Editorial Aguilar acaba de lanzar al mercado un interesante trabajo realizado por los historiadores Gabriel Di Meglio y Gustavo Álvarez. Quienes, con motivo de reflexionar sobre el actual periodo democrático, seleccionaron los discursos más importantes de estas tres décadas, aquellos que nos marcaron a fuego. Los agruparon y agregaron una breve pero aguda contextualización que permite entender cabalmente el momento histórico en que esas palabras se volvieron fundamentales. A continuación y a manera celebratoria, transcribimos los discursos de asunción de los cinco presidentes.
Discurso de asunción de Raúl Alfonsín.
Desde el Cabildo
(10 de diciembre de 1983)
Compatriotas: Iniciamos todos hoy una etapa nueva de la Argentina. Iniciamos una etapa que sin duda será difícil, porque tenemos todos la enorme responsabilidad de asegurar hoy y para los tiempos la democracia y el respeto por la dignidad del hombre en la tierra argentina.
Sabemos que son momentos duros y difíciles, pero no tenemos una sola duda, vamos a arrancar los argentinos, vamos a salir adelante, vamos a hacer el país que nos merecemos. Y lo vamos a poder hacer, no por obra y gracia de gobernantes iluminados sino por esto que la plaza está cantando, porque el pueblo unido jamás será vencido.
Una feliz circunstancia ha querido que este día en que los argentinos comenzamos esta etapa de 100 años de libertad, de paz y de democracia, sea el Día de los Derechos Humanos. Y queremos, en consecuencia, comprometernos una vez más: vamos a trabajar categórica y decisivamente por la dignidad del hombre, al que sabemos hay que darle libertad, pero también justicia, porque la defensa de los derechos humanos no se agota en la preservación de la vida, sino además también en el combate que estamos absolutamente decididos a librar contra la miseria y la pobreza en nuestra Nación.
Este es un saludo nada más, y no hubiera sido completa la fiesta de la democracia argentina –por lo menos para mí- si no hubiera contado con la posibilidad de encontrarme nuevamente con ustedes para ratificar una vez más que soy el servidor de todos, el más humilde de los argentinos.
Me comprometo nuevamente a trabajar junto con todos ustedes para concretar los objetivos que hemos pregonado por toda la extensión de la geografía argentina, y hacer ciertos esos objetivos que los hombres que nos dieron la nacionalidad nos presentan como un mandato que ahora sabemos está al alcance de nuestras manos.
Entre todos vamos a constituir la unión nacional, consolidar la paz interior, afianzar la justicia, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino.
Discurso de Carlos Menem.
Desde los balcones de la Casa Rosada, luego de la asunción presidencial.
(10 de julio de 1989)
No podemos seguir así. La Argentina no se merece este presente; la Argentina se merece un futuro de felicidad y de gloria
Compañeras y compañeros; hermanas y hermanos de mi patria; ilustres hermanos que nos visitan, de Latinoamérica y el mundo; amados niños: hoy es un día fundamental para la suerte y el futuro de la República Argentina. Hoy consolidamos la democracia y la libertad que tanto nos costara conseguir en largos años de lucha.
Venimos a instalar un nuevo estilo en la vida política nacional y yo espero que se propague por toda Latinoamérica. Los gobernantes que surgen del pueblo deben permanecer junto al pueblo y trabajar sólo para el pueblo.
Y permítanme que haga una referencia breve pero importante, trascendente y significativa para mi vida. En este mismo balcón estuvieron muchos presidentes de la Argentina, pero hay uno que fue mi maestro, de quien me considero su discípulo: el tres veces Presidente de los Argentinos, teniente general Juan Domingo Perón.
A los jóvenes que no conocieron a nuestro líder y a quienes peinan canas que sí lo conocieron, yo les quiero expresar que lo que estoy haciendo con la cooperación de todo el pueblo es seguir el mensaje de Eva Perón y de Juan Domingo Perón: la unidad del pueblo argentino por sobre todas las cosas.
Yo decía en horas de la mañana, al prestar juramento ante la Honorable Asamblea Legislativa, que ha llegado el momento del reencuentro de todos los argentinos y de todos los habitantes de esta bendita tierra. Ha llegado el momento en que los argentinos nos dejemos de mirar como enemigos para empezar a mirarnos como verdaderos hermanos ante Dios, ante la Patria y ante este glorioso pueblo.
En este día de fiesta y vísperas de uno de los días más importantes en la gesta histórica de nuestra querida Patria, yo quería decirles de mi irrevocable decisión de trabajar incansablemente por la grandeza de la Patria, por la felicidad del pueblo, por la unidad nacional, por la unión latinoamericana. En fin, trabajar incansablemente por aquellos que tienen hambre y sed de justicia en nuestra Patria.
Trabajar para que nuevamente un canto de felicidad celebre a lo largo y ancho de nuestro inmenso territorio.
Levantamos las banderas de siempre, las banderas de nuestros antepasados, de nuestros próceres, de nuestros líderes; pero no podemos equivocarnos una vez más, vivimos en otras épocas y en otros tiempos.
El mandato del General era actualizar nuestra doctrina, nuestros principios a partir de nuestra ideología y actualizar nuestra doctrina y nuestros principios, es reubicar a la Argentina en el contexto de todas las naciones del mundo a partir de un pueblo unido. Este es el mandato de la historia, ese es el mandato de los que hicieron la Patria; este es el mandato también de aquellos a quienes he mencionado en todos mis mensajes: es el mandato de los niños pobres que tienen hambre; es el mandato de los niños ricos que tienen tristeza, es el mandato de los hermanos sin trabajo, es el mandato de los hermanos sin techo, de la mesa sin pan; es, en definitiva, el mandato de la República Argentina que nos convoca y nos desafía para devolverle el lugar que se merece en el contexto de las naciones del mundo.
Cuando yo les pido que me sigan, les pido que me acompañen y que me sigan para que todos juntos podamos hacer la Patria que merezca ser vivida.
No soy mago, no soy brujo, no soy milagrero; solo no podré hacer nada, con ustedes haremos mucho por nuestro pueblo, por nuestra Argentina.
Argentina pasa por la peor crisis de su historia. Esto lo saben todos, no hace falta que yo traiga aquí nuevamente una serie de datos y de antecedentes sobre esta situación. No miremos hacia el pasado, ubiquémonos en este presente y miremos hacia el futuro: pongamos en marcha lo que hemos dado en llamar la Revolución Productiva. No es posible que en esta patria querida donde tenemos alimentos, materias primas, recursos energéticos, recursos humanos; haya crecido la marginación social y cerca de ocho millones y medio de argentinos vivan en pésimas condiciones. Tenemos que hacer lo imposible para que a partir de una acción de gobierno que posibilite el crecimiento y la liberación de esos recursos, podamos crear riquezas y distribuirlas con un auténtico sentido de justicia social.
Basta de esta situación donde viven bien los que no hacen nada y donde viven muy mal los que trabajan todos los días del año.
