COCINA-POLÍTICA. Un lugar de encuentro.

Es el primer libro de cocina argentina (1888). Cabe destacar que, en esta oportunidad, se trata de una edición revisada y ampliada de la 12ª edición de 1895.

Teófila Benavento es el seudónimo elegido por Susana Torres de Castex, al tiempo de presentar en sociedad aquel aporte documental, una recopilación de recetas -son más de cuatrocientas-.

La presentación ordenada de procedimientos culinarios, ofrece una secuencia de opciones posibles.

El Prólogo del libro lleva la firma de Dolli Irigoyen. Por su parte, Carina Perticone, en su calidad de investigadora de historia de las culturas alimentarias en  Argentina, nos ilustra mediante el Estudio preliminar, una amplia descripción social-histórica que evidencia cierta combinación de factores y circunstancias. Partiendo de esa coyuntura, evolución mediante, se irán marcando rasgos culturales que se reflejan en el menú que la dama, Petrona Rita Eduarda Susana Torres Arana, ofrecía en su casa para homenajear a sus invitados. La gran anfitriona era hija de don Gregori José Torres Sáenz Valiente, un político, estanciero y empresario, amigo de Julio Argentino Roca. Ella estaba casada con Mariano del Sagrado Corazón de Jesús Castex Salisbury, un hacendado de la pampa húmeda. Queda claro que estamos hablando de una mujer muy bien relacionada, que supo codearse con lo más granado de la alta sociedad, a la que pertenecía por origen y mérito personal. Trató con otros presidentes, además de Roca; con Mitre, con Juárez Celman, con Pellegrini, con Figueroa Alcorta, con Justo, con Alvear. También frecuentaban su casa de Recoleta, y disfrutaban su mesa, altos dignatarios del clero, ministros, intelectuales de la talla de Wilde, por ejemplo, de Miguel Cané, entre tantos otros; personalidades de reconocido prestigio que supieron brillar en el cristal de la generación del ´80. Esta presentación no es antojadiza; responde a la idea de enfocar el tema, relacionando las prácticas culinarias de entonces, la alimentación propiamente dicha, a la luz de un entramado cultural que caracteriza la época en la que una dama de la alta sociedad, íntimamente relacionada con un poder político que ejecutaba su proyecto en ese período histórico (1880-1916).

Obviamente, hablamos del orden conservador y la élite que se impuso en aquel tiempo de expansión económica en el mercado mundial. El modelo agro-exportador. Y, “la bella época”.

En estos términos, Carina Perticone, nos va ubicando en un contexto en el que, otro fenómeno que gravita es, sin dudas, el crecimiento demográfico. Vemos así que todo ello deriva en una expectativa generalizada que anunciaría, en principio, una posible mejora de la calidad de vida. De ahí en más, llegaría una suerte de cambio socio-cultural en los centros urbanos. Entre esos cambios estaría el de los modos y maneras de cocinar y comer. Buenos Aires ya entonces dejaba de ser la “aldea grande”; pasaba a ser una ciudad con medio millón de habitantes. Cada vez más cerca de Europa, achicando distancia en virtud de los recientes barcos a vapor.

A consecuencia de esta nueva realidad, la prudente austeridad de las familias patricias es atropellada con la fuera que emana de un cambio radical a instancias del proyecto conservador. La aristocracia vernácula vuelca, y se revuelca en el consumo suntuario. Se busca en el espejo europeo, se mira en el de la nobleza inglesa, y se encuentra en el de la gran burguesía francesa; ello, por ende, influye en la gastronomía. El Estudio preliminar de C. Perticone, apelando a nombres tales como los de Riera Melis, Anibal Arcondo, Paula Caldo, Leandro Losada y otros, historiadores e investigadores, describe la situación política y económica en Buenos Aires, para luego entrar de lleno en la cultura culinaria nacional y la influencia externa.

Paula Caldo refirió a las primeras autoras de libros de cocina como “señoras que escriben” en  contraposición a la figura de la cocinera de oficio. Efectivamente, estas mujeres autoras no eran cocineras de oficio y tampoco se veían en la obligación de cocinar diariamente para sus familias. Las damas “de sociedad”, tal como lo señala la historiadora estadounidense, Rebekah Pite, evitaban la cocina y tenían cocinera, incluso habiendo sido educadas para ocuparse únicamente de los asuntos domésticos. La cocina, especialmente la diaria, era vista como una actividad para mujeres de menor jerarquía; por el contrario, el saber culinario entendido en términos “gastronómicos”, esto es, desde el lugar de consumidor ilustrado, era en cambio un requerimiento, lo que se esperaba de una integrante de la alta sociedad…”

Susana Torres de Castex, contaba con una red de conexiones que le permitió, seguramente, acceder al mundo editorial y, por otra parte, su formación le facilitó relacionarse con el discurso literario y, desde luego, con la escritura en general.

En su casa, según parece, se cocinaba algo más que exquisiteces. Entre tertulias, a fuego lento, se habría cocinado, para bien o para mal, el destino de un país.

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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