fotografías: Catalina Bartolomé

Una mujer perdida en los años de plomo. Se llamaba Lila y era una de las tantas “almas bellas” que soñaban con una revolución orientada a hacer del mundo un lugar más justo.

Ahora, después de tantos años, su prima, por entonces menor, siente un fuerte impulso que la lleva a tomar la decisión de reencontrarse con aquella joven. Sabe que, para cumplir el objetivo, deberá leer mucho, investigar; tendrá que entrevistar a quienes habiendo conocido a Lila, tengan a bien aportar información que permita llegar al hilo conductor de aquella historia, que se inscribe en esta trama, cuyo revés se refleja en el espejo de una realidad que, probablemente, en cierta dimensión, se cruce con alguna fantasía que alimente el deseo de evitar que algo suceda en aquel pasado que, ella, podía pensar que no le pertenecía, hasta que el insomnio y las sombras de la noche, entre paredes cómplices, le harán entender que sí, le pertenece desde antes, ahora más, y para siempre.

 

Una historia de planear y cumplir. Una historia de urgencias. De lucha constante, en la universidad y en las calles. Una historia de militantes, de ideas y de ingenuidades; de atentados, de represión; de secuestros y torturas. De resistencia. De combatientes, de infiltrados, de sospechas y delaciones.

Es una historia de “la muerte aplicada”, en la que la doctrina francesa, ensayada en Argelia, llegó a imponerse en nuestro país, mediante una escuela de asesoramiento para el plan de desaparición de personas. Los franceses, instalados en Argentina, adiestraban a nuestras fuerzas armadas en materia de torturas; un uso sistemático para obtener información. El modelo francés proponía otra práctica complementaria, la de los vuelos de la muerte. Pero esta novela dispara otras balas, que penetran la vida, desde la condición humana, resucitando vínculos con matices a la luz de un círculo familiar.

La narradora se sumerge en esa parte de la historia nacional que comunica con regiones infernales, ¿qué podés decirnos acerca de la oportunidad de presentar esta novela?, me refiero al tema. ¿Advertís en la actualidad alguna mueca, preocupante, de aquel pasado trágico?

Hay pasados que son articulantes para las sociedades. Supongo que todas las comunidades se dicen a sí mismas en relación con pasados puntuales. A su vez, eso va cambiando con el tiempo, aunque suene ilógico. Nuestra gran pregunta sobre el pasado reciente está concentrada en el período encerrado entre las últimas dos dictaduras y los procesos revolucionarios que se dieron a la par. Toda generación tiene una cita con la Historia, dice Benjamin. Bueno, creo que para estas generaciones posdictadura que somos nosotros, una cita clave es la que acabo de mencionar. Trato de pensar la actualidad en términos amplios y digo: dado que este trabajo del pasado es inmenso, no se resolverá de un momento a otro. Habrá quienes actúen desde las instituciones para tratar de impedirlo y habrá quienes desde las instituciones lo fomenten. Eso también tiene que ver con las continuidades políticas, desde los setenta hasta hoy, que por supuesto siguen existiendo en Argentina. Cuando ese pasado es reciente, está estructurado sobre la responsabilidad en sentido amplio. Hay varias formas de acudir a la cita, pero me parece innegable que está ahí, que hay que aceptarla. Nos constituye como sociedad.

 

¿Cómo describirías el proceso de escritura que, imagino, mereció seguir una sostenida y seria investigación, dado que pasás revista a una buena cantidad de hechos políticos reales?

En mi caso, fue distinto al de otros libros, escritos en procesos más introspectivos. Empecé a trabajar en Quemar el cielo hace cuatro años. Primero le pedí permiso, lo digo simbólicamente, a un amigo. Su padre fue detenido-desaparecido en la última dictadura. Me di cuenta de que buena parte de las historias narradas sobre el tema habían estado en manos de los herederos directos de los movimientos revolucionarios. No era mi caso. Empecé con las entrevistas y a la par con las lecturas, y a medida que pasó el tiempo se fue armando el engranaje del libro. Las entrevistas fueron fundamentales. Buscaba una comprensión o interpretación ni académica ni estrictamente partidaria; tampoco, obviamente, la del gesto de la represión. En cierto modo, el material de lectura (y las películas y los documentales) se podría dividir en esas tres categorías. La interpretación había que construirla en caleidoscopio. Y eso fue lo que intenté hacer, en favor de un libro de ficción.

Obviamente, los años ´70 siguen siendo convocantes; de hecho se sigue escribiendo, y se sigue leyendo, acerca de ello. No sé si tuviste oportunidad de leer la novela de Elsa Osorio, Doble fondo. Elsa, aborda el tema enfocándolo con otro cristal y, sin embargo, ambas eligieron como principal víctima a una mujer; como cabeza de la investigación, a otra mujer. Y, también impacta en Quemar el cielo, más de un vínculo materno-filial. Te pido una reflexión acerca de: mujeres escritoras interesadas en tratar, a fondo, el tema de la dictadura sumándole, a las historias, el valor agregado de la maternidad -con sus diversos matices-.

