La historieta de superhéroes como género posee tres características principales: a) un frondoso acervo en el cual debe basarse para reinterpretarlo y transformarlo en algo nuevo; b) un íntimo trabajo en equipo entre guionista y dibujante que hace que el trabajo de cada uno se modifique con el aporte del otro; c) una alta posibilidad de entromisión editorial.
Lanzada con el New 52 -el rebooteo de la editorial DC luego del macroevento Flashpoint-, Earth 2 se planteó enseguida como un reformulamiento de lo que fuera la Justice Society of America -que alcanzara su momento culminante bajo el mando de Geoff Johns-. En esa primera etapa, el guionista James Robinson -que con Starman dejó en claro que tiene la capacidad para ser extraordinario- aprovecha que ahora la misma dinámica de “grupo muy numeroso que puede mutar con facilidad ya que no poseerá a los personajes de primera línea” se ubique en una tierra paralela. Moderniza los conceptos: un personaje ahora puede ser gay, otro haberse transformado en un grupo de personas con la misma función.
En ese juego apasionante de desentrañar cómo se reformula lo ya conocido, Robinson aprovecha la condición (a) de las historietas y establece una trama interesante y entretenida. Para mejor, hace una muy buena comunión con la dibujante Nicola Scott (condición b). Pero claro, existe la condición (c) de las historietas, que en el caso de DC Comics consiste en someterse a los caprichos de marketing de su CEO Dan Didio -a quien se podría definir como un simio entusiasta en la venta de baratijas a abogados y contadores de Warner, el emporio que administra DC con el solo fin de mirar saldos positivos en dólares al fin de cada ciclo contable-. El mal manejo editorial, la falta de sincronía con los autores para el desarrollo de los eventos que relacionan todos los títulos, generó que James Robinson renunciara al título -y fuera automáticamente contratado por la competencia, Marvel Comics-. Cerró su arco argumental a las apuradas, para no ser desprolijo con sus lectores, armó las valijas y se mudó a la competencia dejando un saldo positivo pero con final agridulce por lo abrupto.
Lo reemplazó el guionista Tom Taylor, que ya había demostrado sus notables cualidades en Injustice: Gods Among Us. Taylor respeta lo que le deja Robinson pero lo lleva a su plano de interés (una vez más, la condición a de la historieta de superhéroes): el problema de cuando hay demasiado poder y, por lo tanto, demasiado riesgo de caer en una tiranía. Y, trabajo mediante, Taylor también logra compatibilizar su trabajo con Nicola Scott. Pero claro: los desmanejos editoriales de DC Comics también lo llevan a renunciar. Y, una vez más, a ser automáticamente contratado por Marvel Comics (que parece haberse transformado en el refugio de todos los guionistas maltratados y malpagados por Didio).
En resumen: una historieta buena, casi podría decirse muy buena, que no termina de explotar -pese a que todos los elementos están a la vista para hacerlo- porque DC Comics entiende el capitalismo como una dictadura de CEOS ignorantes acerca del producto que deben comercializar.