Gabriel Okoundji es poeta de dos ríos. Nacido en la República del Congo, en 1962, su voz emerge del África Negra como un canto cosmogónico que participa de la poesía universal. Vive en Francia, es psicólogo clínico en un gran hospital de Burdeos y responde, en armonía con su identidad, al título de Mwènè, a través del cual se aferra al misterio de la iniciación y el vínculo con los ancestros. Dice él que cuando el nombre concuerda con aquel que lo lleva, entreabre el camino de todas las almas.

La naturaleza se despliega por completo en sus páginas. El caracol, el flamenco, las hormigas, la luna, el sol, las lluvias, el viento, el bosque, el desierto, las estrellas… El ciclo de la vida se hace carne en sus versos, así como la correspondencia entre lo visible y lo invisible, representada especialmente en la figura del árbol. Esta fauna y flora personal que constituye su poética lleva en el centro a la pantera: “pero he aquí que la sabana ha perdido el rostro de la pantera”.

El poeta se nutre de sus ancestros y crea una voz propia en la unión de dos lenguas que lo definen, el tégué y el francés. Okoundji es guía y portador de una palabra anclada en la oralidad, que es la del pueblo bantú. Y escribe por necesidad de sostén. Para él, el conocimiento es un don, y el hombre no tiene sino la palabra para curar el dolor del alma y reparar el error del espíritu. No es poeta del exotismo, ni tampoco hermético, aunque el misterio esté presente en su obra, tanto como el asombro.

Es la impecable traducción de Leandro Calle, en edición bilingüe de Pre-textos, la que nos acerca, en un acto profundamente político, una poética que se corre del cánon eurocentrista y nos hace partícipes del diálogo entre tradición ancestral y modernidad occidental a través del canto mudo del universo.

 

“el corazón que habla, habla siempre en su lengua materna”. El francés y el tégué conforman tu poética, ¿cómo conviven en vos ambas lenguas?

Como escribí en uno de mis libros, tengo dos lenguas maternas. Entiendo por lengua materna el idioma que un escritor elige libremente en su búsqueda, para nombrar, describir y decir los sonidos de los corazones de los Hombres. En el Congo, donde nací, aprendí primero a hablar tégué, mi idioma parental, ese que me permitió nombrar la luz, la sombra, la alegría, la tristeza, el mundo que me rodea. y mis primeras emociones. Luego, a los seis años, me enviaron a la escuela. Empecé a aprender francés, mi idioma de enseñanza. Él me permitió comprender las matemáticas, la geografía, la literatura, la extensión del universo, etc. Eso me dio una gran riqueza. Cuando la búsqueda poética se me impuso, entonces, creé deliberadamente mi propio idioma, que yo llamo mi lengua materna. Se encuentra en la intersección entre el tégué, mi idioma parental, y el francés, mi idioma de escritura. Estos dos idiomas fluyen armoniosamente en mí. Cuando uno de ellos invoca, el otro evoca, cuando uno da, el otro recibe, y viceversa. Allí reside el equilibrio de mi poesía.

 

En las estrofas no traducidas del tégue que abundan en tu obra hay un misterio que se manifiesta impenetrable en el que, al mismo tiempo, algo se ilumina. Vos te definís, antes que como poeta, como un Ndjimi, un orador, portador de la voz de los ancestros. El vínculo entre oralidad y poesía permanece particularmente estrecho en tu obra: “sobre este continente, la mirada revela que la mañana de la palabra se encuentra todavía por todos lados”. ¿Por qué se da este fenómeno? Contános sobre ese vínculo en tu tierra, por favor. Por otra parte: “–Ampili, ¿lo ignoras? Las grandes palabras permanecen mudas.” / “Ella dijo: Entre todos los lenguajes disponibles –los iniciados lo saben– el silencio está del lado de aquellos que honran el enigma.” ¿Qué tándem articula poesía y silencio?

