Conurbano. Dos mil.

Los días del Tanito Biancutti pasan entre temas de Damas Gratis y los tiros. Suyos, de la cana, de un vecino.

Porque en ese San Fernando es posible encontrar todo: un buen fierro, un buen pase hasta una buena mina. Todo.

Menos esperanza.

Del otro lado,  Aldo Martínez, otra visión, el que sí tuvo una oportunidad, ese pedazo de la sociedad que cree que los otros no la tienen. Aunque hayan esquivado los mismos charcos, llevado el mismo barro en las suelas.

Cruel, un policial cumbiero, de Diego Herrera, es la búsqueda de esa anestesia, de hacer trampa a esas cartas marcadas por el destino que  espera a los personajes en cualquier esquina.

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Empecemos por el principio, ¿cuál fue el origen de Cruel, un policial cumbiero?

Cruel llega a mi vida en un momento de decisiones importantes, dejé la militancia orgánica en la izquierda después de 15 años y terminé una relación de muchos años con la madre de mis hijas.

Había querido escribir esta historia varias veces a lo largo de esos años pero siempre la postergaba por alguna obligación militante. En ese momento de tantos cambios la necesidad de escribir “Cruel” se me aparecía todo el tiempo, pero lo que me terminó de decidir fue leer “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” de Cristián Alarcón, un libro excelente sobre el asesinato de Víctor «Frente” Vidal, un pibe chorro que no conocí pero que se parecía a muchos otros que sí había conocido en los más de 20 años que viví en esas mismas calles de San Fernando que tan bien había descrito Alarcón.

Sentí la necesidad de contar desde la ficción una historia violenta sobre la falta de oportunidades de nuestros pibes del conurbano.

Si uno tuviera que destacar un eje en la novela podría decir que es la violencia. Una violencia como una única salida, desesperada -por sobre todas las cosas-. ¿Qué nos podés decir acerca de esto? ¿Y cómo creés que evolucionó socialmente la violencia desde los años que está ambientada la novela a nuestros días?

La violencia está muy presente en la novela. En el caso del protagonista, es una violencia irracional, instintiva, como bien señalás, desesperada. Una violencia que sufren desde pibitos en el barrio.

Pero la intención de la novela es tratar la violencia en distintas capas, desde esta violencia desesperada que decía recién hasta la violencia institucional que ejerce el Estado de formas muy diversas, esa violencia clasista que se ejerce todos los días desde el aparato represivo y que tiene a los pibes del conurbano (y de los barrios pobres de todo el país) como principales víctimas.

Desde los años en que está ambientada la novela (2006) hasta ahora la situación se agravo notablemente (hay trabajos muy serios que demuestran esto, como los informes de CORREPI) y mucho más desde la llegada del nuevo Gobierno.

El dicho popular de que la policía está «cebada” es muy representativo del nuevo tiempo.

La historia sigue dos líneas argumentales, una más establecida dentro del género -la crook story, digamos-, y en la otra nos encontramos con el ambiente de la facultad y los movimientos estudiantiles. ¿En qué momento decidiste incorporar ese ambiente?

Me gustaba mucho la idea de contrastar las dos historias, la del pibe chorro y la del arquitecto. Ambos tienen un origen similar, pero el pibe ya no tiene oportunidades para escapar del barrio, como sí las tuvo el arquitecto Martínez.

Aldo Martínez representa a esos pequeñoburgueses que tienen un origen humilde y reniegan de su historia, los que quieren borrar la huella de origen.

Muchos de ellos son los que abonan las campañas de mano dura para enfrentar el flagelo de la inseguridad, pero sin apuntar jamás a las causas de esa violencia que ven día a día en ciertos medios.

El ambiente universitario me parece muy representativo de esa pequeñoburguesía aspiracional, que tiene el sueño de “huir del barrio”y de su origen popular.

Recuerdo mi época de militante universitario donde estaba muy presente el debate sobre para qué nos formábamos como profesionales, si para satisfacer al Mercado o para resolver las necesidades populares.

