Leandro Calle dirige la biblioteca marroquí editada por Alción y ha traducido dos antologías poéticas de Abdellatif Laâbi al castellano.

La presente conferencia fue dictada en la Universidad Sidi Mohammed Ben Abdellah en la ciudad de Fez, Marruecos en enero de 2014, para la Maestría de traducción de dicha institución, cuyo director es Ahmed  Benremdane.

Muy buenas tardes a todos y a todas. Antes que nada quisiera agradecerles poder compartir con ustedes este encuentro y pedirles disculpas por no poder expresarme en la bella y melodiosa lengua de esta tierra marroquí.

Vengo de un país joven que conoció su independencia recién en el año 1816. De nuestros pueblos originarios queda muy poco. Por un lado, no fueron civilizaciones tan perfectas como la incásica o la azteca; pero fundamentalmente porque estos pueblos originarios, fueron avasallados y reducidos por la colonización española y más tarde por la mal llamada “conquista del desierto” en donde un militar como Julio Argentino Roca, dos veces presidente de mi país, determinó que había que arrasar con lo que se entendía como barbarie. Se construyó así un discurso en torno al indígena, discurso abonado también por la elegante prosa de uno de los mayores escritores de esa época como fue Domingo Faustino Sarmiento.

En síntesis, la Argentina, terminó conformándose a través de las grandes olas migratorias de finales de siglo XIX y principios del XX que provenían de Europa en su mayoría.

En tono de broma suele escucharse que si los mexicanos vienen de los aztecas y los peruanos vienen de los incas, los argentinos venimos de los barcos.

Mi país se constituyó así en un crisol de razas fundamentalmente de origen español e italiano. Asimismo, hubo importantes migraciones de polacos, rusos, franceses, ingleses, sirios y libaneses entre otros.

Creo que cuando uno traduce o realiza una traducción, hay siempre un acto de irreverencia que al mismo tiempo convive con un acto casi sagrado de piedad, de respeto por la belleza. Cuando traducimos, es necesario conocer el ethos cultural de un pueblo, o al menos acercarnos a él. La amalgama que reúne el espíritu de un pueblo tanto del que se traduce como de aquel al que está dirigida la traducción.

Con ethos cultural me refiero al espíritu cultural de un pueblo. En griego esta diferencia viene marcada por el uso de la letra épsilon y la letra eta. Con épsilon, ethos se relaciona con la ética y las costumbres de un pueblo, ética en su sentido mayoritariamente conocido (no necesariamente aplicado) y con eta, esta idea de espíritu cultural de un pueblo, su manera de habitar el mundo. Este último concepto es el que me interesa y el que en Argentina fraguó como un término cultural de índole filosófica a partir de la década del ’70.

Quisiera contarles cómo me encontré con la literatura marroquí y particularmente con la poesía de Abdellatif Laâbi.

Marruecos era para mí un país desconocido. Un viaje de naturaleza turística comenzó a revelarme todo un otro mundo que mis ojos occidentales no habían descubierto. Siempre compro libros en mis viajes y si el idioma me lo permite, compro poesía. Compré algunos libros en Fez pero fue en Rabat en donde conseguí lo que buscaba. Entre los libros que adquirí que fueron cerca de 10 o 15, allí estaba Les fruits du corps de Abdellatif Laâbi. Lo abrí al azar y encontré el siguiente poema:

 

Aquel que nunca

haya gustado lo prohibido

que me arroje

la primera manzana

 

Celui qui n’a jamais/ goûté à l’interdit/ qu’il me jette/ la première pomme

 

Ese solo poema, bastó, para que cerrara el libro y dijera: lo llevo. Ya de vuelta en mi casa, comencé una lectura pausada del libro de Laâbi y de otros. Pero los otros fueron poco a poco abandonados y Los frutos del cuerpo, comenzaron a ofrecerse con toda su potencialidad literaria. La traducción, llegó como un deseo. No me considero un traductor profesional. De cuando en vez traduzco lo que creo que pueda ser un aporte a nuestra literatura. Y así fue que durante un largo tiempo, todas las mañanas entre seis y media y siete y media, me sumergí en este libro y me dejé llevar por su cadencia, por su belleza. Los buenos libros de poesía poseen una virtud y es que dejan hablar a la poesía. Es la poesía quien habla allí, se muestra, se revela.

El trabajo llevó algún tiempo y entre tanto pude contactarme con el poeta Laâbi y mantener con él una correspondencia respetuosa, asidua y muy fructífera para mí. La propuesta de introducir en Argentina la poesía de Abdellatif fue muy bien recibida y al cabo de un año y medio aproximadamente publicamos el libro en Córdoba.