Tu pregunta es amplia y difícil, pero intento responder. Sí, siempre he dicho que, sobre todo, soy un bardo, un Ndjiimi, un orador, de pluma en mano. No escribo poesía sino por necesidad de apoyo. Y me siento como un intérprete de las voces de los antiguos, oradores esenciales y portadores del aliento de los lugares donde nací. Entre estos ancianos, la contadora de historias Ampili, y Pampou. Y este vínculo con mi tierra proviene de esta evidencia. Ampili me enseñó que dudar es dar un paso. Ella también me enseñó a caminar erguido y derecho a pesar de las inconsistencias de la tierra. Pampou me enseñó a escuchar en el pájaro que llora las palpitaciones de mi corazón y a escuchar, del viento, el aliento de todos los sonidos de la tierra. Tomo de ellos lo esencial que funda mi búsqueda poética, muevo la cabeza al ritmo de sus palabras y no sé hablar genuinamente más que la lengua que ellos me enseñaron.

En cuanto a tu última pregunta sobre el tándem poesía y silencio, responderé que la poesía es la palabra del silencio. El poeta es el hombre que habla a la palabra pero también al silencio del universo. Y tanto la palabra como el silencio siguen siendo un enigma. He abordado este tema varias veces en mis libros, por ejemplo en el poema “Du chant sur un air du silence”, que comienza con los siguientes versos: El silencio es lugar de todos los lugares / palabra de todas las palabras / espacio de vacío / vacío de todos los espacios…

 

Los ancestros cumplen un rol fundamental en tu poética, que resulta profundamente universal y en diálogo permanente con la modernidad. “Mi palabra es memoria de los Ancestros”. ¿Cómo se da ese diálogo? ¿Cómo se encuentra tu obra con la modernidad occidental?

¿Sabés ? Vivo en Francia, en la región de Aquitania y -hecho exceptional en la literatura africana- tres de mis libros han sido traducidos al occitano y mis poemas se publican en euskera, dos lenguas regionales de Aquitania. Y mis libros se tradujeron a otros idiomas, español, inglés, italiano, finés… En esto, suscribo a esta máxima del portugués Manuel Torga: lo universal es lo local menos las paredes.

 

Decís, también, que tus ancestros te hicieron comprender la luz de la palabra y “observar el espíritu de la palabra que da señales, objetivamente, del lado de la intuición que lleva al hombre hacia su manantial interior –y todo manantial tiene por vocación el apogeo de su curso.” ¿Cuál es la vía de acceso al espíritu de la palabra?

Las vías de acceso al espíritu de la palabra son numerosas. Corresponde a cada uno de los mortales que somos definir su propio camino. Yo soy Mwènè, es decir, iniciado. Un Mwènè es un Hombre al que se le enseña a observar el aliento de la palabra. Cuando estoy de vuelta en mi país, el Congo, y especialmente en mi región, e incluso en Brazzaville, dejo de ser el poeta, el psicólogo, el profesor universitario, estos títulos que aquí en Occidente constituyen mi identidad. Entonces, todos los que me conocen o conocen la tradición me llaman Mwènè Okoundji, o simplemente Mwènè. El Mwènè es un hombre investido de una carga espiritual y que, a diario, debe esforzarse por llevar la palabra fundamental, la que es esencial decir, la que llama al espíritu de quien la escucha. Esto es lo que trato de hacer en mis escritos.

 

Escribís en una carta dirigida a Jacques Chevrier: “El poeta no tiene país en ningún lado, su camino se extiende hasta el horizonte que revela el sueño de la vida, su cabeza es el globo terráqueo en estrecha relación con el cosmos de donde él saca su hálito.” Y también: “Soy mi tierra, Okondo es el espacio absoluto en donde mis primeros pasos caminaron hacia la vida.” Tus palabras anulan las fronteras. ¿Qué reflexión te merece el concepto de “patria”?

En efecto, el poeta no tiene un país del tamaño de un mapa. Su patria se encuentra en lo real que no tiene nada que ver con la realidad de las fronteras. El poeta es como el árbol. Y el árbol crece donde está su raíz. Cuando un árbol echa raíces en alguna parte, si lo desenterramos para traspasarlo a otro lugar, guarda memoria de la sedimentación inicial, el suelo, el humus y el barro que permitieron la savia original; todo esto no se borra. Por lo tanto, incluso en tierra extranjera, la raíz sostendrá cualquier árbol cuyo tronco sea permeable a toda la savia del universo. Así, el poeta en mí, que vive en la tierra de Aquitania, nutre su alma con otras palabras que traen también un fermento necesario para mi búsqueda.

