Continuamos con una nueva reseña de la colección Vertigo Noir editada en español bajo el sello Panini Noir. En esta oportunidad nos encontramos con Ciudad de Brumas, un policial de época, ambientando en San Francisco en julio de 1953, Frank Grissel, detective privado con una cara que dice sabe aguantar un golpe -quizás demasiados- va por las noches charlando con prostitutas. Una de ellas aparece asesinada, víctima de un supuesto destripador de Frisco que anda por ahí abriendo en canal a mujeres, pero del que no se dice nada porque no es buena publicidad.

Pero claro, si hay un detective, hay un caso. Esta vez no es una rubia, -la rubia es la secretaría, pseudo pareja de Frank- sino una señora buscando a su hijita, que le entrega una foto, no la típica, sino el de su hijita en portaligas. Bizarro, cuando menos.

Digamos.

“No creo que mi hija este en problemas, era una santa, pero esta es la mejor foto que conseguí de ella”.

El detective la manda a borrarse -utiliza otras palabras, claro-, pero hay algo en este caso de una hija desaparecida que toca al bueno de Frank, quizás sin mucha sutiliza a la hora de explicar dónde. Así que después de putear y renegar, decide tomar el caso. Y salir a patear a ver qué encuentra en esas noches de SF por las que deambula perdido hace años.

El francés André Gide describía a las historias de detectives como historias en las cuales “cada personaje intenta burlar a los demás y la verdad aparece poco a poco a través de la niebla del engaño”.

En Ciudad de Brumas hay demasiada niebla y demasiado cliché que queda ahí, no toma cuerpo. Tenemos mafia china, mafia local, prostitución, drogas, sicarios, bares ocultos, demasiados secretos y revelaciones que no tienen pies ni cabeza, donde el efectivismo derrota a lo efectivo y las vueltas de tuerca se suceden solo porque la historia caprichosamente necesita que sucedan en vez de desprenderse de los personajes.

Que el argumento no sea predecible no siempre es algo bueno. Muchos de los títulos de Vertigo Noir traen ese aire de película de los cuarenta, serie B, con más insultos y desnudez, y giran sobre un mismo punto. Y no está mal. Ciudad de Brumas intenta sorprender saliendo de esa norma, y tiene dos o tres giros que son interesantes, pero que se ven embarrados tanto por su punto de partida como por su punto de llegada. Quedan a mitad de camino.

En Ciudad de Brumas las nieblas se comen hasta la identidad de un relato que no termina de tomar forma, hay pantallazos sí, pero que desaparecen antes de poder disfrutarse por completo.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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