Finalista del premio Clarín de novela 2014, González Catán, de Emilio Di Tata Roitberg nos presenta un retrato actual del conurbano bonaerense, con ritmo de cumbia y disparos de balas como fondo. Un mundo cerrado, violento y cruel, en el que, sin embargo, los heroicos personajes buscan una salida y son capaces de amar y ser solidarios.

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Me interesa tu opinión sobre la lógica de producción cultural y el mercado editorial.

Más que hablar de un sistema y un mercado editorial en general, creo que puedo hablar de mi experiencia particular. Como muchos otros autores, comprobé que publicar es más difícil de lo que al principio había pensado, más si uno vive en el Interior. En muchas incursiones que hice a las oficinas de las editoriales de la Capital me fue imposible pasar del mostrador de entrada, o lograr siquiera que aceptaran leer mis manuscritos. Por eso decidí aprovechar cada oportunidad que tuviera para publicar, y si no la tenía, me la inventaba. Mi primer cuento apareció en la revista de un supermercado, al lado de un aviso de embutidos. Con unos amigos comencé a editar una revista literaria, Castillo de Palabras, cuyos primeros números salieron en fotocopias (1999), y en 2005 un folletín literario de distribución gratuita, Tríptika, financiado con pequeños avisos de comercios locales. En 2007 publiqué por mi cuenta una breve novela policial llamada El Oso, ambientada en los suburbios obreros de Bariloche, que después de cuatro ediciones llamó la atención de una editorial de Buenos Aires, Edhasa, que la reeditó. Logré más visibilidad participando en distintos concursos literarios, y haber conseguido una mención especial del Premio Clarín-Alfaguara el año pasado con mi novela González Catán me ayudó finalmente a cumplir mi sueño de publicar en una gran editorial, que promociona y distribuye el libro a un precio accesible en toda la Argentina e Hispanoamérica.

Te criaste entre  Laferrere y González Catán; teniendo en cuenta que otros escritores jóvenes han incursionado en el conurbano bonaerense pero tocando de oído, la pregunta sería si tu infancia y tu adolescencia guardan algún punto de encuentro con tu novela.

Bueno, espero no tocar de oído yo también. La cercanía geográfica ayuda, desde luego. Los escenarios en los que transcurre la novela son lugares que conozco de memoria: el cruce de las rutas 3 y 21, las calles de Catán, Lafe, Casanova, Ramos, San Justo… Sé qué colectivos corren por allí, qué cero-cincuenta o combi trucha tienen que tomar los personajes para ir de tal lado a tal otro y en qué condiciones se viaja. De todos modos tuve que hacer un largo trabajo de investigación, visitar nuevamente la zona y charlar con mucha gente, porque me mudé a la Patagonia en mi adolescencia y desde entonces la realidad del Conurbano en muchos aspectos cambió.

Pongamos el foco en el lenguaje y en la representación simbólica: El barrio y la villa; la ciudad y los suburbios. ¿Qué reflexión te aparece ante una relación de oposiciones que se impone con cierto rigor?

Pienso que alude a la siempre reciclada dicotomía de Civilización y Barbarie. El lugar al que se quiere pertenecer y el lugar al que se teme. En mi libro dos de los personajes, Javi y Marquitos, viven en una zona intermedia entre Catán y Laferrere, localidades que salen en los medios sólo cuando se produce una inundación o un crimen aberrante. Esa es la razón por lo que la gente de la Capital, casi siempre sin conocerlas, las consideran un territorio muy peligroso al que más vale no ir. Javi y Marquitos saben que esto no es así, porque viven allí y lo consideran un vecindario más o menos normal; pero, a su vez, ellos estigmatizan a la gente de Villa Mosquito, que está sólo a diez cuadras de su casa, aunque jamás pusieron un pie ahí.

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En la feria del libro de Buenos Aires, en la presentación de González Catán. Izquierda a derecha: Ezequiel Martinez, Emilio Di Tata Roitberg, Sylvia Iparraguirre, Claudia Piñeiro y Esteban Seimandi.

¿Qué podés decirnos de los personajes, de los estereotipos culturales y de cuándo y cómo nace la idea de escribir González Catán?

Los estereotipos están. Vienen impuestos siempre desde afuera, y depende cómo cada uno los maneja. Para muchos jóvenes de las barriadas pobres, el rosario de Boca y la capucha son una forma de sentirse identificados, conforman un modelo al que se quieren parecer. Para otros de los personajes de mi libro, como la travesti Raffaela, es todo lo contrario. A pesar de vivir donde vive, pegada a un basural, ella deplora la televisión basura, no escucha cumbia sino música celta y lee libros en vez de revistas de chimentos.

La novela tiene más de una dimensión. Hablanos de ello.

Creo que eso se pone de evidencia en las diferentes aristas que muestran muchos de los personajes. Tal es el caso de Domínguez y el Larva, los traficantes de la villa, que para unos son criminales que traen la muerte a los jóvenes en forma de balas y paco, y para otros unos filántropos que colocan luminarias, hacen excavar un canal para evitar las inundaciones o dan trabajo a la gente de la villa, atendiendo a las necesidades de los más pobres en un lugar donde el Estado está ausente.

Humor y drama en la narrativa; hablemos de ello, de la parodia y también del cinismo en la literatura en general.

En mi caso el humor no es un elemento que introduzco de manera deliberada sino que se da de forma espontánea, aun cuando mis obras estén lejos de ser humorísticas. Un lector me dijo que si no fuera por el humor, la realidad que describo en González Catán sería para cortarse las venas. En mi libro, el tema de la parodia está más presente en los pasajes donde se remeda la jerga legal o periodística, o en los foros de la web donde las bandas de jóvenes delincuentes, los Angelitos y los Teletubis, se bardean entre ellos y se muestran las armas con las que piensan cagarse a tiros. Al cinismo no necesitamos ir a buscarlo demasiado lejos: nuestros líderes políticos nos lo sirven en bandeja cada día en declaraciones que niegan lo evidente o afirman que lo blanco es negro.

¿Algún proyecto en danza que pueda ser comentado?  

Tengo dos, una novela autobiográfica ambientada en una pensión del barrio de Monserrat, habitada en su mayoría por inmigrantes de la ex Unión Soviética, y un spin off de González Catán con las aventuras de la travesti Raffaela, a quien los lectores aclaman por unanimidad como el personaje más hot del libro.

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Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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