LA COMPOSICIÓN TEXTUAL
Las tradiciones gráficas de Occidente expuestas, con absoluto rigor histórico, en este ensayo que permite reconocer el estado actual de la práctica epistolar, como derivación de tanta experiencia acumulada durante miles de años. Así, la celebrada revolución de la comunicación electrónica, sería el presente que resulta, en gran medida, de un pasado continuo, escalonado, que ahora bien puede apreciarse a la luz de este excelente trabajo que nos ofrece el experto italiano Armando Petrucci.
La escritura de cartas: la materialidad de los escritos que hacen al mensaje; el soporte apropiado en cada cultura -en cada tiempo-; las técnicas de ejecución; los hábitos y la incidencia en lo social; son todas etapas aquí rescatadas y, cada una de ellas, elemento esencial en el periplo que narra el autor haciendo ver que, mediante los epistolarios, el tema adquiere una mayor relevancia, un significativo valor, en el universo de piezas claves orientadas a impulsar acertadas interpretaciones contextuales que, asimismo, habilitan una mejor comprensión de los procesos históricos.
Signos, palabras, frases y hasta pretendidos diálogos que se inician sobre delgadas láminas de plomo -hace siglos-, son capturados como antecedentes remotos de los, ahora, mensajes de texto.
La historia de “una práctica de escritura constituida por un gran número de realizaciones gráficas; de una práctica material, compuesta por materiales, instrumentos y técnicas de ejecución muy diferentes entre sí y, por último, una práctica social que en el transcurso de casi cinco milenios incluye a millones de individuos de ambos sexos, pertenecientes a niveles socioculturales muy diversos, y a múltiples y diferentes áreas lingüísticas”.
Voy a intentar algunas pinceladas, aun siendo consciente de la imprudencia que implica el querer transmitir algo de lo leído a lo largo de tantas páginas colmadas de información, valiosa, que resulta de una investigación encarada rigurosamente y en profundidad por un erudito en la materia. Lo que sigue a continuación no es más que una reseña que, a duras penas, alcanza a reflejar pálidamente el nivel de esta obra cuyo autor es un docente de reconocido prestigio internacional.
Un desafío. Y un punto de partida que dispara ciertas preguntas que merecen ser respondidas: ¿Quiénes escribieron cartas en aquellos tiempos pasados?; ¿cuál era la técnica de entonces y qué materiales e instrumentos manejaban?; ¿en qué espacio y con qué reglas de orden gráfico y textual?; ¿con qué finalidad aquellos hombres y mujeres decidirían enviar mensajes escritos. En definitiva: ¿Quiénes, cómo y por qué practicaban aquellas conversaciones por escrito?
¿Quiénes han dejado testimonios al alcance de la posteridad?
Así, buscando respuestas, se avanza en la lectura de este ensayo que nos conecta con la tradición epistolar de antiguas civilizaciones. La grecorromana, por ejemplo. Los más antiguos testimonios. Aquellos textos epistolares griegos con las incisiones aplicadas sobre esas finas láminas de plomo, por lo general, enrolladas sobre sí mismas, las que fueran encontradas mediante excavaciones, en áreas de la Europa mediterránea.
La Grecia arcaica. Y las prácticas mágicas. La epístola proveniente del ágora de Atenas.
La eficiente composición de los escritos; la corrección gráfica y lingüística de aquellos textos.
Siglos VI y V antes de Cristo. Testimonios indirectos, historiográficos y literarios que permiten advertir los alcances del uso de la escritura en el período arcaico de la sociedad griega.
Una escritura rápida, sobre terracota. Y otra aplicada sobre superficies de madera.
El díptico de tablillas en la Ilíada. La carta enviada por el rey Preto a su suegro para que éste mate a Belerofonte. Mientras que, en la Odisea, cabe destacar la ausencia de comunicación escrita y, así, se la reconoce inexistente o negada.
Armando Petrucci señala el Antiguo Egipto; la época helenística, como ejemplo documentado, en primer término, de un Estado autógeno y burocratizado funcionando desde entonces y, como así siguió haciéndolo, incluso en la época tardomedieval, en virtud de una sostenida producción de documentación escrita. Un Estado de continua circulación de mensajes escritos; algo que funciona tanto en la esfera pública como en la privada; en la alta burguesía y en la pequeña.
El archivo privado de Zenón; las cartas dirigidas a él y a terceras personas con las que él trataba.
