PAÍS DE CUCAÑA
apoderarse de un lugar
requiere abandono y maña
a primera vista un jardín ornamental
me informo
resultan plantaciones de té
en este día
bajo esta luz
el mejor verde del mundo
banalidad
mirá lo que 70 años de paz relativa pueden con el ingenio
y la tenacidad del hombre
y mirás las nubes que navegan esquivando
rascacielos de nombres azucarados
y mirás en la tierra los enjambres
impenetrables
insospechados
hasta qué punto
mansos y obedientes
muescas y jeroglíficos
los tsunamis no devuelven ni siquiera un huesito
todo lo digieren de una vez y para siempre
dar vuelta la página
en este imperial privilegio
de tomar café americano
en el jardín del templo del barrio
ante el barredor de hojas de los martes
esmerado, como de costumbre
estoy en sendagaya
de vez en cuando alguien se acerca a los portones
de la entrada
da dos palmadas cosa de que si los dioses están dormidos
o simplemente distraídos atiendan la plegaria
de vez en cuando alguien escribe la suya en un papel
y la deja anudada en un árbol para que el viento no la olvide
de vez en cuando alguien escribe lo que espera
en una maderita
y la abandona para que se sume a muchas otras en un tablero especialmente diseñado para recoger las ansiedades
hello kitty cumple 40 años y lo festejamos con más y más
productos derivados
menos alcohol y tabaco
pero encendedores sí
a la hora del lobo, el terremoto fue de 6,2 y duró un minuto
grande como un día
solo atiné a aferrarme a tu mano y sirvió
por doquier los cuervos graznan a sus anchas
estridentes
desconsiderados
como debe ser
el uniforme rige las funciones vitales
la vida es un uniforme
en el monte fuji los baños termales se llaman onsen
hay algunos especialmente concebidos
para ver las estrellas
entre la estultez y lo sublime
entre el abismo y la constelación fuera de órbita
entre la hilaridad, el sopor
la vociferación y la desmesura
respirar el perfume de la incongruencia
esta gran aventura
a dúo vos
a dúo yo
Baudelaire dijo
que el país de Cucaña
debe ser un país soberbio
-donde nadie trabaja y hay de todo-
y soñaba visitarlo con una vieja amiga.
Salvo en lo de trabajar, todo lo demás es cierto.
RESTAURANTE DE EKODA
singular hallarse aquí
ante una tevé, un buda con baberito
una pagoda en construcción envuelta en una lluvia tenaz
y persistente
no una pesadilla, no un sueño renacentista
con persas a la veneciana
sino madera y agua, agua, tablones y alguna rana desprevenida
me han servido ya el pescado crudo que late todavía
y no es ilusión de mi delirio
lo han partido en tiras finas y le han puesto
un pequeño crisantemo en el corazón
y las flores y las algas le dilatan la agonía
porque la vida, según creo, suele tardar en despedirse
pero yo, no he saboreado jamás la sangre del vencido
porque no tengo pasta de vencedora
en un peringundín de la estación ekoda
no sufro por muertos ni por vivos
me levanto, capeo la desdicha
y dejo que la lluvia me destiña, con paciencia
CALENDARIO JAPONÉS
mi vida es simple, con pocos sobresaltos
las rosas darán paso a los nísperos
los almendros a los crisantemos:
me voy dulcificando cuando olvido
LA PIEDRA Y EL FETICHE DE JUSÓ
En Kisó me detuve a tantear la gran piedra del amor
porque dicen que allí, durante siglos
los samurais juraban sus promesas.
La toqué con mi superstición habitual
murmurando por lo bajo lo de siempre:
¡que esta vez se me dé la alegría (un poco)
y el olvido (tanto)!
Furiosa, la humedad oscurecía
hasta las últimas hojas de los bambúes
pájaros desconocidos vociferaban en lenguas
aún más desconocidas
nuestra salvaje y ridícula confusión.
¡A primera vista, debería ser tan fácil
perder aquí hasta los muertos!
Simplemente arrojarlos en cualquier cañada;
se pudrirían veloces, les crecerían algas
y luego los paladearíamos gustosos
con las salsas del ceremonial.
En Kisó, podría empezar de nuevo con las cosas y la gente
cambiando abruptamente la pasión del abecedario
por la de la paja y el leño,
pero la imagen más desprevenida reaviva
la intensidad de mis obsesiones:
kayabuki, un tipo de casa japonesa
que asoma por la ventanilla de algunos trenes
me trasporta al rancho
y en esas construcciones remotas
donde el verde es su propio límite
farfullo: pampa, pampa, la-pam-pa.
Sin falta, deberé aprender la técnica oriental
de no mostrar la hilacha del amor y/o dolor
que me desbordan.
