Drive es un buen intento de James Sallis por innovar en un género ceñido a lo clásico. Una carrera sin cinturón de seguridad.
Venía de leer un par de esos libros que son como la hamburguesa insignia de un famoso restaurante de comida rápida: el cincuenta por ciento de lo que lleva está de más, pero hay que probarla para saber qué se siente. Así que quiero agradecer a Sallis el haberme recordado que el género policial nació en formato cuento. No me avergüenza reconocerlo: compré Drive solo por su brevedad. No sabía nada del autor ni de su novela; menos aún que Nicolas Winding Refn tenía planeado adaptarla al cine para gestar una de las mejores películas policiales post Tarantino.
La historia es sencilla: el único mérito de Drive es ser un excelente conductor, ya sea realizando acrobacias para las cámaras, ya sea escapando de la policía después de un atraco; algo así como un superhéroe en reversa, solo que acá no hay alter ego: Drive es siempre Drive, por lo menos hasta que sucede lo peor. Y lo peor es que sin comerla ni beberla, se verá atrapado en una puja de poderes mafiosos.
No me atrevo a decir que Drive sea una mala novela; tampoco, buena. Con mucho de experimentación, James Sallis logra un relato extraño, poblado de flashbacks y elipsis, como si Beckett hubiese escrito un policial negro después de pasar un fin de semana viendo la filmografía completa de Tarantino, Death Proof incluida.
Entonces, ¿cuál es mi problema con Drive?
Mi primer problema con Drive es que intenta ser pretensiosa en un mundo, el de la literatura de género, en donde cuanto menos pretendas, mejor. Claro: hay novelas que trascienden el canon, pero ahí está la cuestión: desde la primera palabra, Sallis quiere transgredir. No es el resultado de un trabajo bien hecho, sino una acción absolutamente premeditada. Sallis es un embaucador que en vez de subestimar al lector, lo sobrevalora, algo que no estoy dispuesto a perdonarle.
Drive tiene episodios que funcionan a la perfección: las persecuciones automovilísticas –toda una proeza; la literatura no se lleva bien con los motores V-8–, el Drive niño que presencia la frustración de su madre al armar una mesa comprada por correspondencia y hasta una cita de Borges. El problema es que cuando hacemos contacto, el motor está ahogado. Algo le concedo a Sallis: el haber demostrado que el mosaico no funciona bien en la literatura policial.
Mi segundo problema con este librejo es el protagonista. Despersonalizado ya desde el nombre, Drive pretende ser un reflejo de la anomia tan propia de la sociedad posmoderna. El tipo ejerce una única profesión, claro, pero de formas antagónica: una que es aceptada socialmente y la otra que atenta contra la ética más elemental. Sin embargo, para nuestro acróbata del volante esto no representa ningún conflicto, porque el contexto es irrelevante: en cualquier caso, él solo conduce. Hasta ahí la apuesta de Sallis resulta interesante, pero lo cierto es que no puede desprenderse de la moralina norteamericana. Drive es un delincuente, es cierto, pero tiene códigos, tantos que no puede quedarse con algo que no es suyo. En el fondo, no es más que un sentimental que extraña a su madre, una loca que degolló a su marido frente a los ojos de su hijo.
Tal vez Drive no sea una buena novela, pero a pesar de todo debo reconocer que es un libro necesario, porque a pesar de resultar pretensioso, busca nuevos caminos para un género que suele caer en los trillado. Sí, es verdad: quizás fracasa en la búsqueda, pero al menos tiene el mérito de haber pisado el acelerador a fondo cuando la mayoría ni siquiera sacan el freno de mano.
Adenda: Drive en el cine
Mis objeciones a Drive no valen para la increíble adaptación de Nicolas Winding Refn. Por un lado, el director pule cada secuencia para lograr un encendido perfecto; por otro, Ryan Gosling vuelve a lucirse con una actuación alineada por el mejor de los mecánicos. Drive probablemente se convierta en una de las mejores películas policiales de la década y en un film decididamente de culto. El material de base es una buena pista de despegue, pero las correcciones de Winding son determinantes para lograr una película violenta y melancólica, pero increíblemente precisa.
Cuando creíamos que ningún film podría competir en creatividad e innovación con Pulp Fiction, Drive nos sorprende apelando a un estilo donde lo importante no es la desmesura, sino la medida justa.