 

“he aquí que la sabana ha perdido el rostro de la pantera” sentencia uno de tus versos inspirados en la majestuosa tierra de Mpana. ¿Podrías ahondar en esa idea?

Vengo de una familia Mwènès. Y para los Mwènès la pantera es un tótem. En mi casa la pantera es la dueña de la sabana. En este poema, “Plegaria a los ancestros”, invoco a mis antepasados en las tierras donde viven los tégués y que llamanos Mpana, para garantizar mi posición como hombre frente a las dudas que sentía en ese momento, en el cruce de mi existencia.

 

“el hombre no tiene sino la palabra para curar el dolor del alma y reparar el error del espíritu…”. ¿Dónde radica esa capacidad sanadora de la palabra?

Para mí, cada palabra dicha o escrita es una transmisión. Y la transmisión tiene un solo propósito: enseñar a las personas a confiar en su fragilidad, a sanar sus heridas. Y es aquí donde la palabra poética resulta de suma importancia. Porque considero que la vida es dolorosa solo en las fronteras externas de la poesía. No hay nada como el canto poético para hacer al hombre amar la bondad del mundo, para garantizar el brillo del fuego del universo, ponerse de pie a pesar de la herida, caminar, respirar; en resumen, para sostener la vida en tiempos de sol y en tiempos de lluvia. Es entonces a través de la palabra poética que la lucidez penetra en el alma humana.

“Sin embargo, mi poesía no es una poesía de la herida, ni de la revuelta. En ella tampoco habita la desesperanza. Es una poesía de iniciación. Siendo la iniciación la vía que revela la palabra que falta a la palabra, para que el hombre pueda por sí mismo aprender a tener confianza en su fragilidad.” ¿“La palabra que falta a la palabra” es acaso la poesía? ¿Cómo se construye la confianza en la fragilidad?

La fragilidad es inherente a todos los Hombres. Por mi parte, para aprehender la mía, recurrí a mis antepasados ​​y a mis dos maestros: Ampili, que sabía contar el cuento a la hora del cuento, y Pampou, que sabía cantar el proverbio con la cadencia del proverbio. Mis maestros no tenían la escritura del idioma, pero tenían lo esencial: la palabra de cada día que ilumina la mirada; el proverbio que fertiliza la luz necesaria, el cuento que irradia las virtudes beneficiosas del respeto por los ancianos, la naturaleza y los antepasados; el dicho que enseña al orgulloso que piensa que lo sabe todo a desaprender su conocimiento; la máxima que constantemente nos recuerda que nadie en el mundo tiene el monopolio de la vida ; etc. Esto es lo que me alimentó.

A pesar de eso, debo confesar la espesa oscuridad que aún cubre mis ojos ante las realidades de la vida. Todavía no sé cómo decir la palabra esencial. Esa que sería suficiente para alcanzar la plenitud. Puesto que la búsqueda humana no tiene límites, no tiene fin. No termina sino con la muerte. ¡Eso creo! ¡Nadie puede saberlo!

 

“Pampou (de nuevo) dijo: / El nombre es el otro rostro del ser: crea al Hombre, lo revela y posee sus secretos. (¿Quién osará objetarlo?) / Cuando el nombre conviene a aquel que lo lleva, entreabre el camino de todas las almas. (¿Quién osará objetarlo?)”. El nombre es revelador para muchas culturas: el nombre es el hombre. ¿Cómo se manifiesta en la tradición de tus ancestros el poder del nombre?

El nombre es lo que forja la identidad fundamental del hombre. Y esta realidad se ve en todas las culturas. En mi casa, los antiguos decían esto: nacemos una vez y morimos dos veces. La primera muerte es la muerte del cuerpo biológico, y la segunda es cuando no queda nadie en esta tierra para evocar, acordarse, recordar nuestro nombre. Esta segunda muerte es la más injusta. Podemos olvidar la cara, las acciones tomadas, el timbre de la voz, el tamaño, etc., pero olvidar el nombre borra para siempre nuestra existencia en el ciclo de la vida. Esta es sin duda la razón por la cual, para evitar esta segunda muerte, asignamos a las calles, edificios, aeropuertos, obras, etc., nombres de personalidades políticas, literarias, científicas, etc. De este modo permanecen siempre presentes y entre nosotros, no importa cuánto se hayan olvidado sus rostros. Así de importante es el nombre.

