Una familia ascendiendo socialmente en un tiempo determinado por el interés de viajeros ingleses en ser parte de un grand tour por el Mediterráneo.
Esta historia presenta a una familia italiana, y lo hace reconociendo un punto de partida en la costa amalfitana. Es una historia agradable, predominantemente placentera, en virtud de cómo nos la cuenta Virginia Higa, seguramente alcanzada por un sabor adquirido, que es símbolo de una cultura.
Una mujer inglesa que integra un contingente, visitando aquella parte del mundo, quedará cautiva de esa magia que le sugiere el hotel junto a los jardines y los acantilados. Pero, más que el paraje, la enamorará ese cocinero, siempre cantando en napolitano, cada vez que ella decida bajar a la cocina atraída por el aroma de pasteles, por una tentación incontrolable que le generan los dulces.
Un encuentro que terminará en matrimonio. Y juntos comprarán aquella gran casa amarilla frente al mar, con la intención de convertirla en un hospedaje, el que les abrirá las puertas del porvenir a sus herederos, esos que tiempo después harán pie en Argentina, en la anterior Mar del Plata; apostando a un gran futuro, comprarán un hotel, un restaurante y una casa en el barrio La Perla para pasar en ella los meses del invierno europeo.
Tiempo después, mediante la buena marcha de la primera inversión, podrán adquirir terrenos en Balcarce; ahí plantarán papas y amasarán una pequeña fortuna que permitirá avanzar, sin mayores obstáculos, hacia la entrada de este gran lugar de encuentro, escenario principal de la novela, en el que los personajes que intervienen, podrán presentarse, algunos despidiendo rayos de luz propia como el sol y las estrellas, otros reflejándose como la luna en el agua. Pero todos juntos, de la mano de Virginia Higa, lo harán escribiendo estas deliciosas páginas que desembocan en el camino más largo.
¿Cuándo y cómo aparece esta idea de escribir una novela en base a hechos y circunstancias que marcarían la historia de esta familia en particular?
La idea de escribir Los sorrentinos surgió a partir del entusiasmo que me produjo leer la novela de Natalia Ginzburg, Léxico familiar. En esa novela descubrí muchas cosas que me fascinaron, fue una de esas lecturas que te abren los ojos a posibilidades nuevas. Ginzburg narra la historia de su familia tomando como eje las palabras y las frases que se decían en su casa y que eran una marca de pertenencia. Yo quise seguir ese camino para contar la historia de mi familia materna, donde las palabras también eran centrales.
Te pregunto por la voz narrativa
El narrador es una voz que va hilando todas las historias, que lo sabe todo sobre esta familia y sobre cómo piensan sus integrantes. En algún momento me planteé la idea de construir un narrador en primera persona pero la descarté muy rápidamente porque no quería que el narrador estuviera tan cerca de mí como autora, quería que la historia fuera una novela y no una memoria familiar estricta. De todos modos el narrador es una especie de “voz familiar”, creada a partir de fragmentos del habla de muchas personas en mi familia –sus prejuicios, sus creencias, su sentido del humor– que fui recogiendo a lo largo del tiempo. A la hora de escribir, todo eso se transformó en una voz.
Por otro lado, creo que incluí varios diálogos en el libro, me importaba mucho que se escuchara la voz de los personajes, que las intervenciones sonaran auténticas.
De esta historia, entre otras cosas de vínculos, se desprende que el hermano mayor, el inventor de los sorrentinos, habría sido un hombre bien plantado, un carismático y un ganador que no pudo superar el revés amoroso que significó el abandono que sufrió al irse su mujer. Te pido que presentes a Umberto en sociedad comparándolo, a grandes rasgos, con el Chiche y con Totó, puede ser?
El personaje de Umberto está inspirado en el inventor de los sorrentinos (que tenía en realidad otro nombre, como varios de los personajes) y era, en efecto, un hombre muy carismático y exitoso con las mujeres, una persona con muchos amigos, muy generoso. Al parecer todos los hermanos de esa familia eran así, porque el Chiche, que se hizo cargo del restaurante durante muchos años (los años dorados) también era muy querido, con mucho conocimiento del mundo, mucha cultura y un enorme don social.
Obviamente, “el Chiche” – como personaje- adquiere un protagonismo que guarda relación directa con el enfoque elegido. Entonces, la pregunta es, ¿dirías que el entramado de Los Sorrentinos representa las memorias de una familia o la de un personaje en particular?
Diría que un poco de las dos cosas. El Chiche es el personaje que está en el centro, que va articulando el relato familiar.
Una de las anécdotas que cuenta la novela es la que relaciona a los abuelos de estos hermanos con el último rey de Nápoles; ¿qué podés adelantarle a los lectores?
Es una anécdota muy chiquita que se cuenta al pasar, como varias otras, para enriquecer el mito de origen de esta familia. Todas las familias poderosas buscan siempre asociarse con algún origen noble o mítico para darse importancia y en ese sentido yo quería reírme un poco de eso: la “nobleza” de esa familia está en su linaje culinario, que para ellos es importante y valioso.
En el restaurante, por un lado estaban los clientes y por otro los pensionistas. Hablanos de estos últimos, que habrían sido los primeros en tener el privilegio de probar los sorrentinos.
En efecto, los pensionistas son los primeros en probar (y aprobar) los sorrentinos, así que la familia los tiene en alta estima. De algún modo son parte de una familia extendida, porque comparten códigos y costumbres. Lo mismo pasa con los empleados del restaurante: todos son parte de un clan que tiene unos límites muy definidos pero a la vez permeables.
