UNA OBRA MAESTRA INTERMITENTE
Mentira y sortilegio se publicó en Italia durante el año 1948, una monumental novela que en su versión castellana se extiende por poco más de mil páginas y que, en el momento de su aparición, comportaba algunas singularidades de considerable importancia: no se encuadraba en absoluto en el neorrealismo triunfante en la cultura italiana de entonces, no hablaba una sola palabra de la reciente guerra, no postulaba nada que tuviera, aunque más no fuese, un acento de carácter social. En verdad, la copiosa novela de Morante propone una narradora no sólo sospechosa en relación a la “veracidad” de su relato –como puede serlo, por mencionar un ejemplo célebre, la voz narradora de Una vuelta de tuerca-, sino crasamente mentirosa, fabuladora y escasamente fiable; una voz, por tanto, tan ajena como pensar se pudiera al riguroso compromiso que Sartre le exigía a la literatura de post-guerra. Un relato, en consecuencia, que se adscribe por derecho propio y declarado al género fantástico. La propia Morante alegaba que su novela reconocía dos modelos excluyentes: Don Quijote y el Orlando furioso, de Ariosto. Huelga decir, pues, que hay un anacronismo deliberado de parte de la autora desde el mismo punto de partida. La influencia cervantina resulta obvia desde un comienzo: la protagonista y narradora, Elisa, luego de la muerte de su madre, vive sola y rodeada de libros que le alimentan la imaginación y la aíslan del mundo exterior; en cuanto al influjo de Ariosto, Mentira y sortilegio es una novela desembozadamente gótica poblada de personajes narcisistas y engañosos, comenzando, como queda dicho, por la propia narradora, Elisa. Según le confesara al crítico francés Michel David en el curso de una entrevista realizada en 1968, la intención de Morante al escribir Mentira y sortilegio fue “escribir la última novela posible, matar la novela como género al tiempo de incluir en ella todo lo que puede suceder en una vida.” A nadie puede escapar que semejante ambición es, por lo menos, homérica: por un lado, escribir la novela de las postrimerías, con su consecuente secuela de liquidación y clausura; por el otro, un continente en el que quepan todas las alternativas de una vida que se erija como cifra y clave de todas las vidas posibles. Tal la intención, que no siempre y necesariamente coincide con el logro.
Cuando se publicó la novela, George Lukács, un crítico al que no se puede acusar, precisamente, de complacencia alguna, afirmó sin dudar que era “la mejor novela italiana moderna” y abundó: “la autora no sólo es notable por su estilo, sino por su capacidad de mover enormes bloques narrativas con notable facilidad.” En cambio, Lily Tuck, la biógrafa de Morante (Elsa Morante, Lily Tuck, Circe, 2009) sostiene sucintamente que Mentira y sortilegio “es una novela confusa que se extiende a lo largo de más de ochocientas páginas.” Por paradójico que parezca, ambos tienen razón aunque se sitúen en las antípodas. Es una novela decimonónica de tono lúgubre, con una trama que por momentos se torna confusa y que no sostiene –no puede sostener- su tensión narrativa a lo largo de mil páginas. El tono de Elsa Morante en Mentira y sortilegio se emparenta más con la poesía que con la prosa, lo cual, necesariamente, va en detrimento de la narrativa: es difícil mantener el vuelo de una prosa poética a lo largo de semejante extensión. Elsa Morante no parece haberse preocupado en demasía por la estructura, la cual se resiente en lo que parecen caídas en la improvisación, todo lo contrario a lo que sucede en La isla de Arturo, publicada en 1957 y en la que Morante no parece querer terminar con la novela como género, sino que la eleva a cotas de excelencia. Pero, con todo, Mentira y sortilegio alcanza cumbres narrativas que justifican con holgura el dictamen de George Lukács: la recreación del mundo feérico de la infancia (tema morantiano por excelencia) incrementa su condición de paraíso perdido sustentado en el vuelo poético de la autora, hay largos párrafos que pueden ser calificados, sin hesitar, de proustianos, y el mismo desarrollo de la novela, si bien parte de un recurso cervantino, es inequívocamente proustiano: “En estas noches de vigilia tengo una nueva compañía que ha ocupado el lugar de la mentira: la memoria.” Es una novela de la memoria, lo que justifica la intromisión de la mentira: la verdad es lo que se recuerda, a despecho de que el recuerdo difiera de la verdad. Mentira y sortilegio es una obra maestra con intermitencias, con caídas, con pausas, pero aun así una obra maestra; tal vez por ello no sea labor vana, sino, por el contrario, fecunda, recorrer sus más de mil páginas.
Titulo: MENTIRA Y SORTILEGIO
Autora: Elsa Morante
Traducción: Ana Ciurans Ferrándiz
Editorial: Lumen
1.017 páginas