 

La belleza o mejor la percepción de la belleza, casi siempre quiere ser compartida. Creo que de ahí viene el primer indicio de una traducción. Uno quiere que los otros conozcan lo que uno ha conocido. La belleza que se comparte es más bella que la belleza en soledad. Y así comienza entonces el trabajo, porque es un trabajo que requiere esfuerzo, más en poesía donde es necesario re-crear el poema en la lengua de uno. A mí se me hizo necesario conocer el contexto, los alrededores del poema, el sujeto que lo escribe. Y en eso andamos. No es una tarea que termina. Enamorarse de una cultura es como enamorarse, puede llevarnos toda una vida. Un poeta amigo que se llama Julio Bepré tiene en un breve ensayo una simpática lectura de la traducción: refiriéndose al ya conocido apotegma popular: traduttore-traditore, dice: “Modifiquemos entonces la expresión que inicialmente señaláramos y digamos simplemente traduttore, servitore”. Yo aspiro, -no sé si lo he logrado bien- a encontrarme no en el camino de los traidores a la palabra poética sino, -todo lo contrario- aspiro a estar entre los servidores de la poesía. En este sentido, traer a la lengua castellana, a nuestra América Latina la poesía de Abdellatif Laâbi es un servicio que además me ha hecho muy feliz. Es también compromiso y responsabilidad por la hondura de la poesía de Laâbi. Entonces creo que un primer aspecto de la traducción es este de  un acto de servicio a la cultura.

 

Otro aspecto que me parece importante de la traducción es el aporte en materia de oxigenación que hace en la literatura local. Me refiero aquí a la literatura de mi país y particularmente a la de mi provincia. Muchas veces el enrarecimiento del aire literario que se da por diversos factores, entre ellos cierta endogamia cultural que no abre ventanas a otras realidades y se consume en su propio jugo, erige un corpus literario que comienza a perder oxígeno. Si bien los resultados de un ecosistema propio pueden ser buenos, con el tiempo, se corre el peligro del agua estancada, el agua que no recibe otros movimientos y flujos más que el propio. En este sentido, la traducción, es muchas veces una ventana abierta que ventila, oxigena y trae nuevos aires a la literatura local. Asimismo, también la pone en crisis. Y esto último, definitivamente es bueno y saludable. En el caso de Abdellatif Laâbi, resulta significativo que sólo se haya editado en América Latina en Venezuela y ahora en Argentina. En Venezuela a través del prestigioso sello editorial Monte Ávila y en Argentina Alción Editora. Me pregunto ¿Por qué un autor como Laâbi, cuya obra está vinculada a los procesos socioculturales de América Latina, no ha sido debidamente traducido? Es más, me surge otra pregunta ¿Qué encontramos en América Latina y particularmente en Argentina de la rica y variada literatura marroquí?

Hay que decir que en muchos casos  la literatura marroquí nos viene mediada por España y esto es bueno en un sentido, el sentido de servicio del que hablamos anteriormente, pero también es cierto que no es lo mismo la mirada española sobre la literatura marroquí que la mirada latinoamericana. El punto de partida, la mirada, el “desde dónde” creo yo que es diferente. Completamente diferente.

En mi país existen por ejemplo, traducciones en la conocida editorial Losada de Abdelfatha Kilito y luego en el sello Kaicrón otra traducción de Kilito realizada por el querido amigo Saïd Sabia. Se editó por Alción Abdellatif Laâbi y Abdelkader Chaui. Pero los interrogantes son muchos y diversos. Por qué no se ha traducido y editado a autores como: Mohammed Choukri, Ouidad Benmoussa, Driss Chraibi, Mahi Binebine, Fouad Laroui, Mohammed Berrada, Aicha Bassry, Fatima Mernissi, Mohammed Loakira, Mohammed Lahchiri, etc. La lista podrí ser mucho más extensa y seguramente mi corpus marroquí, que se haya mediado por las ediciones francesas y españolas, sea exiguo y breve dejando en el olvido a un sinnúmero de excelentes escritores.

Esta problemática y esta constatación es compleja ya que se deben tener en cuenta diversos factores como la lengua, el mercado editorial, las políticas culturales, etc.

Considero que el ingreso de la literatura marroquí en la literatura de Córdoba, lugar donde resido, es algo no solamente novedoso sino beneficioso para todos.

Vuelvo sobre la traducción y sobre  Abdellatif Laâbi en particular, y encuentro también un tercer aspecto que tiene que ver con lo político y lo social. Y que me parece fundamental en relación a los procesos sociopolíticos de América Latina. Esta vinculación desde lo social y lo político puede encontrarse ya desde la creación de la revista Souffles. Desde finales de los ’60 hasta muy entrados los ’80 América Latina sufrió al unísono, la opresión de las dictaduras militares, dictaduras organizadas por las fuerzas golpistas de dentro pero también apoyadas directamente por Estados Unidos. Mi país sufrió durante siete años uno de los momentos más oscuros de su historia con un resultado de 30.000 desparecidos, muchísimos torturados y un descalabro económico y social sin antecedentes en la historia democrática de Argentina. La literatura, como en muchos otros lugares, se convirtió en un lugar de resistencia. Y eh ahí un vínculo muy fuerte con la obra de Abdellatif Laâbi. La resistencia contra todo tipo de tiranías, contra la tortura y el asesinato y la apuesta por un mundo fraternal, humano, multicultural y amplio.

