Cuentos que giran alrededor de la mujer desde una temprana edad, pasando por la niñez, por la adolescencia, por la juventud, por la madurez. Mujeres en conflicto, entre expectativas y temores. Zonas de riesgo. Son mujeres bajo la lupa. Alejandra Laurencich sabe cómo narrar, cómo impactar y transmitir la angustia, construyendo imágenes con palabras que forman territorios compartidos y espacios personales. Ella captura, con su capacidad de observación, la situación actual de la mujer. Teje ideas y logra miradas, las fija en el momento clave, calzándolas en la lógica de cada cuento.

Ello incluye lo políticamente correcto. La mentira como recurso “válido”. La falta de aceptación. El resentimiento. Los mandatos velados. La incertidumbre. La inseguridad. La confianza ganada y perdida. La sensación de libertad. La autoestima. Fuerza y debilidad, cara y seca. Incomodidad. Urgencias y resistencia. Las dudas. La paranoia, la frustración, el fracaso. El consuelo. Ingenuidad. Las contradicciones. La falta de motivación. Amargura. Desesperanza. Las primeras lecturas.  El matrimonio. Las desavenencias. La separación. La familia. Los hermanos varones. Embarazo y redes sociales. Niñas, hermanas, hijas, madres, tías y abuelas. Veraneos. Libros de aventuras, héroes, heroínas. Peronismo. Abusos. Y feliz Navidad… con beneficio de inventario.

 

 

Coronadas de gloria, Lo que dicen cuando callan; ahora El día menos pensado. Hablanos, por favor, de la línea imaginaria que atraviesa tu obra.

Más que en las novelas, en lo que respecta al cuento, mis cuatro libros de relatos en su mayoría giran alrededor de un eje claro: la interioridad de la mujer. Todos los procesos anímicos, y hasta físicos incluso, que las atraviesan en diferentes situaciones muy íntimas y cotidianas, esos instantes brevísimos que son como minas de guerras antiguas, al pisarlas disparan una cantidad de recuerdos, decisiones, tomas de conciencia o miedos o valentías inesperadas. Me gusta ir por dentro, desmenuzar ese recorrido y exponerlo ante el lector o lectora.

¿Cómo trabajás la atmósfera, el territorio y el tono en cada cuento?

Simplemente creo que me calzo los zapatos de mis protagonistas, jaja: una vez que decido qué conflicto enfrentarán y encuentro la escena ideal para enmarcar esa circunstancia, comienzo a vivir “dentro” de cada una de ellas, veo lo que ven, escucho lo que podría llamarles la atención o las acompaña, lo que huelen, lo que las hace temer o ser dichosas. Esto en cuanto al contenido: la historia o la argumentación de la historia. La forma en cambio tiene mucho que ver con decisiones literarias, casi intuitivas ya a esta altura, es decir: si me conviene usar una primera persona o el estilo indirecto libre, si estructuro el texto de tal o cual manera para que se luzca una secuencia, un pasaje, etc.

Ponés el acento en temas fuertes. Por ejemplo, por un lado, los mandatos y, por otro, el abuso en la adolescencia. ¿Es factible relacionar ambos fenómenos no deseados?

Y, si lo pensamos desde lo que significa una interioridad (ese disco rígido en el que se van guardando los hechos más atroces y más luminosos de una vida, los secretos, lo no dicho, lo percibido a medias o adivinado, las frases que marcaron tu niñez o un episodio que resultó definitivo en tu modo de ser en el mundo), sí, creo que todo está enlazado, todo se relaciona y sale a la luz en los instantes más inesperados, como podría ser cualquiera de los que les hago vivir a estas mujeres, niñas o adolescentes. Se enfrentan a eso para lo que no están preparadas o que no previeron y así, “el día menos pensado” estallan las costuras digamos, y eso, lo que han silenciado sin querer o lo que las hace fuertes o débiles, eso pasa a primer plano, y puede darse en una charla de café, o en un abuso atroz, frente a una ausencia o en un momento de epifanía, da igual dónde, porque lo único que une a esos episodios es que son inesperados.

Patologías. La experiencia de la escritora en soledad como objetivo perseguido y frustrado. La mujer parturienta envuelta en el fenómeno de las redes sociales. ¿De qué escapa cada una de ellas? Parecería ser que ambas escapan de la realidad. Sin ir más lejos, esto ocurriría en varios relatos. ¿Podemos reflexionar al respecto?

No sé si escapan de la realidad o la ignoran. Es que hay tantas realidades como personas en el mundo, cada quien vive en un universo que cree que conoce o domina en cierto modo: el de afuera, el que nos espera al despertar, apenas abrimos los ojos. Un universo que a una mujer o a un hombre le es accesible en su domesticidad, por más ingrato o desastroso que se presente. Pero de pronto un buen día algo inesperado sucede, puede ser una cosa nimia, un detalle insignificante o no, y ese afuera entonces pasa a contemplarse y padecerse con el filtro de todo ese caudal de emociones y sentimientos que han estallado dentro, frente a lo que no se esperaba venir, y esa realidad interior -que creíamos estable o al menos quieta, guardada bajo llave- se funde con lo que nunca creímos verla mezclarse. Y esa química puede ser demoledora o redentora, pero nunca intrascendente.

Un tema que aparece en estos cuentos es el de la autoestima, ¿qué podés decirnos al respecto?

