Los jueves de agosto a las 20hs tendrá lugar en el Espacio Metanoia el ciclo de cine Sukeban: La violencia rosa. Mila del Guercio, encargada de la selección de films y editora de la revista Medea escribe un poco acerca del mismo.
Empoderamiento femenino y las sukeban
«Soy puro coraje y pelear es mi vida.» así es como se presenta Reiko Ike en «Girl Boss: Revenge» (1973) arrodillada en posición respetuosa y con una mano extendida para demostrar que sus intenciones son amistosas. No importa que tenga una navaja en la bota; no piensa usarla todavía, o sí, pero primero retaría a su adversaria a un duelo. Es que las sukeban tienen un régimen de lealtad y honor estricto entre ellas y errático hacia la sociedad. La palabra significa «delincuente y jefa pandillera». Dentro del marco del género pinku, estos films tuvieron su momento de fama en los años 70 en Japón, un poco influenciados por la revolución sexual y otro poco por la figura mítica de James Dean.
Ahora bien, mi fascinación por los modelos femeninos fuertes no dista de hace dos semanas cuando empecé a bajarme maníacamente una tras otra la serie de 8 películas que la Toei Animation dedicó a este subgénero. Viene de mucho antes. A los 13 años, una amiga rubia y con pantalones acampanados puso un disco de Hole en su radiograbador (familiarmente llamado «huevo») y fue en ese momento en que comenzó mi búsqueda. Jamás cuestioné mis gustos, es verdad, hasta que me preguntaron qué era lo que me atraía tanto de ver a un par de mujeres con pocas ropas, poca dignidad y mucho desparpajo escapar de un reformatorio. Lo mismo que me atrae de escuchar «Dead End Justice» de las Runaways o «Skin Tight Skin» de Suzi Quatro o, más reciente, «Wild Child» de las Demolition Doll Rods. Comparten la misma fórmula. Algunos dirían que es un ardid feminista -lo dirían con una muesca de desprecio en la cara como si el adjetivo fuese una mala palabra-, pero a mí me gusta pensar que es un refuerzo positivo que me inocula contra la crueldad de los piropos, agresiones verbales, las persecuciones y la violencia psicológica a la que me veo expuesta por el hecho de ser mina. Un paraje en mi memoria al que me gusta recurrir, una canción que resguarda mis oídos al calzarme los auriculares cada vez que me siento denigrada porque un desconocido vocifera la palabra «mamita». Y doy fe de que no soy la única: lo veo en las redes sociales, como distintas chicas suben fotos con alguna frase suelta inspirada en la heroína de su película preferida, lo veo en las Sylvia Plath de sus bibliotecas y en la forma en que expresan sus opiniones. Es un empoderamiento íntimo y continuo, un trabajo diario, que endurece y recubre la autoestima mía y de cada una de ellas.
En mi caso, recurro a las anti-heroínas porque el modelo clásico de mujer romántica y casta me parece tan obsoleto como el ábaco. El mundo de las sukeban es un mundo corroído por toda clase de miserias humanas: traición, sexo sin amor, robo, abandono y asesinatos sanguinolentos. Para ser una jefa de pandilla hay que tener un pasado marcado por el dolor. Sea que la madre las haya abandonado o que un grupo de energúmenos alzados las haya violado, el trauma recrudece su humanidad y entumece su sensibilidad hasta el punto de convertirlas en lobas solitarias. El impacto psicológico es tan fuerte que las empuja a una existencia marginal aunque sin repetir la situación de abandono. Buscan un grupo de pertenencia con chicas igual de inmorales y con agallas al cual les brindan todo su afecto y protección. Y digo «todo» porque una de las reglas para formar parte de una pandilla femenina japonesa es no vincularse emocionalmente con ningún hombre para no perder la independencia. Es contradictorio que exista una fuerte dependencia hacia la jefa, sin embargo, las chicas tienen libertad de decisión siempre y cuando respeten tres normas básicas de honor, lealtad y fortaleza. En este punto el grupo es un sistema cerrado.
Si las mujeres dentro de su figura distópica de maleantes juveniles, prostitutas y estafadoras, tienen rasgos tradicionalmente adjudicados a los roles masculinos como la valentía y la falta de temor hacia la muerte, los hombres representan las peores bajezas humanas. Los más fuertes (los yakuzas) se dedican a perseguir a las chicas para sacar usufructo de sus cuerpos en redes de trata y los más débiles son mercenarios cobardes que son capaces de revelar las coordenadas de su guarida con tal de ganar unos yenes. Generalmente, hay un sólo hombre bueno en toda la trama que puede aliarse con ellas y salvarlas de las garras de los tiranos cuando se hallan maniatadas a cadenas y torturadas sadomasoquísticamente en plena escena gore. Estas criaturas excepcionales son recompensadas. Y las buenas obras, pagadas con favores sexuales. En otra escena, la cabecilla de la pandilla le contesta «Sólo porque hemos dormido un par de veces juntos no significa que sea tuya» a un chico malo que obnubilado por su propio afán de poseerla falla en leer el carácter de la protagonista. A la larga, el personaje del hombre bueno suscita sentimientos tiernos en la jefa (o «Banchō»), la cual renueva sus esperanzas hacia la humanidad, pero éstas casi siempre son aplastadas por la muerte, el abandono o la traición del galán. A veces, la rivalidad sucede entre chicas de distintas pandillas, pero siempre está el enemigo mayor contra el cual unen fuerzas, el poderoso, el director del correccional, el empresario avaricioso y corrupto, el yakuza barbárico deseoso de sangre y flagelar su dignidad con su vaina: el hombre en su peor faceta.