La figura del “secretario”. Las investigaciones papirológicas internacionales en Egipto. (259-229 a.C.). Aquellas cartas que actualmente se encuentran dispersas por El Cairo, Londres, Florencia, Berlín, París; también EEUU.
El epistolario del Papa Gregorio Magno (590-604). La cancillería apostólica habría intervenido en gran parte del epistolario pontificio. Por sus características es reconocido como un rico ejemplo de epistolario público en razón de su contenido y estilo.
Modelo retórico y formal. Los registros cancillerescos.
Los casos relevantes rescatados del período entre la época gregoriana y el renacimiento carolingio.
El último ejemplo de comunicación escrita “a la antigua”. Y una nueva epistolaridad.
Una carta escrita, con tinta sobre una hoja de pergamino. Del obispo de Londres, Wealdhere, para el arzobispo Brithwold de Canterbury (704-705); de tono oficial, en un latín formal, (con errores).
Armando Petrucci nos habla de la más antigua carta cerrada original conservada en Occidente. Y de la última carta latina escrita sobre una hoja de papiro; la del abad de Saint-Denis (788) en tiempo de cumplir una misión diplomática encomendada por el rey de los francos.
Nos acerca a determinados epistolarios de los principales intelectuales del mundo, carolingio y poscarolingio, vinculados con la corte de los francos. Observa la forma libraria de algunos de ellos.
Imaginamos las cartas enviadas, por entonces, a través de jóvenes religiosos que oficiaban de mensajeros; aunque se sabe que también operaba el servicio público de la corte.
Petrucci enseña que, desde el siglo IX circula una nueva clase de correspondencia escrita para la comunicación de la Europa occidental, conformándose una red de testimonios epistolares en lengua latina y de elevado nivel. Vale reconocer que, en aquel período el hecho de saber escribir una carta a ser enviada, y a la vez entendida, representaba un acontecimiento expresivo, en virtud del empleo de nuevas “tecnologías” materiales, gráficas y lingüísticas que no resultaban fáciles de aprender.
Un problema de fondo de la historia cultural italiana y europea de los llamados Años Oscuros, es el que, en fecha 21 de febrero de 1727, le plantea Ludovico Antonio Muratori a Uberto Benvoglienti y que el autor de este ensayo rescata y da a conocer:
“Mi opinión es que bajo el reinado de los longobardos se forjaron las características de nuestra lengua (…) ¡Qué increíble,no nos ha llegado ni una migaja de ella tal como era en los siglos IX y X! También le predicaba y los comerciantes, y no solo ellos, escribían cartas”. El experto italiano expresa que, aquí, en este caso, interesa más que nada la idea de ver la supervivencia, en la Alta Edad Media, de una epistolaridad con fines prácticos y privados.
Cartas informales, cartas de laicos, de prácticas comerciales y cartas de amor.
Una epistolaridad común, ordinaria. Los vestigios de los centros habitados de la época.
Una necesaria investigación documental. Pesquisas arqueológicas.
Un aspecto que marca diferencia entre epistelografía latina de la Alta Edad Media y la del período que le antecede sería “la disminución progresiva de la presencia femenina”:
“Entre los siglos VII y XI la participación de las mujeres en el flujo de la comunicación escrita se vuelve ocasional y está limitada a casos de trascendencia política, en sentido lato, como puede ser la responsabilidad del gobierno de un monasterio femenino o la pertenencia por vínculos familiares o adquiridos a una familia de alto rango. En general, la exclusión de las mujeres del uso activo y pasivo de la escritura en este período no es una novedad y no debe sorprendernos, ya que representa uno de los elementos constitutivos de una más vasta restricción sociocultural del alfabetismo altomedieval…”
Durante los siglos IX y X -época carolingia y poscarolingia- la comunicación escrita operó como instrumento de cohesión y también de dominio de la clase intelectual, por los eclesiásticos.
El uso de la correspondencia escrita en lengua latina como disciplina de reconocimiento y como medio de afirmación e imposición de tácticas y estrategias de un proyecto político de dominación favorecido por el “proceso de unificación cultural eclesiástica”.
Podemos espiar, a la distancia, el proceso de elaboración textual y sus etapas, partiendo de los borradores; los que se conservaron de tres eclesiásticos -testimonios- de un siglo trágico:
El arzobispo de Rávena -luego Papa Juan X (928). Raterio, obispo de Verona (974). Y Gerberto de Aurillac, epistológrafo, maestro del emperador Otón III -y luego Papa bajo el nombre de Silvestre II- (1003).