Hermanas y hermanos, compañeras y compañeros de mi patria, hermanos argentinos, amados niños: podríamos seguir hablando de otras cosas. Se que ustedes están desde muy temprano aquí en este lugar, en esta gloriosa Plaza de Mayo. Nuestra plaza de la República y del pueblo; simplemente les quiero pedir que no bajen los brazos, vienen días muy duros, pero vienen días duros donde vamos a sembrar para que dentro de un tiempo prudencial podamos cosechar excelentes frutos. No podemos seguir así. La Argentina no se merece este presente; la Argentina se merece un futuro de felicidad y de gloria. Primero la Argentina, primero la Patria, después el pueblo, por Dios, y por último los hombres. Tienen que comprender los dirigentes que hay que jugarse hasta las últimas consecuencias en unidad nacional por los sagrados intereses de la República Argentina y de Latinoamérica. Finalmente, le pido a Dios, fuente de toda razón y justicia que nos acompañe en esta verdadera tarea y en este excepcional desafío que nos plantea el destino.
Le pido a Dios que bendiga este maravilloso pueblo, que bendiga a quienes el pueblo a elegido el 14 de mayo, para que todos juntos marchemos hacia el destino de grandeza que se merece nuestra Patria. Por Dios, levantemos nuestros brazos, aunemos nuestros corazones y nuestras voluntades; la Patria nos espera, el futuro nos espera.
Yo prefiero, como decía esta mañana, que las generaciones futuras digan que Menem fue un buen presidente, y que no vayan a decir que Menem se dejó fascinar por el aplauso permanente de los adulones, como decía el general Perón.
Menem está aquí, para trabajar con ustedes, junto al compañero Duhalde, y llevar un poco más de felicidad al pueblo de la Patria.
Hermanas y hermanos, por la Patria, por el pueblo, arriba nuestros corazones.
Hagamos flamear todas las banderas, la bandera de la Argentina, la bandera de la fe que es la bandera de Dios, la bandera de la esperanza que es la bandera del pueblo.
Por Dios, todos juntos hacia el triunfo final, que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Discurso de asunción como presidente de Fernando de la Rúa
(10 de diciembre de 1999)
Más allá del honor y la emoción del destino personal, es mi responsabilidad interpretar la expresión del pueblo soberano. Estoy convencido de que su pronunciamiento no lo ha determinado sólo una victoria electoral sino que es la expresión de un acto de libertad que simboliza el anhelo de un cambio profundo.
Concluye una etapa, comienza un nuevo ciclo, iniciamos un nuevo camino. En la incesante marcha de la historia, ese camino no es una encrucijada sino una ruta firme hacia una nueva sociedad ética, solidaria y progresista.
No vengo a emprolijar modelos, sino a que entre todos luchemos por un país distinto.
El 24 de octubre los argentinos expresamos una firme vocación de cambio. Ese cambio supone en primer término una estricta vigencia de los valores que deben estar necesariamente vinculados al estilo de gestión de los intereses públicos.
La transparencia, la honestidad, la austeridad, la lucha permanente contra cualquier forma de corrupción, la convicción profunda de servir a la gente y no a sí mismo o a grupos privilegiados a la sombra del poder será un presupuesto insoslayable de mi gestión. Desde el presidente de la Nación hasta el último agente del Estado, la vigencia de estos principios es el punto de partida para el nuevo camino.
Pero el proyecto sería limitado si se orientase sólo a recuperar las reglas de moralidad que a todos nos vienen de la familia y de la escuela. Quienes se hayan apartado o se aparten de esas normas elementales para todo gobernante o funcionario, serán sometidos a los jueces de la Nación (aplausos).
Conozco profundamente a mi país y a nuestra gente. Y por eso sé del deseo profundo de los argentinos de ser parte de un país decente, altruista y solidario. Debemos movilizar esa enorme reserva moral para que nos guíe hacia el futuro. Y el primer deber es decirnos la verdad, con honradez y con respeto, y decirle al pueblo las cosas como son. (…)
La situación es grave. El déficit presiona sobre la tasa de interés, afecta las obligaciones básicas del Estado y perjudica al conjunto de la economía. Hay que parar el déficit para disminuir el riesgo país y el costo argentino.
Cuando hay que cubrir un bache del orden de los 10.000 millones de pesos, no se puede decir alegremente que hay cuentas ordenadas. La situación es peor que la anunciada, más grave que la informada por el gobierno saliente, que habla de un orden financiero que en rigor no existe.
Tenemos que bajar el gasto. Las provincias lo comprendieron en el acta de compromiso federal y ayer lo ha ratificado el Senado. La Nación lo va a hacer, pero sabemos que esto no alcanza. Para sanear las cuentas, se precisa un esfuerzo adicional que lo hemos pensado para que no afecte a los que menos tienen, sino que se pide a los que pueden más. Y que será transitorio hasta que la recuperación de la economía y el éxito de la implacable lucha contra la evasión y la corrupción den sus frutos y mejoren los resultados.
Dejar las cosas como están significaría más desempleo, más crisis económica, menos recursos para la educación, la salud y la pobreza. La paradoja es que los responsables del déficit, en vez de sanearlo, cuestionan el llamado a un esfuerzo compartido.
Debo ser sincero ante esta honorable Asamblea. Este presidente, que recién hoy asume, no quiere más impuestos. Pero hay que bajar el déficit. Quienes lo hicieron critican sin aportar solución. Debieron resolverlo para no entregar el país en una crisis de esta dimensión.
Se anunció, y fue saludada por todos, una gran colaboración al nuevo gobierno. Era el modo de respetar la voluntad popular. Pero en los hechos, aún no llegó y este presidente asume sin el presupuesto aprobado.
Vamos a afrontar esta crisis con coraje, vamos a superarla porque así vamos a crecer y vamos a crear las condiciones de vida dignas para todos.
Los convoco a hacerlo, a amigos y a adversarios, a quienes desde hoy serán oficialistas y a quienes desde hoy integrarán la oposición.
Debemos actuar con la responsabilidad que nos impone la exigencia de una nueva política donde se ponga el interés general por encima del interés partidista; el bien del pueblo por encima de la discusión de las facciones, y los problemas se resuelvan con un sentido de responsabilidad republicana.
Tenemos que terminar con el círculo vicioso del déficit anual reiterado como sistema, porque cada vez comprometen más el futuro y perjudica a los más humildes. Este Congreso lo entendió cuando sancionó la Ley de Responsabilidad Fiscal. Ahora hay que cumplirla.
También las provincias que aún no lo hicieron deben dictar leyes similares para ordenar sus cuentas y evitar la ficción de déficit que se financia con más endeudamiento, suprimiendo la atención de necesidades básicas de los pueblos de las provincias.
Quiero reconocer aquí la actitud de los gobernadores y luego del Senado para firmar primero y aprobar después el compromiso federal, que permite un avance que abre posibilidades de saneamiento administrativo. Esto es representativo de esta nueva política que debemos implementar desde ahora, basada en el diálogo, la responsabilidad y la defensa del bien común.
(…) Quiero pedir a los señores legisladores que todos obremos por el bien común, dando al país los instrumentos que precisa para salir adelante; el compromiso federal, una ley de presupuesto genuina en su contenido y las medidas fiscales de emergencia necesarias y otras reformas estructurales que nos saquen de situaciones que están significando atraso y distorsión.
A los que pueden más les pedimos un esfuerzo mayor; para los que menos tienen vamos a implementar programas solidarios que son impostergables.
La pobreza y la exclusión se extendieron de modo dramático y junto con el desempleo de millones de personas presenta un frente social de marginación que nos obliga a un enorme esfuerzo para revertir drásticamente esta situación que exige que nos dediquemos a ella sin demora.
El mayor problema es el desempleo; nuestra consigna _la de todos_ tiene que ser crear trabajo, luchar todos para crear más fuentes de trabajo, más empleo para los argentinos, porque el trabajo es la verdadera dimensión de la justicia social, y la forma de lograrlo es haciendo crecer la economía. En un contexto de crecimiento podremos genera nuevos puestos de trabajo.
