Finalista del premio Herralde con la novela Un lugar llamado Oreja de Perro, el peruano Iván Thays se afirma como una de las figuras destacadas de la nueva generación de narradores latinoamericanos.

Su novela contrapone el dolor del protagonista, un periodista al que acaba de abandonar su esposa luego de la muerte del hijo en común, con el dolor colectivo de una remota población andina, víctima de los años de plomo del Perú, que el gobierno intenta utilizar como símbolo de la pacificación nacional con el lanzamiento de un plan de asistencia.

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Si bien ingresaron a nuestro país algunos ejemplares de Pasajeros perdurables; Un lugar llamado Oreja de Perro está resultando ser tu verdadera presentación en nuestra sociedad, por lo que, en principio, me gustaría que nos hicieras un resumen de tu carrera. ¿Cómo y cuándo decidiste dedicarte a las letras?, ¿cuál fue tu formación y cuáles tus maestros (si es que los tuviste)?

Desde muy joven, desde niño, supe que la literatura era lo mío. Leer y escribir era una unión indestructible, una causa-efecto. Ni siquiera me preguntaba por qué, pero cada vez que leía algo, terminaba escribiendo cuentos en hojas recicladas que me traía mi papá. Estudié literatura en una universidad, pero mis verdaderos maestros fueron y lo son hasta ahora, los libros y sus autores.

Uno de los puntos fuertes de Un lugar llamado Oreja de Perro es el entramado que genera la tragedia del protagonista y la tragedia colectiva; ¿cómo surge esta estructuración en la novela?

Siempre la tragedia colectiva opaca, en nuestra literatura o en nuestra vida cotidiana, la tragedia personal. Yo intenté ir por el camino opuesto: una tragedia personal que termina borrando los contornos de la tragedia colectiva o social. Para el protagonista de mi novela, que lo he perdido todo y está a punto de cerrar un ciclo de vida, no hay posibilidad de entender lo que ha ocurrido en el Perú. Pero sí puede compartir el dolor colectivo, el dolor de personas totalmente desconocidas y efímeras para él, a partir de la comprensión de su propio dolor.

La verosimilitud que transmite, en la narración, la muerte de Paulo y el trauma subsiguiente impone la pregunta: ¿Cómo se narra la muerte de un hijo? ¿En donde se sitúa el narrador siendo padre?

Ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. Mi mujer se separó de mí cuando mi hijo tenía 1 año y el dolor de no verlo todos los días fue el punto de partida para describir el trauma de perder un hijo. Pero, desde luego, mi vida no tiene ni punto de comparación con el drama del narrador. Tuve que aprender, no solo a pensar como un hombre al que se le muere un hijo, sino a conmoverme realmente ante esa persona. La primera persona que mi novela debía conmover, era a mí.

 

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Una de las obsesiones del protagonista tiene que ver con la memoria y el olvido. En alguna entrevista afirmaste compartir esta obsesión. En primer término, ¿el binomio memoria/ olvido, aparece en la novela como elemento de la tragedia individual del protagonista o como metáfora política?

Como ambas. A mí el tema que realmente me llama la atención es el de la pérdida. Qué significa “perder” algo que uno quiere. Qué ocurre cuando alguien pierde aquello que realmente ama o necesita. Desde ahí, el tema de la memoria y el olvido aparecen como parte de un tema general que es el de la pérdida.

En lo personal he disfrutado mucho de tu novela. Incluso me he interesado por la situación peruana, de la que no estaba mayormente informado. Sin embargo, has mencionado en varias entrevistas que fuiste acusado de frívolo por varios compatriotas. ¿Por qué crees que es esto?

En el Perú, para algunos lectores y escritores existen ciertos temas (como el de la violencia política) y ciertos lugares (como la sierra peruana) que solo le pertenecen a los “excluidos” de la sociedad. El que yo, que no soy parte de ese grupo imaginario, haya tocado aunque sea de soslayo esos temas (y con el antecedente de que en mis otros libros las historias no transcurrían en el país, e incuso, en uno de ellos la historia transcurre en una ciudad mediterránea inventada), es imperdonable. El que lo haya hecho, además, desde una perspectiva no prevista por ellos (el que mi personaje no entienda lo que ve en la sierra, que hable de libros o de cine para explicar sus sentimientos, que imponga su drama personal sobre el colectivo) termina por convencerlos de mi “frivolidad”. Y bueno, el que tenga un blog de noticias literarias apenas comentadas y totalmente caprichoso como Moleskine Literario, y no uno de artículos más exigentes, también actúa en mi contra.