Petrucci nos habla acerca de un descubrimiento, y lo hace a su modo, advirtiendo la epístola como discurso: “En su primera carta ficticia a Cicerón (16 de junio de 1345) Francesco Petrarca registraba su descubrimiento casual en la Biblioteca Capitular de Verona de un antiguo códice que contenía una copia de las cartas de Cicerón a Ático, a su hermano Quinto y a Bruto, muy probablemente en la primavera de ese año, y que él mismo copió de inmediato. Tanto el antiguo ejemplar como la copia realizada por Petrarca se han perdido, pero justamente de la copia petrarquesca deriva un conjunto epistolar de tradición ciceroneana que ha llegado hasta nosotros”.
Este descubrimiento no solo modificaría el estilo personal de textualidad epistolar de Francesco P., sino que, mediante él, llegaría a modificar también el estilo epistolar de precursores de humanismo.
“… recién más adelante, con Erasmo de Rotterdam y su célebre manual De conscribendis epistolis, y con con otros humanistas europeos del siglo XVI, como el español Juan Luis Vives, la correspondencia escrita en lengua latina, como instrumento comunicativo de elite, habría encontrado sus más autorizados e imitados modelos formales, ampliamente difundidos por medio de la imprenta en todo el continente europeo”.
Enseña que el siglo XVI – reconocido como el siglo del libro impreso – es también considerado el siglo de un importante crecimiento, en toda Europa, de la práctica manuscrita.
Se evidencia una clara tendencia en favor de la correspondencia escrita en función del proceso de alfabetización general y en virtud de la creación de nuevas escuelas elementales. La adopción sistemática de las distintas lenguas vulgares por parte de un número en ascenso de “libres de escribir” de una clase media baja, y una mayor movilidad de la población en razón de varias causas, tales como el trabajo, el aspecto edilicio en las ciudades, las guerras, la economía; todo ello deriva en la necesidad de recurrir al medio epistolar que facilita el propósito de establecer contacto entre familiares, amigos y todo vínculo afectivo, por ejemplo.
Advertimos una participación, entonces creciente, tanto activa como pasiva, de las mujeres en un proceso de comunicación escrita – incluidas las de origen sociocultural medio bajo, con sus características en lo que hace a la expresión y el contenido-.
Felipe II, cuyo reinado se extendió cuarenta y dos años, fue, según expresa Armando Petrucci, un “fanático” de la comunicación manuscrita, a punto tal que, con la expectativa de alcanzar un más alto grado de autoridad y de autenticidad, ejercitaba regularmente su escritura autógrafa -una letra cursiva cancilleresca, marcadamente inclinada y con muchas ligaduras-. El “Rey de los papeles”.
Así consta en estas páginas,de “la historia milenaria”, la formación de una aristocracia cortesana asumida como clase dirigente que se desempeñaba a través de la escritura.
Podemos evaluar la importancia de la producción de aquellos varios manuales en lengua castellana, orientados a la enseñanza de escribir cartas y de adentrarse en los complejos circuitos y resortes de la burocracia del poder central y del local. Entre los que vale la pena recordar, obviamente se destaca el de Antonio de Torquemada (1552), editado recién en 1970
“La clase de la cancillería jugó un papel central en la formación y la reorganización de la correspondencia oficial de todos los Estados de Europa, tanto de la documentación privada de la aristocracia civil y eclesiástica, como de la propiamente pública”.
Compartimos la idea del autor acerca del énfasis ornamental: “Es muy probable que la introducción y la presencia en los modelos gráficos de los siglos XVI y XVII italianos de esas rarezas, carentes de toda relación funcional con la naturaleza y contenido de los textos epistolares cuyos márgenes debían ocupar, tuvieran su origen en la influencia, directa o indirecta, del arte ornamental islámico. A juicio de Dominique Clévenot, en ellas se encuentra muy presente una `lógica gráfica de la línea, del ritmo, del volumen, de las variantes o de la reproducción´cuya característica dominante puede resumirse con el término `trama´y que aparece profusamente no solo en la arquitectura, en la orfebrería, en los manuscritos y en la encuadernación, sino en casi todos los productos artísticos de la civilización islámica”.
