Si alguien conmovió el escenario poético inglés de la primera mitad del siglo XX, fue Dylan Marlais Thomas, cautivante figura marcada por la bohemia y el alcohol; el último “maldito” de aquella casta de caóticos cultores del exceso y la belleza.
La poesía, pesada en mermas aunque ágil, debe ser tan orgiástica y orgánica como la cópula, divisora y unificadora, personal pero no privada, propagando al individuo en la masa y a la masa en el individuo.
Mi extraño nombre –por alguna loca razón viene del Mabinogion y significa “príncipe de la oscuridad”.
Dylan Thomas, Cartas
Introducción
En el desarrollo del presente trabajo se plantearán una serie de interrogantes en torno a la construcción de la imagen del poeta. ¿Cómo se configura un poeta? ¿Cuál es la relación que existe entre su producción poética y su vida particular? ¿O acaso resulte más pertinente preguntarse qué tipo de relación tiene y cómo se lleva a cabo?
Se pueden pensar dos tipos de análisis: el primero, un enfoque sobre la elaboración de la poesía y el acto de escritura a partir del sujeto que la enuncia; el segundo, un enfoque sobre el desarrollo de la figura del autor en la poesía misma. En los dos casos, la visión del poeta sobre la poesía es crucial para poder entender algunos tópicos de su escritura.
Para comenzar, la pregunta por el autor ha sido siempre una inquietud en los círculos literarios; pero tal vez sea más importante pensar en la función que éste ejerce sobre su obra. Señala Foucault, acerca del nombre del autor: “imposibilidad de tratarlo como a una descripción definida; pero también imposibilidad de tratarlo como a un nombre propio cualquiera”[1]. Acercarse a la obra poética de Dylan Thomas implica indagar no solamente sobre su persona[2], sino también sobre el yo poético que construye a partir de ciertas temáticas que se unen en un todo entre la vida y la muerte. Una escritura cíclica contiene todo un mundo externo y todo un mundo interno. Contiene una representación (o varias) y contiene una evolución posible de un ser humano (evolución múltiple). Tratar de conciliar opuestos en el espacio de una producción poética redime ciertos vacíos que se producen en el sujeto inserto en una sociedad. Ser parte de un ciclo implica mantenerse ambivalente entre dos extremos (dos mundos posibles).
Dentro del período de entreguerras, donde la civilización sufría cambios de manera abrupta y era permeable a toda cuestión política, se empieza a gestar la poesía de Dylan Thomas como una necesidad de recuperar la individualidad del hombre.
Esta necesidad de individualidad (vista al mundo interior) no rechaza de ninguna manera su relación con lo social (vista al mundo exterior); precisamente, esa fluctuación que existe entre esos mundos hace a la figura del yo poético puesto en juego en la poesía. Citando a Octavio Paz: “La poesía pone al hombre fuera de sí y, simultáneamente, lo hace regresar a su ser original: lo vuelve a sí”[3]. Entonces, en un poema, se puede representar el nacimiento así como representar su consecuente muerte de la manera más natural posible: ir hacia la muerte, comprenderla, hacerla parte de la vida:
Un cambio en el ojo advierte a tiempo
la ceguera hasta el hueso; y el útero incorpora
una muerte mientras surge la vida[4]
Si Dylan Thomas se convirtió en un representante de la “oscuridad verbal, pretenciosidad metafísica, éxtasis romántico”[5] lo fue sólo en consecuencia de intentar alcanzar con palabras un tipo de expresión, pero las palabras no alcanzan:
“Siento que todos los músculos se me contraen cuando trato de arrancar de las palabras arremolinadas alrededor de mis eternas ideas sobre la importancia de la muerte en la vida, algunas palabras conexas que expliquen cómo el estrellado sistema de los muertos es visto, ordenado como en la sepultura del cielo, a lo largo de la órbita de un pie o de una flor. Pero cuando llegan las palabras tan a fondo fuera de sus asociaciones vivas sólo queda la muerte en las palabras”[6]
En concreto, sólo queda escribir. Ser parte de un ciclo.
