Al amparo del Walsh de Quién mató a Rosendo, María Inés Krimer ha creado con Cupo una novela cautivante, delicada y a la vez urgente. Y todo al ritmo que marcan las andanzas de la abrumadora Marcia Meyer y su vocación por ubicarse, siempre, en el lugar correcto y en el momento menos —o más, depende de cómo se mire— oportuno.

A medida que avanza su embarazo, Marcia —cronista de pluma audaz y cuerpo al frente, protagonista de la implacable y tóxica Noxa, novela anterior de Krimer— nos guiará por un desfiladero de chanchullos sindicales y operetas machirulas. Como buena heroína —y sobre todo, heroína de novela policial—, Marcia abrazará en su derrotero mil y un dilemas políticos, amorosos y metafísicos, que resolverá —o no— a golpes, a gritos, o bien con el empuje del deseo.

María Inés Krimer es dueña de una prosa avezada en el arte de complementar aventura, buen ritmo y hondura literaria. Y en esta novela ese maridaje alcanza puntos encantadores.

En un mundo que vive la plena transformación provocada por los movimientos feministas, una novela como Cupo viene a aportar la ambigüedad, la perturbación y la inestabilidad propias de la buena literatura. Y consolida una idea que ya teníamos: María Inés Krimer es una de las narradoras argentinas más perspicaces a la hora de captar nuestro pulso político y literario.

Mariano Quirós

¿Cómo y por qué encontraste en un sindicato el ámbito propicio para armar la historia? Hablanos, por favor, del proceso de escritura.

Desde la trilogía de Aquilina (Sangre kosher, Siliconas express y Sangre fashion) trabajé la representación del universo femenino en el género negro. Una tarde estaba hablando con una amiga del lugar que ocupan las mujeres en el sindicalismo y de pronto dijo: “cuando  hacemos uso de la palabra los hombres salen a fumar un pucho a los pasillos o van al baño”. Llegué a casa y anoté la frase. Tenía un personaje de mi novela anterior, Marcia Meyer. Una locación, el Sindicato. Por ese entonces Ni Una Menos estaba en su apogeo y empezaba con fuerza el reclamo por la legalización del aborto. La realidad se metía con fuerza en mi computadora.

En cuanto al proceso de escritura, Piglia decía algo muy sensato: se narra una investigación o se narra un viaje. ¿Qué otra cosa de puede narrar? Una novela policial se desliza con cierta facilidad las primeras veinte páginas porque tenemos la posibilidad de plantear, sin llegar a la trama, lo que él llamaría “el ambiente”. En general las novelas negras eligen uno definido (una universidad, una editorial, una clínica), se hace una investigación somera de cómo funciona ese ámbito y tiramos un muerto. La entrada, entonces, tiene un atractivo especial porque despertamos un interés en una locación particular, se da a conocer información sobre un mundo determinado. Elegí el sindicato como podría haber elegido otro espacio cerrado donde se establecen relaciones de poder.

 

Ahora te pregunto por Rodolfo Walsh, por Esa mujer y por ¿Quién mató a Rosendo?

Me interesa la relación de Walsh con la verdad, cómo trabaja esa zona indeterminada donde se cruzan la ficción con la verdad. “Quién mató a Rosendo”  fue en principio una serie de notas publicadas en el Semanario de la CGT a mediado de 1968. Su tema de superficie es la muerte de un dirigente llamado Rosendo García, pero el tema profundo es el drama del sindicalismo, cómo la dirigencia manipula para conservar el poder. Mientras lo leía encontraba no pocas semejanzas con el sindicalismo actual: en Walsh la publicitada carrera de dirigentes  cuyo arquetipo era Vandor tenía como contrafigura la lucha de los auténticos militantes de base.  Desde esa lectura pensé “Cupo”, cómo se manipula el poder sobre la representación de las trabajadoras. También me llevó a preguntarme cómo era el lugar de las mujeres en el sindicalismo argentino. Existe una ley, la 25647, que asegura la representación femenina, pero su letra no escapa a las prácticas machistas ni a la violencia de género que observamos en otras instituciones. Y en este caso en particular, en el  no cumplimiento del cupo femenino, hay algo de gatopardismo: el sistema se ocupa de incorporar el discurso feminista para que nada cambie.

Todo comienza en el marco de una movilización de un 8M. La mujer, cómo tal, están en el centro del relato, ocupando distintos roles: Sonia Valle, la víctima. Obviamente, Marcia Meyer, la protagonista. La bobe, Carola, la Pato, Marcela… Por un lado está la cuestión de género, la desigualdad y la violencia contra la mujer. Pero también está el rol que desempeña la mujer en la sociedad: la mujer de prensa, la fiscal, la diputada. Te pido que nos hables, aunque más no sea a grandes rasgos, de lo que ellas representan.

No sé si cada una de las mujeres de “Cupo” representa algo, pero   me importa el lugar de los personajes femeninos como una forma de posicionarme en la misoginia del género. En el policial clásico todas las mujeres son víctimas. Así ocurre con la madre y la hija en “Los crímenes de la calle Morgue”, en “La carta robada” o en “El asesinato de Marie Roget”, los cuentos inaugurales de Poe. En el género negro, como en todas las novelas de Chandler, son las asesinas o las que conducen a los hombres a la perdición. Me propuse pararme en un discurso antipatriarcal, sin olvidar que en la Argentina el género tiene algo de bizarro,  opera en los bordes, cruzado con otros registros. Me parece que de lo único que hablan las novelas negras, el único enigma que proponen, es el de las relaciones capitalistas. Agrego: y patriarcales.  En ese sentido, deben ser leídas como síntomas, de manera contradictoria.