Para esto, lo primero es equilibrar las cuentas públicas, porque un presupuesto equilibrado traerá nuevas inversiones que nos pondrán en marcha, y se evitará que el peso del déficit caiga sobre el conjunto de la población, que en definitiva es la que paga las consecuencias.
Nos proponemos crear empleos de calidad, es decir, empleos estables, de productividad creciente, remuneración y condiciones de trabajo dignas, protección legal y seguridad social. Es el empleo que corresponde a una sociedad moderna y equitativa.
Para las familias es tan importante tener trabajo como saber que pueden sentarse a planificar el mañana. Para las empresas, el empleo de calidad posibilita una estrategia de competitividad basada en la innovación y el compromiso. Y para cada trabajador, es la dimensión de su propia dignidad como ciudadano.
El programa social hará eficiente la gestión del gasto social. El dinero debe llegar directamente a los que más necesitan.
Voy a terminar con la corrupción y las políticas sociales clientelistas. Voy a convocar a la Iglesia y a las organizaciones no gubernamentales para cooperar con el esfuerzo.
El apoyo del Estado debe llegar a las familias más pobres que muchas veces han perdido la esperanza. A los jóvenes que están en situación de no estudiar ni trabajar; a las mujeres, sobre todo a las jefas de hogar que están solas a cargo de sus hijos; a los jubilados, cuyos ingresos no alcanzan para una vida digna.
(…) Debemos asumir la realidad de que asistimos a un Estado endeudado e ineficiente, un Estado ausente, y que tenemos el deber de refundarlo, de reconstruirlo entre todos para que sirva a la gente, para que sea un Estado para la gente. Capaz de hacer eficiente la inversión social, eliminando gastos superfluos y reduciendo burocracias parásitas que distorsionan la equitativa distribución de los recursos. Cada peso malgastado o perdido por la corrupción o la evasión significa un niño sin zapatillas o un chico desnutrido o una escuela sin libros o un hospital sin remedios.
Quiero un Estado que en vez de pesar sobre la gente como una rémora por su ineficiencia y su déficit, acompañe y apoye al que quiera trabajar y producir, que en vez de ponerle obstáculos lo promueva; que aliente las exportaciones, el desarrollo tecnológico y la información.
Soy consciente que después del desempleo y la pobreza uno de los problemas más graves que sufren nuestros compatriotas es la inseguridad. También aquí hay déficit del Estado. Precisamos ser eficaces en la lucha contra el delito y en combatir sus causas. Una activa política criminal debe disminuir efectivamente los índices del delito. Por eso pido al Honorable Congreso la pronta sanción de las leyes que agravan las penas, así como también la ley del arrepentido, para poder investigar los casos de terrorismo y llegar a la verdad en las investigaciones todavía pendientes.
(…) Honorable Asamblea; vamos a ponernos en marcha. La Argentina productiva marcará el rumbo del crecimiento. El campo, la industria, el comercio, la minería están llamadas a movilizarse y el Estado estará junto a quienes quieran producir.
Creo en una verdadera alianza entre el Estado y la producción para crear trabajo, generar riqueza y poner en acto la potencialidad de nuestra tierra.
La Argentina será un ámbito seguro para las inversiones y consolidará su competitividad en la plena vigencia de sus instituciones republicanas y en el funcionamiento de la economía social de mercado.
El respeto a la ley, a la Justicia y la paz social basada en la igualdad de oportunidades, serán las bases de nuestro desarrollo.
La globalización es una realidad cuyos riesgos debemos prevenir y que en lo posible debemos aprovechar con inteligencia. No se trata de aceptar ciegamente las reglas de un comercio internacional que mientras declama el ingreso y egreso irrestricto de bienes y servicios crea barreras paraarancelarias o incorpora subsidios explícitos o disimulados.
Tenemos el deber de impulsar fuertemente la exportación de nuestros productos, de proteger nuestras industrias de prácticas monopólicas, dumpings o subsidios y de defender la libertad de comercio para que, como país en desarrollo, no seamos discriminados en el mundo. Y en esto el esfuerzo de todos los países en desarrollo debe ser conjunto para terminar con esa discriminación.
Enfrentamos también el desafío económico regional de integrar el país balanceando las inversiones en infraestructura para que todos los habitantes de la Patria tengan acceso igualitario a los mismos bienes y servicios cualquiera sea su lugar de residencia. Una Argentina integrada es el verdadero federalismo en marcha.
El creciente macrocefalismo urbano, producto de un desarrollo sin orden ni estrategia, ha postergado las economías regionales. Nuestra visión de desarrollo es otra y tiene una medida de los tiempos que no debe acotarse en los períodos presidenciales.
Debemos construir un país para las generaciones presentes y para las que nos sigan. Por eso apostamos al desarrollo integrado, que potencia con igual a pueblos y grandes ciudades, a las regiones mineras y a la Pampa Húmeda, a la agricultura subtropical y a los cultivos de riego, a las industrias pequeñas y medianas, base y motor de la economía y el empleo.
Las economías regionales no son un mero término económico, sino un concepto profundo que significa la posibilidad de ser o no ser parte activa de una sociedad que apuesta al crecimiento. Una economía regional que agoniza o se debilita es una afrenta y debemos asumirlo como una responsabilidad y una carga. Una economía regional que florece es un multiplicador del desarrollo de todos.
Crearemos las condiciones para que cada hombre, cada mujer, cada chico, puedan construir su propio destino en un marco de igualdad de oportunidades.
No se puede dejar a cada uno librado a su suerte. Es preciso restablecer los equilibrios allí donde se pierden, para que haya verdadera justicia y verdadera libertad.
Este gobierno expresará un nuevo pacto entre la política social y la política económica. No hay desarrollo económico consistente sin desarrollo social, y este es el verdadero camino de la justicia y el progreso.
Se trata de un nuevo concepto de una sociedad más solidaria, no fundada en el mero existencialismo, sino en la convicción de que el crecimiento sólo será sostenido si es acompañado por el desarrollo de la persona humana.
Este es el nuevo camino. Una estrategia colectiva donde la libertad, el bienestar económico y la calidad de vida de cada uno de los argentinos sea el objetivo central.
Honorable Asamblea: para este presidente lo importante no es el aplauso, que naturalmente se recibe en el momento de llegar y asumir, sino el que pueda recibir en el momento de dejar la función y entregar el mando a otro presidente elegido por el pueblo.
Esa será la medida para saber si he cumplido mi deber frente a mis compatriotas.
Iniciamos hoy esta nueva etapa histórica, hacia un país integrado en un proyecto de progreso, con crecimiento sostenido, generador de más y mejores puestos de trabajo, con un Estado sano y transparente, capaz de poner sus cuentas en orden y con las cargas, los esfuerzos y los beneficios equitativamente repartidos.
El país necesita de todos, porque es de todos y para todos; para los desempleados, los jóvenes, los jubilados, los pequeños productores, los que enseñan y aprenden, todos los que tienen, todos los que tenemos responsabilidades; oficialismo y oposición; representantes de todos los sectores; representantes de las entidades intermedias. quiero asegurarles a los argentinos que con esfuerzo y dignidad construyen diariamente la grandeza de la Patria, que vamos a vivir en una tierra de oportunidad, de certezas y de transparencias.
