Textos y dibujos: Wilfredo Carrizales
Falo en ristre, alejado de la imagen del faldulario, pero fanático de la vagina que resuena cual campana.
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Avanza libremente la lubricidad y las miradas femeninas se cuelgan de sus argollas para desplazarse a conveniencia.
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Pene que pivota para atrapar el fruto carnal que se hiende de lascivia.
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Cojones que producen utilidad y ganancia entre muslos de mujeres exentos de vellos y rubor.
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Tenaz badajo sacando notas de un trasero tatuado con pentagramas y la música logra el arrobamiento más pleno.
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Salto del sicalíptico sobre la colección de vulvas que airean sus diferencias en el jardín de la elocuencia.
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Masturbación de los hongos basidiomicetos, mientras una lluvia que no es pasajera prolonga su humedad de gozo inefable.
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Falo apretujado contra el clítoris de la hembra que no se rebaja al descanso.
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Lujuria dentro de los salmos del pene que canta subido al dintel de la gruta virginal.
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Vaina que cuelga de los pendejos que incitan al derrame de los flujos prostituidos.
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A la vuelta del pubis, la vulva estimula con su olor profundo que ahuyenta cualquier exilio.
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El bálano abunda en su cáscara para impregnarse del licor de las hendeduras.
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Dedo corazón borracho de miel y que sube y baja y también gira en el ámbito voraz del clítoris en ascenso.
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Nalgas en la oscuridad brillando con destellos de avispas transparentes.
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Corre la saliva y extiende al falo hasta el límite de la sabrosura.
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Multiplicidad de pezones brincan en la sartén saturada de aceites signados por borboteos orgásmicos.
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Perineo lamido en la efervescencia de matices morados y al mismo tiempo la torcedura de los pliegues se resquebraja hacia un dolor placentero.
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El dedo gordo del pie juguetea con el ombligo de la viuda que exhala una coloratura de fuego y vainilla.
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El mordisco incesante marcó la nuca momentos antes de su muerte que fue improvisada.
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Por su columna se desliza una tocata y fuga y la variación alcanza el clímax que conduce al prodigio del oro.
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Carne en el limbo de la seducción y las tonalidades de los nervios van en busca de las cicatrices que rejuvenecen.
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Boca llena de pendejos que se mueven en un espectáculo de aromas y rugosidades en cierne.
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Nariz que olfatea bajo las axilas y se topa con el icono de una vagina que vocifera a voz en cuello.
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Lóbulo de la oreja toqueteado por un glande que desea avivarlo y conducirlo al límite de su resistencia.
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Pies enfundados en medias de satén restregando con frenesí a un carajo que termina por vomitar su nombre de resonancia láctea.
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Cintura recorrida por un rodillo de músculo en la noche cuando las texturas se hacen gritos bajo las sábanas.
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Garganta acosada por una llovizna de semen que surge de una bruma suspendida en la oquedad del techo.
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Labios mayores que intentan musitar los silencios del espasmo y acaban por aullar los ardores de un metal penetrante.