¿Qué podrías adelantarles a los lectores acerca de Pepé, el mejor amigo del Chiche?
Pepé es un personaje alegre y triste a la vez, como muchas personas que se dan cuenta que no encajan del todo en la sociedad en la que les tocó nacer pero que siguen adelante como pueden.
¿Qué importancia le adjudicás al recuerdo y al detalle?
El recuerdo es importante porque es como la unidad básica de nuestra memoria, no recordamos continuums sino fragmentos, momentos aislados. El recuerdo también se va modificando porque cambia con nosotros, que estamos vivos. Quizás no todos en mi familia recuerden las mismas cosas que yo, pero seguramente en el libro reconozcan ciertos ambientes, lógicas o, por supuesto, las palabras.
El detalle me gusta en literatura cuando es significativo. No se puede escribir todo con detalle, me parece, porque sería muy aburrido, o imposible, como intentar recordar un continuum. El detalle tiene que servir para destacar, para individualizar y rescatar la belleza.
Actrices italianas mencionadas como merecedoras de aprobación serían, en principio: Sophía Loren, Anna Magnani y Silvana Magnano. Por lo visto no despertaron el mismo interés de Umberto y el Chiche, ni Gina Lollobrídiga ni Anita Ekberg, otras dos estrellas que, también pisaron fuerte a nivel internacional. Y aquí, cada vez que entra en escena el recuerdo de “Rosa de lejos”, aparece nuestra querida Leonor Benedetto que, también tiene lo suyo.
Ahora, tomando como referencia esta galería de mujeres atractivas, y conociendo ya la opinión de estos personajes, te pido que describas a sus hermanas, a Electra y a Carmela.
¡Había muchas otras actrices admiradas, claro! Anna Magnani les gustaba (y les gusta) a las mujeres de mi familia porque en todas las películas sufría y tenía el pelo rebelde, y entonces creo que se sentían identificadas con ella. Además, no era una belleza clásica como otras pero era una actriz inmensa. Cuando estaba escribiendo la novela miré varios capítulos de Rosa de Lejos y me parecieron increíbles. Leonor Benedetto tenía una especie de aura en la pantalla, era muy hermosa, y también lo era Betiana Blum, que hacía de la amiga de la protagonista. Las hermanas del Chiche en la novela son dos mujeres criadas en una casa muy italiana y católica, entonces son muy tradicionales y criticonas. Tienen una idea muy fuerte de lo que es decoroso y correcto, y cualquiera que se aparte de eso es motivo de comentarios y críticas.
Otra que merece una pregunta en homenaje a su persona, es Matilde Montero; ¿qué decir de la Gorda y su reinado?
La Gorda Montero es un personaje al que le tengo mucho cariño. En realidad le tengo mucho cariño a todos los personajes, porque todos tienen un lado bueno, o una debilidad. La Gorda es una mujer que vivió cosas muy duras y va por la vida intentando sobrevivir, buscando asentarse en un lugar de poder. Creo que me resultaría muy difícil escribir personajes con los que no tuviera ningún tipo de compasión o de afinidad.
La fábula del pájaro mágico. Me gustaría que nos hables de la reflexión de Carmela y de la opción que vos elegirías.
La historia del pájaro mágico es un cuento popular del sur de Italia, uno de los que recopila Ítalo Calvino en su libro Cuentos populares italianos. Es un cuento terrible que se llama “La madre esclava”, y cuenta la historia de una mujer a la que un pájaro le hace elegir si quiere ser rica en la juventud o en la vejez. Es un cuento cruel, muy duro, como casi todos los cuentos populares, de un origen pobre y rural, donde tener algo era como un sueño. Yo me pregunté muchas veces qué elegiría. Creo que lo mismo que Carmela: en la juventud. Nunca se sabe si vamos a vivir para ser viejos, mejor disfrutar mientras se puede.
Esta historia que se extiende en el tiempo atravesando un siglo, obviamente, ha ido sumando ausencias. Me importa preguntarte por el modo de tratar la muerte sin dramatizarla.
Es cierto que hay muchas muertes en el libro. Podríamos dar un gran spoiler y decir que mueren todos, y sería cierto. Siempre noté que en mi familia materna le tenían mucho miedo a la muerte. Hacían los cuernos cuando se hablaba de la muerte, no querían hablar de enfermedades, temían mucho lo que hubiera después de la vida, los castigos divinos, el infierno y todo eso. Habían sido criados muy católicos, en la tradición de Dios y el diablo, y quizás les viniera de su educación. También creo que hay algo muy italiano ahí, me di cuenta de que a los italianos no les gusta hablar de la muerte. Yo quería mostrar ese miedo de los personajes pero también reírme un poco de eso, de esa manera tan desesperada de aferrarse a la vida, y quizás por esa razón algunas muertes se mencionan de manera tan leve. Porque en definitiva, se murieron todos y el mundo siguió girando. Me gusta la idea de sacarle el peso trágico a la muerte; quizás ese sea mi lado más japonés.
Por último te pregunto por el camino más largo que, junto a Mario, el Chiche eligió recorrer antes de partir.
Me gusta imaginar que lo último que vio el Chiche antes de morir fue el paisaje marplatense que tanto amaba. Y me gustaba la idea de terminar el libro con la imagen del mar, que evoca una sensación de algo en constante movimiento pero que vuelve siempre, que es cíclico. El mar no es como el río, que fluye hacia adelante; el mar va y viene, y en la novela tiene un rol muy importante porque las dos ciudades (Mar del Plata y Sorrento) son ciudades costeras, separadas por el océano, y la historia va y viene entre ellas.