 

“confieso que la búsqueda del poeta ha de procurar al hombre que soy, la felicidad de ser uno mismo y el desafío de ser negro.” ¿Cuáles son los alcances de ese desafío? ¿Podemos hablar de una Geopolítica de la negritud?

Oh no, no sé nada sobre una geopolítica de la negritud. No son preguntas para el registro del poeta que hay en mí. Con esta frase, llamé la atención de los intelectuales de mi continente sobre la lucha contra la pérdida de los fundamentos de la cultura africana original. Porque los africanos sufrimos terriblemente por lo que yo llamo el sangrado de memoria. Muchos de nosotros ignoramos quiénes somos y nos cuesta asumir nuestra historia. Así que el deber del poeta en mí era decirles a mis compañeros: ¡Sean ustedes mismos! Es por ser uno mismo que uno es el mejor. Hacélo simple, recordá de dónde venís, no te quites las raíces. Alenté así la reapropiación de la herencia cultural de mitos, símbolos, oralidad, epopeyas africanas…

 

“madre mía oh madre mía ¿no lo sabes? la luna y el rayo fabrican el vértigo que corre bajo mi piel mi nacer aún no ha llegado –enumero sin cesar el número vacío de mi edad– mi alma es abismo de mi sangre color de nubes ardientes”. ¿Qué es el alma? ¿Cómo entiende el pueblo bantú el animismo?

Me considero animista, lo digo muy explícitamente en mi libro Au matin de la parole. Sin embargo, no puedo hablar en nombre del pueblo bantú, no tendría suficiente aliento ni habilidad. Simplemente voy a intentar evocar aquí mi iniciación. Primero diré que la iniciación es en todas partes del mundo una palabra permeable para aquellos que saben escucharla y transmitirla. Lo sagrado está incuestionablemente en todos los rincones del universo para aquellos que saben ver los signos del cosmos. Durante mi iniciación, por lo tanto, me enseñaron que la palabra es un bien precioso, que es un regalo: quien, como un niño ha aprendido a recibir, debe, a su vez, una vez devenido adulto, aprender a dar. Quien da se realiza, quien se realiza abraza la perpetuidad. En síntesis, entiendo por animismo la relación natural que el hombre en su camino establece con el mundo que lo rodea para garantizar su sentimiento interno, es decir, el alma de su espiritualidad. Así es como aprendí, como entiendo el animismo. Es una concepción cosmogónica flexible y generosa de la vida, capaz de integrar en su seno todas las ideologías y todas las religiones que contiene la tierra.

 

Selección de poemas

 

ROMA NO ES MÁS QUE UNA ESCALA

TODA la belleza del sueño reside en el elogio de un lugar no alcanzado

Todos los caminos llevan a la muerte. Roma no es más que una

escala. Solo está el grito que la tierra no devora

 

En el medio de las hojas muertas que caen al fondo del bosque

la montaña madura su soledad en el ombligo de un tiempo de sequía

tiempo de sequía: a cada noche su día

tiempo de lluvias: a cada día su noche

mañana, la aurora tendrá la edad exacta de los vocablos de la eternidad

 

En el día de la marcha, en la conquista del eco, está permitido

dudar de la semilla hasta el murmullo del grano –  La existencia

no necesita pruebas más allá de lo real. Ella es testigo

de su propio sendero frente a la amplitud de los presagios – pero nunca

dudar del suelo. Lugar de huella

 

El espacio de una vida se extiende en la necesidad de existir

entre dos intervalos abiertos (llamados Nacimiento y Muerte)

imposibles de señalar por copos de estrellas reunidas

en chispas de luz, hasta la exacta

medida del deseo humano:

 

diez mil años: es mucho tiempo – un solo instante ajustaría

su gloria al día, eso sería suficiente

un año: es muy poco tiempo – la llama de una estrella

tiene necesidad de horizonte y de tiempo. Su tarea demasiado preciosa

sigue siendo un trabajo inmensurable.