Confieso que no leí el libro de Elsa Osorio; sé es parte de la tradición literaria que trata el tema. El asunto del vínculo materno-filial está extraído de la historia de una militante conocida del PRT. Me interesaba detenerme más en esa dimensión de lo personal que en la relación de pareja. Se está escribiendo bastante sociología sobre el tema de la desigualdad de la mujer en las organizaciones revolucionarias en Argentina. Preferí no entrar en esa discusión, no porque no valga la pena, sino porque para mí señala (principalmente) una continuidad entre la sociedad en que se dieron esas organizaciones y ellas mismas. Pero sí me parecía que la maternidad marcó una diferencia rotunda entre los destinos de las mujeres y de los hombres de esas organizaciones. Y esto en muchos niveles, que llegan por supuesto hasta el tipo de represión que sufrieron.

 

La familia, como tal, tiene un papel preponderante en  Quemar el cielo. Tanto es así, que la novela cuenta con una trama y con el revés de esa trama. Las preguntas aquí serían, ¿cuál es cual? Y a renglón seguido, ¿qué cambió más desde entonces, ¿la política o la sociedad?

La familia es en este caso (y en muchos) un sistema de preservación, y ese sistema suele vivir del ocultamiento. Pero como también es una estructura dinámica, hay momentos en que uno de sus miembros puede revertir esa condición. Y así se transforma el modo en que se ha contado la historia familiar. Esto es lo que intenta, con sus contradicciones, una de las protagonistas del libro.

¿Qué cambió desde los años setenta en Argentina? Varias cosas. Diría más la sociedad que la política.

Aparece , tangencialmente, en la historia un modesto representante del clero y, también, unas siluetas de las fuerzas represivas. Ahora, habiendo transcurrido tantos años desde entonces, ¿qué diferencias y similitudes podrías señalar entre el pasado y el presente del clero, de las fuerzas armadas y de seguridad, y de las fuerzas políticas entonces enfrentadas?

Esta es una pregunta gigantesca. La presencia del clero en el libro se debió a una voluntad histórica de mi parte. Necesitaba aludir a que, en varios casos, las organizaciones sociales y revolucionarias se alimentaron de gente que venía de actividades ligadas a la Iglesia, en ese momento la institución que acaparaba en buena parte el trabajo social.

Desde entonces, hay continuidades y discontinuidades en todas las fuerzas, incluidas las del clero. Esto es algo entendible cuando consideramos el pasado reciente. Ese pasado nos sigue constituyendo y sigue atravesando la política, la imagen de las fuerzas armadas (debilitadas por ahora económica y simbólicamente, pero quién sabe) y la función de las instituciones ligadas a la fe. Me limito a recordar otra reflexión de Benjamin: el progreso no es lo que habitualmente se toma como tal, no es ni evidente ni natural. Todo lo conseguido puede perderse.

 

En principio, no serían comparables las expectativas que guiaban a Lila, con las que tenía en mente Monique; pero unas y otras se cruzan y ligan a punto tal que, de alguna manera y hasta cierto punto, se ajustan y cierran la historia, equiparándose. ¿qué podés decirnos al respecto?

Sin delatar el final de la novela, a esta coincidencia se pueden atribuir varias razones. Prefiero mencionar las de orden estrictamente literario y estructural, por la misma naturaleza de esta narración. Algo debía cerrar en forma rotunda, sobre todo cuando uno trabaja con reminiscencias del género policial, como es mi caso. Esto puede hacerlo una novela, pero no un panfleto ni un libro de historia ni un ensayo. Por algo elegí este lugar, la ficción, para pensar el problema.

¿Cómo fuiste armando tu galería de personajes? De dónde salen, por ejemplo, Teresa, Víctor, Fabio, Pedro, Lucas… Y, obviamente, estas primas reunidas a la distancia.

Los personajes se fueron construyendo desde los materiales. Algunas pocas cosas vienen de la historia personal y de gente que conozco, pero muy matizadas por el trabajo de la ficción. Pero lo central no, lo central -Monique y Lila- eran eso que creía que podía empujar al libro en la dirección reflexiva, informativa y provocadora que yo buscaba plantear.

En este recorrido aparecen ciertos medios gráficos consultados. ¿Qué opinión te merece el tratamiento que la prensa escrita le dio a un proceso político que se inicia en la segunda mitad de la década del ´60 y se extiende a lo largo de los años ´70?

Mi primer contacto con la investigación de los medios gráficos sobre los años setenta en Argentina fue en Berlín. Una conocida, hoy investigadora de trayectoria, hacía su tesis de doctorado sobre los diarios y la dictadura del 76. Recuerdo el efecto conmocionante que parecía haberle causado esa investigación. Uno no sale indemne de estas cosas. La escritura de este libro me lo confirmó. Más tarde, la historiadora Marina Franco siguió trabajando por esa línea. Leí su último libro, El final del silencio, hace muy poco. Lo recomiendo. La memoria y la historia tienen muchos ribetes; por lo general, siempre nos recordamos mejores de lo que hemos sido.

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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