrañar una idea de lo que son rehenes.

Un bulto en una oreja, una conferencia de Fogwill, el misterio de la desaparición de una argentina en una playa. Todo es material para preocuparse o elucubrar teorías.

Actores, series y películas se mezclan con marcas de moda y búsquedas de internet, la paternidad que entrecruza e interpela a los personajes. Seres atrapados en el vértigo de la duda, que lindan el punto de no retorno, y para los que, quizás, terminan de caer sea la mejor opción.

En Nueve formas de caer encontramos personajes que se ven tomados por una idea, que en principio puede parecer inofensiva y en algún momento se torna violenta o lleva a situaciones incómodas, y si volvemos sobre los pasos que desencadenaron dichos sucesos, habría pocos pasos “ilógicos” o cuestionables. En relación con eso, varios de estos relatos la acción parece ir gestándose más en la mente de los personajes que en su entorno físico. Me gustaría profundizar en estos dos apartados y si podés encontrar una relación.

Es escenario central de estos cuentos es siempre la cabeza del protagonista. Sobre todo me interesaba narrar los procesos mentales, contar cómo llega el protagonista (a veces con su hijo) de A a B, de un lugar seguro a uno inquietante, mediante un camino que puede ser extraño pero que también es perfectamente lógico, o al menos lo es en la cabeza del protagonista. Esa es mi idea de un cuento de horror.

En ese sentido, los relatos tienen una estructura parecida a la de los buscadores de internet, donde el resultado final después de unas horas puede ser increíble, y sin embargo el recorrido, cada decisión por un camino u otro, en su momento tenía sentido.

La paternidad es un tema en el libro. Más allá del vínculo con los hijos, es interesante cómo se muestran las preocupaciones que exceden a la crianza y se muestran a las personas más allá de su rol como padres. ¿Cómo y por qué decidiste abarcar este tema?

El porqué seguramente tiene que ver con que tengo una hija de seis años. Pero no es que haya decidido abarcar el tema, los cuentos se fueron dando naturalmente de esa manera.

Las posibilidades de internet y de la tecnología conviven con la presencia de marcas comerciales, que se vuelven rasgos de identidad o de apropiación de ciertos estratos sociales, dos aspectos que terminan erigiéndose como pilas de la modernidad. ¿Cuál es tu opinión acerca de los cambios en el modo de vivir -y pensar- que produjeron estos?

Ese cambio se ve reflejado en algunos cuentos, tanto en el fondo como en la forma. A veces jugaba con la idea de que está todo ahí en la computadora o en el teléfono, como un cerebro y una memoria complementaria, y para escribir solo hay que encontrar las cosas, y copiar y pegar de manera correcta.

En relación con lo anterior, en el libro podemos encontrar varias menciones a la cultura pop -series, actores, etc-. A su vez, las redes sociales permiten estar en contacto con famosos, y además moldear una identidad propia que suele tener pocos puntos de contacto con el verdadero yo. Da la sensación de que hay una delgada línea que separa realidad de ficción y que se vuelve más borrosa aún con las redes sociales. ¿Cómo percibís esta dualidad y diálogo?

Se dio así porque Koch no distingue muy bien entre las personas que ve en una pantalla y las personas con las que tiene trato en su vida real, se relaciona con ambas de forma parecida, como si mirara todo a la distancia, a través de un cristal. Las cosas famosas están unidas al personaje y son parte de su alienación, no están en letra bastardilla, ni en el texto del libro ni en su cabeza.

Frente a problemas grandes o complejos, varios personajes recurren a resolver tareas más pequeñas o buscan transformar ciertas situaciones en una suerte de símbolos para hallar una solución o algo que los traiga de esa deriva en la que se encuentran. Me interesa indagar en este aspecto.

Esto tiene que ver otra vez con los procesos mentales. En un cuento, por ejemplo, Koch está obsesionado con armar cadenas de actores. El fondo del cuento pasa por otro lado (por su mujer y la aparición de la expareja de su mujer) pero el juego de las cadenas de actores es lo que le permite seguir adelante. Esto dice Kurt Vonnegut en una entrevista y me parece que viene al caso: Uno de mis estudiantes escribió una historia sobre una monja a la que se le quedaba un trozo de hilo dental entre dos muelas izquierdas inferiores y que no podía sacárselo en todo el día. Me pareció fantástico. La historia trataba de temas mucho más importantes que el hilo dental, pero lo que mantenía la atención de los lectores era la ansiedad sobre cuándo se sacaría finalmente el hilo. Nadie conseguía leer la historia sin rebuscar en la boca con el dedo.

¿Quiénes son tus referentes?

No tengo referentes fijos que pueda nombrar. Aunque es cierto que en este libro hay algunos homenajes a Sallinger.

¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Cómo decidiste el orden de estos nueve relatos?

Trato de escribir de mañana.  Y después, si estoy metido con algo, lo sigo escribiendo y editando todo el día en mi cabeza.  No es que esté pensando en la historia todo el tiempo, pero de repente veo o escucho algo, un perro ladrando agudo, por decirte algo, y eso reactiva la historia en mi cabeza y me doy cuenta de que tengo que sacar o poner algo, algo que no necesariamente tiene mucho que ver con un perro ladrando agudo.  Es un mecanismo que no puedo explicar bien pero es de las cosas que más me gustan de escribir.  Si no me pasa eso sé que la historia no funciona.

En cuanto al orden de los cuentos, tenía claro cuáles tenían que ser el primero y el último.  El ordenamiento fue algo intuitivo, no hubo un proceso pensado.

Para cerrar, ¿cómo ves el estado de situación de la literatura uruguaya?

Se escribe mucho. Se vende poco. Hay algunos escritores que me interesan. Como en todos lados, creo.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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