«Mientras que los revolucionarios como individuos pueden morir en cualquier momento, nunca podréis matar sus ideas».
Thomas Sankara
Antonio Lozano destacado cultor del género negro en la madre España, recupera la memoria del genial estadista y de su legado ideológico en El caso Sankara, novela que abreva en lo mejor del género y por la que recibe el Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona.
El capitán Thomás Sankara es posiblemente uno de los personajes políticos más interesantes de la segunda mitad del pasado siglo XX, sin embargo también uno de los más olvidados.
Habiendo abandonado la idea del sacerdocio, Thomas Sankara ingresa en el ejército, siendo seducido de muy joven por las ideas Marxistas. En 1983 llega al poder mediante un levantamiento y asume el mando de Alto Volta, actual Burkina Faso («Tierra de la Dignidad» en lengua Mossi y Dyula, las mayoritarias de ese país). Inmediatamente promueve una revolución «popular y democrática», con los pilares Educación y Salud Pública como prioridades, una política destinada entre otras cosas a acabar con la hambruna, igualar los derechos de la mujer a los del hombre, combatir la corrupción, impulsar una reforestación a gran escala, suprimir los poderes de los jefes tribales y, fundamentalmente, levantarse contra el neocolonialismo que algunos países occidentales imponían a la zona. Cinco años después, un nuevo golpe de Estado funcional a estas potencias pone fin a la renovación iniciada por el mandatario. El 15 de octubre del 87 Thomas Sankara y doce oficiales más fueron asesinados por los golpistas. El nuevo gobierno enarbolaba las mismas banderas y sostenía un lenguaje político ideológicamente similar al de Sankara, pero en la práctica fue casi lo contrario. El «Che Guevara de África», como algunos lo apodaban, no pudo terminar su obra.
Pareciera ser que de golpe, en los últimos años, el género negro ha tomado un nuevo impulso en los países de habla hispana. ¿A qué crees que se deba esto?
Efectivamente, está sucediendo eso, y no sólo en el ámbito hispano, sino también en lugares donde no existía tal tradición, como en Asia y en África. Pero, desde luego, el auge en Latinoamérica es espectacular. Creo que este fenómeno está vinculado al hecho de que el género negro se ha ido convirtiendo, con el paso de los años, en una vía de crítica social, y que muchos autores preocupados en afrontar los grandes problemas políticos y sociales lo han adoptado.
¿Por qué motivo te has acercado al mencionado género?
Los problemas que deseo abordar –como han sido hasta el momento la inmigración clandestina o la política neocolonial en África- han encontrado en el género negro un excelente acomodo. Si quieres escribir novela negra, la realidad actual te sirve en bandeja los temas. Pero hay otros motivos, más personales, como la afición que he tenido por la novela negra desde mis primeras lecturas.
El hecho de estar basada en un caso real y de semejante magnitud, enraizó tu novela con la mejor tradición del género. ¿Cómo fue tu acercamiento al caso Sankara? ¿Influenció en tu interés el haber nacido en Tánger? ¿Cuál es tu relación con el continente negro?
Yo nací y viví en Tánger y eso explica lógicamente parte de la atracción que siento por África. Pero sólo en parte, porque el África en que nací es muy diferente al África subsahariana, al África negra. Mi primer viaje a África negra fue precisamente a Burkina Faso. La fascinación fue extraordinaria. Desde entonces he viajado a otros países africanos siempre que he podido. Fue en ese primer viaje cuando oí hablar por primera vez de Thomas Sankara. Lo que me contaron de él, y también cómo me lo contaron, me cautivó. Después me puse a buscar información sobre el personaje y fui descubriendo en él a un ser humano extraordinario y un proyecto político impresionante. Pero también fui descubriendo que se convertía en un gran desconocido en cuanto dejabas atrás el continente (porque en África sigue siendo hoy un ídolo). Ese desconocimiento del Che negro, como se le conoce, no es casual, es absolutamente intencionado. Y me propuse aportar mi humilde grano de arena a difundir la obra gigantesca de ese hombre honesto que quiso transformar su país, que quiso transformar África.
¿Creés que hubiera sido viable otro destino político para Sankara que no fuera el magnicidio?
Sankara sabía que iba a morir, y lo llegó a decir quince días antes de su asesinato en una entrevista. Sabía que era su mejor amigo, Blaise Compaoré, quien lo iba a matar. Todos le instaban a que “disparara” él primero, que ejecutara, encarcelara o expulsara del país a Compaoré. Siempre insistió en que jamás lo haría porque eso significaría una traición a la revolución y al pueblo burkinabé, y que sus diferencias debían ser resueltas por medio del diálogo. Él podría haber evitado por lo tanto el magnicidio, pero su grandeza de espíritu se lo impedía. De todos modos, el peligro siempre habría estado presente, porque Compaoré sólo era el instrumento de Francia y Costa de Marfil, fundamentalmente, para acabar con un presidente rebelde a sus dictados y molesto para sus intereses. Sankara se había convertido en un referente para toda la juventud y las clases populares africanas, y debía ser eliminado.
Aparte de su calidad literaria es notoria en la novela tu crítica al neocolonialismo francés en la región. ¿El costado político tuvo alguna repercusión en éste, tu país vecino?