En principio, me procuré en Kisó
un ahuyentademonios
para que con cualquier palabra,
cualquier gesto que prodigo
no se crezcan los míos
tan fecundos como estos arrozales.
Veremos
la piedra samurai y el fetiche Kisó
qué tal se portan.
TOKIO HORA ZETA
tal vez todas las horas sean la hora zeta
pasa que a veces uno se da cuenta
no es por alguien, no, que empiezan las re y capitulaciones
es por todos
por las veces que uno hubiera querido ser espejo u ojo de los
otros —si hubiera sido manos, nos habrían acariciado mejor—,
hubiera querido ser lobo para que mamá no me encajara
frasco de compotas y este susto que conservo todavía frente a madres,
habitantes de los bosques y disfraces en general
hubiera querido sobre todo una madrugada romana de abril ser vos
para que me retuvieras
o en cualquier tiempo ser un pelo del anular derecho
porque es un buen puesto de observación y se puede pasar
inadvertido
hubiera querido la barrabasada de ser dios para atender mi
propia oficina de colocaciones y pedidos
doblar entonces ahora mismo florida hacia paraguay
a la deriva de los encuentros precisos y porteños
cuando todavía creía/mos en la fábula de la creación, por ejemplo;
baíres no era objeto de titulares en las necrológicas del mundo
y se podía compartir el abrigo de rostros y reparos conocidos
¿quién me ha catapultado tan certeramente en este punto final
de lejanía?
—recuerdo que alguna vez borges me dijo inventando o tradu ciendo
a un anglosajón delirante como caballo sin pasto, o borges
equivocándose de diccionario, que a quien dios bien lo quiere
lo envía a tierras lejanas; pero después, ¿lo hará volver?,
le preguntaría hoy, antes de que se me muriera o se le olvidaran
página y respuesta
la noche me cae encima a picos húmedos y tristes
prolija limo las aristas
para que no me hagan mucho daño estos hombres extraños
silenciosos y pequeños
a quienes no me preocupo por amar ni menos detestar
les palmeo el hocico como a un animal ajeno
del que no se espera la retribución de la caricia
y el vacío es tal que si lanzo una piedra, digo, yo misma
estoy segura de no oírme siquiera tocar fondo
sola y perdida en medio de interrogantes crepusculares
tifones y cerezos
sin nadie, vos, que me bese y diga buenos días
y sin embargo, ahora que la cultura de la vida me ha enseñado
el muestrario más amplio de suicidios y suicidas
no me decido por ninguno
a sabiendas que no puedo remontar el arcoiris
que carezco de un remoto mapa del tesoro
para que al menos los descubridores se lleven el gran chasco y
sólo tengo un saco de papeles viejos que no sirven para nada
aquí, lejos de la ciudad que guarda mis humores de vivir
el signo de infinito me crece sin conventos de posesas en loudun
si supieras
que de día me anochece
que flaqueo
que después de dedicarte este velorio del solo
me dispongo, Juan, como algunos
simplemente a persistir
VERANO Y CUERVOS
estos pájaros de aquí
que los llamen como los llamen
son cuervos
se me deslizan de través por la garganta
soy la última elefanta herida
replegada en el doblez más tenaz de la memoria
no hay perfumes que me dispersen
telegramas
apretones de manos
ni pañuelos con lágrimas de despedida
sola, la lamparilla encendida
de un túnel cualquiera de la muerte
muerte sin cirios ni huérfanos
sin frases necrológicas
y solo mera rutina de gusanos
estoy
con los paréntesis caídos
jugando el tiempo de descuento
MASATSUGO
El padre cose kimonos.
La madre trabaja de peluquera.
Masatsugo toca un tambor que se llama taiko
y duerme en el suelo del negocio.
La madre ayer llorando le dijo que basta de música
que hay que ganarse la vida de otra manera.
Fuimos al cementerio budista de los samurais del barrio
a pasear con mi cachorro Tango.
Bebimos saké y nos acostamos.
Lo mejor que tiene es que aún dormido, se sonríe.
TATOONG
Budas de oro de Tatoong con el centro del equilibrio en
llamas
budas con guardianes que les tañen sabias mandolinas para
adormecerlos
en tanto la intérprete se esfuerza ante una trinidad fulgurante
explicando que las figuras de los costados son los secretarios
pero sin aclarar de qué facción, de qué partido cósmico
qué papeleos hay que completar para pasarse del azul
al naranja de la iluminación
cuántas encarnaciones a la intemperie en las chozas de Yunnang
cuánta seda y estiércol y sudores a caballo
y leche de yak para que la ráfaga de silencio y viento
me haga dudar de mi luz y de mi sombra
pero los japoneses están filmando rumorosas secuencias
de artes marciales a los pies del Contemplador
y después nos vamos en nuestros buses a vaciarnos
de más cenas, más templos, más compras
¿qué hacen estas decenas de miles de budas por las noches
para estar tan compuestos y felices al amanecer?
