ESCÁNDALO Y LOCURA.
Una excelente obra de Benjamin Stein; una inmejorable narrativa dotada de reflexiones que se extienden en distintas dimensiones. Los recuerdos nos forman, aunque cambien. Cada vez que recordamos vamos modificando algo en la cadena de recuerdos del recuerdo. “El lienzo”: el secreto, la llave, la tentación, lo oculto. El conocimiento; un estante lleno de sueños. Un espacio prohibido; las hileras de libros. La medicina de los sueños interpretados. También está el olvido, y debajo del mismo crece algo distinto. “La novela trata del valor del recuerdo, de la credibilidad y de la construcción de una identidad en un juego donde falsificación y verdad aparecen como dos posibles caras de una misma moneda”.
En este caso, un protagonista que puede percibir en las personas aquello que las motivaba o las frenaba impidiéndoles hacer algo. Un don entre el bien y el mal; ¿una virtud, o todo lo contrario? Juegos erráticos de la memoria. Él puede oler, gustar, sentir y ver los recuerdos ajenos. A temprana edad, en su adolescencia, es invadido por imágenes, sonidos, olores y sentimientos que lo penetran despojándolo de todo rastro y vestigio de su infancia. Y así se enfrenta a una misión indeclinable; en cierto punto, un desgarramiento.
Los caminos de Dios y los de la literatura. El ghetto social y las creencias. Un pasaje a otro mundo y el alma manchada bajo una lápida de sueños. Las particularidades humanas; la caída en la nada. La piedra y la correcta proporción entre saberes. Un mensaje cifrado. Algo grabado en la memoria. Sentido versus vacío. El tesoro de la biblioteca. Y el mago de magia negra. Filosofía en lugar de las leyes divinas. Una voluntad eterna. Místicos e ideólogos. Lo mágico y los miedos. Los recintos de la ciencia; una influencia peligrosa para el alma judía del niño. Las bocas del fuego. Y, otra vez, las palabras de los administradores del miedo. El sentido de los recuerdos. Voz de alarma.
El recuerdo ajeno que se hace propio. La reconstrucción del presente frente al ayer resucitado. Entre la fe y la paradoja. La pura y auténtica verdad. Entrar en el alma; perturbar la intimidad ajena y arrebatar secretos. “La senda de los rectos”. Autoconocimiento, autocontrol. El ego y un ejercicio de humildad. La conciencia y el ser. La chispa divina. Neurología, psicología y psiquiatría. Los preparadores de veneno y la medicina alternativa. La mal curación de un alma herida. El tercer ojo. Los procesos sociales. El escenario, el infierno y los paisajes del miedo. Una capacidad de captación de recuerdos ajenos; el yo recordado del otro. De piel a piel, para ser transportado a escenarios de tortura plagados de demonios, de sangre y de excrementos. Los valores de la memoria. Un retorno sabio en lo personal y, al mismo tiempo, riesgoso fuera de esa esfera. Lauren, Minsky y Wechsler; tres casos al margen de las llamas que amparan el olvido. Algo más cerca de la psicología analítica de Jung, que de la focalización en lo sexual, que parecía, algo obsesivo en Freud. La técnica de libre asociación a partir de los sueños -algo de carácter meditativo y también creativo-. El sueño de los pacientes; recuerdos disfrazados. “Con el análisis uno podía volver a ponerles las riendas en sus manos; o mejor dicho, podía darles la paleta y el pincel con los cuales poner nuevos acentos en el lienzo donde estaban pintados sus recuerdos. Y uno mismo podía convertirse en el lienzo, o en la pantalla, en la superficie de proyección sobre la que los pacientes podían esbozar posibles contrapropuestas o podían ensayar nuevas posibilidades que les permitieran volver a poder relacionarse con otras personas…”
Una relación entre arte y curación. Nuevas formas y significados. Una irrupción de lo reprimido. Rupturas y recreaciones. La hipnosis clínica. El estado de trance inducido. Las puertas del inconsciente; sus mecanismos. Y un abordaje de la condición humana. “Dos historias que comienzan de uno y otro lado del libro para encontrarse exactamente en el medio, que tiene como protagonistas a dos narradores: Amnon Zichroni y Jan Wechsler…” Las fisuras de la realidad. La desmemoria y el real olvido en nombre del recuerdo. Una vida que era como un lienzo, como un gigantesco cuadro falsificado. “Él lo que hacía era ir sacando el color para llegar a la capa de imprimación, esos primeros cinco años de su vida sobre los que habían pintado encima toscamente. Intentaba hallar los contornos y definirlos”… “Extraía el horror de su interior para asignarle el lugar que le correspondía en el lienzo de su yo”. Y el sentido del tiempo y su medición mecánica. Los relojes. Los recuerdos de un pequeño sobreviviente de los campos de concentración. Recuerdos prohibidos que relampaguean; huellas borradas, documentos falsificados; un cambio de identidad sin dejar rastros. Los recuerdos no confiables; los lapsus de la memoria.
La real malicia y la mentira sin intencionalidad. Entre la memoria y la culpa. El impostor, los recuerdos verídicos y los robados. “Quiero negar que me he visto a mí mismo. El recuerdo me ha venido como un flash: palabras salidas de un parlante, imágenes montadas y proyectadas sobre el lienzo de una pantalla; como una película que nos muestra a mi madre y a mí en otra vida”. Es el pasado que está en nosotros. Otra versión de la verdad. Y aquí, los hechos, la historia, la trama y su revés. Uno nadando, contra la corriente, en aguas de recuerdos propios y ajenos, y otro ahogándose en aguas del olvido.
El lienzo
Autor: Benjamin Stein
Traducción: Claudia Baricco
Editorial: Adriana Hidalgo
480 páginas