Convoco a todos a iniciar con la ayuda de Dios este nuevo camino que significa un verdadero compromiso con la gente para una vida mejor.
Reafirmemos la patriótica decisión de ser un gran país, donde la honestidad, el trabajo y la paz sean los fundamentos de nuestra vida como Nación.
Discurso de Néstor Kirchner.
Acto de asunción presidencial ante la Asamblea Legislativa.
(25 de mayo de 2003)
(…) Creo que es necesario poder compartir con ustedes algunas reflexiones expresando los objetivos de gobierno y los ejes directrices de gestión para que el conjunto de la sociedad argentina sepa hacia donde vamos y cada uno pueda, a su vez, aportar su colaboración para la obtención de los fines que los argentinos deberemos imponernos por encima de cualquier divisa partidaria.
Es que nos planteamos construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos individuales de oposición. En los países civilizados con democracias de fuerte intensidad, los adversarios discuten y disienten cooperando. Por eso los convocamos a inventar el futuro.
Venimos desde el Sur del mundo y queremos fijar, junto a ustedes, los argentinos, prioridades nacionales y construir políticas de Estado a largo plazo para de esa manera crear futuro y generar tranquilidad. Sabemos adonde vamos y sabemos adonde no queremos ir o volver.
El 27 de abril, las ciudadanas y los ciudadanos de nuestra patria, en ejercicio de la soberanía popular, se decidieron por el avance decidido hacia lo nuevo, dar vuelta una página de la historia. No ha sido mérito de uno o varios dirigentes, ha sido, ante todo, una decisión consciente y colectiva de la ciudadanía argentina.
El pueblo ha marcado una fuerte opción por el futuro y el cambio. En el nivel de participación de aquella jornada se advierte que pensando diferente y respetando las diversidades, la inmensa y absoluta mayoría de los argentinos queremos lo mismo aunque pensemos distinto.
No es necesario hacer un detallado repaso de nuestros males para saber que nuestro pasado está pleno de fracasos, dolor, enfrentamientos, energías mal gastadas en luchas estériles, al punto de enfrentar seriamente a los dirigentes con sus representados, al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí.
En esas condiciones, debe quedarnos absolutamente claro que en la República Argentina, para poder tener futuro y no repetir nuestro pasado, necesitamos enfrentar con plenitud el desafío del cambio.
Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política, ésta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro.
No debemos ni podemos conformarnos los argentinos con haber elegido un nuevo gobierno. No debe la dirigencia política agotar su programa en la obtención de un triunfo electoral sino, por el contrario, de lo que se trata es de cambiar los paradigmas de lo que se analiza el éxito o el fracaso de una dirigencia de un país.
A comienzos de los 80, se puso el acento en el mantenimiento de las reglas de la democracia y los objetivos planteados no iban más allá del aseguramiento de la subordinación real de las Fuerzas Armadas al poder político. La medida del éxito de aquella etapa histórica, no exigía ir más allá de la preservación del Estado de derecho, la continuidad de las autoridades elegidas por el pueblo. Así se destacaba como avance significativo y prueba de mayor eficacia la simple alternancia de distintos partidos en el poder.
En la década de los 90, la exigencia sumó la necesidad de la obtención de avances en materia económica, en particular, en materia de control de la inflación. La medida del éxito de esa política, la daba las ganancias de los grupos más concentrados de la economía, la ausencia de corridas bursátiles y la magnitud de las inversiones especulativas sin que importara la consolidación de la pobreza y la condena a millones de argentinos a la exclusión social, la fragmentación nacional y el enorme e interminable endeudamiento externo.
Así, en una práctica que no debe repetirse, era muy difícil de distinguir la solución pragmática de la cirugía sin anestesia.
Se intentó reducir la política a la sola obtención de resultados electorales; el gobierno, a la mera administración de las decisiones de los núcleos de poder económico con amplio eco mediático, al punto que algunas fuerzas políticas en 1999, se plantearon el cambio en términos de una gestión más prolija, pero siempre en sintonía con aquellos mismos intereses. El resultado no podía ser otro que el incremento del desprestigio de la política y el derrumbe del país.
En este nuevo milenio, superando el pasado, el éxito de las políticas deberá medirse bajo otros parámetros en orden a nuevos paradigmas. Debe juzgárselas desde su acercamiento a la finalidad de concretar el bien común, sumando al funcionamiento pleno del Estado de derecho y la vigencia de una efectiva democracia, la correcta gestión de gobierno, el efectivo ejercicio del poder político nacional en cumplimiento de trasparentes y racionales reglas, imponiendo la capacidad reguladora del Estado ejercidas por sus organismos de contralor y aplicación.
(…) Concluyen en la Argentina una forma de hacer política y un modo de cuestionar al Estado. Colapsó el ciclo de anuncios grandilocuentes, grandes planes seguidos de la frustración por la ausencia de resultados y sus consecuencias: la desilusión constante, la desesperanza permanente.
(…) Deben encararse los cambios con decisión y coraje, avanzando sin pausas pero sin depositar la confianza en jugadas mágicas o salvadoras ni en genialidades aisladas. Se trata de cambiar, no de destruir; se trata de sumar cambios, no de dividir. Cambiar importa aprovechar las diversidades sin anularlas.
Se necesitará mucho trabajo y esfuerzo plural, diverso y transversal a los alineamientos partidarios. Hay que reconciliar a la política, a las instituciones y al Gobierno con la sociedad.
Por eso, nadie piense que las cosas cambiarán de un día para otro sólo porque se declamen. Un cambio que pueda consolidarse necesitará de la sumatoria de hechos cotidianos que en su persistencia derroten cualquier inmovilismo y un compromiso activo de la sociedad en ese cambio.
Ningún dirigente, ningún gobernante, por más capaz que sea, puede cambiar las cosas si no hay una ciudadanía dispuesta a participar activamente de ese cambio. Desarmado de egoísmos individuales o sectoriales, la conciencias y los actos deben encontrarse en el amplio espacio común de un proyecto nacional que nos contenga, un espacio donde desde mucha ideas pueda contribuirse a una finalidad común.
En nuestro proyecto ubicamos en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente. No se trata de cerrarse al mundo, no es un problema de nacionalismo ultramontano, sino de inteligencia, observación y compromiso con la Nación.
(…) Para eso es preciso promover políticas activas que permitan el desarrollo y el crecimiento económico del país, la generación de nuevos puestos de trabajo y la mejor y más justa distribución del ingreso. Como se comprenderá el Estado cobra en eso un papel principal, en que la presencia o la ausencia del Estado constituye toda una actitud política.
(…) Se trata de tener lo necesario para nuestro desarrollo, en una reingeniería que nos permita contar con un Estado inteligente. Queremos recuperar los valores de la solidaridad y la justicia social que nos permitan cambiar nuestra realidad actual para avanzar hacia la construcción de una sociedad más equilibrada, más madura y más justa. Sabemos que el mercado organiza económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona.
Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. Es el Estado el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, es decir, los trabajadores, los jubilados, los pensionados, los usuarios y los consumidores. (…) Vamos a apoyarnos en la Constitución para construir una nueva legitimidad de las leyes, que vaya más allá de la prepotencia del más fuerte. (…) De la misma manera que luchamos contra la pobreza económica tendremos una conducta sin dobleces para impedir la pobreza cívica. Sólo cuando el Gobierno se desentiende del pueblo es que toda la sociedad empobrece, no sólo económicamente sino moral y culturalmente.
