En el universo de los comics y de la cultura pop hay historias destinadas a eternizarse. Un amigo periodista y ávido lector de historietas sostiene que el lector de comics norteamericanos es, en definitiva, como el oyente de música clásica: las melodías se repiten, pero cada director les insufla su particular personalidad con sutilezas.
Cuando en 1992 DC comics decidió terminar con la vida del primer superhéroe no se trató tan sólo de una exitosísima campaña de marketing para elevar las ventas, sino que formularon el cierre de una epopeya moderna. Superman había sido el inicio de una nueva mitología, la del imperio norteamericano, y su muerte (que se replicó luego en diversas catástrofes personales para cada uno de los dioses del panteón de esta compañía) cerraba un ciclo al tiempo que lo hacía eterno. No se trataba de un final sino de un nuevo comienzo que fortalecía la inmortalidad de su criatura. En sendos documentales que dan vueltas por internet se puede ver la conmoción de los artistas involucrados en este “cierre”. Es imborrable la imagen de una Louise Simonson emocionada hasta las lágrimas narrando el proceso creativo de la historia y la sensación frente a la tarea realizada. Y no, no se trata de una mujer delirante, es que la buena Louise sabía perfectamente que estaba enfrentándose a la eternidad cual profeta de la cultura pop.
Superman es un personaje difícil para el mundo contemporáneo. Es quien más se acerca a la difusa idea de perfección, pues sólo su temperamento lo sostiene como defensor un Statu Quo que cada vez para más ciudadanos es injusto y arbitrario. Cualquier corrimiento de una lógica política digna de un imbécil o de un retrasado mental convertiría al personaje en un tirano o un revolucionario, pues él sólo bastaría para patear un tablero en el que ya nadie confía demasiado. Esta falta de confianza en el escenario mismo es la que termina obturando la posibilidad de una épica contemporánea para el super hombre y termina desactualizándolo, generando que, en definitiva, como le dice Batman en una de las primeras páginas de Crisis Infinita (una saga publicada en 2005, trece años luego de su aparente muerte y resurrección): “—Se suponía que vos tenías que encargarte de inspirarnos a todos y la última vez que inspiraste a alguien fue con tu muerte”.
Luego de desperdiciar el recurso perfecto para iniciar su universo de cero que les había servido en bandeja Grant Morrison con su Final Crisis de 2008, los directivos de DC terminan reiniciando a contranatura y con suprema impericia muchas de sus colecciones luego de Flashpoint en 2011, una de las oportunidades que desaprovechan miserablemente tiene que ver con su campeón kryptoniano. Hacen borrón y cuenta nueva desaprovechando muchos de los hilos argumentales planteados con inteligencia durante los años anteriores para contar las aventuras de joven Superman que funcionaría en este nuevo universo no ya como patrono del panteón y cabeza de la santa trinidad de la editorial: Superman, Batman, Wonder Woman, sino como un sobrino bobo de un encapotado adulto.
Los desaciertos se acumularon hasta que la editorial tuvo que rescatar la vieja encarnación del héroe de una “realidad paralela” o alguna estupidez por el estilo para, ahora sí, tratar de desarrollar alguna de las subtramas perdidas.
Pero el hecho es que, más allá de la malversación del kryptoniano, el nuevo universo editorial gestó una nueva versión de su historia: Nuevas alianzas y nuevos amores. Nuevos nacimientos y nuevas agrupaciones. Y una vez más, los mejores héroes formaron la Liga de la Justicia, en esta encarnación surgida del contacto con la tecnología del cuarto mundo y de la necesidad de frenar el intento de conquista realizado por Darkseid desde Apokolips.
Todo esto tuvo su correlato en el mundo de la animación. Vale rescatar que DC, no habiendo logrado superar a su Maravillosa competencia en la lógica de la pantalla grande, si supo dar forma a un universo animado que, luego de los clásicos seriales de Bruce Timm, supo relanzarse hace ya más de una década con bastante solvencia.
El lanzamiento de este nuevo universo animado se dio justamente con la película Superman: Doomsday (2007), versión animada de La muerte de Superman a cargo de Lauren Montgomery y el ya mencionado tío Bruce.
Once años después, ya embarcados en narrar el nuevo universo, DC decide recontar la historia definitiva del Kryptoniano mestizando la vieja trama con la nueva mitología en The Death of Superman (2018)
La historia que allí se abría, vino a cerrarse este año con el estreno del film animado Reign of the Supermen (2019). Un evento que llevó por primera vez y en varios países del mundo, el universo animado de DC a la Pantalla grande. En nuestro país, durante las últimas semanas, pudieron verse ambas producciones en cines.
Esta reversión La muerte de Superman hace pie especialmente en el costado humano de Kal-El quien comienza, como Superman, socializando su origen krytoniano con el mundo y, como Clark Kent, confesando su doble identidad a Lois Lane para avanzar en una relación adulta. Doomsday, el monstruo aniquilador, llega desde Apókolips y conforma el primer paso de un plan de dominio que se extenderá hasta Reign of the Supermen y que tendrá en el Superman Cyborg a uno de sus pilares. Este segundo film nos muestra una sociedad que se organiza para vivir sin su dios protector. La decisión: convertirse en lemmings del poder o hacerse cargo de la propia historia.
Con sus particulares variaciones, la narración de la muerte y la resurrección sigue funcionando e inspirando, como planteaba el encapotado, pareciera que a nuestros héroes o dioses los preferimos muertos.