El libro de cuentos La Arquitectura del Océano de Inés Garland, editado recientemente por Alfaguara, está compuesto por dieciséis relatos que entretejen una red que nos atrapa en las profundidades de lo paradojal, anticipado por el título mismo. Se trata de aventurarse en la escritura de lo no dicho, que pone en evidencia a los protagonistas y los hace cómplices del lector. La mirada aguda y suspicaz de las narradoras de los cuentos, casi todas voces femeninas, proponen una imposible estructura que se diluye en el vaivén de los acontecimientos. Vínculos familiares, amores desencontrados, relaciones prohibidas, aventuras y obsesiones, todos atravesados por el prejuicio y la dualidad.

El cuento que da título al libro tal vez nos brinda una pista. Un ecosonda es un elemento que se utiliza para medir las profundidades de las aguas, pero en el texto es un gesto, es lo que los otros nos hacen, inclusive un naufragio. En esta clave el lector aborda los relatos de Inés Garland, que con su cruda sutileza nos sumerge en su escritura delatora, sensible, la que nos trae sin piedad a la superficie.

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El cuento cuyo título da nombre a éste libro de relatos, “La Arquitectura del Océano”, explica que un Ecosonda es un elemento que sirve para marcar las profundidades en los mares y eso a su vez se compara textualmente con “lo que los otros nos hacen”. ¿Esto tiene que ver con indagar en “las profundidades” de los personajes? ¿Conceptualmente en “las profundidades” de los seres humanos”?

Sí, la indagación, la pregunta sobre quién es el otro y quién soy yo está en todos los cuentos. También tiene que ver con lo que los otros nos devuelven de lo que emitimos. Tenemos gestos y palabras que buscan el encuentro con el otro y el otro tiene sus bordes contra los que nuestra búsqueda se encuentra. Lo que sea que va y viene, arma una especie de geografía. Me gustó la idea de que eso hacemos, mandar señales para ver si descubrimos qué hay del otro lado. Y el otro, que está sumergido en sus profundidades, contesta. Bip bip.

Asimismo es un título paradójico. Sintáctica y semánticamente es un oxímoron. ¿Tiene que ver con tu modo de abordar la escritura y tu modo de producción narrativa?

No lo había pensado. Esas son cosas que leen los otros y bienvenidos sean porque me hacen reflexionar sobre lo que yo misma (o, mejor dicho, mi inconsciente, dijo). Yo pensé en un título que daba cuenta del intento de contener lo incontenible, de darle forma al agua. Pensé, como dice en el cuento con el título del libro, en una arquitectura blanda. ¿Podría pensarse en una arquitectura de agua? ¿Podría pensarse en algo que no estuviera polarizado? Rigidez, adaptabilidad, estructuras de material en el agua versus estructuras de agua en el agua. Un imposible, supongo, en este mundo de opuestos.

En los cuentos hay un hilo conductor que hace funcionar los relatos: “lo no dicho”. Los personajes ocultan, piensan pero no dicen, hacen de cuenta, escuchan a escondidas… ¿por qué esta elección para la construcción de los cuentos?

Creo que hay muchas respuestas para esta pregunta. En parte lo que no se habla permite seguir sosteniendo exteriormente lo que es insostenible. Y lo insostenible pueden ser las idealizaciones necesarias para inventarse un amor o para perpetuar los lugares de poder que les damos a los otros, o para sostener la propia imagen, o las imágenes de aquellos a los que queremos sostener con el silencio. No diría que es una elección. Son los asuntos que observo, los que creo conocer, y por ese motivo de eso escribo.

¿Lo “no dicho” es la fisura del personaje? ¿Intenta denotar su “profundidad”?

No sé si denota profundidad aunque es verdad que si alguien ve lo que otros no ven, podría pensarse que es más profundo. Pero a lo mejor es más controlador, o más atento, o no quiere que lo agarren desprevenido. Creo que decir hace que aparezca el otro y que aparezcan los límites propios. No decir mantiene ciertas ilusiones. Y también confunde mucho. Una vez me dieron una definición de la neurosis como el resultado de haber cortado el lazo entre la escena y la emoción que la escena despertaba. Ese corte lo hicieron otros o lo hizo uno mismo cuando era demasiado insoportable hacerse cargo de esa emoción. No decir mantiene el corte. Una buena terapia restablecería ese lazo. Escribir, de alguna manera, también restablece el lazo.

¿Por qué la elección del género femenino para las “narradoras” de estos cuentos?

Supongo que muchas veces el disparador de mis cuentos es autobiográfico aunque después el relato tome las riendas y haga lo que tenga que hacer. Me cuesta escribir en primera persona desde el punto de vista de un hombre, si bien lo he hecho y mis hombres—el protagonista masculino de “El rey de los centauros”, por ejemplo, resultaron creíbles (y hasta enamoraron mujeres). Pero en general las historias se me aparecen desde el punto de vista de una mujer. Soy la mayor de cuatro hermanas y mi padre hablaba en primera persona del plural femenino. Decía: “no estamos listas” cuando salíamos a pasear en familia. Pedía que tuviéramos un perro macho, pero ni eso se le dio. El único perro que tuvimos, fue una perrita.

También la elección de vínculos familiares que hacen funcionar los textos: padre/madre/hijas, madre e hija, hermanas, maridos, amantes. En dos de los cuentos son importantes también los personajes de las niñeras. ¿Cuál es la riqueza, la complejidad de estos vínculos que te motivan para la producción de tus cuentos?

Me parece que los vínculos son la materia sobre la que me interesa escribir. Si yo leo algo que empieza hablando de la madre, el padre, la hermana, el esposo, la esposa, el amante, se me paran todas las antenas. Se ve que son los temas que me interesan.