- “El poema es, como todos los poemas, su propia pregunta y respuesta, su propia contradicción, su propio acuerdo”[7]
Para realizar un análisis puntual sobre la poesía de Dylan Thomas es necesario acercarse a las concepciones y pensamientos sobre la poesía de su época. En los años que publica sus dos primeros libros, Eighteen Poems y Twenty-five Poems (1934 y 1936, respectivamente), se vivía un clima social intenso: una Primera Guerra Mundial ya acontecida y una Segunda por venir; ya las teorías de Marx y Freud recorrían por sobre todas las inquietudes de los escritores de la década del ‘30 y generaba la necesidad latente de comprometerse con lo social, buscando soluciones para la civilización desde ‘un lugar artístico’[8]. En contra de esta corriente, Dylan Thomas se inscribe en una generación que intenta volcarse hacia el hombre, buscando a través de una simbología particular (mezclando imágenes religiosas, oníricas, biológicas y cosmogónicas) la explicación de su permanencia, su individualidad, su particular fusión con la naturaleza.
Cuando un artista se pregunta sobre aquello que lo impulsa a escribir; se pregunta también sobre la forma de sus escritos, su trabajo, su pulido. De este modo, se produce un diálogo que encuentra su consumación en el poema. Se pregunta, se responde. Pero el poema no es estático, aunque su forma lo limite:
Mi penumbra que roció la bahía mientras yo acuchillo
a este alboroto de las formas,
para que sepas tú cómo yo, un hombre giratorio
reverencio también a la estrella y al pájaro estruendoso[9]
Y a continuación, en el mismo poema:
Mira: construyo mi barca que desciende
hasta lo más alto de mi amor
cuando el diluvio empieza
fuera del manantial del miedo, de la candente ira del hombre que [está vivo
La barca, símbolo de la forma que contiene al yo poético en medio del diluvio del agua. Al mismo tiempo, ese acto de escritura es lo que permite alabar toda la creación divina, a partir de la analogía con el arca de Noé. La simbología es clara. La barca es el poema: permite verbalizar las fuerzas humanas que el hombre realiza para poder unificarse con la naturaleza. Un “hombre giratorio” acuchilla (inmoviliza) una forma, construye una barca a partir de sus expresiones “fuera del miedo” de la “candente ira del hombre que está vivo”. Es un hombre que lo comprende todo; justamente por esa mirada expansiva es que puede hacer un recorte de su propio interior. El poeta “reverencia” lo inalcanzable, una “estrella” y un “pájaro” (referencias de lo natural); y ese conocimiento se torna casi como una expresión de sabiduría; ya que a través de ese conocimiento el poeta comprende su naturaleza y su relación con el mundo.
Es constante el manejo de imágenes que rozan el tono profético, el conocimiento religioso. También se encuentran otras referencias a la Biblia, como en el poema “Al principio”:
Al principio era la palabra, la palabra
que de las sólidas bases de la luz
le sustrajo todas las letras al vacío;
y de las bases nubladas del aliento
la palabra fluyó, y al corazón tradujo
los primeros indicios de nacimiento y muerte.[10]
La palabra como acción que, desde un inicio, nos deja la conciencia del nacer, la nostalgia de reconocerse en un origen. No es el verbo sino la palabra quien describe el ciclo. La palabra como traducción de ese mundo perdido. T. S. Eliot describe a los poetas metafísicos como poetas que estaban “empeñados en la tarea de encontrar el equivalente verbal de los estados de la mente y del sentimiento”[11]. Pero, para Dylan Thomas, esos estados de la mente no son alcanzados sino se atraviesa primero la conciencia del cuerpo como un ser orgánico: “Viniendo como vienen casi todas mis imágenes de mi sólido y fluido mundo de carne y sangre están puestas en términos de sus progenitores. Para contrastar una belleza superficial con una fealdad superficial no contrasto un árbol con un poste o un pájaro con una comadreja, sino más bien las piernas humanas con las tripas humanas”[12]. El hombre no puede abstraerse de la materia en que está compuesto. Es, básicamente, su composición y es inevitable escribir aún sobre lo más desagradable, porque es parte de un todo (otra vez, todo en torno a un ciclo). Claro que la pregunta por el equilibrio del cuerpo en un mundo marino nos remite nuevamente al poema “Prólogo de autor”: esa búsqueda es incesante. Como su lucha:
Y desde el primer deterioro de la carne
yo aprendí el lenguaje del hombre para enroscar las formas del pensar
en el idioma pétreo del cerebro[13]