Somos conscientes de que ninguna de esas reformas serán productivas y duraderas si no creamos las condiciones para generar un incremento de la calidad institucional. La calidad institucional (…) A la Constitución hay que leerla completa. La seguridad jurídica debe ser para todos, no solamente para los que tienen poder o dinero.
No habrá cambio confiable si permitimos la subsistencia de ámbitos de impunidad. Una garantía de que la lucha contra la corrupción y la impunidad será implacable, fortalecerá las instituciones sobre la base de eliminar toda posible sospecha sobre ellas.
(…) Este combate es una tarea conjunta del Poder Ejecutivo, el Congreso y el Poder Judicial, pero también de la sociedad porque no podemos ignorar que es de esa misma sociedad de donde provienen los hombres y mujeres que integran las instituciones públicas y privadas.
Cambio responsable, calidad institucional, fortalecimiento del rol de las instituciones con apego a la Constitución y a la ley y fuerte lucha contra la impunidad y la corrupción deben presidir no sólo los actos del Gobierno que comenzaremos sino toda la vida institucional y social de la República.
Queremos ser la generación de argentinos que reinstale la movilidad social ascendente, pero que también promueva el cambio cultural y moral que implica el respeto a las normas y las leyes. En este marco conceptual queremos expresar los ejes directrices en materia de relaciones internacionales, manejo de la economía, los procesos de la salud, la educación, la contención social a desocupados y familias en riesgo y los problemas que plantean la seguridad y la justicia en una sociedad democrática.
Profundizar la contención social de las familias en riesgo, garantizando subsidios al desempleo y asistencia alimentaria, consolidando una verdadera red federal de políticas sociales integrales para que quienes se encuentran por debajo de la línea de pobreza puedan tener acceso a la educación, la salud pública y la vivienda.
Reinstalar la movilidad social ascendente que caracterizó a la República Argentina requiere comprender que los problemas de la pobreza no se solucionan desde las políticas sociales sino desde las políticas económicas. Sabemos que hay que corregir errores y mejorar métodos en la forma de asignación de la ayuda social. Pero es imprescindible advertir que la tragedia cívica del clientelismo político no es producto de la asistencia social como gestión de Estado, sino de la desocupación como consecuencia de un modelo económico. En nuestro país la aparición de la figura del cliente político es coetánea con la del desocupado. Mientras en la República Argentina hubo trabajo, nadie fue rehén de un dirigente partidario.
Al drama de la desaparición del trabajo y el esfuerzo como el gran articulador social se sumó el derrumbe de la educación argentina. No hay un factor mayor de cohesión y desarrollo humano que promueva más la inclusión que el aseguramiento de las condiciones de acceso a la educación, formidable herramienta que construye identidad nacional y unidad cultural, presupuestos básicos de cualquier país que quiera ser Nación.
Una sociedad como la que queremos promover debe basarse en el conocimiento y en el acceso de todos a ese conocimiento. La situación de la educación argentina revela dos datos vinculados a su problema central, que es la calidad de la enseñanza. Por un lado, una creciente anarquía educativa, y por el otro, la crisis de los sistemas de formación docente. Ambos afectan severamente la igualdad educativa. El último sistema nacional de formación docente fue el de nuestras viejas y queridas maestras normales. Criticado por enciclopedista, memorista y repetitivo, pero nuestra generación fue la última formada en esa escuela pública y la calidad de la educación era superior a la que hoy tenemos.
Aquel viejo sistema no fue suplantado por otro. Por si esto fuera poco se le agregó con muy buena intención, pero con resultado dudoso, lo que quiso ser la federalización de la educación que trató de lograr autonomía, objetivo con el que estamos de acuerdo, pero se terminó en un grado cierto de anarquía en los contenidos curriculares y en los sistemas funcionales. La igualdad educativa es para nosotros un principio irrenunciable no sólo como actitud ética, sino esencialmente como responsabilidad institucional. Debemos garantizar que un chico del Norte argentino tenga la misma calidad educativa que un alumno de la Capital Federal.
Es correcto que las provincias dirijan y administren el sistema de prestación del servicio educativo, pero el Estado nacional debe recuperar su rol en materia de planificación, contenidos de la educación y sistemas de formación y evaluación docente. Garantizar la igualdad educativa de norte a sur es aportar a la formación de una verdadera conciencia e identidad nacional.
En el campo de la salud, el Estado asumirá un rol articulador y regulador de la salud pública integral sumando los esfuerzos de los subsectores públicos provinciales y nacionales, privados y de obras sociales, orientado a consolidar las acciones que posibiliten generar accesibilidad a las prestaciones médicas y a los medicamentos para toda la población.
La Ley de prescripción por el nombre genérico de los medicamentos recientemente reglamentada será aplicada con todo el vigor, y el Programa Remediar, de gratuita distribución de medicamentos ambulatorios, continuará.
(…) Entre los fundamentales e insustituibles roles del estado ubicamos los de ejercer el monopolio de la fuerza y combatir cualquier forma de impunidad del delito, para lograr seguridad ciudadana y justicia en una sociedad democrática en la que se respeten los derechos humanos.
El cumplimiento estricto de la ley que exigiremos en todos los ámbitos debe tener presente las circunstancias sociales y económicas que han llevado al incremento de los delitos en función directa del crecimiento de la exclusión, la marginalidad y la crisis que recorren todos los peldaños de la sociedad.
Pero también hay que comprender que, como sociedad, hace tiempo que carecemos de un sistema de premios y castigos. En lo penal, en lo impositivo, en lo económico, en lo político, y hasta en lo verbal, hay impunidad en la Argentina. En nuestro país, cumplir la ley no tiene premio ni reconocimiento social.
(…) Una sociedad con elevados índices de desigualdad, empobrecimiento, desintegración familiar, falta de fe y horizontes para la juventud, con impunidad e irresponsabilidad, siempre será escenario de altos niveles de inseguridad y violencia. Una sociedad dedicada a la producción y proveedora de empleo dignos para todos resultará un indispensable apoyo para el combate contra el delito.
(…) La paz social, el respeto a la ley, a la defensa de la vida y la dignidad son derechos inalienables de todos los argentinos.
El delito es delito, sea de guante blanco, sea de naturaleza común, sea de mafias organizadas.
Gobernabilidad es garantizar la prestación de un servicio de justicia próximo al ciudadano, con estándares de rendimiento, de eficiencia y de equidad que garanticen una real seguridad jurídica para todos los habitantes, cualquiera sea su situación económica o social.
En el plano de la economía es donde más se necesita que el Estado se reconcilie con la sociedad. No puede ser una carga que termine agobiando a todas las actividades, ni igualándolas hacia abajo con políticas de ajuste permanente a los que menos tienen.
El objetivo básico de la política económica será el de asegurar un crecimiento estable, que permita una expansión de la actividad y del empleo constante, sin las muy fuertes y bruscas oscilaciones de los últimos años.
El resultado debe ser la duplicación de la riqueza cada quince años, y una distribución tal que asegure una mayor distribución del ingreso y, muy especialmente, que fortalezca nuestra clase media y que saque de la pobreza extrema a todos los compatriotas.
Para alcanzar tales objetivos respetaremos principios fundamentales que ayuden a consolidar lo alcanzado y permitan los avances necesarios.
La sabia regla de no gastar más de lo que entra debe observarse. El equilibrio fiscal debe cuidarse. Eso implica más y mejor recaudación y eficiencia y cuidado en el gasto. El equilibrio de las cuentas públicas, tanto de la Nación como de las provincias, es fundamental.