Me permito citar un párrafo de una conferencia de Laâbi en el Instituto Cervantes de Rabat en el año 2012:

“De todas las música que me dicen algo (clásica, jazz, árabe, notablemente las canciones de Mohammed Abdelwahab, etc), no es necesarimente la marroquí la que me emociona al punto de sacudirme, sino el tango. Y ahí, no es necesario querer explicar lo inexplicable. La relación de cada uno de nosotros con la música es compleja, compete  casi al misterio. En cuanto al factor político, comporta a su turno un elemento musical : el descubrimiento de la Canción de protesta de los años setenta y ochenta : Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti, Violeta Parra, el Cuarteto Cedrón, Quilapayún, etc. Ese movimiento musical que acompañó las luchas contra las dictaduras militares resonó en mí muy fuertemente en la época en que en Marruecos vivíamos las mismas pruebas : desapariciones, tortura, prisión, camaradas caídos en el transcurso de la lucha.

Desde entonces, sentirme argentino en un momento dado no tenía nada de aberrante. Aquello expresaba la adhesión a una cultura, las luchas ejemplares que me fueron de un gran auxilio primeramente durante mi momento de prueba en la cárcel, luego en mi labor de escritor y mis combates de ciudadano intelectual.”

 

El tema de la poesía y el compromiso social es un viejo tema de la literatura. En mi país se llamó por momentos poesía social o poesía comprometida. La frontera, el límite entre la literatura social y la literatura panfletaria es muy lábil. Para cualquier escritor lo más importante es que una poesía (por poner un ejemplo) sea primeramente eso, una poesía. El panfleto, siempre pone a la literatura en segundo lugar, la usa, la utiliza como vehículo para transportar una idea. La poesía y la literatura comprometida es primeramente poesía, literatura. Tal vez su compromiso venga dado, por el compromiso del sujeto. Quien se compromete no es la obra, es el sujeto. En todo caso, lo que sí podemos decir, en este tema de por sí complejo, es que la obra de Laâbi está atravesada por la experiencia personal y el compromiso,  entonces surge una obra que lejos de ser artificial es auténtica, es clara por sí misma y al mismo tiempo es contundente en su compromiso con la palabra, la palabra arraigada en este mundo.

Y quisiera a partir de este compromiso raigal con la palabra poética, enunciar un último aspecto que se desprende del anterior y es la apuesta a una escritura que testimonia una fraternidad universal reconociendo no una sola matriz cultural, sino una diversidad cultural que lejos de enfrentarnos nos reúne. Laâbi, cierra su conferencia con estas palabras:

“En estos tiempos de doblez identitaria, de estrechez del pensamiento y de las ideas de moda, el escritor debe, en honor a su función, estar en extrema vigilancia, buscar lo universal en sí y en el otro, todos los otros, la defensa de los valores en condiciones de volver a darle un sentido a la vida y reconstruir la fraternidad humana”.

 

Traducir mis queridos amigos marroquíes, ha sido en mi caso un trabajo que me ha hecho feliz porque me ha permitido conocer parte de la riqueza cultural de un pueblo como el vuestro. Traducir que es para mí, un acto de servicio se ha convertido también en un acto de amor. Porque lo que aquí compartimos es la palabra. No quiero dejar de agradecer a quienes generosamente me han invitado a compartir la palabra: Saïd Sabia, Ahmed Benremdane y Nordin Achiri.

Termino con unos breves versos de la poeta uruguaya Circe Maia:

 

Pero ahora y aquí y mientras viva

tiendo palabras-puentes hacia otros:

hacia otros ojos van y no son mías

no solamente mías:

las he tomado como tomo el agua

como tomé la leche de otro pecho.

Vinieron de otras bocas

y aprenderlas fue un modo

de aprender a pisar, a sostenerse.

 

Muchas gracias

Sobre El Autor

(Zárate, 1969) Poeta y traductor. Reside en Córdoba. Docente universitario. Sus últimos libros de poesía son: entonces (Alción Editora, 2010). Blasfemo (Alción Editora, 2013), animalia urbana (Dínamo poético, 2014), elijo (Alción Editora, 2017) y país (Alción Editora, 2018). Cuatro de sus libros fueron traducidos al francés por Yves Roullière bajo el título: Une lumière venue du fleuve et autres poèmes (Ediciones Atopia, 2016 y Recours au poème, 2015) Como traductor ha traducido a Guy de Maupassant, y a los poetas marroquíes Abdellatif Laâbi, Siham Bouhlal y Miloud Gharrafi. También a los poetas francófonos Anissa Mohammedi de Argelia y Gabriel Okoundji del Congo (Brazaville) Dirige para Alción Editora la Biblioteca de autores y temas marroquíes y para Editorial Babel los Clásicos de Babel.

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