- “Un poeta escribiendo un poema está en paz con todo excepto con las palabras que son acciones eternas”[14]
Un poeta que se enamora de las palabras asume un destemplar sobre el mundo. Asume un cambio permanente sobre su poesía, su lectura. Asume su oficio:
En mi oficio o arte sombrío
ejercido en la noche silenciosa
cuando sólo la luna se enfurece[15]
Observamos aquí que la presencia de la sombra sobre el arte produce un juego de luces que va hacia los extremos.: el oficio se realiza “sólo” cuando la luna manifiesta su estado de ánimo (y para tal caso, podemos relacionar el enfurecimiento con una expresión violenta de luz), “sólo” cuando un elemento natural actúa sobre el yo poético. Nos encontramos nuevamente ante la pregunta sobre la imagen del poeta:
junto a la luz que canta yo trabajo
no por ambición ni por el pan[16]
Pero una palabra que es acción infinita, entiende que “el poema no dice lo que es, sino lo que podría ser”[17]. Incluso la mudez se manifiesta sobre el yo poético cuando las fuerzas naturales actúan por sobre sus posibilidades; así lo podemos rastrear en el poema “La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor”. Esas fuerzas que accionan el mundo donde transita la vida del ser humano, ya no meramente como contemplación, llevan al hombre a su merced; esas fuerzas oscuras que no se registran cómo suceden pero son las que ponen en movimiento la escritura. Y el poeta, con un estribillo que funciona como eco resonante de una dificultad de no poder decir el todo (“y yo estoy mudo para decirle”[18]), apenas si puede manifestar la imposibilidad que sobre él actúa al intentar describir su complejo mundo interno. Nuevamente, juego de contrastes. Termina siendo doble ese mundo, es el mundo interior de la naturaleza y es el mundo interior del ser humano. Todo está atravesado por la dualidad. El hombre busca descentrarse: “Sólo podemos mirar las cosas que están entre la tierra y el cielo y estamos muy en la posición de un lector de libros que sólo pudiera mirar el centro de las páginas y nunca (sin esfuerzo) lo de arriba y lo de abajo”[19]. Es múltiple el decir en la obra poética de Dylan Thomas, no hay una única voz, a raíz de esas imágenes contrarias que lo atraviesan, se pierde un único nombre.
oh en nombre
de nadie
ahora
y nadie
más tarde[20]
- “Resuelvo en primer lugar hacer poesía, en segundo, escribirla; hay poesía en las manos del reloj cuando puedo darme cuenta de que el reloj es una limitación y puedo expresar, en mi poesía, el conocimiento de esa limitación y el conocimiento de la ilimitabilidad”[21]
En cuanto a la construcción de la figura del autor; comúnmente se lo ha relacionado a Dylan Thomas con ciertas influencias surrealistas por su tendencia a la imaginería oscura en relación al inconsciente. El valor que el surrealismo le otorga a lo irracional, a la escritura automática sin trabajo de significado y forma; es un valor que para Dylan Thomas no tiene sustento. Para él, es esencial que cada línea de su poesía sea perfectamente comprendida y discute fervorosamente con la crítica que tilda a su poesía de no tener forma. Dylan trabaja concienzudamente su poesía, le da una estructura intensa, prolijamente ordenada; por más que las imágenes provengan del yo más profundo, antes de plasmarse sobre el papel atraviesan un proceso racional, de modo que, al final, sólo quedan las imágenes que mejor favorecen al poema.
Si bien Dylan Thomas se acerca mucho al movimiento apocalíptico por ser un movimiento individualista, que considera al poeta como un ser orgánico, profeta y buscador de un mito (revelando fuertes influencias célticas y bíblicas); también se acerca al romanticismo por su fuerte contenido sentimental frente a la naturaleza.
En un ensayo, el crítico Esteban Pujals lo incluye dentro del neorromanticismo, como una corriente que se aparta de la poesía crítica o religiosa y de la poesía política y social. Un poeta neorromanticista, según Pujals, tiene un pensamiento distinto del mundo; una actitud contemplativa y una acentuada visión lírica: {los neorrománticos} “buscan la solución a sus problemas éticos y espirituales en la misteriosa fuerza de la vida, en la romántica fusión entre el hombre y la naturaleza, en la impresionante unidad del amor, la biología y la cosmología, el fascinador parentesco entre la sangre y los ríos, las células y las estrellas”[22]. De esta manera, el autor se proyecta como un poeta que entrelaza diversos movimientos culturales en su visión poética.