La novela no ha sido aún publicada en Francia, y creo que de momento será difícil que llegue a serlo. Mi decisión de mantener a todos los responsables políticos, no sólo del asesinato de Sankara sino de todo el periodo postcolonial, con sus nombres y apellidos reales, vivos aún muchos de ellos y algunos en activo, dificulta mucho esa publicación. Era consciente de ello, pero me pareció que, si quería hablar de la verdad sobre el caso Sankara, debía actuar así.
Al momento de escribir El caso Sankara, ¿eras consciente de que el dedicar tu pluma a la ficcionalización de un incidente de trascendencia internacional podía abrir las fronteras a tu narrativa?
No me planteé eso en ningún momento. Sólo quería hablar de Sankara, que la gente lo conociera, supiera que existen en África propuestas políticas llevadas a cabo desde el propio continente capaces de sacarlo de la crisis, propuestas progresistas, originales y efectivas. Y que cada vez que eso ha ocurrido, esas propuestas han sido abortadas violentamente desde Occidente y los logros han sido silenciados; que los políticos honestos y competentes, que los ha habido y muchos, siempre han sido asesinados o encarcelados y sustituidos por otros gobernantes corruptos, dictatoriales pero obedientes a los dictados de las antiguas metrópolis.
Más allá de tu lugar de nacimiento, no sos el único escritor de novelas negras que siente particular interés por África. Le Carré, por ejemplo, dedicó algunas páginas memorables a este continente, y es conocida la devoción que siente Henning Mankell por este territorio. ¿La seducción de esta geografía viene por lo exótico del paisaje o por los trastornos políticos de sus sociedades?
Es cierto que esos y otros autores han sentido y sienten fascinación por el continente africano. Creo que más allá del inmenso atractivo de la naturaleza, eso se explica por los seres humanos, las sociedades que lo pueblan. Es preciso ir a África para entenderlo, para compartir una experiencia humana en la que la comunicación adquiere otra dimensión, con la palabra como protagonista. Pero escribir sobre África es también una responsabilidad política, porque es preciso desvelar la doble moral que impera desde los países que de verdad gobiernan el continente, que son fundamentalmente las antiguas potencias coloniales y los EEUU –China está incrementado también su presencia-, paladines de la democracia y de los derechos humanos en casa y capaces de la peores atrocidades allá. ¿Cuántas guerras civiles han sido impulsadas y financiadas desde Occidente, con los intereses petroleros como trasfondo? Caso paradigmático es hoy el caso de la República Democrática del Congo, con una guerra que ha producido ya millones de muertos y que con su apariencia de guerra tribal apenas encubre la realidad, que no es otra que la de la lucha entre las grandes multinacionales, entre las grandes potencias, para hacerse con el control de las inmensas riquezas del subsuelo congoleño, y en particular del coltán, ese mineral imprescindible para la fabricación de teléfonos móviles y para la industria aeronáutica, y que se produce en más de un 95% en aquel país.
Hace poco, en una entrevista con Sealtiel Alatriste, hablando de la actualidad en el mundo literario de todos los países de habla hispana, el escritor mexicano me comentaba su sensación acerca de cierto nivel de complacencia para con sus lectores en la narrativa española de los últimos años. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Estoy algo alejado de la narrativa española actual, porque desgraciadamente las cosas que uno tiene pendiente de leer superan ampliamente el tiempo de que dispone, y mi interés se ha centrado mucho en los últimos tiempos en la magnífica creación literaria africana, sin dejar nunca atrás la novela negra, y especialmente la latinoamericana. Pero por lo que he ido viendo y por lo que oigo creo que sí, que la producción literaria española actual responde en muchos casos más a las leyes del mercado que a otros criterios.
Nota biográfica
Antonio Lozano nace en Tánger (Marruecos) en 1956. Estudia Magisterio en Granada y trabaja en las escuelas españolas de Uxda y Nador. En 1984 se traslada a Agüimes (Canarias) y en 1987 se incorpora al equipo de gobierno municipal como concejal de Cultura y Desarrollo Local. Como tal, pone en marcha el Festival del Sur-Encuentro Teatral Tres Continentes y el Festival Internacional de Narración Oral “Cuenta con Agüimes”, que sigue dirigiendo en la actualidad. Se licencia en Traducción e Interpretación en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Tras abandonar la concejalía, se incorpora al Instituto Joaquín Artiles de Agüimes como profesor de francés. Es autor de Harraga (Zoela, 2002) -premio Novelpol a la mejor novela negra publicada en España en 2002 y Mención Especial en el Memorial Silverio Cañada a la primera novela negra- y de Donde Mueren los ríos (Zoela, 2003), finalista del premio Brigada 21.Su tercera novela, Preludio para una muerte, fue editada por Ediciones b en junio de 2006. En mayo de ese mismo año recibe el Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona por su obra El caso Sankara. Su novela Las cenizas de Bagdad ganó la XXIII edición del premio de novela Benito Pérez Armas en 2007. Como traductor, ha llevado al español “Kaidara”, de Amadou Hampaté Bâ, “El Halcón de los mares”, “Prima K”, de Yasmina Khadra, “De la desgracia de ser árabe”, de Samir Kassir y L’assassin du Banconi, de Moussa Konaté. La editorial Almuzara acaba de reeditar su novela Donde mueren los ríos. Este año han sido editadas Harraga en francés y Donde mueren los ríos en alemán.