Laura Yasán cree en la poesía como un trabajo artesanal, sus “pequeñas criaturas de lo incesante” señalan al tiempo como protagonista y se articulan con una alta dosis de juego, humor e ironía en una voz que pone en escena el mundo de la vida cotidiana, lo hace convivir con “… cisnes de hierro forjado / por esclavos insomnes en siglos de odio”, y escapa de la solemnidad, invitándonos a adentrarnos en una poética viva, en permanente movimiento.[i]
“soy cuerpo pasta base
lobo está
soy monoambiente
comunarda elemental
¿querés así mi amor?
¿así?”
Laura Yasán, «yo yasan tu jane».
¿Cómo nace pequeñas criaturas de lo incesante?
Como todos mis libros: siempre hay material en proceso, poemas que se van acumulando en una carpeta, un día te llaman y te piden un orden, un título, un cuerpo.
Parte de tu poética –en poemas como “yo no cuento ovejitas para dormir”, “no” o “0x0=0”- propone un tono profundamente lúdico, ¿cuál es tu concepción acerca del juego en la poesía?
La poesía es transgresión a la gramática, a veces la transgredís a martillazos y salen poemas con astillas, golpeados. A veces usás el juego y salen propuestas más infantiles o desestructuradas.
Algunos de tus poemas avanzan encabalgados en el juego de la forma, con particular énfasis en la sonoridad del texto: “te hacía la muertita / de hambre por un beso / tan tigra pobra yo / que fui”. ¿Cómo trabajás la sonoridad poética?
Corrigiendo y corrigiendo y corrigiendo. Es un trabajo artesanal, gasto una resma de hojas entre el original (el vómito primitivo) y la última versión.
Hay mucho humor en tus textos, ¿cómo conjugás ese elemento?
Al igual que en la vida, el humor distiende, salva. Creo que si no hubiera humor en mi poética sería algo insoportable. Pero es un humor ácido, irónico, el mismo que llevo impreso en mi ADN.
“perdí el color en lo incesante / ese perro entrenado para morder / los talones del tiempo sin lastimarlo”; “poner el dedo en un anillo sin pasado”; “es un trabajo duro ser el guardián del tiempo”. La figura del tiempo atraviesa tu poética, ¿cómo abordás esa presencia?
Yo no la abordo, parece que ella me aborda a mí, la maldita finitud, la pérdida de la juventud, la decadencia del cuerpo. En este libro el tiempo tiene un lugar protagónico.
¿Y la edad? “no me dejes caer a virgencita de repisa / ni a señora entendida en el arte / de negar los colores de su edad”. ¿Cómo se articulan edad y poesía?
Se escribe desde quien se es, si leés mi primer libro te vas a encontrar con mis treinta años, “Tracción a sangre” o “Ripio” con mis 40 y ahora, lógicamente, con mis 50.
¿Qué podés decirnos acerca del oficio del poeta? ¿Cómo es “trabajar con las sobras”, esa acción que en tu poema “oficio” va a dar a “poemas menores / tristes / lacayos de la palabra”. ¿Cuándo la palabra es lacaya?
La palabra es lacaya cuando te sirve. Hay momentos en que no te sale nada, hoja en blanco, no se te cae una idea, y ahí recurro a esas sobras, poemas incompletos, versos sueltos. En general los resultados dejan que desear.
Uno de los poemas está dedicado “al taller de los jueves”, ¿cómo trabajás en ese espacio? ¿Cómo se enseña poesía?
Yo no diría enseñar, diría orientar. Hace más de quince años el taller de los jueves funciona de marzo a noviembre con un número de seis a diez integrantes. Compartimos los poemas y los conversamos, sugerimos, preguntamos. Así aprendemos técnicas de corrección. También leemos material de autor y hacemos ejercicios de escritura muy creativos.
¿Quiénes son, han sido, tus referentes poéticos? ¿De qué lecturas disfrutás?
Sobre todo argentinos y latinoamericanos. Mi trilogía de cabecera: Pizarnik, Orozco y Gelman.
“yo fui mendiga de los brazos / recibía limosnas con la lengua”; “es más abajo / presiona las costillas / entre plexo y espalda no”. También el cuerpo es figura en tu obra, ¿cuánto expone el cuerpo la poesía?
Yo le llamo “yo poético” al hablante del poema, ese “yo” tiene un cuerpo y ese cuerpo ocupa un espacio verdadero, tiene un peso, un volumen. Así el poema puede abrazar, golpear, caminar, etc.
“algo acabado flota al ras del día” sentencia “ya”, el último poema de la primer parte del libro (la boca del árbol); y el último de la segunda parte, le da título a la misma, “hay un después ahora”. El tiempo del que hablábamos antes… Algo se acaba y hay un después, ¿qué hay después de pequeñas criaturas de lo incesante?
Afortunadamente no lo sé.
[i] Laura Yasán nació en Buenos Aires en 1960, publicó sendos libros de poemas entre los que se encuentran Loba negra (La bohemia, 1999 y Edit.Educa 1999), Cotillón para desesperados (La bohemia, Bs. As. 2001), Tracción sangre (La bohemia, Bs. As. 2004), Ripio (Grupo Editorial Latinoamericano, Bs. As. 2007), la llave marilyn (Edit.Casa de las Américas, Cuba, 2009 – Edic. del Dock Bs. As. 2010), animal de presa (Edic. Torremozas, Madrid, 2011), Safari antología personal (Edic. Floricanto, México, 2012 y Edic. Liliputienses, Barcelona 2013) y Pietrisco (Edizioni Fili d’Aquilone, Roma, Italia, 2014). Recibió, por su labor poética, variados reconocimientos como el Premio Carmen Conde (Madrid, España, 2011), el Premio Casa de las Américas (Cuba 2008), el Premio Único de Poesía EDUCA (Costa Rica, 1998) y el Premio del Fondo Nacional de las Artes (Buenos Aires, 1998), entre otros. Coordinó talleres de escritura en unidades penitenciarias, institutos de menores, hogares de ancianos, y bibliotecas municipales. Actualmente coordina talleres en el ámbito privado.