Esta unión de diversas corrientes, lo convierte a Dylan Thomas en un poeta muy particular. Ciertamente, es un autor con muy pocas lecturas fuera del inglés moderno. Hacer poesía y luego escribirla es una manera, tal vez, de aceptar el mundo con sus limitaciones. Es una toma conciente de actitud. Su elección de escritura se presenta ante el irremediable fluir del mundo que se continúa en ciclos eternos, tratando de capturar pequeños instantes por medio de las palabras (acciones eternas) que tampoco dejan de fluir:
ahora que mis símbolos se abrieron paso al tiempo,
el tiempo contempla la ciudad y yo tomo del tiempo
descuidado y precioso una mitad para empujar con ella la oración[23]
Y aquí el que escribe, “este insecto”, se proyecta por dentro y por fuera del poema. El tiempo como sucesión de ritmos que se atraen y rechazan; produce una mera contemplación sobre la ciudad (una ciudad descripta con referencias bíblicas en torno a la Génesis y el Edén), una mitad del tiempo que el yo poético toma para poder expresar una oración: oración en el sentido sintáctico, si se quiere, u oración en el sentido religioso. Las dos lecturas son válidas, son parte de una misma fábula que cuenta:
El insecto cierto es la plaga de las fábulas
(…)
El insecto de la fábula es la cierta promesa[24]
Se le da cierta veracidad al insecto que es el producto de una fábula (producto del poema como fábula, como un relato que deja una moraleja), eso que motiva una plaga de escrituras simbólicas representantes de una realidad posible: un insecto da la posibilidad de un relato y no al revés. Y si el poeta no puede alcanzar el equilibro entre la carne y la naturaleza, pese a que gracias a esa imposibilidad es que produce; si el poeta no puede expresarse con otras palabras, es sencillamente porque “el poeta no puede oponer su conciencia poética, sus intenciones, al lenguaje que utiliza, porque se encuentra íntegramente en él”[25]. De este modo, esta lectura abarca la oración en una doble acepción; abarca la oración del hombre que intenta explicar su tierra y la oración del hombre que alaba a su Dios:
Oh, ved cómo se besan los polos que se cruzan[26]
- “Obviamente uno nace antes de poder ser un artista, pero después de eso no importa lo que suceda. La conciencia artística está o no”[27]
Retomando la serie de preguntas planteadas en la introducción, hemos analizado la obra poética de Dylan Thomas enfocándonos en la imagen del poeta dentro y fuera del poema. Si existe una relación, esa relación es inmanente en sí misma. Es, retomando la cita del comienzo, la cópula de dos fuerzas que se comportan como contrarias pero se intercalan una en la otra. Se pertenecen.
El príncipe de la oscuridad, ahora sí, se confiesa: “Mis líneas, todas mis líneas son de décima intensidad. No son las palabras las que expresan lo que quiero expresar; las palabras son las únicas que encuentro que se acercan para expresar sólo la mitad. Y eso no sirve. Soy un caprichoso usador de palabras, no un poeta”[28].
Un caprichoso usador de palabras. Un caprichoso usador de acciones eternas, hombre encerrado en un ciclo entre el nacimiento y la muerte. El concepto que el poeta tiene de sí mismo puede llevarnos a ciertos pasajes oscuros y confusos en su poesía; pero es sólo por la intensidad de sus imágenes dentro de una forma necesariamente acotada. Bien señala Octavio Paz cuando piensa que “la experiencia poética es irreductible a la palabra y, no obstante, sólo la palabra la expresa”[29], esa sensación de no alcanzar nunca la tierra firme, como si fuera permanente el estar sobre una barca en el medio del diluvio, a la espera de una isla posible.
Pero, justamente, si la poesía es un medio, no una marca impuesta: no importa lo que suceda. No existe una teoría al respecto, el poema es el resultado de una búsqueda. Y el poeta es la imagen que subyace en esa búsqueda. “Debés vivir en el mundo exterior, sufrir en él y con él (…) Donde el artista se diferencia de sus prójimos es en que eso para él no es el único mundo. Tiene el esplendor interior”[30].
Bibliografía:
- Bajtin, Mijail, “La palabra en la poesía y en la novela”. Teoría y Estética de la novela, Madrid: Taurus, 1991.
- Bousoño, Carlos, Teoría de la expresión poética, Madrid: Gredos, 1962.
- Eliot, T.S., Los poetas metafísicos y otros ensayos sobre teatro y religión, Buenos Aires: Emecé.
