Un relato de iniciación que se perpetua en el tiempo, porque la infancia puede acabar, pero el derrotero continúa para el protagonista de El Origen de las Cosas. A través de un relato cronológico de la vida Iván –o Londres, su seudónimo actoral– Juan José Luna nos entrega una vida ligada al teatro, a ponerse en el escenario, el que se tenga a mano, porque es una vida que quiere ser vista, ya sea en el circo, sobre una tarima, en Hollywood, o un porch, tomando cerveza y tratando de descifrar qué hacer con una gata que no se sabe intrusa o compañera.

“La infancia está hecha para creerlo todo” nos dice el narrador en un momento, y trata de aferrarse a eso, desde su Tepic natal hasta su Tijuana adoptiva. El humor, o a la mirada picara, es la carta fuerte de este relato que, sin embargo, no anula la ternura ni la desazón en esa lucha por triunfar ahí, bajo las luces. Hacer un espacio. Ser un rato otro para poder ser uno finalmente. Porque para este náufrago, la única tabla de salvación es el escenario.

Arranquemos por el principio, ¿cómo surge “El origen de las cosas”?

Me dediqué al teatro por doce años, en cuerpo y alma. Principalmente dirigía y escribía, opcionalmente actuaba. Doce años de carrera teatral me dejaron muchas historias. Desde que abandoné el teatro para dedicarme a la literatura, supe que un día iba a escribir sobre mis experiencias teatrales. El origen de las cosas no es una novela autobiográfica pero si recojo algunas anécdotas personales y la vida de Londres, personaje principal, corre en paralelo a la mía. En resumen, esta novela surge a partir de mi necesidad de hablar sobre la vida de un actor.

Me interesa hablar de la estructura de la novela; primero desde lo cronológico, pero además me parece interesante cómo trabajaste las elipsis; no es por spoilear, pero gran parte de los capítulos terminan en momentos fuertes, de cambio, de derrota podría decirse y después ya nos encontramos con ese personaje parado. Se saltea ese “tocar el fondo” o incluso ciertos hechos significativos. ¿Cómo trabajaste este recorte?

Como tú sabes, la literatura, en particular la narrativa, da razón de los hechos o actos oscuros de la vida del hombre. Una novela donde todo es felicidad sería un fracaso rotundo. No creo que nadie pudiera leer tal cosa. El origen de las cosas corre a lo largo de treinta años, treinta años de formación teatral y darse de topes con la vida. Mi intención era tomar los eventos cruciales que le dieron forma a la vida de Londres, donde él, de una manera u otra, saldría herido.

La búsqueda y la curiosidad de la infancia, ¿cómo se prologan en la vida adulta, si es que lo hacen?

En la vida del escritor, en general en la vida del artista, la búsqueda y la curiosidad propias de la infancia son cruciales para el desarrollo de su obra. Desde niños exploramos la vida por medio de muñecos, les damos voz, los ponemos en conflictos. Un escritor que pierde ese importante aspecto de la infancia está destinado al fracaso.

Una vez finalizado el libro, llegué a la biografía y aparecía el elemento del teatro ligado a tu vida. No pensé “escribió una autobiografía”, pero me pareció funcional para indagar de qué manera la biografía de uno se permea al texto. Y yendo un poco más allá, esta lucha a la hora de escribir y la manera en que se articula la biografía propia con el texto. Me encontré con gente talibán de su propia vida lo cual atentaba contra el texto en desarrollo y se amparan “en eso fue lo que pasó”; y por el otro, cuando uno narra algo que no es lo cotidiano, llega la crítica de que uno le esquiva a su propia biografía, como si eso no se traspasara a gran parte de la escritura. Me interesa tu opinión al respecto.

Sí, sé de lectores que les gustan los relatos basados en la vida del autor, yo soy uno de ellos. Por otra parte, sé de lectores que solo disfrutan la ficción e incluso pueden catalogar a la escritura autobiográfica como una prueba de falta de imaginación o como un ejercicio narcisista. Yo no sé cómo se puede ser narcisista cuando uno escribe sobre los infortunios de su propia vida. José María Pozuelo Yvancos, en su libro teórico De la autobiografía, llama ‘autobiografía burguesa’ a los relatos que dan razón de logros personales, esa sí me parece narcisista y la evito.

Yo disfruto tanto la ficción como la autobiografía. Me viene a la cabeza una novela autobiográfica inmensa de Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos. Su riqueza, que es mucha, no está en el hecho autobiográfico si no por sus virtudes literarias. Tenemos híbridos maravillosos como los que nos han dado Enrique Vila-Matas y Javier Cercas, por pensar en dos españoles, o Julián Herbert con Canción de tumba, por pensar en un mexicano. Me atrevo a decir que las novelas que más disfruto como lector están en medio de la ficción y la realidad. Yo escribo desde ese lugar. El eje de El origen de las cosas es mi propia vida.