 

El tiempo enseña al tiempo que el hombre, el animal y el árbol

comparten, por partes iguales, los mismos secretos, la misma mortalidad

el mismo sueño, los mismos enigmas, la misma dignidad del alma,

de este modo el árbol, el hombre y el animal

ninguno posee el monopolio del más grande numerador

 

El tiempo enseña al tiempo que el mundo entero descansa

sobre las rodillas

de una hormiga. El hombre no conoce al sol sino de vista, le

faltan los favores de la experiencia de lo real.

Un sol que se busca en el cielo ya no es un sol

una luna que se busca en el cielo es una promesa cumplida

 

Pregunta: ¿cuál de entre estos dos intervalos cargados al tiempo

fecunda para siempre la vida en su plena plenitud?

¿Quién del Hombre

del árbol o del animal ignora las vanidades del cielo y de la tierra?

 

A cada ser su respuesta: su no, su sí, su silencio

no hay ausencia que obligue al olvido de la respuesta

pero es bueno que el proverbio sea dicho como proverbio

 

La pregunta sola es inmortal. Como el grito de un mortal

en la nobleza de su nacimiento. Cada nacimiento escapa

a todos los saberes, a todos los deseos pero todo nacimiento

es también esperanza de vida en su propio camino

 

La tierra es favorable a todas las savias del universo

ella solo puede dar al hombre lo que está realmente

disponible en la impermanencia del espacio donde se juega

el orden del mundo

 

Si la sombra es fiel a la sombra

si la luz lo es al secreto de la luz

si el grano reconoce su árbol

y si la corteza no niega la humedad de su tronco

la tierra inclinará su órbita para acordarse las alabanzas

de su rotación sobre ella misma

estas alabanzas son una palabra de tierra, una palabra sin rodeos

 

Una palabra sin rodeos no se desvía

para quien lo sabe, las cosas cambian constantemente

para quien lo sabe, muchas cosas aparecen como un gesto frente a la idea

para quien lo olvida, su leyenda de diversos rostros será sin nombre

 

La existencia entera es una promesa extraordinaria del don

el corazón que habla, habla siempre en su lengua materna

cada ser dispone de una luz haciendo florecer su propio recorrido

¡ningún mortal puede enseñarle a otro la canción de su vida!

 

Nacemos solos y se nace solo

los ojos abiertos sobre lo ancho del horizonte

el tiempo nos acoge

el más allá nos interroga

el suelo proclama la evidencia de nuestra venida al mundo

caminamos amamos soñamos y recorremos todo naturalmente

bajo la mirada eterna de ancestros y de dioses

 

Mirada velada, incierta, donde todo aún se calla en el locutorio de los mortales

mirada perturbadora, obscura pero prodigiosa dentro de la cual

en verdad, se colgó como sol en su bóveda celeste

el enigma de los hombres

inútil interrogar al enigma: “¡él tiene ya su respuesta!

 

Es al final del camino que comienza el caminar

quien no tiene buen pie no puede reconocer su pisada

la audacia del primer paso despierta la imposible búsqueda del espacio

solo se llama gloria, el período donde el dolor del cosmos

evita aquel del hombre

 

Pero cuando surge el ciego y mudo cruce de senderos

en el instante en que el cielo perturbado abandona su escala de luz

¡nosotros morimos! ¡simple caída de la noche!

y se muere solo, apartado del sueño del mundo. ¡Palabra de viviente!

 

Bajo las cenizas polvo de átomos cuyo destino

ignoramos

un homenaje es brindado sin orgullo a la herida de lo carente

llantos, lagrimas, ruegos y lamentaciones son el trofeo de los vivientes

 

Lo que hace que una piedra permanezca piedra entre las piedras

es una frase aún no mencionada en el imperio de los vivos

la palabra justa que bastaría decir para al fin cumplir el sentido

escapa sin cesar a la bella esperanza del lenguaje que fluye sin rostro

pero poco importa, la decepción pertenece al vigía de las cumbres

el hombre es un todo espléndido, queda por definir el umbral de su leyenda

 

Toda respuesta es palabra y toda palabra es numerosa

una lagartija llevando a una mariposa, eso es una palabra

un gallo llamando a la gallina, es también una palabra

el búho cantando su melopea a la noche es aún una palabra

la palabra no tiene padre, ni madre, ni ancestros

es inmortalidad divina, embarazo y crianza milagrosos

ella es espíritu de viento: ¡ningún mortal puede pedirle cita al viento!