- Foucault, Michel, ¿Qué es un autor?, Conferencia dictada ante los miembros de la Sociedad Francesa de Filosofía. Presentación a cargo de Jean Wahl. Traducción: Hugo Savino.
- Lodge, David. “Modernism, Antimodernism and Posmodernism” in: Working with Structuralism. London: Routledge & Kegan Paul, 1982.
- Paz, Octavio, El arco y la lira, México: Fondo de Cultura Económica, 1993.
- Pfeiffer, Johannes, La poesía, México: Breviarios del Fondo de Cultura Económica, 1959.
- Pujals, Esteban, “El poeta Dylan Thomas: 1914-1953”, en Revista de Literatura, Madrid, Vol. IV, Nº 8, p.287-305, oct.-dic., 1953.
_____La poesía inglesa del siglo XX, Barcelona: Planeta, 1973.
- Thomas, Dylan, Cartas, Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1981.
_______ Poemas completos, Buenos Aires: Corregidor, 1999.
Página Web:
[1] Foucault, Michel, ¿Qué es un autor?, Conferencia dictada ante los miembros de la Sociedad Francesa de Filosofía. Presentación a cargo de Jean Wahl. Traducción: Hugo Savino.
[2] Vale aclarar: no de una manera meramente psicológica. Dylan Thomas, en sus cartas, se refiere más de una vez a su condición de poeta y de qué manera influye en su vida. Dice Carlos Bousoño: “Quien habla en el poema no es el poeta, pero sí es la imagen de un ser humano, que naturalmente existe en un mundo imaginariamente humano también” (en Teoría de la expresión poética, Vol. I, Madrid, Gredos, 1962, pág. 32)
[3] Paz, Octavio, El arco y la lira, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pág. 113
[4] Thomas, Dylan, “Un cambio en los climas del corazón” en Poemas Completos, Buenos Aires, Corregidor, 1999, pág. 35. A continuación PC.
[5] Lodge, David. “Modernism, Antimodernism and Posmodernism” in: Working with Structuralism. London: Routledge & Kegan Paul, 1982, pág. 10
[6] Thomas, Dylan, Cartas, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1981, pág. 132. A continuación C.
[7] Thomas, Dylan, C. Op. cit., pág. 187
[8] Afiliarse a partidos políticos, intentar enrolarse para combatir en una guerra; produce que la obra de un poeta se reproduzca con fuertes connotaciones sociales (a veces, un tanto panfletario).
[9] Thomas, Dylan, “Prólogo de autor” en PC, Op. cit., pág. 28
[10] Thomas, Dylan, “Al principio” en PC., Op. cit., pág. 50
[11] Eliot, T.S., Los poetas metafísicos y otros ensayos sobre teatro y religión. Buenos Aires, Emecé, pág. 360
[12] Y más: “Toda idea, intuitiva o intelectual, puede ser imaginada y traducida en términos del cuerpo”. Thomas, Dylan, C., Op. cit., pág. 62/63
[13] Thomas, Dylan, “Desde la primera fiebre del amor a su infortunio” en PC., Op. cit., pág. 49
[14] Thomas, Dylan, C., Op. cit., pág. 248
[15] Thomas, Dylan, “En mi oficio o arte sombrío” en PC., Op. cit., pág. 156
[16] Thomas, Dylan, ídem
[17] Paz, Octavio, Op. cit., pág. 99
[18] Thomas, Dylan, “La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor” en PC., Op. cit., pág. 38
[19] Thomas, Dylan, C., Op. cit., pág. 106
[20] Thomas, Dylan, “Visión y Plegaria” en PC., Op. cit., pág. 175
[21] Thomas, Dylan, C., Op. cit., pág. 103
[22] Pujals, Esteban, La poesía inglesa del siglo XX, Barcelona, Planeta, 1973, pág. 149
[23] Thomas, Dylan, “Hoy este insecto” en PC., Op. cit., pág. 69
[24] Thomas, Dylan, ídem
[25] Bjatin, Mijail, “La palabra en la poesía y en la novela” en Teoría y Estética de la novela, Madrid, Taurus, 1991, pág 103
[26] Thomas, Dylan, “Veo a los muchachos del verano” en PC., Op. cit., pág. 32
[27] Thomas, Dylan, C., Op. cit., pág. 20
[28] Thomas, Dylan, C., Op. cit., pág. 133
[29] Paz, Octavio, Op.cit., pág. 111
[30] Thomas, Dylan, C., Op. cit., pág. 20