Sincopado como corto de la Warner pero con explicación de plusvalía incluída
Sin lugar a dudas el escritor galés Roald Dahl fue una de las voces más talentosas del siglo XX, tanto en la narrativa adulta como en la narrativa infantojuvenil. Algunos de sus ya ahora clásicos juveniles dieron lugar a memorables adaptaciones cinematográficas, como es el caso de Charlie y la Fábrica de chocolate, James y el durazno gigante o El gran gigante bonachón, mientras que sus cuentos perversos dieron lugar a sendas adaptaciones televisivas en series como Alfred Hitchcock presenta.
En los últimos años, editorial Alfaguara se ha encargado de recuperar su obra infantojuvenil, siempre acompañada por las ilustraciones de Quentin Blake.
El caso que nos ocupa, Fantastic Mr. Fox, (traducida al español por Ramón Buckey como El superzorro) tuvo su reciente adaptación al cine (2009) de la mano del genial director Wes Anderson. Una bellísima cinta de animación con muñecos.
Entre las estrellas que prestaron sus voces para ese proyecto estaban George Clooney, Meryl Streep, Bill Murray, Willem Dafoe, Brian Cox, Adrien Brodey, Owen Wilson e incluso el líder de la banda británica Pulp, Jarvis Cocker.
¿Qué es lo que seduce a tan variopinto elenco de participar de un clásico infantil?
Los relatos de Dahl suelen transcurrir en los márgenes, de la emocionalidad y de los géneros. Relatos para grandes y relatos para niños, Dahl le encuentra la vuelta a todos para que sus historias estén cargadas de humor, sean sutilmente perversas y subyacentemente subversivas.
El superzorro cuenta la historia de tres granjeros que se han dividido la comarca y están cansados de que animales como el Sr. Zorro sacien sus necesidades con el producto de “sus” tierras:
Benito, Buñuelo, Bufón.
Flaquito, pequeño, panzón.
Tres grandes haraganes,
son unos rufianes
y tienen todos mal corazón
Tanto les molesta, a estos tres mediocres, la existencia de las criaturas del campo, que organizan una partida de caza contra la familia del señor Zorro, llegando a utilizar tractores para remover la tierra tratando de encontrarlos, convirtiendo la colina en un boquete. El señor Zorro y su familia quedan casi expuestos y muertos de hambre, pero el jefe de familia tiene una idea y no va a dejar que esos tres mequetrefes se metan con sus hijos. Transformará entonces este intento de asesinato en una distracción mientras saquea los almacenes de los tres acumuladores para dar de comer a todos los animales.
En medio de la faena encuentra la asistencia de su amigo, el señor Tejón:
Las dudas de don Tejón
“—Amigo zorro —le confesó—, estoy algo preocupado por lo que estamos haciendo.
—¿Y qué es lo que estamos haciendo, si puede saberse? —le preguntó don Zorro.
—Qué va a ser… ¡robar! —exclamó el tejón.
Don Zorro dejó de cavar y se volvió estupefacto hacia su amigo:
—Mi buén tejón… —comenzó el zorro—. ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? Si tus hijos se están muriendo de hambre… ¿Es que no piensas ayudarlos?
Don Tejón asintió cabizbajo.
—A ti lo que te pasa —continuó el zorro— es que eres demasiado bueno.
—¿Y qué hay de malo en eso? —le preguntó el tejón.
—¡Nada! ¡Solo que nuestros enemigos son demasiado malos! ¿Te das cuenta de que Benito, Buñuelo y Bufón nos quieren matar?
—Claro que me doy cuenta… —dijo el tejón con tristeza.
—Nosotros, en cambio, no queremos matarlos a ellos…
—¡Dios nos libre! —exclamó el buen tejón.
—Solo pretendemos —continuó el zorro— quitarles un poco de comida para alimentarnos nosotros y nuestras familias… ¿Qué hay de malo en ello?
—Supongo que nada —murmuró el tejón.
—¡Son ellos los que nos hacen la guerra! —exclamó el zorro—. ¡Nosotros somos animales pacíficos!
Por fin, el tejón entendió la situación, y en su cara se esbozó una amplia sonrisa:
—Zorrito —dijo por fin—, ¡eres un gran tipo!
Y así, tras un brevísimo diálogo, la aventura chistosa se aleja de las morisquetas caricaturescas de las animaciones de la Warner y se transforma en un manual ciudadano, en un vehículo de ideas.
Peligroso y entrañable el señor Dahl, un escritor que quería a los chicos más listos, más “zorros”.
Lectura imprescindible en un momento histórico tan difícil de transitar, en el que hay tanto granjero descomedido y prolifera tanto tejón adormilado.
Como quien dice:
…esa es la moraleja,
Quien no la entiende,
se deja.