Armando Petrucci enseña que las más avanzadas monarquías europeas han sido ejemplo de una serie de usos epistolares artificiosos, en oportunidades, de mano del propio monarca. Por ejemplo Enrique IV de Francia (muerto en 1610). Luis XIV. Así, en Francia, en la primera mitad del siglo XVII, “se advierte en la epistolografía de nivel alto una presencia frecuente y orgánica de cursivas de tradición gótica, que carateriza las cartas de san Vicente de Paúl (ejemplo de 1607), de Francois de Malherbe (ejemplo de 1628 y de Descartes (ejemplo de 1642), y que se mezcla , ya en la segunda mitad del siglo, con elementos de la cancilleresca, más evidentes y predominantes con el paso del tiempo…”
Enfocamos sobre los países nórdicos de lengua y culturas germánicas. Vemos la presencia de cursivas de “estilización gótica” en la práctica epistolar.
Imaginamos las cartas autógrafas de Rubens y Rembrandt. Sumamos a los Países Bajos.
Entramos en la era isabelina. Inglaterra sería uno de los países más alfabetizados de Europa en la Edad Moderna. Y un tema a considerar parece ser la influencia gráfica italiana en los niveles altos de la cultura y también de la administración.
Italia, líder en la Europa pre-moderna en lo que hace al tema que nos ocupa. Roma, Florencia, Venecia…Dos categoría socioculturales que se pueden identificar, a la luz de este ensayo:
las mujeres y los semianalfabetos por un lado y las entonces llamadas “personas cultivadas” por otro. En Italia y en toda Europa, ambas categorías se mantendrían ajenas a las tendencias “enfáticas de la epistolaridad pública y semipública manierista y barroca” del período aunque, obviamente, por distintas razones y en modos expresivos claramente diferenciados.
Observamos el aspecto ordenado, exterior y material de las primeras “cartas burguesas”. Se evidencia, en principio, la eliminación de toda exageración caligráfica propia del siglo XVII.
El romanticismo. Francia, Alemania, Reino Unido, España – a fines del siglo XVIII -.
El movimiento cultural que surge naturalmente como una reacción ante el racionalismo que acompaña la Ilustración y el neoclasicismo. Se expandió hasta llegar a cubrir toda Europa.
Armando Petrucci se detiene en los hábitos expresivos y en el contexto de reglamentación moderna del discurso. Nos acerca a Michel Foucault.
Pone su mirada sobre la revolución contemporánea. Aparece Walter Benjamin y, con él, los cien años que van desde 1783 a 1883. Una antología de 25 cartas de gente culta en Europa. Todo esto es material de lectura en el ensayo.
Y de a poco llegamos a “La nueva era que se abría para la correspondencia escrita en Occidente”.
“El período que va de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) al surgimiento de nuevas y revolucionaras formas de correspondencia electrónica es verdaderamente un `siglo corto´, aunque rico en acontecimientos y cambios. Pero es también el período en el cual la correspondencia escrita a mano, después de dos milenios y medio de activa presencia en la civilización occidental, llega, a fines del siglo XX, a un final que se configura al mismo tiempo (así lo dice el título del último capítulo de este ensayo) como `muerte y transfiguración´ del fenómeno expresivo en su conjunto, caracterizado simultáneamente por la máxima difusión sociocultural y por la adopción de nuevas y diferentes formas y funciones”.
Los avances tecnológicos. La producción industrial y los nuevos instrumentos escriptorios que alteraron las prácticas de la correspondencia escrita. El siglo XX reconocido como el de la estilográfica y la máquina de escribir con sus evidentes ventajas. El nuevo oficio: dactilógrafo/a.
El predominio de la “carta burguesa” durante el siglo XX. La burguesía masculina occidental supo aprovechar al servicio de sus intereses económicos, y políticos el medio epistolar en los diversos ámbitos, desde el privado y familiar, en más.
Una práctica de control de la correspondencia.
Los epistolarios de amor de la burguesía; el deber social; las convenciones de una cultura común en relación a la clase de pertenencia. La moral burguesa.
“sin dudas, en los siglos XIX y XX existieron intercambios epistolares que revelan relaciones condenadas por la moral burguesa común y por eso mismo conservadas solo por casualidad, como esos testimonios de relaciones extramatrimoniales no oficializadas y luego aceptadas, o de tipo homosexual”.
Siguen las páginas, ofreciendo pruebas de la excelencia de esta obra que, entre líneas, nos interpela acerca del futuro del sistema gráfico, lingüístico y comunicativo, al tiempo que alcanza la certeza de continuidad de la correspondencia tradicional, auspiciando el regreso de la novela epistolar.
Título: Escribir cartas, una historia milenaria
Autor: Armando Petrucci
Traducción: María Julia de Ruschi
Editorial: Ampersand
257 páginas
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