Xavier Dorison hace equipo una vez más con su colega, el dibujante Ralph Meyer para despuntar con un western a todo trapo y, al parecer, sólo están precalentando.
Jonas es un enterrador profesional, recorre los pueblos del oeste en su carroza fúnebre ofreciendo sus servicios. Acaba de adoptar una mascota muy particular, Jed, un buitre, cuando la desventura lo lleva a Anoki City para enterrar a un tal Joe Cusco, algo así como el dueño del pueblo, al menos el dueño de la mina del pueblo. Pero es el propio Cusco quien lo recibe. Ha decidido suicidarse y desea contratar sus servicios para ser sepultado en el “Filón” de Red Chance, su primera mina de oro.
Al día siguiente, cuando el pueblo se entera de la desaparición terrena del viejo Joe las cosas se complican, los mineros se amotinan pidiendo la titularidad de la mina, los lacayos se obsesionan por el testamento y el sheriff con sus muchachos, quienes le mantuvieron la paz en vida, a la hora de su muerte consideran que deben tener un resarcimiento. Solo su gobernanta inglesa sabe la verdad, Joe Cusco a decidido llevarse todo con él mismo y ha buscado la forma de extorsionarla para que ella cumpliese con su deseo. Pero pocos en esta historia son quienes dicen ser, en especial Jonas, y no es bueno meterse en el camino de un enterrador…
Un guion sólido, de esos en los que se disfruta de cada diálogo, una ilustración firme, profundamente atmosférica y el color perfecto de Caroline Delabie para ambientar los días y las noches del desierto y su polvo. Una serie para seguir con atención y uno de los cliffhanger más perversos para un cierre de lujo.