-¡Daaale! ¡Hacélo!- grita el otro yo del doctor Francini por túneles oscuros, -¡Hacé que la noche venga!…
Una huelga de obreros que frena la construcción de la línea D de subterráneos es el disparador; el Buenos Aires de 1939 el escenario; el jazz la banda de sonido. Un linyera con aire de nobleza; un ingeniero; un cura que, cual Clint Eastwood con sotana, exorciza demonios a balazos y un cheff oriental y prófugo son los encargados de resolver una misteriosa y cruenta cadena de asesinatos. Leonardo Oyola cruza el policial negro, con el relato fantástico, el wester y la novela histórica para presentarnos una de las más ingeniosas del momento.
¿Cómo te metiste en esto de la literatura?
Gracias al taller de Alberto Laiseca. El supo enseñarme, entre tantas otras cosas, el compromiso que uno debe de tener con su laburo. Profesionalmente, como puntapié inicial, el haber sido finalista del Premio Clarín y haber terminado obteniendo una mención que me ayudó a publicar mi primera novela. Después tuve mucha suerte, suerte a la que ayudé con mi trabajo constante.
La solapa de Hacé que la noche venga señala que escribís sobre cine para la Rolling Stone, poco después de haber abordado su lectura, uno se da cuenta de que está frente a la obra de un cinéfilo. ¿Qué rol ocupa el cine en tu literatura?
Te agradezco lo de cinéfilo. Lo tomo como un piropo. Yo soy de una generación que no puede negar la influencia del cine y la televisión. Son los primeros medios que a mi me cuentan una historia. Después vinieron los libros. Creo que a la hora de narrar evoco un programa de Sábados de Super acción o un Trasnoche Aurora Grundig porque son los primeros que me formaron. Mi viejo me dejaba ver televisión hasta tarde porque ahí era yo el que elegía… y lo único que existía era canal siete y su trasnoche. Lo mismo los fines de semana, cuando él se iba a jugar a la pelota. Ahí, en esas películas, en esos diferentes géneros, había tantos mundos cuya traslación natural para seguir explorándolos fueron la colección Robin Hood, después los de Minotauro y conocer a Stephen King.
En varias entrevistas afirmaste que al plantearte el argumento de Hacé que la noche venga, decidiste encararlo como un western. ¿Qué es lo que te seduce de este género?
Es el género cinematográfico por excelencia. Escenarios y personajes identificables. Códigos. Amistades. Rivalidades. Y una única verdad: saber manejar un arma. Al servicio de quién este el revólver es el bando al que va a pertenecer ese pistolero. Es algo simple. Un clásico. Lo interesante está en encontrarle una vuelta. Algo que sea distintivo en esa historia. Pero después, todo son vainas servidas, mucho olor a pólvora y un último hombre de pie.
Lo cierto es que, cinematográficamente, Hacé que la noche venga no sólo tiene elementos del western, hasta del spaghetti western, sino también del film noir, del thriller, de las viejas películas de terror e incluso algún elemento de las de kung-fu. A esto me refería antes cuando decía que uno intuye al cinéfilo detrás de las palabras. En este sentido fue inevitable que trajeras a mi memoria la imagen de autores como Tarantino…
Eso también para mí es un piropo. Y he leído que el mismo Tarantino habla de esa diversidad de géneros que aprendió a ver en la televisión, después devoró en los videoclubes y por último volvió a abanderar con mucha honra en sus trabajos en la pantalla grande. Fijate lo último de su filmografía. Si, hay un amor por el género inocultable. Yo no quiero morirme sin llegar a escribir una novela que sea mi Operación Dragón.
Otro elemento importante en la narración es el jazz. La música trasciende y cohesiona toda la obra, incluso la relación de varios de los protagonistas. ¿Sos un fanático del jazz o es una elección estética, porque era la banda de sonido que exigía la novela?
Mi compadre es un fanático, un exquisito del jazz. De lo que él me trasmitía cuando charlábamos en un bar de Castelar o en una estación de servicio donde nos sabíamos juntar en Ramos Mejía salió esta elección estética como vos la llamás acertadamente, porque yo quería que la noche de Hacé que la noche venga no fuera igual a la de Siete & el Tigre Harapiento. La intención pasaba por no repetirme en lo arrabalero. Intenté, hice mucha fuerza para entrarle al jazz. Pero lo único que más o menos me gustó fue el You’re under arrest de Miles Davis por los covers de canciones de Cindy Lauper y Michael Jackson, porque me resultaban conocidos, porque me hacían acordar a la música de telos.