El país no puede continuar cubriendo el déficit por la vía del endeudamiento permanente ni puede recurrir a la emisión de moneda sin control, haciéndose correr riesgos inflacionarios que siempre terminan afectando a los sectores de menos ingresos.
Ese equilibrio fiscal tan importante deberá asentarse sobre dos pilares: gasto controlado y eficiente e impuestos que premien la inversión y la creación de empleo y que recaigan allí donde hay real capacidad contributiva.
Mantenimiento del equilibrio fiscal y trajes a rayas para los grandes evasores, en la seguridad de que si imponemos correctamente a los poderosos el resto del país se disciplinará.
Terminaremos con la Argentina donde el hilo se corta por lo más delgado y en eso actuaremos con energía, porque no es posible una economía sin esfuerzo y no alcanzará para ayudar a los desprotegidos si no hay cumplimiento impositivo. Quien no cumple sus obligaciones impositivas les resta posibilidades de ascenso social a los demás. La evasión es la contracara de la solidaridad social que exigiremos.
(…) Con equilibrio fiscal, la ausencia de rigidez cambiaria, el mantenimiento de un sistema de flotación con política macroeconómica de largo plazo determinada en función del ciclo de crecimiento, el mantenimiento del superávit primario y la continuidad del superávit externo nos harán crecer en función directa de la recuperación del consumo, de la inversión y de las exportaciones.
Sabemos que la capacidad de ahorro local, y, por ende, el financiamiento local, es central en todo proceso de crecimiento sostenido. Ello requiere estabilidad de precios, entidades financieras sólidas y volcadas a prestar al sector privado, personas y empresas, con eficiencia operativa y tasas razonables.
El desarrollo del mercado de capitales con nuevos instrumentos, con transparencia, con seguridad, es fundamental para recuperar la capacidad de ahorro y para alejarnos definitivamente de las crisis financieras internas, que en los últimos 20 años han golpeado fuertemente y por tres veces a los ahorristas y depositantes.
Los fondos externos deben ser complementarios a este desarrollo de los mercados locales y su gran atractivo está ligado a que sean fondos de inversión extranjera directa –inversión productiva-, que no sólo aportan recursos sino también traen aparejado progresos en la tecnología de procesos y productos.
Nuestro país debe estar abierto al mundo, pero abierto al mundo de una manera realista, dispuesto a competir en el marco de políticas de preferencia regional y fundamentalmente a través del MERCOSUR, (aplausos), y de políticas cambiarias flexibles acordes a nuestras productividades relativas y a las circunstancias del contexto internacional.
El crecimiento requerirá de una demanda creciente que aliente las inversiones, tanto para atender el mercado interno como a las exportaciones.
Al contrario del modelo de ajuste permanente, el consumo interno estará en el centro de nuestra estrategia de expansión.
Precisamente para cumplir con esta idea de consumo en permanente expansión, la capacidad de compra de nuestra población deberá crecer progresivamente por efecto de salarios, por el número de personas trabajando y por el número de horas trabajadas. Esas tres variables juntas definen la masa de recursos que irán al consumo y al ahorro local y su evolución no puede ser fruto de una fantasía o de puro voluntarismo.
En nuestro proyecto nacional trabajaremos de la única manera seria que es crear un círculo virtuoso donde la masa de recursos crece –crece si la producción crece- y la producción aumenta si también lo hace la masa de recursos.
Avanzaremos simultáneamente en forma cuidadosa y progresiva creando las condiciones para producir más y distribuir lo que efectivamente se produzca.
Nuestras mejores posibilidades se ubican en torno al avance de la calidad institucional en el marco de una economía seria y creíble.
Trabajando en torno a estos principios, sin espectacularidades ni brusquedad en el cambio, seriamente, paso a paso, como cualquier país normal del mundo, podremos cumplir con los objetivos y cumplir hacia adentro y hacia fuera con nuestras obligaciones y compromisos.
Acortando los plazos, el Estado se incorporará urgentemente como sujeto económico activo, apuntando a la terminación de las obras públicas inconclusas, la generación de trabajo genuino y la fuerte inversión en nuevas obras. No se tratará de obras faraónicas, apuntaremos más a cubrir las necesidades de vivienda y de infraestructura en sectores críticos de la economía para mejorar la calidad de vida y a perfilar un país más competitivo, distribuyendo la inversión con criterio federal y desarrollando nuestro perfil productivo.
Tenemos que volver a planificar y ejecutar obra pública en la Argentina, para desmentir con hechos el discurso único del neoliberalismo que las estigmatizó como gasto público improductivo.
(…) La construcción más intensiva de viviendas, las obras de infraestructura vial y ferroviaria, la mejor y moderna infraestructura hospitalaria, educativa y de seguridad, perfilarán un país productivo en materia de industria agroalimentaria, turismo, energía, minería, nuevas tecnologías, transportes, y generarán nuevos puestos de trabajo genuinos.
Produciremos cambios en el sistema impositivo para tornarlo progresivo, lo que permitirá luego reducir alícuotas en función de la mejora en la recaudación, ampliada como quedará la base imponible y eliminadas que sean las exenciones no compatibles con la buena administración. Eso nos dará solidez y solvencia fiscal.
Forma parte de nuestra decisión cumplimentar con aquello que fue mandato constitucional del ’94 y que lamentablemente hasta hoy no se ha cumplido. Darnos una nueva ley de coparticipación federal no sólo implica nueva distribución y nuevas responsabilidades sino el diseño de un nuevo modelo de país.
No se puede recurrir al ajuste ni incrementar el endeudamiento. No se puede volver a pagar deuda a costa del hambre y la exclusión de los argentinos, generando más pobreza y aumentando la conflictividad social. La inviabilidad de ese viejo modelo puede ser advertida hasta por los propios acreedores, que tienen que entender que sólo podrán cobrar si a la Argentina le va bien.
(…) Este gobierno seguirá principios firmes de negociación con los tenedores de deuda soberana en la actual situación de default, de manera inmediata y apuntando a tres objetivos: la reducción de los montos de la deuda, la reducción de las tasas de interés y la ampliación de los plazos de madurez y vencimiento de los bonos.
Sabemos que nuestra deuda es un problema central. No se trata de no cumplir, de no pagar. No somos el proyecto del default. Pero tampoco podemos pagar a costa de que cada vez más argentinos vean postergado su acceso a la vivienda digna, a un trabajo seguro, a la educación de sus hijos o a la salud.
Creciendo nuestra economía crecerá nuestra capacidad de pago.
En materia de defensa, actuaremos con un concepto integral de la defensa nacional, integrando la contribución de la acción de nuestras Fuerzas Armadas en pro del desarrollo, trabajando para su modernización e impulsando la investigación científica tecnológica en coordinación con otros organismos gubernamentales, para que sin apartarse de su actividad principal puedan contribuir al bienestar general de la población.
Queremos a nuestras Fuerzas Armadas altamente profesionalizadas, prestigiadas por el cumplimiento del rol que la Constitución les confiere y por sobre todas las cosas, comprometidas con el futuro y no con el pasado.
(…) Nuestra prioridad en política exterior será la construcción de una América Latina políticamente estable, próspera, unida, con bases en los ideales de democracia y de justicia social.
Venimos desde el sur de la Patria, de la tierra de la cultura malvinera y de los hielos continentales y sostendremos inclaudicablemente nuestro reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas.
