El siglo XVII plantea una ruptura radical con las anteriores estructuras de pensamiento. El mundo moderno se estructura -y con mucha más fuerza a partir de la revolución industrial- desde la imposición de la lógica y la razón como valores absolutos, negándose a la práctica y aceptación de otras formas tradicionales de comprender el mundo, ligadas a una sensibilidad natural y a una relación con la naturaleza que la poblaba de intencionalidades y accidentes que se hacían carne en la forma de los habitantes secretos del mundo: el universo feérico. Cada país contaba con una estructura folklórica propia pero generalmente bastante allegadas unas a otras. Parte de esta estructura, que conformaba la cosmovisión general y la relación de la gente con el ecosistema puede leerse en el maravilloso volumen escrito por Patrick Harpur, El fuego secreto de los filósofos[i]. Nacen a partir de este punto los géneros literarios modernos. Hay quien sostiene que ante la “muerte de los dioses” la categoría fenomenológica establecida por Rudolf Otto[ii] de mysterium tremendum, lo que asusta y estremece al ser humano al enfrentarse a “lo sagrado”, “Lo santo”, lo totalmente diferente, de alguna forma se quiebra, se divide para alimentar por un lado la narrativa de misterio, de enigma, que entroniza la lógica y el pensamiento científico como forma definitiva de decodificar el todo y cuyo paroxismo estará representado por Sherlock Holmes ; mientras que lo “tremendo” estará emparentado con el nacimiento del fantástico y la literatura gótica y nos devolverá esa percepción sensible ahora negada, esas entidades barridas bajo la alfombra de la modernidad, en forma de síntoma en encarnaciones monstruosas.
La oposición entre el mundo sensible y el mundo racional, que durante un tiempo pareció definitiva, comenzó con el tiempo a resquebrajarse, no solo con la fantasía científica y la ciencia ficción, sino que la física cuántica y la lógica borrosa, llevaron a las ciencias duras a rozar espacios antes sólo percibidos desde el pensamiento mágico y místico.
Esta conjunción es la que da forma al planteo de ETHER, la nueva serie escrita por el celebrado Matt Kindt (de quien definitivamente tengo que buscar el resto de su obra) y el talentosísimo David Rubín (a quien persigo de título a título con un fervor juvenil). Aquellos que supimos gozar del imaginario impuesto en la silver age por Julius Schwartz recordaremos a su Adam Strange, que mediante los lápices de Murphy Anderson abandonaba sus tareas de arqueólogo en esta tierra para recorrer los confines imposibles del universo cuando era transportado por el rayo zeta al planeta Rann. Ether participa una lógica similar, pero profundiza la metáfora, transporta el planteo a la lógica narrativa de nuestros días y lo limpia de todo rastro naíf. Boone Días es un científico teórico que extrema sus métodos para decodificar la realidad de la magia y la fantasía dando finalmente con La encrucijada, el portal entre la Tierra y Ether, el mundo mágico. Kindt parece vindicar esta reconexión entre la percepción racionalista y sensible, hace uso de muchos elementos de los cuentos de hadas tradicionales de todo el mundo para elaborar la estructura y funcionamiento de ETHER. El tiempo entre ETHER y la Tierra no es sincrónico, unos días en ETHER son años terrestres. El visitante terrestre no puede comer cuando visita el otro plano.
La muerte de la última llama dorada es el título de este primer volumen, que narra cómo Boone Días es llamado por el alcalde de Agartha, capital de Ether, para que aplique su método científico para resolver el asesinato de la Llama Dorada, la fiel protectora de Ether. La investigación será la excusa para comenzar a recorrer la geografía fantástica y los diferentes habitantes. Razas, costumbres, tecnologías, medios de transporte, organización social…
También asistiremos al sacrificio de Boone, puesto que religar ambas realidades no es gratis y comenzamos a ver cómo Boone a debido resignar aspectos de su vida personal para asumir una misión que él mismo considera como un imperativo ético mientras que otros perciben tan solo como un capricho o incluso una adicción.
Sin lugar a duda ETHER es uno de los títulos más jugosos y prometedores del panorama norteamericano contemporáneo. Profundamente imaginativo, profundamente poético, profundamente relevante. Con grandes dosis de acción, aventura y fantasía.
La articulación entre realidades, el pasaje de una realidad a otra, el acceso a la Encrucijada sólo puede darse ante un trauma, para cruzar de mundo uno debe estar dispuesto a renunciar a todo, a perderlo todo, a morir… Nadie pudo cruzar más de una vez sin volverse loco, salvo Boone, que se ahorca con una soga al arrojarse a “La singularidad” que lleva a La encrucijada.
Tal vez a conciencia, tal vez por esa percepción sensible que da forma a la imaginación de los creadores la puerta entre mundos fue bautizada como Encrucijada. El imperio de la razón alimentó un mundo y un sistema de organización absolutamente desangelado, árido, carente de belleza, que asfixia a los más sensibles y empuja a gestualidades esquizoides o prácticas autistas a los menos. La falta de un imaginario de futuro que alimenta la propagación de distopías y ficciones apocalípticas nos habla de una encrucijada que enfrentamos en conjunto. Tal vez la forma de cruzarla sea vindicar nuevas formas de la imaginación, percepciones de la realidad más allegadas a lo sensible. Alimentar gestualidades más cercanas a la piedad que a la competencia, pero obviamente estas reflexiones exceden la obra aquí presentada, ¿no es así?
[i] Harpur, Patrick. El fuego secreto de los filósofos. Atalanta. Girona. España. 2013.
[ii] Otto, Rudolf, Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, Alianza Editorial, Madrid, 1980.