Durante la primera parte no paraba de pensar “esto es una historia de iniciación”; pero a diferencia de la mayoría de estas que se construyen sobre una prueba fuerte que debe ser atravesada, en la novela eran varias y en desarrollo; una suerte de continuo aprendizaje. ¿Qué opinión te merece? 

Sí, claro. No sé si con todos, pero cumple sí con varios rasgos de la novela de iniciación. El personaje se tropieza y se levanta, y muchas veces él mismo es el obstáculo. Necesita aprender algo específico para alcanzar su cometido. Por otra parte, me parece que tiene ciertos rasgos de la picaresca. Londres tiene el alma de un pícaro.

 Ni bien el personaje se instala en Tijuana menciona un montón de trabajos que quedarían lindos para poner en una solapa de escritor, como si fueran pergaminos para poder decir “tuvo calle, vivió, la peleó y la cuenta”. Pero, sin embargo, son trabajos que no dignifican, sino que son otra manera de hacerlo sentir a uno miserable. ¿Qué pensás acerca de esto?

Por supuesto, no podría estar más de acuerdo. Cabe perfectamente como perfil de un escritor, yo tuve esos empleos. Puede que mucha gente se pueda sentir cómoda con los empleos que señalo en ese fragmento, pero a Londres, y a mí, tuvieron el tino de hacernos sentir miserables. Algo no estaba bien y había que moverse. Casi cualquier escritor o artista ha tenido ese tipo de empleos. Un actor no sostiene su vida a partir de la taquilla. Lo mismo pasa con el escritor, son poquísimo los que viven de la venta de sus libros. Si hablamos de una etapa de formación, la gran mayoría va a pasar por actividades modestas. Si lees sobre la vida de los escritores o artistas, parece que es el precio que hay que pagar. Quiero pensar que yo ya lo pagué y que estamos a mano. No quiero volverle a cortar la cola a un cachorro ni lavar los escusados de una escuela.

Al finalizar la novela no podía dejar de pensar que era una obra divertida, entre otras cosas, por supuesto. Muchas veces, desde ese olimpo en el cual pretende pararse “La Academia”, se tiene a disminuir la calidad de una obra cuando es divertida, como si fuera menester pasarla mal leyendo para hablar de literatura seria. ¿Cómo te llevás con esto?

Yo aprecio mucho el humor en la literatura. Aún recuerdo la primera vez que una novela me sacó una carcajada: Un mundo feliz. Evidentemente no es una novela de humor; sin embargo, cuando menos lo esperaba, aparece un evento que, con un solo parlamento, revela estupidez del personaje. Coetzee es uno de mis autores de cabecera, a pesar de que el humor no aparece en sus textos. Pero, definitivamente, me inclino y agradezco que un libro cuente con cierta dosis de humor. Juan José Millás, con La vida a ratos, y Nigel Barley, con El antropólogo inocente, son dos autores que durante el encierro de esta pandemia, que en ocasiones me hunde en la ansiedad rayando en la depresión, me han hecho reír mucho. Siempre se los voy a agradecer.

Para cerrar, recomendanos un par de autores de Tijuana.

Hay que leer a Hilario Peña y a Daniel Salinas Basave. Hablando de humor, si bien sus libros no pretenden ser cómicos en lo absoluto, si se valen de él para contar historias. No es raro que Daniel le ponga apodos a sus personajes o que estos se refieran a otros de una manera despectiva. Uno de sus personajes que aparece en Juglares del Bordo, “El gnomo almejero”, me hizo reír bastante, no tanto el personaje en sí sino que lo catalogaran de ese modo. Ese personaje merece un cuento por sí solo. Hilario se inclina todavía más por el humor; en Detective Malasuerte es una constante, en Un pueblo llamado Redención aparece en menores dosis pero más más filoso. Sus personajes también tienden a poner nombres y sobrenombres a otros personajes, en esta novela, Un pueblo llamado Redención, ciertos calificativos nos dan razón de las características del personaje. Tenemos un claro ejemplo cuando Iguana, el jefe de una tribu de indios salvajes, bautiza a dos nobles blancos: Aquel que Danza con Flechas y Olor a Culo.”

 

*El origen de las cosas se encuentra en las siguientes plataformas: Librería Gandhi, Amazon, Kindle, Apple Books y Kobo.

 

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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