Que juega un papel demasiado importante en una sociedad competitiva como la que hoy nos incluye, en la mayoría de los países y culturas. Hay que estar en permanente contacto con uno o una misma para saber dónde se está parado o parada, hay que prestar atención a lo que cargamos, sea positivo o negativo, porque ese desconocimiento del que hablábamos antes, ese no saber qué guardo, qué valores, qué fuerzas, qué miedos o deseos me constituyen, puede tener un costo muy alto si lo dejamos en manos de los demás, si esperamos que sean los y las demás quienes definan lo que somos o podemos ser.

Lo superficial y lo profundo, lo aparente y lo oculto, en cada caso. ¿Cómo expresarlo? 

Es que lo superficial puede, bien observado, evidenciar lo profundo, lo que se expone puede develar lo que se intenta esconder. Muchas veces cuando tengo que señalar un estado anímico en cualquiera de las protagonistas de mis cuentos opto por relatar pequeños “síntomas” de eso que le está pasando en vez de “decirlo”. Y además me fascinan los contrastes: cómo en un supuesto momento de plenitud alguien puede estar atravesado o atravesada por un ramalazo de miedo, una puntada de angustia, entonces: de dónde viene, qué es lo que se avecina, le sigo el rastro a esa luz furtiva, ese relámpago en un cielo inmaculado, porque está anunciando la tormenta que en segundos destrozará todo.

La mentira como recurso. Ello ocurre en el caso de la madre que acompaña, como puede, a su hijo con dificultades concretas. Pero también aparece en la advertencia de la señora Gordiano acerca del hecho de mentirle a los niños. Aquí está claro el daño causado.

Esa madre, la Alma Oscura, previó y armó un escenario casi matemático (bastante desesperado o perverso como quiera tomarse) para ayudar a su hijo, justificándolo en su necesidad de protección y amor inconmensurable. Lo que no pudo prever la pobre señora es que una de las variables de esa ecuación, justamente la que ella pretendía ubicar en primer plano, iba a tener ese efecto, esa reacción dentro de toda la fórmula. Digamos que la química le estalló en la cara, ¿no? Y en el otro cuento pasa lo mismo, pero de modo inverso: es el sujeto de peligro el que se rebela y encarna literalmente eso de lo que la acusan y, a través de la actuación de la mentira, la expone y desenmascara, al menos esa fue mi intención.

En el cuento de las mellizas, hermoso cuento, describís sus distintas personalidades, pero en ambos casos la misma sed de lecturas. Hablanos de tu infancia y de tu adolescencia en este sentido. Hubo un fomento a la lectura por parte de tu entorno o fue una inclinación natural. ¿Cuándo tomaste consciencia de ello, y cuándo te iniciaste en la escritura?

Sí, en casa se fomentaba la lectura pero naturalmente, con el ejemplo: mi abuelito por nombrar al más viejo, se sentaba a esperar el almuerzo leyendo diccionarios enciclopédicos, nos recitaba versitos, se divertía con las palabras. Mi madre era lectora de novelas, hablaba de autores y autoras nacionales con mucha familiaridad, aunque no participaba de círculos intelectuales porque era ama de casa, pero tenía sed de cultura, de teatro, de conciertos, de literatura, era una búsqueda personal muy evidente. También nos recitaba versos cuando nos peinaba o nos hacía mimos. Mis hermanos disfrutaban de las lecturas, nos pasaban libros a mi hermana y a mí, libros de poesía, de filosofía, de política o arte, novelas, cuentos. Así que sí, en casa leíamos todos, desde el más grande a las más chicas, y los libros eran algo común y valorado. Yo recuerdo ir a leer bajo la mesa de un cuarto que se usaba para planchar o coser, guardar conservas, ropa de invierno o verano, etc. Ahí, bajo la mesa, yo me llevaba unas cuantas lecturas y permanecía leyendo hasta que en la nuca sentía un ruido extraño, y sabía que había sido suficiente. Y también el sonido que producía el paso de las páginas del diario que leía mi papá a la noche, en su dormitorio, y me relajaba, me hacía sentir serenidad.

Entre estos relatos de mujeres, grandes y pequeñas, con sus luces y sus sombras, aparece el peronismo como fenómeno político, aunque fundamentalmente social. Entiendo que el cuento sigue una misma línea rectora. Implícitamente reúne a tres mujeres en momentos claves de la historia del país. Eva, Isabel y Cristina. Valgan las diferencias, pero ninguna de ellas pasó sin pena ni gloria. Las tres, para bien o para mal, dejan un tendal, como secadero de frutos. Me gustaría que nos hables de ello, de los frutos en cada caso; incluidos los del árbol caído, ¿puede ser?

Sinceramente no había pensado en esto cuando escribí el cuento, porque me lo habían pedido para una antología de relatos sobre el peronismo y entonces, antes de aceptar, me pregunté:¿Qué podría escribir yo acerca de este movimiento que atraviesa la vida de los argentinos y argentinas en las últimas décadas, se tenga o no una postura afín con él, porque convengamos en que ya es algo tan nacional como el mate o Messi? ¿De qué peronismo hablaba, además, si parece un movimiento tan complejo de etiquetar o definir? Así que se me ocurrió contar eso mismo: la imposibilidad de una mujer de definirlo a pedido de un extranjero, un inglesito joven que pretende entender qué significa el “perunismo”. Aunque para explicarlo la protagonista sí apela al recuerdo de varias mujeres de su familia, y ahí se podría hallar entonces esa genealogía de la que hablás, que por espejo incluye las épocas de Eva Duarte, Isabel Martínez y Cristina Kirchner, pero también la gran silueta de ese Perón, esa sombra gigante que estaba en boca de los adultos y la protagonista recuerda como parte de su niñez.

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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