UNA BÚSQUEDA INACABADA
“¿Qué es un muro? Algo que custodia y protege, la casa o la ciudad. Ternura infantil de las ciudades italianas, todavía cerradas dentro de sus propias murallas como un sueño que con obstinación busca reparo de la realidad. Mas el muro no sólo protege del afuera, es también el obstáculo que no podrás sobrepasar, lo Insuperable con lo cual antes o después deberás enfrentarte. Como cada vez que se choca contra un límite, diversas estrategias son posibles.
El límite es eso que separa un adentro de un afuera. Entonces se puede contemplar, como Simone Weil, el muro como tal, para que así permanezca hasta el final, sin esperanza de salir de la prisión. O, como Kant, hacer del límite la experiencia esencial, que nos entrega un afuera perfectamente vacío, una suerte de trastero metafísico, donde colocar lo inaccesible de por sí. O, en cambio, como el agrimensor K., cuestionar y sortear los confines que separan el adentro del afuera, el castillo de la aldea, el cielo de la Tierra. O incluso como el pintor Apeles en la anécdota a la que refiere Plinio el Viejo, cortar el límite con un límite todavía más sutil, de modo que el adentro y el afuera confundan sus papeles. Adentrar el afuera, decía Giorgio Manganelli. De cualquier manera, lo último que debe hacerse es golpearse la cabeza contra él. Lo último en todo sentido”.(pág.36)
Un recorrido por espacios simbólicos. Y reflexiones sobre el ser, la existencia, el universo; sobre la verdad, sobre los límites, sobre la muerte. Sobre el olvido y la memoria Sobre lo esencial de todos los temas de la vida, a la luz de una articulación en movimiento, que se orienta a seguir un muy rico camino a través del tiempo. Voluntad inquebrantable en este ejercicio testimonial, calificado, que se reconoce en un equilibrio entre razón y sensibilidad.
“El Ser o el Decir”. Y una frase elegida: “Un filósofo que no se plantea un problema poético no es un filósofo” – dice Agamben – ( página 94). Sostiene que la escritura filosófica debe “contener las huellas de una escritura poética que se desvanece, debe exhibir de algún modo el retiro de la poesía”. Y otra: “De hecho la filosofía sólo debería poetizarse” (Wittgenstein, pág. 72)
Así, escritura, lenguaje, prosa, poesía; pintura y escultura; filosofía – la “música suprema” -; filmes y arte en el más amplio sentido. Todo conforma el contexto que encarna en el entorno, dándole vida a cada pasaje, a cada relato y a cada momento revivido en estas páginas.
Autorretrato en el estudio, es la obra autobiográfica que presenta Giorgio Agamben de la mano de Adriana Hidalgo editora. Aquí, la imagen del “estudio” adquiere una clara presencia tutelar.
Refugios propicios para el ser y estar; espacios íntimos, antes ajenos, que en cada entonces serán estaciones destinadas al amparo en ese tránsito que implica todo proceso de maduración.
Atmósfera ideal para el ritual. Seminarios y excursiones. Acercamientos, presentaciones y reuniones que darán sus frutos. Postales, fotografías. Y el estudio ofrecido de un pintor.
Ahora, con intención de reflejar la principal idea fuerza de esta obra, he capturado un fragmento que se inicia en la página sesenta y que, a mi juicio, expresa el por qué del marco elegido por el autor para hacer andar este, llamado por él, “autorretrato”:
“A la derecha, sobre el escritorio de Vicolo del Giglio, se ven ocho libretas iguales encuadernadas en varios colores. Son las libretas en las que apunto pensamientos, observaciones, notas de lectura, citas, en alguna infrecuente ocasión también sueños, encuentros o acontecimientos particulares. Son parte esencial de mi laboratorio de investigación y contienen a menudo el primer germen o los materiales de un libro nuevo o en proceso de escritura. Comenzadas en diciembre de 1979, ahora se han vuelto treinta y en el estudio de Venecia ocupan por ello un anaquel del librero. Me doy cuenta de que he dado de ellas una descripción exterior y que no sabría definir qué son en realidad estas libretas, que a veces me parecen la parte más viva y preciosa de mi vida, y otras, sus inertes desechos. Sin duda, respecto de los libros acabados, las libretas, con su caligrafía apresurada y quebrada, son la imagen más fiel de la potencia, que custodia intacta la posibilidad de ser y de no ser, o de ser otra cosa. En este sentido, ellas son mi estudio. Por esto las prefiero a los libros publicados y en ocasiones querría no haber pasado nunca el umbral hacia la redacción final. Me he imaginado muchas veces escribiendo un libro que fuese sólo el proemio o el posludio de un libro que falta. Tal vez los libros que he publicado son algo por el estilo, no libros sino preludios o epílogos. El secretos de un escritor reside en el espacio en blanco que separa a las libretas del libro. La libretas como forma del estudio y el estudio como esencialmente inacabado.
La `forma de la búsqueda´ y la `forma de la exposición´, los apuntes y la redacción no son opuestos: en un cierto sentido la obra acabada es también fragmento y búsqueda. Como en la música, todo ` buscar´ termina en una ` fuga´, pero la fuga es literalmente sin fin”.
El encuentro decisivo con Heidegger y con su pensamiento, es un punto elevado de partida y, asimismo, un encabezamiento abriendo paso a una extensa nómina de intelectuales; filósofos, poetas, ensayistas, teóricos políticos, críticos literarios, cuentistas y novelistas, periodistas, artistas plásticos, pintores y escultores, religiosos y místicos, directores de editoriales y de cine, guionistas. Hombres y mujeres que, por algún motivo, debidamente justificado, están presentes y distribuidos en distintas partes de este “autorretrato”, en el que también se destaca un público reconocimiento a la figura de Walter Benjamin. ¿Qué le debo?, se pregunta Agamben y se responde “…“Una cosa al menos es segura: la capacidad de extraer y arrancar por la fuerza de su contexto histórico aquello que me interesa para volver a darle vida y hacerlo obrar en el presente…”(página 83)
Y otro reconocimiento, en este caso algo más íntimo:
“(¿Qué estoy haciendo en este libro? ¿No me arriesgo, como dice Ginevra, a transformar mi estudio en un pequeño museo en el cual conduzco de la mano a los lectores? ¿No permanezco demasiado presente, cuando en realidad habría querido desaparecer en los rostros de los amigos y en los encuentros? Sin duda, habitar era para mí vivir con la máxima intensidad posible esas amistades y esos encuentros. Sin embargo, ¿no es el `tener´el que en cambio ha tomado la delantera en vez del `habitar´? Creo que tengo que correr el riesgo. Querría, no obstante, que una cosa surgiese con claridad: que soy un `epígono´en el sentido literal de la palabra, un ser que se genera sólo a partir de otros y nunca reniega de esta dependencia, vive en una continua y feliz `epigénesis´.)”- pág. 35-.
Título: Autorretrato en el estudio
Autor: Giorgio Agamben
Editorial: Adriana Hidalgo
Traductores: Rodrigo Molina-Zavalía y María Teresa D´Meza
144 páginas