Me parece que las relaciones de dominación son materiales y sobre ellas se establecen discursos. Uno es el literario. Rita Segato señala, con gran lucidez, que los hombres hacen a las mujeres lo que el sistema hace con ellos. Creo que el género negro todavía tiene mucho que decir sobre los personajes femeninos. Nuestras narradoras abrieron el fuego: Claudia Piñeiro, Selva Almada, Gabi Cabezón Cámara, Alicia Plante, Eugenia Almeida, Tatiana Goransky, Inés Arteta, Melina Torres, entre otras escritoras talentosas, van en busca de nuevos paradigmas.

 

La maternidad es otro de los temas que toca la novela. Son varias las madres que aparecen en esta historia y, por cierto, el vínculo materno- filial parecería ser distinto en cada caso. En fin, me interesa poner el foco sobre el vínculo entre Marcia y Vera.

La maternidad  es un punto que me parece interesante.  ¿Qué madres tenemos en el género negro? Aclaro que no soy lectora de policiales, leo autores. Si el tono no me engancha, tampoco lo hará la trama. Mi canon va por el lado de Goodis, Thompson, Mc Coy. Sus madres, aunque sean  de reparto, me parecen logradas y funcionan como pilares poderosos del relato. Por ejemplo el personaje de Ma Grisson, la madre del sádico Slim en “No hay orquídeas para Miss Blandish”, la novela de Chase. O Mamá Santis, en “La huida”, de Jim Thompson. Un tercer personaje sería el de Mildred Pierce, en “El suplicio de una madre”, de James Cain. Todas  madres terribles, con relaciones devastadoras con sus hijos. En “Cupo” intenté traer la maternidad acá y ahora, trabajar el vínculo de una periodista con su hija adolescente, las complicaciones cotidianas que esa relación supone. Y sin adelantar nada, me interesó desarrollar cómo, de a poco, madre e hija  logran un acercamiento. Con Marcia Meyer rendí un pequeño tributo al  personaje de Frances Mc Dormand, la policía embarazada de  “Fargo”.

 

La amistad. Te pido una reflexión

Me gusta fantasear con  cierto grado de solidaridad entre mis personajes, como la de Marlowe con Terry Lennox en “El largo adiós”. Chandler dice que un narrador en primera persona no debe tener una muy buena opinión de sí mismo, debe ser bastante impiadoso sino da la impresión de ser una persona engreída. Para evitarlo hay que dejar que otros  se lleven los aplausos, poner los remates a cargo de los otros. En “Cupo”, esa función la cumple Carola.

Con Jorge Yaco y el fallecido librero Paco Camarasa en la Semana Negra de Gijón.

La novela cuenta con páginas que suman descripciones, muchas de ellas son pinceladas de hechos sociales. Habría un aspecto testimonial en ello. Me gustaría que ampliaras la idea.

Respecto a las descripciones,  pienso con imágenes. En “Cupo” está la marcha, el florista, los camiones, los drones, la cara de Evita colgada en un acoplado, el rugir de los parlantes, zapatillas sucias, carteles, bocinas, gritos. Siempre tengo presente  los detalles, los benditos detalles. Carson Mc Cullers decía que importaba más si el camisón de la muerta tenía florcitas que el nombre del asesino. La duquesa de Guermantes no puede asistir al entierro de Swann porque no encuentra sus zapatos rojos… La idea de “Sangre fashion” surgió después del derrumbe de un edificio en Bangladesh, donde cientos de mujeres cosían para las grandes marcas. “Noxa” empezó con  otra imagen: ver la consecuencia de una fumigación aérea sobre unos árboles añosos. Y descubrir un pozo donde se acumulaban bidones de agrotóxicos.

 

Catering. Geriátricos. Funerarias. Sin entrar en detalles, te pido una captura de pantalla.

El estado delegó desde hace más de setenta años la atención de la salud de los trabajadores en los sindicatos. Esto permitió una acumulación un capital que busca, como cualquier otra empresa, la expansión de sus negocios  para su supervivencia. Dice Mark Fisher en su libro “Realismo Capitalista” que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Sin hacer juicios morales ni éticos, la acumulación del capital tiene sus reglas…

 

Por último, como imaginaste la interna gremial en el proceso electoral. Me refiero a la transa entre Trujillo y Silva ¿advertís una continuidad de estilo, no obstante el pase generacional?

Me preguntás por la transa. Creo que el pase generacional no garantiza, per se, una ruptura de los condicionantes sistémicos que tiene el complejo mundo  del sindicalismo. La moral suele verse avasallada por los acontecimientos y en eso podemos volver a las reflexiones de Walsh en “¿Quién mató a Rosendo?”: “El gremio se convierte   en aparato. Todos sus recursos, económicos y políticos, creados para enfrentar a la patronal, se vuelven contra los trabajadores. La violencia que se ejercía para afuera, ahora se ejerce para adentro. A medida que las alianzas se perfeccionan, a medida que se expanden a todo el campo gremial y disputan la hegemonía política, el aparato es todo. Cuando se extiende, cuando la negociación invade los últimos rincones del sindicalismo, se produce la quiebre entre los dirigentes y sus bases”.

Me interesa el género negro como un punto de partida, como una forma de pensar la realidad. Los autores que admiro, los que me moldearon como narradora, contaban a la vez la historia individual y la historia colectiva. Si no miramos lo que pasa alrededor no nos perdemos sólo la historia colectiva: olvidamos la íntima, secreta, casi clandestina, que nos depara la posibilidad de crear.

 

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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