 

El silencio es un don armónico que mana de las esferas del cosmos

un don que –¡Oh maravilla de las maravillas!– ve nacer en su honor

en la inmensidad del vacío y del vértigo, todos los vocablos del lenguaje

entre susurro y coro, entre parábola y grito, entre fervor y torpeza

 

El silencio es una epopeya del principio en la matriz de los orígenes

una epopeya que permanece palabra de todos: del árbol, del animal y del hombre

la palabra está pues, sin que lo sepa el humilde siervo del silencio curandero de almas

pero la emoción nacida de la palabra es música vibrante de acordes infinitos

bajo la dirección del silencio gobernante de la vida hasta el último suspiro

 

No me digas: todos los caminos llevan a Roma

Roma no es más que una escala entre las escalas, como Burdeos como Okondo-Ewo, como,…

todos los caminos llevan a la muerte, concédeme este axioma

 

El árbol, el animal y el hombre nacen de la arena: ¡lugar de huella!

se levantan, se encaminan, caen y regresan por siempre

a la arena- ¡lugar de la nada! – en el respeto de la vida: ¡memoria de la arena!

 

Las palabras le hablan a quien posee el don de conocerlas

la vida existe allí donde la muerte no puede acabar

no hay tristeza por un difunto que deja un heredero

el agua de una fuente no llena el río sino a medias

los iniciados lo saben, también se ha dicho que ellos no lo saben

 

El proverbio dice: «si tú sabes que sabes, tú no lo sabrás, si tú sabes que tú no sabes, tú lo sabrás»

los iniciados lo saben, también se ha dicho que ellos no lo saben

 

Iniciar, es aprender a dar con la mirada del hombre es dar el saber en toda la claridad del secreto.

Ser iniciado, es aprender en la luz de una memoria es aprender a recibir el saber entre el alba y el crepúsculo

los iniciados lo saben, también se ha dicho que ellos no lo saben

 

¿Y cuándo vendrá mi noche nocturna en la hora solitaria de mi día

qué quedará al canto del poeta vencido por la breve eternidad de un sueño

cuando mi cuerpo en su ímpetu vaya hacia el caos de la tormenta

al llamado del cielo y del gran espejismo de la muerte?

 

¿Y por qué lo pienso yo en esta mañana de verano del año dos mil siete?

El suelo de mi recorrido honra en el honor la elegancia de su trazo

si el poeta es un iniciado que se mezcla naturalmente con los iniciados

todos los iniciados son hombres ordinarios en el iris de la mirada:

¿quién de los mortales, puede decirse un hombre y no experimentar el estupor de vivir?

 

En los bordes de la herida el tumulto por desgracia no tiene suavidad

no se puede elegir entre uno y otro entre el cielo o su contrario

el dolor supremo es un remolino de astros en los confines del alma

¡quien sabe dormir cerca de un árbol conoce la incertidumbre de los vientos

toda vida en la tierra tiene que admitir su fin eterno. Palabra de mortal!

 

Iré al paso del hombre donde el peso de la luz ha perdido el sueño

estaré de pie frente al río majestuoso del círculo de la caída final

si el agua está baja, la atravesaré con mis dos pies, de una vez por todas

si el agua es profunda, no volveré hacia atrás:

un hombre con el corazón saciado casi no tiene pesares

 

Ancestros, la vida no nos preserva de la vida

¡ustedes lo saben!

el anillo del destino está en el anular de vuestra voluntad

¡ustedes lo saben!

mi canto es aquel del mortal que desea la noche en la hora de las lunas

es agradable encontrar agua cuando se tiene sed: decidme

¿quién contará mi memoria dormida en los párpados de las tinieblas?

 

Solo, alrededor de mi cotidiana soledad

le pregunto a mi alma en su necesidad de estar en el mundo…

 

V

MAJESTUOSA tierra de Mpana con barcos cargados de dolor

tierra nacida de la herida profunda de un corazón traicionado

tierra de cenizas, territorio de relámpagos inmensos

¿qué es lo que han hecho del aliento Tégué de tus maestros del fetiche?

