La obra de Horacio Convertini se mueve con solidez entre la literatura infantil y la novela negra, aportando certeza narrativa y profesionalismo en cada relato. Hablar de sus muchos premios literarios es dejar de lado lo que importa: lo mucho que los merece.

Dueño de una prosa depurada y de un notable ritmo narrativo, Convertini salió al ruedo de la novela negra con La soledad del mal, historia que se mete en la cabeza no de un asesino, sino de un cazador serial. No mucho tiempo después, en El último milagro sorprendió con una extraña mezcla de novela negra y ciencia ficción, todo en un ambiente que conoce bien: el mundo del fútbol. Más recientemente, New Pompey, inédita hasta hace poco en Argentina, lo consagró como uno de los maestros indiscutidos de la novela negra en nuestras tierras.

Pero la cosa no termina ahí, porque Convertini se animó también al complejo mundo de la literatura infantil con novelas como El misterio de los mutilados, La leyenda de los invencibles, La isla sin retorno, El robo de la máscara sagrada y Terror en Diablo Perdido. Es, además, editor en jefe de la revista Viva.

Para comprobar la versatilidad narrativa de Convertini, nada mejor que leer Aguante, libro que  recopila varios de sus cuentos.

Todo esto, que es rigurosamente cierto, sin embargo esconde otra verdad: Horacio Convertini es un tipo de carácter franco, una de esas personas que sabe ganarse el cariño de los demás. Supongo que en su barrio como en el mío, a eso se le dice “tener buena entraña”.

Lo que sigue es una breve entrevista en la que habla de sus manías, de la forma en la que encara la escritura y de su pasión por la literatura.

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¿Tenés algún ritual de escritura?

Arranco temprano, apenas levantado, con un café humeando junto a la pantalla. Fin del ritual.

¿En qué lugar escribís?

En un rincón muy lindo del living, de cara a una ventana y junto a un ventanal (ambos dan al patio de casa, que tiene árboles y plantas). La PC está sobre una mesita barata, la primera que compré hace ya 20 años. Tengo un escritorio más grande y moderno, pero por ahora sólo lo uso para juntar papeles, seguramente porque soy cabulero y conservador.

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¿Planificás la escritura? ¿Escribís en orden? ¿De dónde partís para generar la historia y los personajes?

No planifico. He visto a un escritor trazar todo el mapa de su novela en papel afiche y pegarlo a la pared de su estudio antes de empezar a escribir. Yo hago todo lo contrario: como en el truco, vamos y vemos. A partir de una idea general, empiezo construyendo el primer capítulo y luego el siguiente y luego el siguiente. Como si estuviera armando una pared, ladrillo por ladrillo. La mayoría de las veces ni siquiera sé cuál será el final. Los personajes van apareciendo y desarrollándose en función de la idea-disparador. Por ejemplo, El último milagro: club que se está por ir al descenso recibe la oferta de ponerle un chip a su mejor jugador para transformarlo en un crack de playstation y así salvarse. Esta posibilidad desata una interna sangrienta. Formulado el esquema madre, veo qué personajes se ajustan mejor a la trama. ¿Por donde pasa el conflicto? ¿Por el presidente? ¿Cómo tendría que ser? ¿Cuál es la relación con su esposa, con la barra brava, quién lo acompaña en el poder? Así van surgiendo uno a uno los actores de la novela. Algunos terminan creciendo tanto que se comen a otros, lo que te obliga a retroceder, corregir, cambiar, agregar capítulos.

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La soledad del mal es una novela negra sin concesiones. El último milagro parece transitar por el mismo camino, pero en este caso te basaste en un ámbito determinado que te es cercano, el futbolístico, y le sumaste elementos propios de la ciencia ficción. ¿Por qué elegiste este hibridaje? ¿Qué te aportó al momento de contar la historia? ¿Por qué decidiste no mantener la “pureza” realista tan característica del policial y la novela negra?

El último milagro es, si existiera esta definición, una comedia negra. Sé que el toque de ciencia ficción puede resultar incómodo para un purista (lo ha sido para algún editor y para algún jurado que debía evaluar la novela en un premio internacional), pero lo último en que pienso cuando escribo es si encaja o no en un género determinado. Además, yo no puedo escribir (porque no tengo el conocimiento ni la capacidad) un policial clásico con enigma, investigadores, peritos forenses y esas cosas. Ni La soledad del mal es así. Como soy consciente de esta carencia, busco explorar otros caminos, otros escenarios. Con El último milagro avanzo sobre un tema que ya había visitado en mi primera novela, El refuerzo, que es la pasión malsana que rodea al fútbol y los niveles de absurdo que puede alcanzar.

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Tu obra se despliega en dos sentidos: la literatura infantil y el relato negro. ¿Qué diferencias y similitudes encontrás en el proceso de escritura?

