¿MAMÁ, ESTÁS DESPIERTA?

“María cierra los párpados dejando que penetre en ella la potente voz de su padre, que resuena en la habitación, entre las alfombras marroquíes y las tulipas de papel. Es especial, una niña muy especial. Su padre la observa con el rabillo del ojo. Tal vez quiera asegurarse de que está atenta, de que no se duerme. Entrecierra el libro dejando un dedo en medio para marcar la página. Se inclina sobre su cabeza, le besa la frente en el nacimiento del pelo, donde el vello rubio de los niños se perla de sudor. Una mano fría recorre su cuerpo, le hace cosquillas en el costado. Ahora se introduce por el elástico del pantalón corto de algodón fino para tocarle el vientre. Ella se retrae por instinto, le tiembla el labio superior. No quiere contrariar a su papá; es una niña especial, muy especial. El hombre deja el libro, apaga la luz y Maria ve desaparecer en la oscuridad los reflejos rojizos de su pelo. Su cuerpo se acerca al de la niña. Se emociona ante el contacto de su piel delicada, deja caer sobre ella todo su peso y Maria contiene la respiración. No consigue inflar el tórax, se mantiene en apnea. Las manos de su padre se deslizan dentro de las braguitas, y ella experimenta una sensación extraña, de calor y de tristeza…”

Una mujer en su castillo de arena. Una pareja sobre arenas movedizas. Y una hija que estando en la playa entierra, también en la arena, los pies de su madre mientras le tira del lazo del traje de baño; una manera de atraer su atención. Despertate.

Tenía nueve años y el silencio parecía ser su arma invencible.

“A pesar de que este día parezca interminable, a pesar de que no se me ocurra ningún epílogo y la cabeza me dé vueltas, y de que todo cuanto me rodea parezca estar sucediendo y no estar sucediendo en absoluto, pero sobretodo a pesar de tener la impresión de que todo pueda ir de mal en peor, siento la necesidad de aferrarme a un recuerdo feliz. ¿Es posible que sea feliz sólo para mí? Me cuesta mucho creer que un mismo acontecimiento pueda ser divertido o trágico, alegre o violento, según el ánimo de quien lo percibe. Me parece inconcebible que personas que habitan bajo el mismo techo y comparten costumbres comunes puedan efectivamente vivir y sentir de forma distinta, a veces opuesta, el mismo e idéntico instante de vida. Necesito encontrar un día concreto que los tres -incluso Giorgio si todavía estuviese vivo- recordáramos como un día feliz”.

Un antes, un después. Y, entre ambos tiempos, la familia en crisis. La esposa y madre apuesta a la serenidad: “el amor es capaz de reparar cualquier cosa”.

Pero lo cierto es que: “Cada vez que hablaba con Giorgio, era como si no lo hiciera. Poseía un auténtico talento para confundir a su interlocutor con palabras desprovistas de un significado concreto, a las que no se podía responder más que con el silencio y que, de alguna forma, hacían que él pareciera estar en lo cierto, y quien le hablaba, equivocado. Esa incomunicación no hacía más que alimentar mi amor. Si es cierto que en una pareja lo que debe compartirse no es la verdad, sino el misterio, entonces Giorgio no había roto jamás este precepto. Siempre me hacía sentir que era yo quien debía intentar estar a la altura”.

Una vez asumida la rara muerte de ese hombre que tanto amó, cuando de él ya no quedaba nada y el tiempo de ella, en su interior, se había detenido, seguía todo careciendo de ese significado preciso que no llegaba a descubrir. Ella supo que para comprender lo que antes no pudo, debía mirar hacia atrás, atando cabos. Así, pudo hacer pie en los recuerdos reconociendo aquellas escenas enmarcadas en un tiempo de ceguera, en el que el vientre del corazón la confundía.

“Me levanté y fui a echar un vistazo al dormitorio de María. La pequeña dormía acurrucada de lado, y mi marido estaba allí, junto a ella, roncando levemente con la barriga al aire. Pensé que la noche anterior le habría leído dos o tres historias y que luego, cansado como estaba, se habría quedado dormido”.

Y más atrás, en los recuerdos, le aparece la imagen de otra niña, la de Bibì tomando sol en la piscina mientras Giorgio debía estar descansando en la habitación de ese lugar en el que se hospedaban. Cuando Silvia regresa al cuarto, sin hacer ruido, él se muestra sorprendido; estaba pegado a la ventana cuya vista permitía alcanzar la silueta de la chica. El hombre tenía la bragueta del pantalón abierta y la mano ocupada en un masaje. Ella recuerda aquel rostro lívido y abochornado. Y también recuerda ese “desfogue breve, ardiente y solitario”.

Parece ser que Silvia hace lo que puede y lo hace con la intención de reiniciar una vida normal junto a su pobre hija, ya tras la misteriosa muerte del hombre de la casa. La abuela paterna de Maria, esa mujer maravillosa, cayó en desgracia luego de perder a su hijo; no pudo superar semejante prueba.

Obviamente, la vida sigue y trae novedades. Irrumpe, oportunamente, una presencia masculina; se trata de Antonio, un recurso ideal para tensionar, aún más, el vínculo enfermo que atrae y atrapa con el propósito de involucrar a quienes se interesen en esta fuerte novela de Anna Giurickovic, en la que, solo tal vez, lleguemos a dilucidar quién es quién en esta oscura historia.

La novela es una cavidad; es como un vientre. Y habrá que descubrir por qué rugen las tripas

 

Título: La hija

Autora: Anna Giurickovic

Editorial: Salamandra

188 págs.

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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