El arquitecto Martínez es un renegado por partida doble, reniega de su origen y reniega de su compromiso militante, porque él sí se da cuenta de que como arquitecto tiene una responsabilidad social, pero le da la espalda a esa sociedad que lo formó defendiendo un Sistema que utiliza la violencia como un factor de control social.

Me gustaría ahondar en la imagen del “pibe chorro”, una construcción social que opera como rostro visible e inmediato de la inseguridad, el mal mismo y final, como una solución para que la sociedad no busqué las verdaderas raíces del problema. Me gustaría conocer tu opinión.

Todos los días en los medios masivos de comunicación hablan de la inseguridad como si fuera un castigo divino, como si no tuviera orígenes sociales. Es así como las causas de esta violencia escapan de los debates entre panelistas, opinadores varios y políticos que defienden el Sistema.

El capitalismo decadente y colonial que tenemos en nuestro país es una fuente permanente de violencia, privando a enormes mayorías de los bienes más básicos para sobrevivir. La ruptura de los lazos sociales que sufrió nuestro país con la Dictadura y que se profundizó en la década del noventa empujó a sectores importantes de la juventud a una situación de desempleo crónico. Después del 2001 estos lazos se empezaron a recomponer de diversas maneras (movimientos piqueteros, fábricas recuperadas, sindicalismo clasista, etc.) pero al no producirse un cambio de fondo en la administración del Estado hubo sectores enteros de la juventud que no se pudieron incorporar a estas tendencias positivas y quedaron aislados en la marginalidad.

El pibe chorro es ese joven que se quedó afuera de la fiesta y pide a gritos o a tiros lo que cree que es suyo. No sabe otra manera de hacerlo y sabe que está jugado porque nadie le ofrece un horizonte posible para salir de la delincuencia.

El Estado, ausente para dar oportunidades, aparece con toda su fuerza para captar al servicio de las mafias policiales a los pibes chorros que se sepan adaptar y para los que no quieran hacerlo queda “todo el peso de la Ley”. El trístemente conocido caso de Luciano Arruga es un ejemplo de esta “política de Estado” con un pibe de un barrio humilde que ni siquiera era un “pibe chorro”.

 ¿Por qué decidiste incluir en el título de la bajada “un policial cumbiero?

Cuando me puse a investigar para escribir la novela volví a caminar por las calles de San Fernando. Ahí me encontré con una marca de identidad muy fuerte. La cumbia en general y la cumbia de Damas Gratis, en particular, es motivo de identificación y orgullo en los jóvenes de esos barrios. Pablo Lescano es casi un prócer en la zona Norte y, por lo que pude averiguar, es adorado por los pibes chorros. Me convencí de que esta era una historia cumbiera y que si el destino de estos pibes era Cruel, la historia iba a ser claramente un policial cumbiero.

Otro elemento determinante de la obra es el uso de la jerga. ¿Cómo la trabajaste? ¿Qué fue lo que te sedujo de usar ese registro?

Me seduce mucho el habla de la calle, la jerga. Siempre se corre el riesgo de quedar desactualizado, pero tiene también un fuerte componente identitario. Escuché muchas entrevistas a Pablo Lescano, quería que mis personajes hablaran como él. Por otro lado, hice investigación en terreno también y creo que es bastante equilibrada el “habla”de los pibes de la novela.

Por otro lado, la jerga era también un elemento de contraste con la otra historia, la del arquitecto. Quise que hablaran dos sectores sociales bien diferenciados, tratando siempre de no caer en “clichés”. Espero haberlo logrado.

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 ¿Quiénes fueron tus referentes a la hora de escribir la novela?

Me gustan muchos autores, te nombro solo a algunos: yanquis como James Ellroy o Elliot Chaze, argentinos como Osvaldo Soriano y Rodolfo Walsh y también autores jóvenes como Washigton Cucurto, Leonardo Oyola y Kike Ferrari. A los que tuve especialmente presentes a la hora de escribir la novela fue a Cristián Alarcón y a Leo Oyola.

 ¿Cómo entendés el oficio del escritor?