El proceso de escritura es similar. La literatura infantil no está ni un escalón abajo ni un escalón arriba de la literatura para adultos. El esfuerzo que demanda, la búsqueda estética, la preocupación por la trama son iguales. La gran diferencia es el mensaje. En la literatura infantil busco transmitir valores positivos: solidaridad, respeto por el otro, amistad, sin llegar a la moralina y sin que este deseo conspire contra lo narrativo. No uso lenguaje fuerte y, en alguna medida, contemplo la corrección política porque son textos que se incorporan a los planes de estudio de los colegios. La literatura para adultos está libre de todo esto. Me resultó muy interesante escribir la novela juvenil El misterio de los mutilados. Fue a propuesta de la editorial SM, que quería incorporar un texto de género negro para su colección Gran Angular, dedicada al público adolescente. Tomé un relato que me habían premiado en España y que siempre pensé que contenía el germen de una novela, y comencé a desarrollarlo con total libertad. Salvo sexo, tiene de todo: persecuciones, torturas, violencia, personajes patéticos. Creo que tranquilamente podría funcionar para un público adulto sin tocarle una coma.

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¿Resulta más sencillo escribir uno que otro? ¿Te demandan el mismo compromiso emocional? ¿En qué ámbito te sentís más cómodo?

Ninguno de los dos registros es sencillo y ambos requieren el mismo compromiso emocional. Pero al principio me sentía más cómodo en la literatura para adultos, porque me marcaba menos la cancha. Ya no.

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¿Cómo pensás tus relatos para chicos? Es evidente que no esquivás algunos temas ríspidos, como el abandono del lugar de origen y las dificultades económicas. ¿Esto se relaciona con tu experiencia de vida o es mera representación? ¿Cuánto del Horacio niño hay en tus protagonistas infantiles?

No hay cuestiones personales en mis historias para chicos, más allá de que en mi primera novela (La leyenda de los Invencibles) puse de protagonistas a varios de mis amigos del barrio. El Horacio niño aparece como únicamente como hipotético lector: me pregunto qué me hubiera gustado leer a mí a los diez años. Por eso escribo relatos de aventuras con personajes que tienen algún rasgo épico. La presencia de temas duros (el desempleo en La isla sin regreso, o la amenaza de un desalojo en El robo de la máscara sagrada) responde a la necesidad de hallar un disparador fuerte que deje al protagonista sin otra alternativa que jugarse a todo o nada.

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Sos un autor premiado que luego de años de trabajo, logró gran reconocimiento en corto tiempo, ¿a qué se debe?

Esfuerzo y suerte. Soy un autor joven, no por la edad sino por el tiempo que llevo trabajando en la literatura. Empecé con algún método y rigor en 2005, después de que algunas otras búsquedas creativas (el comic, el guión de cine) no funcionaran. Asumí un compromiso muy fuerte con la literatura. Tuve un gran maestro (Pablo Ramos) y tomé la decisión de ir a fondo sin plantearme otra cosa que sentarme frente a la PC, escribir, corregir, tantas horas como fueran necesarias. La clave estaba en el volumen de producción y en el sacrificio diario. Me ayudó mucho participar en concursos literarios: los premios contribuyeron de manera decisiva en este proceso. Fueron un aliciente, un desafío. Y acá es cuando entra a tallar también la suerte. Me ha tocado ser jurado y sé desde adentro que ganar o no ganar a veces depende de imponderables.

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¿Tenés presente al lector cuando escribís? ¿Pensás en la inserción de tu obra dentro del mercado o te guías por otros parámetros a la hora de sentarte a escribir? 

Salvo en la literatura infantil, cuando escribo no pienso en satisfacer a un hipotético lector ni mucho menos a ese monstruo llamado mercado, a quien no tengo el gusto de conocer. Escribo para mí, para divertirme, para cerrar cuentas pendientes con mi historia personal sin pagarle a un psicoanalista, para llenar un vacío que el periodismo, el oficio que me da de comer y que volvería a elegir, ya no puede cubrir. Escribo lo que puedo, lo que me sale, nunca palo y a la bolsa. Aunque en la literatura, como en un equipo de fútbol, hay lugar tanto para un diez talentoso como para un cinco metedor.

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Sobre El Autor

Escritor y docente, ha desarrollado una gran actividad enfocada en la promoción de la lectura y el estudio de géneros literarios. Ha publicado policiales para adultos, ensayos para adolescentes y relatos infatojuveniles. Obtuvo los premios Norma a Literatura Juvenil, Alija a Novela Infantil, Córdoba Mata a Novela Negra y el sello White Ravens.Sus novelas infantojuveniles han cosechado el cariño de miles de lectores en toda Latinoamérica.Se lo puede encontrar en Instagram como @edellutri.

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