Durante varios años dirigiste Vano Oficio, un programa de T.V. que se mantuvo a pesar del bajo raiting. ¿La cultura no vende?

Al menos no vende auspicios. Por eso salí del aire.

Tu Blog, Moleskine Literario (http://notasmoleskine.blogspot.com/) surge como saldo de un entuerto entre “familias” literarias. ¿Cuál es la intersección entre política y literatura?

Bueno, mi blog en realidad es muy anterior a ese entuerto literario. Cuando ocurrió tenía un año posteando. Además de otros blogs menos exitosos que intenté antes. Yo creo que el Perú es un país muy politizado, y la literatura ha sido una especie de botín de guerra para grupos ideológicamente opuestos. A mí lo que me interesa es leer libros buenos de uno u otro bando. Y si son realmente buenos serán siempre, como diría Nabokov, maravillosos cuentos de hadas y no documentos sociológicos.

¿Cuál es la situación de Perú en el mapa latinoamericano actual? ¿Qué críticas harías de la administración de Fujimori?; ¿de Toledo?; ¿de Alan García?

Yo creo que esa pregunta merecería un libro o por lo menos una tesis para la que no tengo capacidad de hacer. Y aún si tuviese la capacidad, sería demasiado extenso. Por eso, me siento incapaz de responder esa pregunta seriamente, ahora mismo. Si hay algo que no comparto con algunos escritores es el pensar que pueden hablar de todo con la misma solvencia con que escriben sus libros. (Y supongo que no contestar jamás a estas preguntas se suma a las acusaciones de frivolidad que me imputan).

¿Qué lugar ocupa en vos la lectura y cuál la escritura?

Si yo pudiese leer sin escribir jamás, me sentiría bien, sentiría que puedo ser feliz así. Pero es inconcebible para mí una vida en la que solo escribo y no leo. Eso es imposible. Leer es lo importante, es la verdadera intención de mi vida. Escribo solo cuando el caudal de ideas –muchas de ellas motivadas por la lectura- me sobrepasa y debo hacer algo con ese material o terminará enajenándome. Escribir es un intento de no convertirme, en la realidad, en uno de mis personajes.

 

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¿Cómo evolucionó la narrativa peruana en las últimas décadas?

Otra pregunta para tesis. No puedo con eso. Creo que lo que ha ocurrido en las últimas décadas solo puede verse en perspectiva y como estamos viviendo ahora mismo esas “últimas décadas” es imposible tomar distancia. Siento, eso sí, que ha habido un cambio de actitud generacional (y no solo en el Perú) entre aquellos años 70 en que el escritor debía estar comprometido socialmente y ser “realista” a ultranza, o al menos poner sus fantasías a disposición de una actitud política correcta, a los últimos años donde la pluralidad, la dispersión y la absoluta libertad es la norma. Se ha roto un canon absoluto y, como dijo Alan Pauls en una entrevista que le hice en Lima, lo que existen son pequeños canoncitos interactuando incluso dentro de un mismo autor.

¿Cómo ves el panorama literario actual en América Latina?, ¿Qué autores podés recomendarnos y por qué?

Yo creo que la literatura latinoamericana es una de las más brillantes del mundo, en cualquier lengua. Si la podemos ver como un bloque, como si todos fuéramos solo un país, tendríamos una literatura poderosa, imaginativa al extremo y versátil. Recomendar autores es lo que hago siempre en Moleskine, así que me cuesta resumir aquí los nombres. Son decenas o centenas, si nos ponemos a eso. Pero para no dejarte con las manos vacías (por tercera vez) te doy dos nombres que yo recomendaría a alguien que quiera leer autores no consagrados pero, extraordinarios: uno vinculado a la generación de narradores después de Fuentes un mexicano, Juan Vicente Melo, y su novela La obediencia nocturna. Y otro, un escritor cubano de mi generación, Rolando Sánchez Mejías y su Historias de Olmo. Ambos muestran que la imaginación desbordada y la prosa exquisita, ya sea barroca como en Melo o concreta hasta el aforismo como en Sánchez Mejías, es un sello de agua de la literatura latinoamericana.

 

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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