FIN DE POEMA
la mañana crece de separaciones
alza vallas que la humedad de la noche
había destruido con precariedad
la mañana planta garrochas de no pasarán
y hay un fango desconocido entre mis calles
mis palabras avergonzadas, mis viejos modos de morir
los animales han recibido las señales de los cuervos
y las palomas no deben comer en las plazas públicas de manos de los forasteros sin nombre
sin destino, sin riesgos, sin palabras para cambiar como vidrios de colores
en el mercado de las piedras negras y sin inscripciones
para grabar corazones heridos de muerte en las cortezas de los árboles
y tatuar nombres para que los viajeros de una hora incierta
sepan que alguien ama a alguien
y quiere que después de tantos siglos alguien vuelva a saberlo
en las fábulas ilustradas los bosques al oscurecer
se alargan en pinchudos fantasmas de ojos enormes
que aterran a los niños que deben atravesarlos de parte a parte
en comisiones absurdas y con cestas de víveres ajenos;
pero mis árboles son así de día,
de noche se están quietecitos y amables,
mientras me aferro a ramas debilísimas por si detrás hay un tronco
y dentro está la savia de la verdad,
pero sólo encuentro indescifrables jeroglíficos
y diestros shiringueiros que recolectan todo el caucho para otros fines,
trepan como monos hasta desmantelar la floresta
pero el idioma vegetal viaja en otros planos y yo divago
por divagar las torpezas que querría refrescar a la sombra de los baobabs
en espera del santón indio que con sólo mirarme barrerá los deseos,
lavará la memoria y hará perder mis rastros
lenguajes y gemidos y espejismos y remansos y no me moveré
nunca más
que tengo miedo de saber quién eres
que tengo miedo que no sepas quién soy
háblame pues quedamente de la ayahuasca que me duele de raíz
porque me abre el fervor de la tierra a la que creí pertenecer,
que amo todavía hasta mi crispación última,
pero que no supo conservarme
la misma razón que vale para haber estado contigo sirve para no estar,
el sí y el no de las sombras curvadas en las monedas del I Ching
—la sal en la selva tiene gran valor— repetiste, y yo veía deslizarse
ante mis ojos, vez tras vez, las mismas llamas de los Andes,
enjaezadas de colores con los panes de sal color caramelo al lomo;
y sé que lo confundo todo sin remedio, la jungla con la montaña
pero las llamas no, que son las mismas y bajan incesantes la misma cuesta
todos los días de mi vida mientras yo sigo lamiendo
el mismo pan de sal por los siglos de los siglos
y viniste a Tokio para hablarme del Juan Santos Atahualpa que
se fue con el humo y como un orfebre cuidadoso que tuviera
el metal más noble entre las manos, desbrozarme de escarcha
el corazón
cada uno de nosotros compartió a modo de botín dos colores
para conjurar los huesos cuando se estremezcan por algún
escalofrío pudoroso y balbuceante pero esplendoroso como luz
mala avistada por las pampas del desorden
mimí repetirá entre toses, llanto y nieve parisinos
sempre tua per la vita
mientras yo, decididamente sin cambiar de género, opto por el
bando del dragón y nunca jamás por el de san jorge
la gentileza de las fábulas llama malévolamente a la puerta
de mi casa diciendo que en estas ocasiones, en los libros de
caballería se acostumbra que a las doce y cuarto me confirmes
la validez de mi presencia en la irremediable nadería de esta
historia; y yo no le cierro la puerta en las narices a la ridícula
perversa, dejo que me pique el brazo, me venda manzanas que
se pudrirán en los cajones, y los marineros que me conocen las
mañas tienen que amarrarme para que no caiga de hinojos a
suplicarle a las sirenas y me engulla con avidez los menjurjes de
la circe que al menos me hubiera convertido en jabalí que no
quiero ser mansa
las pavesas ya entraron en la piel y no sé de qué sirven las
estrellas en la sangre ni los cristales ni los peces de colores ni los
lotos muertos de tedio ni los jaguares montando guardia en
las esquinas
hay espigas maduras y amapolas inclinadas en la opulencia de
los viejos itinerarios
la misma simiente volvió a germinar el mismo sitio para que le
conozca toda la fugacidad del paso
destinatario del sello del ceremonial y del silencio
cómplice fugaz de tanto desaliento
tiro los dados por obligación del rito
y no tiene importancia que comprendas
de todas maneras la judía errante parte con su alforja de nimiedades y fruslerías
por el estrecho sendero de la luna;
tiene miedo de una hoja de otoño, del nombre de los vientos, de su
incapacidad para leer las brújulas, de seguir andando; dime por
qué no se detiene y espera que salga el sol, lo sé, el terror sería
el mismo, pero a todas luces, perderse a caballo, lentamente
de espaldas en el desfiladero, en silencio y con las sombras,
es buen fin de poema.