¿Cómo manejas los desdoblamientos introspectivos de las narradoras? ¿Funciona mejor la presencia o ausencia de diálogos?

No pienso mucho en la forma de mis relatos. A veces los diálogos pueden más que muchas descripciones de un personaje, y me parecen importantísimos, pero no siempre me aparecen como rasgo distintivo de un personaje o como manera de contar algo. Cada una de las “herramientas” de la narrativa es fundamental cuando aparece como necesidad. Hay que saber escuchar a un personaje y saber cuándo se devela a través de lo que dice y cuándo a través de lo que hace y cuándo los detalles periféricos son los que hablan de él. Hay que tener oído.

Hay campos semánticos recurrentes a lo largo de todos los cuentos. El agua (mar, ríos, hasta un “mar de árboles” en “La Cautiva”) y los ahogos emocionales de los personajes; pecados, confesiones, castigos; los ojos, la ceguera, la imposibilidad de mirar; los animales… Todos ellos conforman una red que le da una estructura de unidad al texto a pesar de tratarse de relatos independientes. ¿Este efecto fue buscado o fue produciéndose a lo largo de la escritura, es decir, fue fluyendo?

Creo que un libro de cuentos tiene que dar una impresión de unidad, y al elegir los cuentos para el libro, me ocupé de que tuvieran algo en común. Pero yo no podría haberlas enumerado tan bien como vos y la enumeración que hiciste me impresiona porque sé que son los temas de mi vida. Siempre se lo digo a mis alumnos: es imposible esconderse si quieren escribir.

En el cuento “El Retiro Budista” expresás el deseo como fuerza opuesta a la muerte. ¿Se trata solamente de un guiño en clave psicoanalítica (pulsión deseo/ pulsión muerte) o va más allá? ¿Como si el “deseo de escritura” fuese vida, o un modo de vivir?

Yo escribo sobre las pulsiones porque ahí están y yo no puedo evitar escribir sobre ellas. Son los psicoanalistas los que se metieron con mis pulsiones, no yo que quise hacer cuentos sobre teorías psicoanalíticas. Pero la escritura es para mí decididamente pulsión de vida y un modo de vivir, y lo que me salvó de la locura y me salva, de alguna manera, de la muerte. Porque hay muchas maneras de morir aún estando en este mundo, y la escritura me saca de los pelos de esas oscuridades.

En el cuento “El lado nocturno de la vida” la protagonista ve con “el ojo de la mente”. ¿Qué diferencia hay para vos entre la percepción sensorial de la vista y una especie de “vista mental”? ¿Es una cuestión metafísica?

Creo que la mente ve cosas que no necesariamente pasan en el plano material o palpable. La imaginación es una de las maneras que tiene la mente de ver con su ojo, pero también la escritura y las premoniciones y tantas cosas que no sabemos ni nombrar. A veces caigo en un tipo de pensamiento que se podría llamar “mágico” o “fenoménico”, y necesito marcar lo que ese ojo ve de lo que ve el ojo que supuestamente ve la realidad. Pero decididamente “veo” las historias que escribo, las geografías y a los personajes, con los ojos de la mente.

La tensión o el clima generado en tus cuentos concluyen abruptamente en el desenlace de los mismos. ¿Esta modalidad tiene que ver con alguna influencia o preferencia literaria personal?

Me parece que esa es la definición de un cuento. La flecha que parte y da en el blanco. El final que resignifica todo lo anterior. Cuando un cuento se termina, se termina. Para mí eso tiene que pasar. No soy fanática de los géneros, y me pueden gustar cosas difíciles de encasillar en un género determinado, pero recibí una formación que me hizo ver los cuentos de esa manera. Cuando se terminan, se terminan, no quedan hilos sueltos aunque la historia te pueda quedar resonando.

¿Qué cambios o motivaciones te llevaron a escribir cuentos para adultos, teniendo en cuenta que el anterior libro de cuentos Una Reina Perfecta era destinado a un público de lectores juveniles?

Perdón, pero Una reina perfecta no es para público juvenil. Mi novela Piedra, papel o tijera es para público juvenil. Y fue una decisión de los editores. Yo la había escrito para adultos. Fue una decisión que agradezco porque conocí los lectores jóvenes y me encantaron, y a ellos les gusta mucho la novela. Pero mis dos libros de cuentos son para adultos, y, aunque haya cuentos que les gustan mucho a los jóvenes también, hay otros que son para mayores de setenta (y vaqueteados).

¿La Arquitectura del Océano es un libro, en cierto modo, con referencias autobiográficas? ¿Cuáles, si es que querés contarlo?

Tendría que desmenuzar cuento por cuento para decirte qué es autobiográfico y qué no. Desde el momento en que uno hace un recorte a la realidad, la realidad se convierte en ficción. Los relatos pueden empezar por algo autobiográfico: una imagen, una situación, una geografía, pero después se disparan y deben regirse por sus propias reglas. A veces lo que cuento, habla de una verdad más profunda que la que la realidad misma mostró. Es muy difícil explicar esto. Pero en general en mis relatos hay hermanas y no hermanos, hija y no hijo o hijos, niñeras (y mis hermanas y yo la tuvimos, y era cruel como la de mis cuentos), hombres difíciles o inalcanzables – ¿pero quién no los tuvo?—el río de mi infancia, la naturaleza que siempre estuvo presente en mi vida. Y después están las mezclas que hace la ficción.

 

Sobre El Autor

Abogada egresada de la UBA en 2004. Estudió Licenciatura en Letras en la UBA desde 1995 hasta 2000. Recibió el premio "Proyecto de Investigación sobre el Discurso Jurídico" otorgado por el Dr. Germán Bidart Campos, titular del Instituto de Investigaciones Ambrosio Gioja de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales UBA. Integra el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno

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