El destino de las cosas simples
La gastada polémica: pornografía o erotismo. El delgado hilo que separa un concepto arcaico que ya no tiene sentido discutir. Argentina es hoy el tercer país en el consumo de pornografía. El sitio canadiense Pornhub rebeló que recibió 335 mil millones de visitas, cinco mil millones más que en 2017, y que los argentinos se ubicaron en el puesto número 20. En América Latina solo México y Brasil superaron a la Argentina en el ranking. El 71% corresponde a la audiencia masculina y el 29 % a la femenina. La hora en que más porno se ve es a la medianoche.
Con esta data es fácil darse cuenta cómo llegar a Stormy Daniels, la celebrity que levantó el escándalo político que involucró a Donald Tramp con la actriz de cine adulto.
La industria global del cine pornográfico se basa en un escenario lleno de fantasías y placeres inconclusos, muy lejanos a las relaciones terrenales de todos los seres humanos “normales”. Las divas saben que el sexo las “hace valiosas” a pesar de soportar violaciones, abuso psicológico, maltrato, brutalidad, violencia y muerte.
En este contexto de perversidad y nostalgia con la sexualidad, donde acaso uno solo busque evadirse de eso que se llama amor, el porno se ha vuelto un consumo habitual que atraviesa todos los tejidos sociales. No hay ganadores ni perdedores, hay débiles y poderosos en busca de la felicidad y del deseo reprimido.
El destino de las cosas últimas de Matías Bragagnolo no escapa a esta lectura. Danka, la mujer objeto del relato, abandona la casa de sus padres en Bánov, porque no quiere seguir viviendo entre cerdos y gallinas el resto de su vida. Cambia el campo por la ciudad y se atreve a todo con tal de ser una estrella. Milko, el perverso director del film que terminará preso, capaz de asegurar que “el infierno es para los principiantes”, marcan la síntesis de la trama en medio de todo el submundo escatológico donde la acción deja sin crédito a la palabra, cargando la afirmación tajante: “Todos estamos poniendo el cuerpo de una forma u otra al servicio del mundo capitalista del consumo”.
Este cuento largo o novela corta nos envuelve, nos invade, en una atmósfera irritante, asquerosa y cáustica despojada de moralina, donde la repulsión tiene valor sin otro atenuante que el malestar vomitivo y perverso.
Baldes de materia fecal, mamadas, lluvia dorada, debut de discapacitados, gloryhole zoológico, castraciones, cataratas de semen que llena la garganta; son algunas de la recreaciones que quedan plasmadas en estas páginas atravesadas por “Los 120 días de Sodoma” y “El círculo infernal de la mierda”, un homenaje a la última película de Pier Paolo Pasolini.
Bragagnolo tira la piedra y esconde la mano, el sabe que el consumo de la pornografía esta ligado a la adicción o al comportamiento emocional, de allí la necesidad de sentir una fuerte estimulación, pero El destino de las cosas últimas, no es un texto científico, sino un relato amoroso, lleno de voces melancólicos, plagado de escenas despreciables que terminan siendo la matriz del consumo.
Acaso este sea el sello de la novela, donde los seres humanos son simples objetos, buscando un lugar de “mierda”, en una sociedad “de mierda”, con valores “de mierda”, tratando de sobrevivir y de vencer la desazón y el castigo, jugando al límite de sus defensas para no reconocerse vulnerables.
Una novela revulsiva difícil de digerir.
El destino de las cosas últimas
Autor: Matías Bragagnolo
Publicó: Indómita Luz Editorial
68 páginas
Septiembre 2018