Tokio, noviembre 3. 1979
MÁS SOL EN LA JORNADA
en general el color de pekín es gris pizarra salvo en el palacio
imperial que los ladrillos están pintados de rojo laca
la tierra es arenosa de un color café con leche chirle y por todas
partes hay polvo polvo y polvo
están apareciendo manchones verde tierno y pespuntes blancos
de magnolias cerezos y ciruelos porque empezó la primavera
y me voy a dar el lujo de estar triste por razones
estrictamente sentimentales
entonces diré que volví a soñar con juan
y eso no pone diremos que precisamente más sol en la jornada
que tengo ausentes como para surtir una tienda de abarrotes
que mando a lavar los pantalones con terrones de azúcar en los
bolsillos y a lo mejor cuando me los devuelvan lavados se me
endulzan las nalgas y amanezco con los huesos blanqueados
por la marabunta y muerto el perro se acabó la rabia
que los presentes linyeras del amor se enfilan a toda prisa en el
cuarto de los ausentes
y un día de estos me voy a poner a tejerles bufandas de baba del
diablo o a jugar a la rayuela un día de estos me voy a poner
a sollozar a mares en el cordón de la vereda mamita
mamita y a tomar sopa con ruido a dejarme la cuchara en
la boca y juntarme con la loquita egipcia que corre a la
gente por la calle diciéndoles missis missis I didn’t sleep
at night pacífica pacífica para que no me pongan un chaleco
de fuerza como los que tengo vistos en las películas
porque ya no podré jamás escribir poemas a lo aimé césaire
con tantisímas esdrújulas con soles radiantes y bucaneros
que descubren tesoros con doblones sangrientos
y escolopendras y hojas de plátanos como barcos y abrazos
esplendorosos de jóvenes negros como el diamante
que te abren el alma arco iris pompa de jabón con la mirada en
las tierras fermentadas de germinaciones y podredumbres
mis universos son mucho más reducidos entrarían en una
pequeña hoja de block cuadriculado de una sola línea
anoche soñé con juan que no era pero era juan
y me siento como si cada uno me hubiera regalado aquí un
grano mil millones de granos de arena de tristeza
y eso no pone diremos que precisamente más sol en la jornada
Luisa Futoransky:
Escritora argentina. Reside en París.
En Francia fue conferencista en el Centro Pompidou de París y periodista en la agencia de prensa AFP.
Durante cinco años vivió en China y Japón donde trabajó como periodista en las emisoras Radio Pekín, NHK y en la Universidad de música de Musashino, Tokio, como profesora de puesta en escena. Fruto de aquella estancia son sus novelas Son cuentos chinos, premiada en España por la Fundación Antonio Camuñas y publicada por Editorial Albatros, 1983, luego por Trilce de Montevideo en 1985 y por Planeta, Argentina, en 1992 y De Pe a Pa o De Pekín a París, finalista del III premio Herralde de novela, España y publicada también por Plaza y Janés en 2000.
Actualmente tiene a su cargo la edición en español de la revista trimestrial Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Últimos títulos publicados:
Les orties de Saorge, Traducción de Nelly Roffé, Les editions de la grenouillère, Quebec, Canada, 2013
23:53, Noveleta, novela, 2013.
Ortigas, poesía, 2011.
El Formosa, novela, 2010.
Inclinaciones, poesía, 2010
(Los cuatro volúmenes fueron publicados por Editorial Leviatán, Buenos Aires, Argentina)
Seqüana barrosa, 2006 EH Editores, Jerez, España
Partir, digo, Reedición de la primera edición de 1982, con un estudio de Sarli Mercado, Libros del Aire, 2011, Madrid, España
Traducciones recientes
Aco Sopov, Sol Negro, versión del macedonio junto con Jasmina Sopova. 2011 Ediciones Leviatán, Buenos Aires 2011
Agui Mishol, Ropa tendida, versión del hebreo junto con Marta Teitelbaum. Ediciones Leviatán, Buenos Aires, 2013.
Dalia Ravicovich, La túnica en llamas, versión del hebreo junto con Marta Teitelbaum. Ediciones Leviatán, Buenos Aires, 2013.
Traducido al inglés
The Duration of the Voyage, 1997 Junction Press, traducido por Jason Weiss
Becas, distinciones
- Chevalier des Arts et Lettres, Francia.
- Beca de la Guggenheim Foundation, USA
- Regent’s Lecturer en la Universidad de Berkeley, California, USA
2010 – 1993 y 1987: Beca de creación del Centre National des Lettres, Francia