 

Tierra de desgracia, la miseria del Hombre es ciega

los Mwènè anuncian el destino en lo más oculto de las almas

el destino todo silencioso está a la sombra de los ruidos de la noche

pero he aquí que la sabana ha perdido el rostro de la pantera

 

 

III

EL alba emerge esplendida y el día se abre

a la gloria de mis ojos

todo despierta a mi alrededor. El paso sin prisa del caracol

el canto de la cigarra que desafía a las fieras

esta procesión de hormigas que delimita las fronteras

–¡delicias del asombro!–

de pronto, de la cima de un árbol

cae humillada una hoja

aspirada por el abismo de la gravedad

 

una vida,…

toda una vida queriendo amaestrar el cielo

y he aquí que en un instante…

 

el alba revela a los ojos del hombre

la inconstancia de las cimas

en esta tierra que cambia en connivencia

con la caída

 

 

IV

EN mi pueblo las estrellas no tienen nombre

cuando niños, las designábamos por centenares de letras

su luz es fuente de una lluvia de relámpagos sin trueno

su luz madura la noche y su telón de sueños

 

y cuando llega la luna que revela la extensión del horizonte0

la risa y la pena de los niños interrogan el cielo

saber si la aurora será de luz viva

saber si el crepúsculo precede a la muerte

saber si… (fin del aliento)

 

de ahí de donde soy, una pared blanca se topa con mi mirada

me parezco a un pájaro que lucha a toda vanidad contra el viento

 

 

ESPÍRITU del viento

tú que soplas más allá del tiempo y del horizonte

tú que conoces la eterna eternidad del rostro lunar

tú que conoces el abrazo del aire fiel al ingenio de los mundos ilimitados

tú que conoces la estación lluviosa que ocasiona las grandes lluvias

tú que conoces el alma fuerte de un bosque que esconde el dolor

con su propio nombre

con su propia fauna

con su propia flora

habla de una vez por todas con tu palabra única

espíritu del viento

acepta la batalla

de esta llama que arde en el arder

 

la sombra es sombra

el destino es destino

¡basta!

 

el viento de la tarde se levanta siempre por la tarde

la noche engendra la noche

las tinieblas nacen de las tinieblas

 

 

ESPÍRITU del viento

ese flamenco que posa una sola pata adentro del lago

sabe que toda raíz no tiene sino un tronco.

 

llueve el cielo se afirma en el elogio de la bajeza hasta el final de la ignorancia

los Dioses hieren a las nubes con horcones. Tienen razón.

–¡los ángeles no son menos traidores por desgracia!

la lluvia cae feliz con la gloria de estar en el mundo

el sol ha huido y el vigía de los cielos atiza

la penumbra que se volvió

mensajera del dolor

soberbio enigma que obliga al Hombre a preservarse o preservar

–la gloria de la inocencia–

 

al final de lo desconocido de la vida

la luna está presente. Ella siembra un fulgor de luna en la leche de los relámpagos

el rayo es testigo. Ella entra en calor fuego a fuego en el lecho del torbellino

 

madre mía oh madre mía ¿no lo sabes?

la luna y el rayo fabrican el vértigo que corre bajo mi piel

mi nacer aún no ha llegado

–enumero sin cesar el número vacío de mi edad–

mi alma es abismo de mi sangre color de nubes ardientes

 

Gabriel «Mwènè» Okoundji, Antología poética, Traducción: Leandro Calle,

Editorial Pre-textos, Colección la Cruz del Sur, 2019.

Sobre El Autor

Licenciada y Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Escribe poesía, literatura infanto juvenil, y se dedica también a la dramaturgia. Se formó como actriz con Carlos Gandolfo, Augusto Fernándes y Pompeyo Audivert, entre otros maestros. Da clases de literatura, talleres de escritura y de teatro. Co-fundadora y Jefa de Redacción del portal Evaristo cultural, es editora del sello Evaristo Editorial. Como periodista cultural, colaboró a su vez en diversas publicaciones (Revista Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla -México-; Agulha Revista de Cultura -Brasil-; Hablar de Poesía -Argentina-, entre otras). Se dedica también al trabajo social. En 2019 recibió la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes para su proyecto Poéticas de la percepción / Entrevistas sobre poesía. Es parte del equipo de Gestión y políticas culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

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