Es muy difícil torcer las inclinaciones del deseo

La puesta de Bernarda Alba a cargo de Coco Sánchez se destaca por actualizar la opresión y el deseo leídos en clave de un machismo matriarcal, donde un hombre ausente se devora a una familia de mujeres que arden de deseo.

Llorar de la risa en el final de una obra como La Casa de Bernarda Alba de García Lorca, parece impensado, pero en el caso de la obra que adaptó y dirige Coco Sanchez, es absolutamente real. Los personajes, en permanente tensión en el intento de domar sus emociones, resaltan lo irónico, absurdo y estólido que habita en las hembras dominadas por el macho que compiten entre ellas en lugar de empoderarse y aliarse.

Ya sea por la pulsión del deseo, por envidia o terquedad, la familia de mujeres se deja dividir, destruir, por un macho que pudiendo elegir el amor; pondera el bienestar económico, una herencia y una doble vida, sostenida en múltiples mentiras.

La obra siempre nos gustó mucho por la cuestión de género, mujeres encerradas en una casa con sentimientos muy reprimidos, dice Georgina Villar, que da cuerpo a una Martirio tan verosímil como extrema. Junto a ella y a Claudia Kotliar, en el papel de Bernarda, comenzó a trabajar Coco en la obra. Los tres se formaron con Claudio Quinteros, de quien admiran la pasión por lo que hacía. Además el director hace teatro desde niño, esta es su segunda obra y formalmente estudió en la EMAD.

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En el contexto social actual, donde la violencia de género aún se hace presente y culpa a la víctima, la propuesta de la adaptación  enfatiza desde las afirmaciones de la matriarca cegada por la moral cristiana. Sus gritos se resignifican cuando censura a su hija que desea amar, bancándose la clandestinidad y el consiguiente oprobio social. Ventaneras rompe-luto, les grita Bernarda Alba a sus hijas luego de abofetear a la mayor por llevar polvo en el rostro y querer desesperadamente conseguir a un hombre con el que casarse. El aire denso de calores corporales que deben ocultarse se enrarece cuando el amor es pecado y el matrimonio por conveniencia. Aire enrarecido, siempre presente en los textos de García Lorca, en esta propuesta lo sensorial está reforzado desde la música en vivo a cargo de María Morsón. La intérprete, como una espía o conductora del destino, entre cuerdas, percusión y canto atina en cada intervención y genera climas atemporales.

Adela, interpretada por Bela Spatik cantará La llorona, y con el correr de las escenas llora incesantemente. Pero no llora por no poder amar  en libertad, llora porque las mujeres de su familia irán a abuchear a una mujer que fue madre soltera, que se divirtió en el bosque con los hombres y volvió a la luz del día con el pelo suelto y un tocado de flores. Llora por un juicio absurdo que pronto caerá sobre ella.  La mujer que no dispone de su cuerpo destaca Georgina Villar.

Una actuación destacada de Laura Ledesma, con su composición de la criada evoca la obra de Sívori en sus movimientos y porte, una ninfa de otros tiempos que acompaña amorosamente a esas cuatro muchachas, criadas en la frialdad del buen nombre y las castas.

Emociones encontradas, desbordadas y en conflicto aparecen de modo claro, con una escenografía que resalta el espacio y lo aprovecha dinámicamente, imponente y oscuro.

La obra se presenta en el teatro Corrientes Azul, todos los viernes a las 21.00hs hasta el 3 de junio, una propuesta valiosa.

Podés obtener más información sobre la obra en: http://www.alternativateatral.com/obra40924-la-casa-de-bernarda-alba

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Sobre El Autor

Nació en 1986, rata porteña del sur de la ciudad. Trabaja desde hace doce años en Museo Nacional de Bellas Artes, en la actualidad como educadora. Es profesora de teatro y se forma como Docente en Lengua y Literatura.

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