EL MERCOSUR y la integración latinoamericana, deben ser parte de un verdadero proyecto político regional y nuestra alianza estratégica con el MERCOSUR, que debe profundizase hacia otros aspectos institucionales que deben acompañar la integración económica, y ampliarse abarcando a nuevos miembros latinoamericano, se ubicará entre los primeros puntos de nuestra agenda regional.
Una relación seria, amplia y madura con los Estados Unidos de América y los Estados que componen la Unión Europea, es lo que debe esperarse de nosotros, el estrechamiento de vínculos con otras naciones desarrolladas y con grandes naciones en desarrollo del Oriente lejano y una participación en pro de la paz y la obtención de consenso en ámbitos como la Organización de las Naciones Unidas para que efectivamente se comprometa con eficacia en la promoción del desarrollo social y económico ayudando al combate contra la pobreza.
La lucha contra el terrorismo internacional, que tan profundas y horribles huellas ha dejado en la memoria del pueblo argentino, nos encontrará dispuestos y atentos para lograr desterrarlos de entre los males que sufre la humanidad.
La inserción comercial de la Argentina ocupa un lugar central en la agenda de gobierno. Consolidar la política comercial como una política de Estado permanente que trascienda la duración de los mandatos de gobierno y cuente con la concurrencia del sector privado, de la comunidad académica, de la sociedad civil en general, será un objetivo estratégico de primer orden de esta administración. (…)
Finalmente, no se trata de agotar en estas líneas la totalidad del curso de acción que seguiremos; no creemos en los catálogos de buenas intenciones, queremos expresar el sentido y la dirección de las cosas que haremos. Se trata de abordar de una manera distinta los principales temas identificando adecuadamente los verdaderos problemas de la agenda social con la finalidad que el conjunto sepa cómo ayudar, cómo sumar, cómo ayudar a corregir.
Pensamos el mundo en argentino, desde un modelo propio. Este proyecto nacional que expresamos, convoca a todos y cada uno de los ciudadanos argentinos y por encima y por fuera de los alineamientos partidarios a poner mano a la obra de este trabajo de refundar la patria.
Sabemos que estamos ante un final de época; atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos. La Argentina contemporánea se deberá reconocer y refundar en la integración de tipos y grupos orgánicos con capacidad para la convocatoria transversal en el respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes.
Tenemos testimonio de gestión y resultados, somos parte de esta nueva generación de argentinos que en forma abierta y convocante y desde la propuesta de un modelo argentino de producción, trabajo y crecimiento sustentable, llama al conjunto social para sumar, no para dividir; para avanzar y no para retroceder. En síntesis, para ayudarnos mutuamente a construir una Argentina que nos contenga y que nos exprese como ciudadanos.
Convocamos al trabajo, al esfuerzo, a la creatividad para que nos hagamos cargo de nuestro futuro, para que concretemos los cambios necesarios para forjar un país en serio, un país normal con esperanza y con optimismo.
Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada.
No creo en el axioma de que cuando se gobierna se cambia convicción por pragmatismo. Eso constituye en verdad un ejercicio de hipocresía y cinismo. Soñé toda mi vida que éste, nuestro país, se podía cambiar para bien. Llegamos sin rencores, pero con memoria. Memoria no sólo de los errores y horrores del otro, sino también es memoria sobre nuestras propias equivocaciones. Memoria sin rencor que es aprendizaje político, balance histórico y desafío actual de gestión.
Con la ayuda de Dios, seguramente se podrá iniciar un nuevo tiempo que nos encuentre codo a codo en la lucha por lograr el progreso y la inclusión social. Poniendo en una bisagra la historia, con mis verdades relativas, en las que creo profundamente pero que sé que se deben integrar con las de ustedes para producir frutos genuinos, espero la ayuda de vuestro aporte.
No he pedido ni solicitaré cheques en blanco. Vengo, en cambio, a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación; vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la Justicia; vengo a proponerles un sueño que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos. Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, de nuestra generación que puso todo y dejó todo pensando en un país de iguales. Pero sé y estoy convencido de que en esta simbiosis histórica vamos a encontrar el país que nos merecemos los argentinos.
Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además, quiero un país más justo.
Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación: la nuestra.
Muchas gracias. ¡Viva la patria!
Mensaje de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a la Asamble Legislativa del Congreso de la Nación en su asunción del mando.
(10 de diciembre de 2007)
Este es un escenario diferente al de hace apenas cuatro años y medio, el 25 de Mayo de 2003. El Presidente, que está sentado a mi izquierda, junto a todos los argentinos cambió en estos cuatro años y medio ese escenario que teníamos aquel 25 de Mayo. Lo hizo en nombre de sus convicciones que son las mías y las de muchísimos argentinos que siempre creímos en el país y en sus hombres y en sus mujeres, en el pueblo y en la Nación, palabras que tal vez en tiempos de la globalización no suenen bien o suenen raro al menos, pero a poco de conocer a los países con más desarrollo económico y social e indagar en las claves de su crecimiento y de su desarrollo, uno puede encontrar en la defensa irrestricta de sus propios intereses, como Estados y sociedades, la clave de ese avance, la clave de ese desarrollo.
Por eso, pueblo y nación en tiempos de globalización siguen más vigentes que nunca, representar los intereses de los argentinos.
Puede tal vez parecer una paradoja, pero la diferencia de 22,25 puntos porcentuales que nuestra fuerza obtuvo con la que salió en segundo término, son casi los mismos 22,24 puntos que usted, Presidente, obtuvo por todo concepto en las elecciones de abril de 2003.
Usted, sentado en este mismo lugar, con más desocupados que votos, se propuso dar término a dos mandatos constitucionales: el que había sido iniciado el 10 de diciembre de 1999 por imperio de la voluntad popular y el que se había iniciado un 2 de enero por voluntad de esta misma Asamblea Legislativa, luego de los trágicos sucesos del 2001.
Ninguno de los dos mandatos constitucionales pudo cumplir los tiempos de la Constitución y usted pudo junto a todos los argentinos, revertir aquella sensación de frustración, de fracaso, de no poder que millones de argentinos sentíamos en esos días que corrían. Lo hizo en nombre de un proyecto político. Usted, después de todo, nunca fue un posmoderno; en tiempos de la posmodernidad, usted es un Presidente de la modernidad y me parece que yo también.
Creemos firmemente en los proyectos políticos; creemos que es posible superar la individualidades que muchas veces con una frase pretendidamente escandalizadora pretenden ocupar, claro, lugares que demandan mucho más lugar si son ideas.
Siempre digo, una idea, una propuesta alternativa, seria, viable, realizable lleva mucho más que dos minutos de televisión o cinco centímetros en las columnas de los diarios.
Las ideas, los proyectos es lo que triunfaron este 28 de Octubre. Yo no me engaño, nunca he creído en los triunfos personales e individuales, descreo profundamente de ellos, porque creo en las construcciones colectivas y la sociedad. Este último 28 de octubre precisamente convalidó, ratificó una construcción política, social y económica diferente, lo hicimos con todos los argentinos.
En el día de hoy, yo no quiero compartir con ustedes cifras o datos o venir a contar las cosas que hemos hecho en estos cuatro años y medio que han sido tan importantes, la renegociación, el pago del Fondo, la lucha sin tregua contra la desocupación, la indigencia, la pobreza en la que vamos obteniendo batallas y triunfos importantes, no el definitivo, porque siempre va a faltar la victoria definitiva mientras haya un pobre en la Patria. Esto lo tenemos muy claro.