Esto me lleva de vuelta al terreno literario. El jazz es el arte de la improvisación. ¿Cuándo escribís te dejás fluir o pautás previamente todos los giros argumentales?
Yo no empiezo a escribir la primer oración del primer capítulo de una novela mía sin antes tener la estructura completa. Desde el principio sé cuántos capítulos van a ser. Después, si veo que me pide más en determinada situación o aparece algo que la robustece le presto mucha atención y laburo bastante sobre eso. Pero mi norte es la historia y para no desviarme de ella me ayuda la estructura planteada. Le soy muy fiel a eso.
La novela participa también de distintas tradiciones literarias; no sólo de la literatura policial, desde sus comienzos con Edgar Allan Poe en adelante, sino que también posee elementos de la narrativa fantástica, la narrativa histórica, el realismo mágico e incluso del mejor folletín, de hecho hay por lo menos tres menciones a los mosqueteros de Dumas…
Porque yo siento que le debo mucho a la pluma y la espada de Alejandro Dumas. A las sensaciones que me robó el tipo cuando lo leí por primera vez. Lo que en la tele fue para mi ver Los siete magníficos, en un libro lo fue Los tres mosqueteros.
No obstante el “pastiche” de referencias antes mencionadas, Hacé que la noche venga no deja de ser una novela profundamente instalada en la narrativa nacional, ¿cuáles son tus referentes literarios nacionales? ¿Cómo ves el panorama narrativo actual?
En mi palo, los maestros Ernesto Mallo y Guillermo Orsi. La Claudia Piñeiro de Tuya. La obra de Osvaldo Aguirre. Gente con la que tuve la suerte de sentarme y poder charlar de algo específico, de nuestros respectivos crímenes. Siempre, hablando de lo policial, es un honor estar en Negro Absoluto. Poder participar de un proyecto así y laburar junto a Juan Sasturain, Ricardo Romero, Gabriel Sosa y Elvio Gandolfo. No se si es lo mejor que le pasó a la narrativa argentina actual pero tampoco lo tomaría como un hecho aislado el suceso de la Saga de los Confines de Liliana Bodoc.
Por delirantes que sean los personajes y las situaciones narradas, como las que involucran a la bella Fata Morgana o al perverso Pichuco (gato negro y antropófago), Hacé que la noche venga nunca deja de ser absolutamente verosímil. ¿Cómo construís tus personajes? y ¿Cuál es el secreto para convencer al lector del realismo de los sucesos planteados?
Cuando escribo un personaje jamás lo juzgo. Trato de entenderlo. Y si lo puedo conocer, mucho mejor. Esto último no ocurre muy a menudo y es muy frustrante. Pero saber cual es su rol en la historia es lo que lo termina definiendo. Después, al escribir ficción, el asidero de verdad es lo que logra una empatía con el lector. En el caso de Hacé que la noche venga o el Tigre Harapiento el tema es hacerlos pensar como era en esa época.
¿El situar la acción en el Buenos Aires de 1939 Condicionó de alguna manera tu forma de narrar? ¿Tuviste que ponerte a investigar para situarte en la época?
Si, investigué mucho para no poner incongruencias groseras. Obvio que no se te va a pasar un tipo en patineta pero también está bueno serle fiel a lo que en verdad había en esos días. Lo otro que hice fue releer a Arlt y descubrir a Soiza Reilly. Buscar en sus textos la oralidad de ese momento.
Durante el 2008 y en lo que va del año tuve oportunidad de leer una cantidad importante de novedades editoriales del género negro, muchas de ellas, tal vez las mejores, de todo el mundo de habla hispana, en tu caso hace poco recibiste por Chamamé el premio Dashiell Hammett de la semana negra de Gijón. ¿A qué creés que se debe este nuevo impulso del género negro?
A que lisa y llanamente todos queremos que nos cuenten una historia. Sí, noto que al policial se le está dando más importancia, aunque se lo siga considerando literatura menor por muchos de nuestros colegas. Lo que yo espero es que sea punta de lanza el género negro para los otros géneros. Sería muy bueno que llegáramos a leer a quienes se dedican de lleno al terror y a la ciencia ficción, autores por ahora ignotos y sin un lugar masivo para poder dar a conocer sus obras.
Fotografías: Mica Hernández