No es casualidad que estas películas se hayan lanzado en plena revolución sexual. Es claro que quisieron satisfacer al público masculino con los desnudos y al mismo tiempo despreciarlo con sus retratos extremos y soeces. También la desnudez impúdica puede ser vista como una forma de naturalización del cuerpo femenino («estoy desnuda y no podés hacer nada al respecto»). No se privan del morbo ni tampoco del dolor emocional de la pérdida que antecede al físico. A pesar de su alto contenido en escenas picantes, existen todavía aspiraciones nobles como la libertad. Destaco este punto. Es indudable que hay un cierto misticismo todavía latente en ver a una chica con minifalda milimétrica y una katana ir en busca de lo que quiere. Al fin de cuentas, no importa cuán básica o predecible sea la historia sino el impacto en el espectador y estos films -como algunos libros y discos- generan en mí y en muchas otras una sensación de que no todo está perdido. Es una utopía impecable que te deja con la sensación de invencibilidad y omnipotencia. Un cuento épico posmoderno de argumentos pobres. Otra posibilidad de femineidad.
Ciclo de cine «Sukeban: la violencia rosa»
◘ 06.08 Girl Boss Revenge – (1973) Miki Sukimoto y Reiko Ike.
Komasa y Maya, 2 Sukeban (Jefa de banda de chicas) que tienen una gran rivalidad entre éllas, se las verán con la Yakuza, que secuestra y prostituye a chicas para usarlas en unos Baños Turcos. Ambas son valientes, pero comprenden que deberán unir sus fuerzas para poder luchar y derrotar a los Yakuza.
Esta película de culto es la 4ª de la Saga “Girl Boss”, dirigida por el gran Norifumi Suzuki (“SCHOOL OF THE HOLY BEAST”). Sensacional clásico de “Pinky Violence” con las estrellas Miki Sugimoto y Reiko Ike.
◘ 13.08 Queen Bee Strikes Again: Mesubachi no gyakushu – (1971) Reiko Ike.
Reiko es la líder de la joven banda Atenas. Son un grupo de gatas callejeras de espíritu libre que no les gusta responder por nadie. Hasta que al final se cruzan con la gente equivocada poniendose en gran peligro.
Reiko sólo complica aún más las cosas cuando ella rechaza la oferta del Grupo Yakuza Akimoto para unirse a su organización.
◘ 20.08 Stray Cat Rock Machine Animal – (1970) Yasuharu Hasebe.
Cuarta entrega de la serie Stray Cat, protagonizada por Meiko Kaji. Tercer y última dirigida por Yasuharu Hasebe .
Tres extraños llegan a la ciudad con gran cantidad de LSD que quieren mover. La banda de Maya, y la de los Dragones, liderada por Sagura se interpondrán en su camino, hasta que Maya y su banda de chicas se enteran de las circunstancias de los tres extraños y cambian de idea… (Asia-team).
◘ 27.08 Female Prisoner #701: Scorpion – (1972) Shunya Itō.
Luego de ser incriminada y cruelmente engañada por Sugimi (Natsuyagi Isao), un detective fraudulento y conspirador del que se enamoró perdidamente (y al que subsiguientemente le entregó su virginidad), a Matsushima Nami la consume una sed de venganza que no conoce límites. Su intento fallido por apuñalar a Sugimi en las escaleras de la sede de la Policía Metropolitana de Tokio resulta en una larga condena que deberá cumplir en una penitenciaría femenina a cargo de carceleros sádicos y sexópatas. Para sorpresa de Sugimi, Matsushima se niega a testificar en contra de él y de su relación con la mafia, pero el simple hecho de que sepa aquel secreto hace su existencia inconveniente. Sugimi junto a los yakuzas orquestan entonces un plan en el que la muchacha sucumbe a una muerte “accidental” en prisión. Piden ayuda a Kagiri, otra reclusa que mantiene vínculo tanto con ambos para que su formidable plan sea rápidamente ejecutado. Sin embargo, poco saben de cuán intensamente el deseo de vengarse consume el interior de Matsushima (imdb).
Programación por Mila Del Guercio
Entrada $20 / Entrada + sopa de fideos Maruchan $40 / Entrada + revista feminista bilingüe Medea $45.
Hay barra de tragos y bebidas.
Jueves de agosto 20 hs en Espacio Metanoia (Palermo) – Cupo limitado.