Al abarcar Paprika emerge aquello de que toda novedad, no es más que un recuerdo. En “la cultura del respeto”, el gusto por el shock value o por las aspiradoras de un diseño digno de “Mona Lisa Overdrive” nos enseñan el modo en que, desde la adusta excentricidad de un pueblo, se veneran iluminantes en el campo que sea, aquellas ideas que satisfagan el ansiado avance tecnológico —el regocijo global, así ha de demandarlo— de esa forma no ha de extrañarnos que mañana, cuando surja el DC Mini (un sofisticado adminiculo que permite que los sueños se bifurquen y se perpetren por terceros) le será remitido el laurel inventivo al propio Tsutsui. Mas sin el artilugio confeccionado por este, Coleridge trajo Kublah Kan a la vigilia. ¿Acaso no fue Jorge Luis Borges quien mediante su eterno Jardín de senderos, se adelanto al hipertexto?. ¿Acaso no era él, quien no cesaba de recordar en cuanta conferencia o ensayo, aquel poema de Chuang Tzu?; Éste, “soñó que era una mariposa. Sin embargo, al despertar ignoraba si había soñado con una mariposa, o si era la mariposa, que en ese mismo momento soñaba que era Chuang Tzu”. Es mediante ese reflejo de sueños en el sueño de otro espejo, que Borges desde un pasado novedoso nos brinda una comprensión del interlineado de la obra de Tsutsui, una comprensión más antigua que los sueños;

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Yasutaka Tsutsui

¿La historia sueña al lector o el lector sueña a la historia?. Enfocando aquel moebius onírico al genio de Tsutsui, ajeno al ulterior cálculo (el que deja a la memoria R.E.M. perturbante, acrisolada y entristecida) el recuerdo se evoca retórico, es Poe con su poema “A dream within a dream” (Un sueño, dentro de un sueño). Es acaso, desde dentro de un sueño que esta obra surge. Dentro del holograma onírico que propone Tsutsui, desempeña un papel primordial la racionalidad del budismo, del sintoísmo; Ocho millones son las divinidades del Shinto que viajan por la tierra, secretas. Esos modestos númenes nos tocan, nos tocan y nos dejan. De esta forma el modo en que la tecnología emerge, solo es para ser descubierta y reverenciada —no sin stupeur et tremblements— como una deidad más de las millones, que nos tocan, nos tocan y nos dejan. Esto, junto a la raison d’être espejando la alienación y la pertenencia del self (digna de Kobo Abe, por supuesto) liberan a Tsutsui de la denominada sci-fi clásica de Asimov, Bradbury, etc. (Son dioses que emergen de tecnología japonesa, los que sostienen el holograma onírico).

Sueño, en japonés se dice yume. El ultimo capitulo de “Genji Monogatari” se titula Yume no ukihashi (“El Puente flotante de los sueños”). Murasaki Shikubu también adelanto a Tsutsui, con dicha plataforma, o con utsusemi, aquello del cuerpo de la cigarra ya abandonado e incrustado al árbol, como metáfora del yomigaeru (“renacer”). De los sueños renacemos, tal como el recuerdo de Stevenson en la confrontación del personaje Chiba/Paprika, con aquello que el folklore irlandés llamaría fetch y el alemán doppelgänger; el fantasma de alguien vivo, también presente en el relato “El Otro” de Borges o en “Kafka en la orilla” de Haruki Murakami. Intervenir en los sueños, monitorearlos, se convierte en una nueva terapia, lejana de “Toki wo Kakeru Shojo” (La Joven que saltaba en el tiempo) el primer clásico de Tsutsui, de 1967. Por lo tanto, de esta forma, me permito en pos de discurrir Paprika, finalizar continuando el segmento poético de la “Nueva refutación del tiempo” como una insomne refutación onírica.

El sueño es la sustancia de que estoy hecho.

El sueño es un río que me arrebata, pero yo soy el río;

es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;

es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

es el sueño el que nos sueña, pero somos el sueño.

PARIKA-CUBIERTA-BUENA