Pero quiero en esta tarde y en este lugar en el que estuve tantos años, reflexionar con ustedes acerca de lo que para mí son los cuatro capítulos fundamentales de este proceso que hemos iniciado el 25 de mayo de 2003 y que tiene en las instituciones, en la sociedad, en un modelo económico de acumulación con matriz diversificada e inclusión social y en nuestra inserción en el mundo, los cuatro ítems fundamentales: las instituciones.
Yo he pertenecido durante doce años a este Parlamento, he estado sentada en esas bancas como ustedes y con ustedes, como diputada y como senadora. Recuerdo madrugadas, fines de semanas enteros aquí sancionando el ajuste permanente; «lo pide el Fondo si no se acaba todo» era la frase que más escuchábamos en aquellos días. De allí de la política del ajuste permanente que caracterizó la década de los ´90 pasamos al otro Parlamento, al que aplaudía el default. De la hazaña del ajuste a la hazaña de no pagar.
Creo que, amigos y amigas senadores y diputados de todas las bancadas, hemos logrado recuperar el equilibrio, el rol constitucional que nos asigna precisamente nuestra Carta Magna, volver a ser unos los representantes del oficialismo, los otros los representantes de la oposición; cada uno cumpliendo el mandato popular que le ha conferido la ciudadanía pero volviendo a tener en el rol de senadores y diputados la libertad que no nos imponían desde el Fondo y que tal vez, desde el advenimiento de la democracia no habíamos tenido, porque si en los ´90 tuvimos la presión permanente sobre el Parlamento de los organismos multilaterales y también, de otros argentinos que creían que ese era el camino, porque ellos solos no podían, se hubieran encontrado otros argentinos que le hubieran dicho que no.
En los años ´80 también, arrancados a este mismo Parlamento, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, el poder militar o el partido militar que terminaba en las postrimerías del siglo XX al luego poder económico característico de los ´90 y de la globalización.
Creo sinceramente que hemos recorrido un largo camino en estos años de democracia y espero profundizar este rol del Congreso, donde podamos discutir y debatir sin adjetivaciones, sin agravios, con propuestas alternativas y viables, con memoria histórica de dónde viene cada uno, qué hizo cada uno y qué representó cada uno que es lo que nos da legitimidad para poder plantear una propuesta.
Quiero decirles que tengo grandes esperanzas, porque creo que estamos reconstruyendo el sistema de decisión que priva la Constitución para todos sus poderes. El Presidente que está a mi izquierda lo hizo en la Casa Rosada, volvió a resituar la política como el instrumento válido para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y para torcer un destino que parecía incierto, que parecía casi maldito por momentos.
Curiosamente fue desde la política donde por primera vez en la República Argentina se empezó a gobernar sin déficit fiscal. Fue desde la política donde por primera vez se comenzó un proceso de desendeudamiento del país. Fue desde la política donde decidimos cancelar nuestras deudas con el Fondo Monetario Internacional, precisamente para tener nuestro modelo de acumulación con autonomía razonable en un mundo globalizado. Fue precisamente entonces desde la política y desde la Casa Rosada donde pudimos evidenciar que los argentinos podíamos porque empezábamos a creer en nosotros mismos. Y también de estos dos poderes, del Ejecutivo y del Poder Legislativo, saldamos una deuda que teníamos con los argentinos: dar una Corte Suprema de Justicia a los argentinos que no los avergonzara, honorable.
Falta aún que también abordemos el resto del Poder Judicial en la reforma que necesariamente deberemos darle, para que la gente, la sociedad, los argentinos vuelvan a sentir a la Justicia como un valor reparador y equilibrador.
(…)Nos debemos también un relato diferente de nosotros mismos los argentinos, no autocomplacencia, no de ocultamiento, pero sí el necesario reconocimiento a los logros obtenidos y, en todo caso, a marcar lo que falta, pero reconocer lo que se ha logrado.
También creo que la sociedad es parte importante. No se puede cambiar un país únicamente con un buen gobierno en sus tres poderes. Para cambiar un país hace falta un buen gobierno y una buena sociedad, donde cada uno de los ciudadanos sepa que todos los días cuando toma decisiones, está también construyendo el modelo de sociedad en la que quiere vivir.
Debemos interpelarnos cada uno de nosotros, más allá de los lugares que ocupemos, como ciudadanos qué hacemos todos los días para ser un poco mejores y entonces vivir en un país mejor. Esto no significa diluir responsabilidades, sino simplemente que cada uno se haga cargo de la que le corresponde en la construcción de una sociedad diferente. Pero instituciones y sociedad solo se reconocen cuando pueden lograr objetivos de mejorar la calidad de vida de la gente.
Quiero poner entonces, en este nuevo modelo económico de matriz diversificada, de acumulación con inclusión social que se ha puesto en marcha la clave para los tiempos que vienen; un modelo que, reconoce en el trabajo, en la producción, en la industria, en la exportación, en el campo, la fuerza motriz que ha permitido que millones de argentinos vuelvan a recuperar no solo el trabajo, sino además las esperanzas y las ilusiones de que una vida mejor es posible.
Creo que debemos superar ese tabú histórico que siempre hubo entre todos los argentinos de que si el modelo era la industria, de que si el modelo era el campo. Creo que podemos y lo estamos demostrando que en un modelo de acumulación campo e industria tienen sinergia.
(…) Para terminar, quiero convocar a todos los hombres y mujeres de mi país, a los jóvenes, a los ciudadanos, a las ciudadanas, a las que nos votaron y a los que no lo hicieron, porque en definitiva hoy estamos representando los intereses de todos, quiero hacerlo también desde mis convicciones, ustedes lo saben, como quien se va, como el Presidente formamos parte y muchos de ustedes también de los que están aquí sentados, que no somos marcianos ni Kirchner ni yo, somos miembros de una generación que creyó en ideales y en convicciones y que ni aún, ante el fracaso y la muerte perdimos las ilusiones y las fuerzas para cambiar al mundo.
Tal vez, estemos un poco más modestos y humildes. En aquellos años soñábamos con cambiar el mundo, ahora nos conformamos con cambiar este nuestro país, nuestra casa.
Sé que faltan muchas cosas, sé que tendremos que corregir otras. Estoy convencida de que lo vamos a poder hacer con el esfuerzo y el trabajo de todos los argentinos. También -porque saben, que la sinceridad es uno de mis datos proverbiales- sé que tal vez me cueste más porque soy mujer, porque siempre se puede ser obrera, se puede ser profesional o empresaria, pero siempre nos va a costar más. Estoy absolutamente convencida.
Pero creo tener la fuerza para poder hacerlo y además el ejemplo, el ejemplo no solamente de Eva que no pudo, no pudo, tal vez ella lo merecía más que yo, el ejemplo de unas mujeres que con pañuelo blanco se atrevieron donde nadie se atrevía y lo hicieron. Ese era el ejemplo de ellas, de las Madres y de las Abuelas, de las Madres y de las Abuelas de la Patria. Ese era el ejemplo de ellas y también de nuestros próceres, de Mariano Moreno, de San Martín y de Belgrano.
Quiera Dios y me ilumine para que me equivoque lo menos posible, que me ayude a escuchar, que me ayude a decidir. Lo voy a hacer como siempre he hecho todas las cosas que he emprendido en mi vida: con mis convicciones, con mis ideas y, por sobre todas las cosas, con mi inmenso y eterno compromiso con la Patria.
Muchas gracias.