El escritor para mí es el que puede vivir de su escritura, el que puede plasmar esos mundos internos y poder llevarlos al otro factor de la ecuación de la lectura: el lector. Es un oficio muy bello y solitario.

En ese sentido el oficio de escritor para mí es hoy todavía un sueño, una aspiración. Hay un libro muy lindo de Stephen King: “Mientras escribo» donde cuenta cómo se transformó en escritor y pudo dejar su trabajo de docente de Literatura y dedicarse full time a escribir.

Estoy lejos de eso, tengo dos hijas que mantener y no puedo todavía pensar en vivir de la escritura. Terminé hace poco la carrera de guionista y estoy empezando a agarrar algunos trabajos, pero siento que me queda un largo camino para poder decirme escritor.

Más allá de esto trabajo todos los días para que ese objetivo sea una realidad.

Hice algunos cursos, seminarios y talleres, pero esencialmente tengo una formación autodidacta. Creo que la lectura sistemática es fundamental a la hora de formarse como escritor.

 ¿Cómo manejás el clima, la atmósfera, en tus narraciones?

El clima o las atmosferas en mis narraciones trato de manejarlos muy ligados a la trama, a lo que está pasando en la historia. Al trabajar géneros más ligados a un registro realista no dejo mucho espacio para lo onírico, expresiones del subconsciente o situaciones psicodélicas. Me gusta el policial crudo y duro. Cuando el narrador es en primera persona, como en una de las líneas de “Cruel…” me gusta que la atmosfera esté determinada por el estado anímico del narrador-protagonista. En este caso al ser un pibe chorro adolescente, seguir al Tanito Biancutti tiene que ser una aventura bastante atolondrada, excitada, pasada de rosca.

Por otro lado, para seguir al Arquitecto Martínez, elegí un narrador en tercera persona, con una distancia mayor entre el narrador y el protagonista, el clima es más de espectador. Esto me gusta también para crear una atmosfera de extrañamiento hacia la historia de Aldo, tratando de enfatizar esa contraposición que traté de lograr a lo largo de la novela entre las dos historias.

En la próxima novela que quiero trabajar, la continuación de “Cruel…, quiero contar una parte de la historia con un narrador aún más distante, una tercera persona testigo o un “narrador cámara”contándolo casi como un guión de cine. Son cosas que quiero probar en mi próxima novela, para crear una atmosfera casi de “viaje en el tiempo”. Puede ser un delirio o no, espero que lo puedan ver en mi próxima novela.

¿En qué proyecto literario te encontrás trabajando en este momento?

En este momento estoy trabajando varios proyectos como guionista. Estoy escribiendo la opera prima de un amigo director de cine, es un falso documental. Por otro lado, tengo un emprendimiento de contenidos con dos amigos y socios guionistas, ya hicimos un par de cortos de terror y fantásticos y ahora vamos a presentarnos con dos series que tenemos listas hace tiempo a un concurso de una señal internacional. También tengo el proyecto de adaptar “Cruel… un policial cumbiero” a un largo para cine.

En literatura estoy trabajando en varios relatos cortos y por otro lado estoy investigando para el material que va a ser la continuación de “Cruel…”. Tengo algunos apuntes, va a ser un policial ambientado en dos épocas: una en la inmediatamente posterior al final de “Cruel…”y la otra en la década del setenta. Las dos historias van a ser violentas y de nuevo van a estar presentes elementos políticos, con mucha más fuerza en la parte de la historia que transcurre en la década del setenta. Me interesa mucho contar la época previa al golpe del 76, quiero contar una historia donde esté presente la triple A, la derecha peronista, la burocracia sindical, las organizaciones armadas y también las grandes luchas obreras que hubo en esos años, donde todavía muchas cosas se creían posibles.

Sobre El Autor

(Buenos Aires, 1986) Trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dogo (2016, Del Nuevo Extremo), su primera novela, fue finalista del concurso Extremo Negro. En 2017, Editorial Revólver publicó Cruz, finalista del premio Dashiell Hammett a mejor novela negra que otorga la Semana Negra de Gijón. Sus últimos trabajos son El Cielo Que Nos Queda (2019) y Ámbar (2021)

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