Irlanda. Finales de los sesenta. 

Cliffs de Moher. Escenario irlandés por excelencia -después de los bares, por supuesto-. Arlana está teniendo su primera vez con su pareja, cuando a él le da una suerte de paro, se vuelve frío y se queda duro. Ella va corriendo a su casa y su padre, en vez de asustarse o buscar ayuda, celebra y desenfunda una lanza celta. 

Ha llegado la hora de recuperar el poder del Escalofrío. 

Actualidad.

Tres chicos en un bar. Bananas. Con el plan de comerse la noche de NY, de ganarse una chica. Y hay una que les llama la atención. 

Primer problema: todos ven a la chica diferente. Ven a la chica por la que perderían la cabeza, de acuerdo a sus preferencias barra gustos. 

Segundo Problema: lo de perder la cabeza termina siendo literal para al joven que se va con ella, previo coitus interruptus -no por seguir un método anticonceptivo- sino por esa figura medieval diciendo unas palabras en gaélico -supongo- y que termina por atravesarlo con una daga bien celta justo en el chroí -”corazón” en gaélico, para que vean que sé algo de gaélico-. Después vendrá el despedazamiento y colocaron la cabeza en un árbol . Continúa las bases de un ritual milenario, pero si algo nos enseñó el cine, es que nada es lo suficiente llamativo hasta que pisa La Gran Manzana.

Así se sucederá esta reversión de petit mort sin la parte divertida, hija y padre irán deshojando cuerpos en pos de la inmortalidad.

 

El sobreviviente.

Siempre tiene que haber alguien que sepa un poco más, pero claro, que nadie le crea. El que sobrevivió a la bestia, el que estuvo en sus entrañas. ¿Recuerdan la pareja que les conté al principio? Bueno, el hombre sobrevivió. Gracia de Arlana o de la suerte divina. Terminó viviendo en Boston, porque, ¿qué mejor olvidarse de las raíces irlandesas que casi lo destruyen yendo a la ciudad más irlandesa de Estados Unidos?

Allí devenido en un policía con pensión por su inestabilidad mata los días alcohol y pelea de por medio hasta ver las historias que le recuerdan a su ex. Y no en el buen sentido.

Así que un viaje después llega a NY a tratar de advertir a la policía.

“Asesinos en serie que congelan a la gente antes de matarla. Arlana y su padre son protectores del Escalofrío. El sexo los congela para que después puedan sacrificarlos”.

Se le cagan de risa y lo toman por loco. ¿Ustedes no harían lo mismo? 

(Bueno, quizás en este mundo actual…no. Ya todo nos parece posible)

Sí. Ya lo vimos en otro lado. ¿Y qué? Los clichés se usan porque funcionan. 

Jason Starr y el dibujante italiano Mick Bertilorenzi nos entregan este noir sobrenatural erótico -porque por acá hay tanto sexo como sangre-, una reapropiación del concepto de Femme Fatale que Bertilorenzi retrata como los Dioses -y con una pluma que recuerda de a momentos al argentino Eduardo Risso-.

Así que andan buscando una de asesino seriales con mitología detrás, el Escalofrío es para ustedes. De lo mejorcito de Vertigo Crime.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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