Leer y releer. Un hecho actual que nos liga y religa con el pasado literario, en un ida y vuelta.

La escritura, entendida como un gran canal de diálogo, no prospera aisladamente. La lectura viaja con toda la intención de reconocer la textura de cada contexto. No obstante ello, al salir de ahí,  queda siempre la puerta abierta a futuras exploraciones capaces de evidenciar más claves de comprensión. Pensemos en representaciones que, tomadas como íconos de la literatura, abandonan todo tiempo muerto, sometiéndose a múltiples indagaciones. Así, las muecas del pasado son presas de aquellas subjetividades de entonces, más las actuales y las por venir.

Ahora bien, el título de este ensayo de Cristina Iglesia, es “Dobleces”. Desde el puntapié inicial, la autora nos da la idea de algo flexible, de algo que se puede doblar. La sola imagen invita a pensar en marcas y señales, en huellas ocultas que quedan en las partes por donde se dobló algo. Posiblemente algo de la obra; algo que escapa al conocimiento, escondiéndose entre pliegues. Y, si pienso en pliegues, parpadea ante mí otra imagen, la de capas sedimentarias recién aparecidas con el tiempo.

Aquí, la idea fuerza es profundizar en la literatura y constatar esta manera de atravesar la superficie de los textos elegidos, a efectos de conectar con nuevas revelaciones..

Dice Cristina Iglesia: “… la relectura es una forma de la crítica que prefiero – o que elijo – porque me permite apropiarme sin miramientos de las palabras ajenas, poseerlas para ejercer sobre ellas la torsión de las mías”.  “…es una forma de la crítica que me exime, felizmente, de retóricas o de modas, que me suelta la mano, que apronta mi escritura hacia lo intuido pero no conocido todavía (de ahí que Castañeda me provoque una admiración sin par, porque en su hervidero de palabras inventó casi todas las formas posibles de la escritura de su siglo y mucho más); la relectura como una forma de la crítica que me permite, en fin, volver a contar mientras entreveo lo que se contará después; mucho después”.

¿Cuándo y cómo surge esta idea de escribir Dobleces? Hablanos del título; contanos en qué etapa del proceso de escritura aparece y se confirma. ¿Podrías comentarles a los lectores de Evaristo Cultural, cuál es el eje del ensayo?

En realidad la idea que surge es la de reunir en un libro artículos que fueron publicándose en volúmenes colectivos y revistas académicas o de universidades de Italia, Francia, Brasil y Argentina. Yo quería que pudieran leerse juntos porque esa multiplicidad de temas y autores, esa manera un poco provisoria y fragmentaria de abordarlos es mi modo de concebir el ensayo: de ahí el “ensayo” en singular del título que es una alusión, casi una broma, a este modo mío de desgranar las lecturas críticas en muchos textos breves. Es decir, Dobleces no es un texto dividido en capítulos o subtítulos, sino un conjunto de narraciones críticas reunidas en un libro cuyo único eje es el entusiasmo por la producción de algunos escritores y escritoras argentinas de diferentes épocas.

 

En todos los casos importa el origen, la posición social; pero aquí me interesa detenerme en las figuras de Victoria Ocampo y de Juana Manuela Gorriti, para pedirte que intentes trazar un paralelo entre la organización nacional y la oligarquía, y entre poder y revolución ¿Puede ser?

Es interesante pensar juntas a Gorriti y Ocampo porque, por un lado, ambas fueron escritoras “patricias”, digamos, hijas de hombres y mujeres vinculados al surgimiento de la patria, a su fundación, y por el otro, ambas fueron escritoras que armaron relatos con muchos elementos autobiográficos vinculados a esas historias. Las dos fueron también leídas, reconocidas y respetadas por sus pares varones, algo muy extraño en el caso de Gorriti por tratarse del siglo XIX. Pero hay que decir que Gorriti logró tener una voz literaria propia durante su vida -fue una escritora de ficción exitosa- mientras que hubo que esperar a la muerte de Victoria para que su autobiografía, publicada póstumamente en varios tomos, se convirtiera en un inesperado best seller. Es en esa Autobiografía donde Victoria apunta, por primera vez, con mucha vacilación, pero también con mucha firmeza, a escribir un relato ficcional cuyo centro es su propia vida.

“El matadero” de Echeverría, una lectura en tiempo y espacio. ¿Cuándo una obra se vuelve emblemática?

El fenómeno de “El matadero” y su circulación es realmente extra-ordinario. Echeverría decidió no publicarlo en vida y fue exhumado por Juan María Gutiérrez en la década de 1870 cuando organiza sus Obras completas. Esta primera aparición no produjo ningún interés entre sus lectores contemporáneos. Recién en la década del 60 del siglo XX, es decir, casi 80 años después, trabajos críticos como los de Noe Jitrik y David Viñas lo convierten en un texto fundacional. Como es obvio, se trata de una fundación a destiempo, como suele suceder en la literatura y en la historia argentina.

 

Decidiste cerrar el ensayo con un texto de Juan José Saer y, ahora, con él, con Barco, con Tomatis y con el Matemático terminamos esta entrevista. Dilemas, misterio, “contingencia”, los estados de ánimo; la idea del mensaje. El desdoblamiento. La historia de la hoja doblada en cuatro; el “relato de un triunfo”. Todo “En la costra seca”. Hablanos de la literatura saeriana y de esta decisión de rendirle un homenaje ofreciéndole el cierre en esta obra tuya.

La literatura de Saer es para mí un espacio de lecturas interminables: no creo que haya releído más veces los cuentos, las novelas, los poemas de ningún otro escritor argentino. Y en ese breve relato yo encuentro algo así como la novela de aprendizaje del joven Saer, el relato de iniciación de su modo de hacer literatura.

Elegí el nombre Dobleces, que es el nombre de mi ensayo sobre Saer que se incluye en el libro, por dos razones: porque el gesto de doblar y desdoblar y de enviar mensajes sin destinatario fijo tiene mucho que ver con mi mirada crítica y también como un homenaje reiterado a la literatura del escritor que admiro. Mi primer libro de ensayos se llamó La violencia del azar, que era también el título de mi lectura de Cicatrices, un libro fundamental en mi formación de lectora.

 

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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