En los años inaugurales del siglo XXI todo nuevo director de cine que se preciara de ser un “auteur” tenía que filmar una película zombi. La plaga de muertos hacía metástasis en las salas de todo el mundo y ya no era propiedad exclusiva de la clase B de los Estados Unidos. Irlanda, Inglaterra, India, Cuba, Escocia, España, Francia, Japón, China, Corea, México, Argentina… se sumaban a la lista de países productores de este tipo de ficciones. Los zombis eran terror, metáfora, comedia, teoría política, económica, comunicacional y de masas.

Ejemplo predilecto de autores como Žižek, los zombis proliferaban por las tesis de filosofía, sociología, psicología, estética y los estudios culturales. Eso sin contar claro con la narrativa zombi, que llegó a infectar clásicos como Orgullo y prejuicio e incluso a generar algunos manuales prácticos de supervivencia frente a un brote de no muertos.

Comics, series de TV, animaciones y video juegos se sumaron a la horda hasta asfixiarla (¡Felicidades Fox, lo arruinaste!).

¿Qué lleva entonces a un inveterado outsider como Jim Jarmusch a abordar el aparentemente extinguido subgénero? Mejor aún, ¿Logra salir airoso de tamaña apuesta?

LOS MUERTOS NO MUEREN

The Dead Don’t Die es el título de la nueva película del viejo Jim y parece funcionar tanto como leitmotiv del film como grito de guerra de la narrativa de género toda.

(Este es el momento oportuno para que los fanáticos que intentan evadir todo tipo de spoilers dejen de leer y vayan a bajar el film antes de continuar).

La narración nos ubica en el poblado de Centerville, algún lugar en el corazón de los Estados Unidos. Una denuncia del granjero Frank Miller (Steve Bucemi) ha llevado al jefe de policía Cliff Robertson (Bill Murray) y su ayudante, el oficial Ronnie Peterson (Adam Driver) hasta el camposanto del poblado, en busca del ermitaño Bob (Tom Waits), a quien Miller acusa de haberle robado una gallina. La narración es demorada, lenta… todos sabemos que de ese mismo terruño se van a levantar más pronto que tarde los fenecidos habitantes del pueblo.

El jefe Robertson ha pasado su vida entera en Centerville. Sabe que el granjero Miller es un imbécil y que el ermitaño Bob no tuvo nada que ver con la gallina desaparecida, luego de cruzar unas palabras decide dejarlo en paz. A partir de aquí Ermitaño Bob será la voz de la conciencia frente al espectador, mientras que los oficiales harán avanzar el relato.

Ermitaño Bob nota diversos desequilibrios en el accionar de los insectos y en los animales de la zona, incluso en la vegetación y el clima. Cliff y Ronnie son conscientes de que no está anocheciendo y que hay algo que interrumpe las comunicaciones. De repente todos los celulares se han descargado.

—“Esto no me gusta”— reflexiona Ronnie —“Esto va a terminar mal”.

En la radio del coche patrulla suena el tema The Dead don´t die, de Sturgill Simpson, el que sonó durante los títulos de inicio. El jefe Cliff se pregunta por qué la canción le es tan familiar…

—“Bueno, es el tema musical de la película”—. Contesta Ronnie. Ambos policías se miran, comparten un silencio incómodo y continúan su marcha hacia la comisaría.

LA NOCHE DE LOS MUERTOS

Esa noche los primeros resurrectos verán la luz de la luna. Sara Driver, actriz, directora y pareja de Jarmusch desde 1980 y el rockero Iggy Pop. Ambos cadáveres llegarán al Dinner del pueblo para su desayuno de campeones: Las camareras.

A la mañana siguiente va a ser Hank Thompson (Danny Glover), el ferretero del pueblo, quien encontrará los cadáveres y notificará a la policía.

—Un animal salvaje… tal vez más de uno…— va a ser la hipótesis del ferretero.

—Un animal salvaje… tal vez más de uno…— va a repetir el jefe Robertson.

Consultado, su ayudante va a tener una opinión diferente: Zombies!

Cliff se sonríe pero inmediatamente acepta la idea, de alguna manera no hay espacio siquiera para la sorpresa y el descubrimiento.

Todo el pueblo entra en modalidad George Romero de manera automática.

NADA NUEVO BAJO EL SOL

Decíamos recién que el subgénero zombi estaba acabado y es que en los últimos años hemos visto el corrimiento del terror a la comedia, al romance adolescente, a la crítica social, al relato de aventuras, al drama, al thriller, a la historia de asedio, a la conspiración religiosa, política, medioambiental y tantos etcéteras que no tiene sentido seguir enumerándolos. ¿Qué es entonces lo que puede agregar de nuevo un autor como Jarmusch en un film de zombis? ¡NADA!

Lo maravillosamente efectivo de la película de Jarmusch es que no solo no agrega nada, sino que cae sistemáticamente en todos los lugares comunes del género. No olvida ninguno. Incluso, a sabiendas de que cada uno de los espectadores estuvo antes y en reiteradas oportunidades ante esa misma escena, Jim no se esfuerza en ponerle dramatismo, simplemente se deja deslizar suavemente por cada uno de los clichés del género. Pasa revista por cada uno de ellos distraídamente, sin exabruptos. Casi se podría decir que lo hace incluso sin emoción. Y la sorpresa es que funciona.

LOS DIAMANTES SON ETERNOS… LOS GÉNEROS TAMBIÉN

Jarmusch se da el lujo de demostrarle una vez más al espectador que los clichés por algo son clichés. Que existen por su plena funcionalidad.

Promediando el final Jim se permite jugar con el non sense de una escena de extraterrestres protagonizada por la directora ninja de la funeraria del pueblo e incluso insiste en la meta textualidad cuando el jefe Robertson le escupe al ayudante Ronnie en medio del asedio:

—Pareces raramente en control.

—Lidio con esto a mi manera, pero te dije que iba a terminar mal…

—¡Dios mío, Ronnie! … ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Claro.

—Desde el comienzo estás repitiendo que todo va a terminar mal. ¿Cómo supiste todo de antemano?

—¿De verdad querés saberlo?

—¡Si! ¡Quiero saberlo!

—Lo se porque leí el guion…

—¿Leíste el guion?

—Si…

—… ¿Todo el guion?

—Si, Jim me dio el guion completo…

—… A mí sólo me dio nuestras escenas… nunca vi el guion completo… Después de todo lo que hice por él… Y hay cosas que ni siquiera imaginás… ¡Qué forro de mierda!

Para cuando los oficiales son sometidos la voz de Tom Waits (ermitaño Bob) reflexiona en off mientras observa el apocalipsis zombi:

—“Supongo que estas personas perdieron el alma… La cambiaron por vacaciones, Nintendos y pantalones de marca. Ahora… Ahora sólo tienen hambre de más…”

Ni siquiera la metáfora de la película es nueva, ya la escuchamos cien veces. Y sin embargo es hermosa y funciona.

Porque Jim vino a decirnos esto: Por más que se insista en el fin de la historia, el fin de las artes, el fin del cine (Ya no hay nada que contar, que escuchar, ni que ver…) Todas estas afirmaciones son tremenda gilada. En el arte de contar una historia ni siquiera hace falta ser novedoso.

Los géneros se cansan, pero no se agotan, porque como los diamantes, los géneros son eternos.

Solo hace falta un buen narrador para ponerlos a funcionar nuevamente.

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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